Estrella Lafont Díaz ha sido pionera en traducir artículos y literatura mormona al español, su trabajo se puede apreciar en la sección de artículos traducidos al español del Instituto Maxwell. Su trabajo de traducción es excelente, y una inspiración para esta página. En 2007 Teancum.es publicó los primeros tres capítulos de "Un escenario para el Libro de Mormón en la América Antigua" de "John L. Sorenson, obra, que sin lugar a dudas es un parte aguas en el trabajo académico mormón relacionado con la arquelogía del nuevo mundo. Como un homenaje a Estrella Lafont, y también con el propósito de recuperar tan valioso aporte, pongo a disposición, de nueva cuenta, estos tres capítulos que ella tradujo. Ignoro si ella terminó la obra de traducción, pero desde aquí, también invito, que quienes estén interesados en colaborar con el resto de la traducción, se pongan en contacto conmigo y podamos poner a disposición a los hispanohablantes, de tan valioso material.
Ignoro las razones por las que Teancum.es dejó de operar, una excelente página donde las haya, desde aquí, mi abrazo fraterno.
John L. SORENSON
UN ESCENARIO PARA EL LIBRO DE MORMÓN
EN LA AMÉRICA ANTIGUA
Deseret Book Company. Salt Lake City, Utah, 1985
Traducción: Estrella Lafont
Capítulo 1
Trazando el Mapa del Libro de Mormón
De forma preliminar a nuestra investigación, debemos establecer dónde se desarrollaron los hechos del Libro de Mormón dentro del hemisferio occidental. Deberíamos saber si ocuparon la totalidad del continente americano. Si el escenario fue un territorio restringido, entonces este hecho es esencial. Equivocarnos en la geografía nos envolvería en un conjunto de errores en cadena que inevitablemente harían fracasar cualquier conclusión que sacáramos. Si nosotros no supiéramos dónde, y naturalmente cuándo, encontrar datos comparativos, podríamos también tratar de dar luz al Libro de Mormón asumiendo su emplazamiento en España o en Siberia.
¿Un mapa autorizado?
Algunos Santos de los Ultimos Días se enfrentan a problemas como el de la geografía del Libro de Mormón recurriendo automáticamente a los líderes de la Iglesia para encontrar respuestas. Parece apropiado, entonces, comenzar preguntándonos si la geografía del Libro de Mormón ha sido determinada por estos líderes o no.
Las fuentes históricas no nos indican que Moroni diese a José Smith instrucciones geográficas, ni tampoco José Smith declaró tener inspiración sobre el asunto. Las ideas que expresó más tarde acerca de la localización de los hechos de que se habla en el libro aparentemente reflejaban lo mejor de su opinión personal. Lo que parece una primera interpretación consensuada de la geografía del Libro de Mormón de él y de sus asociados era amplia: la tierra del sur era la totalidad de América del Sur, la tierra del norte, el continente norteamericano. Esto es lo que nos indica un registro manuscrito de 1836 de Frederick G. Williams, que atribuye a José Smith la declaración de que: “Lehi y su tripulación desembarcaron en el continente sudamericano, en Chile, a treinta grados de latitud sur.”[1] Líderes de la Iglesia como B. H. Roberts y John A. Widtsoe, ambos críticos prudentes, vacilaron al aceptar el origen de la declaración del profeta,[2] sin embargo ciertamente no sería sorprendente que el profeta haya sostenido alguna vez este punto de vista, ya que otros primeros miembros parecen haberlo creído.[3] (Williams dijo más tarde que la declaración sobre Chile le fue hecha a él por un ángel en vez de por José Smith.)[4] En vista del hecho de que, con el tiempo, las ideas del Profeta sobre otros temas maduraron, sus ideas sobre la geografía del Libro de Mormón podrían haber experimentado un cambio. En 1842, un editorial en el periódico de la Iglesia Times and Seasons (del 15 de septiembre, páginas 921-22) afirmaba que “Lehi... desembarcó un poco más al Sur del Istmo de Darién (Panamá).” José Smith había asumido seis meses antes (pág. 710) la responsabilidad exclusiva por el contenido del periódico, a pesar de que el editor oficial era John Taylor. El lugar que se menciona es, naturalmente, alrededor de tres mil millas al norte del punto de Chile que menciona la cita de Williams.
En el plazo de pocas semanas apareció otro artículo sobre geografía en el periódico. Un notable “bestseller” de aquel tiempo era el libro de John Lloyd Stephens Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán,[5] publicado en 1841. En el número de septiembre de 1842 se hizo una reseña entusiasta del libro de Stephens, con extensos extractos del fascinante relato, que describía las maravillas de las ruinas mayas, por primera vez en una fuente de lengua inglesa fácilmente accesible. Al comentar el primer extracto, el anónimo escritor afirmó que los nefitas “vivieron alrededor de la estrecha franja de tierra, que ahora abarca Centroamérica, con todas las ciudades que se encuentran allí” (pág. 915). Dos semanas después el escritor llegaba a una nueva conclusión:
Desde que nuestro “Extracto” del libro “Incidentes de viaje” etc. del señor Stephens fue publicado, hemos encontrado otro hecho importante relacionado con la veracidad del Libro de Mormón. América Central, o Guatemala, está situada al norte del Istmo de Darién y en otro tiempo abarcaba varios cientos de millas de territorio de norte a sur. La ciudad de Zarahemla, incendiada en el tiempo de la crucifixión del Salvador, y reconstruida más adelante, se encontraba en esta tierra.
El autor del artículo añadió, con frases pintorescas pero con cautela digna de elogio,
No vamos a declarar categóricamente que las ruinas de Quirigua (en Guatemala) son las de Zarahemla, pero cuando la tierra, y las piedras, y los libros narran la historia tan claramente, somos de la opinión de que se requerirían más pruebas de las que los judíos podían aportar para probar que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús de la tumba, para demostrar que las ruinas de la ciudad que nos ocupa no son las que se mencionan en el Libro de Mormón.
No tenemos seguridad de que las declaraciones del periódico fueran hechas por José Smith aunque él tenía la responsabilidad editorial del mismo. Ni tampoco podemos estar seguros mediante otra fuente de la conclusión a la que llegó sobre el asunto. Tanto si el profeta personalmente creyó que las tierras nefitas se encontraban en Centroamérica o no, los líderes que se asociaban diariamente con él sintieron que esta era la mejor contestación a la pregunta “¿dónde?”. Incluso podría ser más importante para los Santos de los Ultimos Días saber que ésta se consideraba una pregunta abierta, para ser meditada e investigada, y que ellos complementarían su estudio de las escrituras con los mejores recursos del limitado saber secular que les era accesible en aquel tiempo. Veintitrés meses después de las afirmaciones del Times and Seasons, murieron José Smith y su hermano Hyrum. Los sucesos que se acumularon durante este agitado periodo anterior al martirio del profeta, le dejaron escaso tiempo libre para estudios de geografía. Sin embargo, una afirmación de Orson Pratt, de 1848, demuestra la continuidad de las ideas expresadas por el Times and Seasons seis años antes. Los nefitas, dijo Pratt, “habitaron las ciudades del Yucatán durante el tiempo en que fueron atacados y expulsados de la tierra del sur”,[6] obviamente esto excluye a Panamá como “la estrecha franja de tierra”.
La preocupación principal de la siguiente generación de Santos fue simplemente sobrevivir. Cuando más adelante, durante el siglo XIX, se reavivó el interés por la geografía del Libro de Mormón, los líderes de la Iglesia tuvieron cuidado de no dejar que se produjeran divisiones entre los Santos por esta cuestión o que las opiniones se convirtieran en dogmas. El Elder George Q. Cannon, una de las fuerzas intelectuales de aquel tiempo en la Iglesia, dijo en 1890:
Existe la tendencia, que se manifiesta con fuerza en estos momentos entre algunos hermanos, de estudiar la geografía del Libro de Mormón. […] Se pide a menudo a los hermanos que dan discursos sobre las tierras de los nefitas que preparen sugerentes mapas ilustrativos de la geografía nefita, pero nunca deberían haber consentido en hacerlos. Tampoco sabemos de ningún apóstol que quisiera emprender tal labor. La razón es que, sin más información de la que tienen, no están preparados ni siquiera para sugerir [una solución].[7]
El presidente Joseph F. Smith, el presidente de los Setenta Anthony W. Ivins, y el apóstol John A. Widtsoe se encontraban entre las autoridades que más tarde afirmaron que la Iglesia no adoptaba ninguna posición sobre las localizaciones específicas del Libro de Mormón. El presidente Smith, por ejemplo, cuando se le pidió aprobar un mapa “mostrando el lugar exacto donde Lehi y su tripulación desembarcaron,” se negó a hacerlo, alegando que el “Señor todavía no lo ha revelado.”[8] Elder Ivins advirtió en 1929, “Todavía no se ha anunciado nada definitivo que resuelva definitivamente la cuestión [de la geografía del Libro de Mormón]. Así que la Iglesia dice: sí, estamos simplemente esperando a descubrir la verdad.”[9] Esta cautela ha sido la trayectoria que se ha seguido consecuentemente desde entonces, dejando libertad para que los individuos estudien y examinen el tema sin poner a las autoridades en el compromiso de tener que defender o refutar el punto de vista personal de alguien.
Incluso en un resumen tan breve como éste, queda claro que las autoridades de la Iglesia desde la época de José Smith hasta ahora no han llegado a ningún consenso, no han hecho ninguna declaración autorizada, ni han informado de ninguna solución definitiva a la cuestión de la geografía de Libro de Mormón. Sin embargo, nunca les ha parecido un problema insoluble, sólo difícil. Elder Widtsoe pensaba que “a fuerza de un estudio diligente, con oración, podemos llegar a comprender mejor la época y los lugares de las personas que se mueven a través de las páginas del divino Libro de Mormón.”[10] No, las autoridades de la Iglesia no nos han resuelto ninguno de los problemas más importantes sobre el emplazamiento geográfico del Libro de Mormón. Debemos buscar las respuestas en algún otro lugar.
¿Qué Dice el Libro?
El primer lugar donde debemos buscar conocimiento sobre el contexto del Libro de Mormón es el propio libro. Recurrir al original es la base de todo conocimiento sólido cuando alguien trabaja con un texto antiguo. Un renombrado experto en tierras bíblicas y del Antiguo Testamento lo dice de este modo: “No se puede nunca enfatizar demasiado el que los descubrimientos arqueológicos tienden a justificar el significado literal del texto contra [cualquier otra] interpretación erudita y tradicional. Esto no sólo es válido para la Biblia, sino para todos los textos antiguos en general.”[11]
Pero ¿se encuentra suficiente información para mostrar una imagen coherente y digna de confianza en el mismo libro? Algunos Santos de los Ultimos Días han escudriñado las claves que el Libro de Mormón proporciona sobre geografía y han elaborado varios mapas mostrando lo que ellos consideran que son las conexiones entre las tierras y ciudades mencionadas. Decir que han llegado a conclusiones variadas, es una expresión exageradamente moderada. En efecto, nosotros debemos elaborar un mapa semejante sistemática y extensamente. De cada afirmación del libro debemos extraer toda la información importante, y debemos hacerla encajar toda sin contradicciones. A pesar de sus contribuciones, todos los mapas anteriores han sido incompletos y poco consistentes al tratar la información importante del Libro de Mormón. Ninguno es totalmente digno de confianza.
Construir un mapa que sea internamente coherente no es más que el primer paso. Seguidamente debemos hacer que se correspondan las tierras y ríos del Libro de Mormón con lugares existentes, lugar por lugar, tal como lo han hecho los expertos en lo que respecta a gran cantidad de la información que se encuentra en la Biblia. Si no fuera por eso, los sucesos que se encuentran en el libro permanecerían en un limbo geográfico; y nosotros tendríamos sólo un mapa simulado.
Nuestra primera tarea consiste en analizar las características esenciales de las tierras descritas en el libro. Esto determinará un conjunto de requisitos. Cualquier área de las Américas que se proponga como la localización de los sucesos del Libro de Mormón debe encajar con estos criterios o si no se la considerará equivocada. Mientras comparamos los requisitos con porciones del mapa actual del mundo, debemos eliminar de nuestra consideración todos los territorios que estén en conflicto con lo que se requiere. Es concebible que pudiéramos terminar sin la información suficiente para identificar con seguridad algún lugar como el área donde tuvieron lugar los acontecimientos del Libro de Mormón. Sin embargo, prosigamos.
El requisito más obvio, que es la configuración, tiene que ver con el bosquejo básico del Libro de Mormón. Pronto nos enteramos de que una “estrecha lengua de tierra” o istmo separaba la “tierra del norte” de la “tierra del sur”, con forma, a rasgos generales, de reloj de arena. (Ver el mapa 1).
Mapa 1
Alma 22:32 nos dice que la tierra del sur estaba “casi rodeada de agua,” pero no hace ninguna declaración clara acerca de la relación de la tierra del norte con sus mares adyacentes. Tal y como la concebían los nefitas, la tierra del sur estaba dividida principalmente en dos: la tierra de Nefi más al sur, y hacia norte de ésta la tierra de Zarahemla, la cual se extendía tanto que casi llegaba hasta la lengua de tierra. La porción sur del istmo se denominaba tierra de Abundancia. Directamente al norte de la tierra de Abundancia, en la estrecha franja de tierra, estaba la tierra de Desolación. No lejos, al norte de Desolación, se encontraba la primera zona principal de asentamiento jaredita, la tierra de Morón (Eter 7:6). Al norte de Desolación, a lo largo de la costa oriental yacía una tierra cubierta de agua (Alma 50:29; Eter 15:8-11). Al norte de Morón y al sur de Nefi, la situación permanece nebulosa; pero en medio de todo esto, el conjunto de estas conexiones _tierra del norte/istmo/tierra de Zarahemla/tierra de Nefi_ están más allá de toda discusión.
Dimensiones
¿Qué largo y ancho tenían estas tierras? La forma de reloj de arena podría, después de todo, encajar tanto con todo el hemisferio occidental como con una porción relativamente pequeña del mismo. Es vital establecer la extensión del territorio donde tuvieron lugar los hechos narrados en las escrituras.
Para determinar sus dimensiones, la información crucial que se encuentra en el texto es cuánto tiempo les llevaba a las personas trasladarse de una parte a otra. Consideremos la distancia entre la ciudad de Nefi y la de Zarahemla. El grupo de misioneros que dirigió Ammón, intentando llegar hasta la tierra de Nefi, “no sabían el rumbo que debían seguir en el desierto para ir a la tierra de Lehi-Nefi”; por tanto encontraron el lugar después de 40 días de viaje (Mosíah 7:4). El viaje de Alma y sus conversos nos es de más ayuda, ya que recorrieron prácticamente el mismo camino en sentido contrario. Salieron de las aguas de Mormón, que probablemente no se encontraba a más de dos días de la ciudad de Nefi, y lograron llegar a Zarahemla en 21 días (Mosíah 18:1-7; 23:1-3; 24:20; 25). El grupo incluía mujeres, niños y “rebaños.” ¿Cuán rápido pudieron haber viajado?
Los pioneros mormones, conduciendo yuntas de bueyes a través del llano territorio de Nebraska, hacían un promedio de 10 a 11 millas por día. En Guatemala les lleva a los porquerizos ocho días conducir una piara de cerdos 90 millas a través de terreno montañoso, hasta llegar al mercado (una media de poco más de 11 millas por día).[12] Otros grupos de viajeros no lo hacen ni siquiera tan rápido. R.E.W. Adams, un arqueólogo que ha trabajado en Guatemala, informa que a los viajeros que van en viaje comercial de rutina, atravesar los senderos y corrientes de la jungla desde el valle de Cotzal hasta Petén -aproximadamente 120 millas de distancia por aire– les cuesta 19 días o más, haciendo una media de poco más de 6 millas por día. Gran parte del camino se hace en piragua río abajo. Además, una persona puede recorrer en seis horas, andando por esa zona, una distancia que le llevaría siete a caballo. Si lleva animales consigo, el tiempo se alarga hasta diez horas.[13]
Otros viajeros son mucho más rápidos. R. F. Heizer informa que en el siglo XIX en California, pequeños grupos de indios Mohave podían recorrer cerca de 100 millas al día, en algunas ocasiones sin comida ni agua durante días. Hace aproximadamente 75 años, un indio tuvo fama de haber hecho un viaje de 100 millas y regresar después de descansar solamente unas pocas horas. En el caso de los indios Mohave[14] no era excepcional hacer un promedio de seis millas por hora, no por día. El padre Sahagún escribió acerca de un pueblo mexicano pre-hispánico: “Los Toltecas eran altos, con el cuerpo más grande que los que viven actualmente; por esta razón les llamaban los tlanquacemilhuique que significa que podían correr el día entero sin cansarse.”[15] Durante los traslados de los Toltecas, descritos en las crónicas mexicanas, en marchas desde el amanecer hasta la puesta del sol, sin animales, hacían una media de seis leguas, entre 15 y 24 millas.[16]
Otros datos sobre la velocidad de los viajes entran dentro de estas escalas establecidas. Existe una amplia gama de posibilidades, dependiendo del terreno, de cómo estaban de acostumbradas las personas a viajar, o de si se trataba de un simple mensajero, de todo un pueblo o de un ejercito los que se hallaban involucrados.
Si asumimos que el grupo de Alma y sus animales fueron a velocidad normal, es plausible que hayan viajado a razón de unas once millas por día. Desde las aguas de Mormón, de donde partió el grupo de Alma, Zarahemla estaría a 21 días o a 231 millas de viaje real haciendo 11 millas por día. Helam, la tierra a la que huyó Alma, parece haber estado fuera de la ruta principal, lo cual podría haber resultado un poco más corto (viajeros posteriores no pasaron por Helam; comparar Mosíah 23:30, 35). Además el texto deja claro que parte del viaje se hizo atravesando un yermo montañoso (donde se encontraba la cabecera del río Sidón; Alma 16:6; 22:27; 27:14), por una retorcida ruta con la que no estaban familiarizados Alma y su gente. El lugar denominado “las aguas de Mormón” estaba a un par de días de la ciudad de Nefi (Mosíah 18:4-7, 30-34; 23:21). Así que la cantidad real de millas del sendero o camino entre Zarahemla y Nefi, las dos ciudades predominantes en este temprano periodo de la historia, debe de haber sido del orden de 250 millas, asumiendo un ritmo de velocidad de 11 millas por día. Considerando las vueltas y curvas de una ruta verdadera, que sería probablemente la seguida en semejante terreno, la distancia en línea recta se aproximaría más a 180 millas. (Ver el mapa 2)
Mapa 2
Usando la distancia entre Nefi y Zarahemla como modelo aproximativo, podemos calcular las distancias que había entre otros lugares. Moroni dijo que la ciudad de Zarahemla era el “corazón” o “centro” de la tierra de Zarahemla (Alma 60:1, 19, 22; Helamán 1:17-18, 22-23). Sin embargo, Zarahemla no estaba lejos del límite de las tierras lamanitas. Un tal Coriantumr condujo un ejercito lamanita descendiendo por la tierra de Nefi directamente hacia Zarahemla, “y su marcha fue tan sumamente rápida, que no hubo tiempo de que los nefitas reunieran sus ejércitos” (Helamán 1:19). Si la distancia entre las fronteras del asentamiento nefita y su ciudad principal hubiera sido muy grande, los nefitas habrían recibido alguna advertencia de la fuerza que se aproximaba. Antes de esto, otro ejercito lamanita, procedente de Nefi, irrumpió en escena cerca de Zarahemla con sólo escaso aviso (Alma 2:23-25). Aparece una corroboración de esto en el relato del rey Mosíah, quien, años antes, condujo a su gente fuera de la tierra de Nefi; parece ser que ellos “llegaron a la tierra...” e incluso a la ciudad de Zarahemla, más bien precipitadamente (Omni 1:13-14). Estos hechos sugieren que la ciudad de Zarahemla puede haber estado en algún lugar al sur del centro geográfico del país, a pesar de que conceptualmente estaba en “el corazón” del mismo.
Hay otra razón para pensar que la ciudad de Zarahemla podía no haber estado exactamente en el centro de la tierra de Zarahemla. Al norte de la ciudad, entre Zarahemla y Abundancia, la cual estaba aún más al norte, (Helamán 1:27-28), se encontraban “las partes principales de la tierra.” Esta importante zona parece haber estado a lo largo del río Sidón, el cual fluía al norte de la tierra de Zarahemla (Alma 22:27-33; 2:15). Con el área más importante de asentamiento situada corriente abajo desde Zarahemla, nos da la impresión de que la ciudad principal estaba más cerca de las fronteras lamanitas que de donde se concentraba la población de la gran tierra de Zarahemla.
Más tarde, pero todavía antes de Jesucristo, una continua franja de tierra yerma separaba la Zarahemla nefita del territorio lamanita. Además, por lo menos durante los sucesos que relatan los libros de Mosíah y Alma, la ciudad de Nefi (también llamada Lehi-Nefi) se encontraba a alguna distancia de “la estrecha franja de yermo” propiamente dicha. En el lado lamanita de la zona fronteriza parece ser que un espacio considerable de yermo separaba la ciudad de Nefi de la franja de transición. Una cantidad considerable de búsquedas de tierras perdidas, avances y retrocesos de los enemigos, y viajes en el yermo tuvieron lugar en este extenso territorio. (Ver, por ejemplo, Mosíah 19:9-11, 18, 23, 28; 23:1-4, 25-31, 35; Alma 17:8-9, 13; 23:14, a la luz de los versículos 9-12; 24:1.) No se hace ninguna mención de si alguna vez se hizo un viaje hacia el sur de la ciudad de Nefi, así que debe de haber estado cerca del límite sur o de lo que los nefitas reconocían como la gran tierra de Nefi (Alma 22:28). Si tomamos todas estas consideraciones en cuenta, parece razonable dividir nuestras cifras aproximadas sobre la cantidad de millas de esta manera: del orden de 180 millas en línea recta separaban la ciudad de Nefi de la de Zarahemla; había alrededor de 100 millas de distancia desde Nefi hasta el punto medio de la “angosta faja de terreno desierto” (Alma 22:27); luego eran 80 millas desde este punto bajando hasta la misma ciudad de Zarahemla. Aunque sólo son estimaciones, estas distancias y relaciones se derivan cuidadosa y fielmente de los anales nefitas tal y cómo lo permite nuestra información actual.
Al norte, más allá de las fronteras de la tierra de Zarahemla, se encontraba una tierra sin nombre, la “tierra que estaba entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia.” El lugar sólo se menciona en 3 Nefi 3:23. (La línea que contiene estas palabras se omite del texto impreso durante muchos años, aparentemente por un error del impresor, pero se repuso en la edición de 1981 del Libro de Mormón en inglés.[17]) La tierra de Abundancia, en conjunto, parece haber sido bastante estrecha, ya que Alma 22:31-33 la describe más que nada como una zona que se extendía a través de la estrecha lengua de tierra. No se dice mucho más acerca de ella.
¿A cuánta distancia se encontraba Zarahemla de Abundancia? Si la primera se encontraba ligeramente al sur del centro geográfico, como se ha razonado anteriormente, podría haber alrededor de 100 millas desde la ciudad de Zarahemla hasta la frontera norte de una tierra más extensa que la que se denominaba Zarahemla en los días de Alma (Alma 5:1; 6:7; 8:1-3, 6, 11-12; 16:1-15; 28:1). Si añadimos la tierra sin nombre, “la tierra entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia”, y también la estrecha tierra de Abundancia, 80 millas más, debía de haber una amplia distancia desde el límite norte a la tierra del sur. Más allá se extendía la tierra de Desolación, en la tierra del norte, de la cual hablaremos más adelante.
Repasemos estas distancias. La “tierra de la primera herencia” estaría en el límite del extremo sur, pero no podemos estar seguros de su relación con Nefi o sus alrededores, excepto de que la primera era una región costera y la otra un territorio elevado. Nuestro primer punto claro de referencia, entonces, es la ciudad de Nefi. El siguiente es una extensión situada a 100 millas del punto desde el que se inicia la influencia nefita. Unas 80 millas adicionales nos llevan a la misma ciudad de Zarahemla. Alrededor de 100 millas al norte de Zarahemla estaba el límite de la tierra que era controlada directamente por la ciudad durante el reinado del último rey (Alma capítulos 5-15) y que continuó por mucho tiempo después como una unidad geográfica real (3 Nefi 3:23). Ochenta millas más cubren la extensión unida de la “tierra intermedia” y Abundancia. Así que la longitud total de la tierra del sur, donde tuvo lugar la mayor parte de la historia que narra el Libro de Mormón, no debía de ser ni más ni menos que de 360 millas.
Pudiera ser de ayuda, acostumbrados como estamos a grandes distancias que podemos recorrer por aire y automóvil, que recordáramos que Palestina, desde Dan hasta Beersheba, tenía sólo 150 millas de largo y menos de la mitad de ancho; a pesar de esto el 95 por ciento de los hechos mencionados en el Antiguo Testamento tuvieron lugar dentro de ese reducido espacio. Desde esta perspectiva, la extensión estimada a la que hemos llegado del escenario nefita parece razonable.
Naturalmente, posteriores indicaciones del Libro de Mormón nos ayudan a confirmar estas dimensiones. En la historia del grupo de exploración del rey Limhi se encuentra una comprobación vital de la extensión del conjunto de estas tierras. Gobernando sobre un grupo sometido a servidumbre en la tierra de Nefi, Limhi mandó exploradores a encontrar Zarahemla, de la cual sus antepasados habían venido casi 50 años antes (Mosíah 8:7-8). Sus mensajeros iban a pedir a la gente de Zarahemla que les ayudaran a librarse del yugo lamanita. Desafortunadamente, de alguna manera, esta ruta sobrepasó Zarahemla, y atravesaron la “estrecha lengua de tierra”, sin ni siquiera darse cuenta, y les llevó al lugar donde había tenido lugar la batalla final de una población anterior, los jareditas. Allí encontraron ruinas y un conjunto de 24 planchas dejadas por el último profeta jaredita, Eter (Eter 15:33; Mosíah 21:25-27). Con tristeza, los exploradores volvieron a su tierra, a Nefi, para informar a Limhi, equivocadamente, de que los restos que habían encontrado debían de ser los de Zarahemla destruida. El grupo de exploración sabría aproximadamente cuánto les había llevado a sus padres viajar de Zarahemla a Nefi, tan sólo dos generaciones atrás, así que cuando ellos viajaron, digamos, el doble de la distancia normal, hasta Zarahemla, se debieron de haber preguntado acerca de su posición y probablemente no habrían ido mucho más lejos.
De Nefi a Zarahemla, en línea recta, había 180 millas. El doble de la distancia que les habría llevado hasta la “línea” (Alma 22:32, lógicamente un río) que separaba Abundancia de Desolación, el comienzo de la tierra del norte. A semejante distancia de casa debían de haber pensado en volver. Seguramente hombres tan diligentes como los que el rey habría mandado no habrían seguido mucho más allá. Así que no es razonable que el campo de batalla de los jareditas, donde terminaron los exploradores de Limhi, hubiera estado, dentro de la tierra del norte, a más de 100 millas desde la “línea” en el istmo. (Ver mapa 2.)
La colina de Ramah, donde los jareditas se autodestruyeron, era la misma colina que la Cumorah nefita (Eter 15:11). Todo este asunto nos dice, pues, que es improbable que la distancia total de la ciudad de Nefi al último campo de batalla en Ramah o Cumorah fuera de más de 450, o quizás 500, millas. Téngase en cuenta que estas cifras son estimaciones razonables de acuerdo con las afirmaciones de las escrituras; no se pueden determinar distancias más exactas. De todos modos, cualquier incremento de las dimensiones, haría más difícil de sostener la historia de los exploradores de Limhi. La colina de Ramah/Cumorah parece, entonces, haber estado 100 millas al interior de la estrecha lengua de tierra, y esto concuerda con que los nefitas llamaran “Desolación” a la porción que estaba más al sur de la tierra del norte, la cual incluía el último campo de batalla, salpicado de huesos y armas oxidadas (Alma 22:30-31).
En lo que respecta a la propia tierra del norte, nuestros datos sobre distancias nos llegan del registro jaredita, de sus últimos años de guerras entre ellos. Mientras los jareditas se aproximaban a su destrucción final, el profeta Eter huyó, para salvar su vida, desde los cuarteles generales del rey, en Morón: “y él se ocultaba en el hueco de una roca durante el día, y salía de noche para ver las cosas que le sobrevendrían al pueblo” (Eter 13:13). Vivió en esa cueva mientras escribía “el resto de la historia”, o sea, el original del libro de Eter, que fue más tarde compendiado por Moroni para que nosotros lo leyéramos. La gran guerra civil jaredita comenzó el mismo año en el que huyó Eter, y el profeta registró todo aquello de lo que se enteraba sobre ella, desde su refugio (Eter 13:14, 18, 22-24). Después de ocho años de combate intermitente, todavía continuaban las batallas en el valle de Morón, que aún estaba dentro del campo de observación de Eter. Y él continuaba en su cueva después que una población de más de dos millones de personas, las cuales habían cubierto “toda la superficie de la tierra”, murieran (Eter 14:11, 22-23; 15:2). Finalmente, tras una catastrófica batalla cerca de la colina de Ramah, el Señor hizo salir a Eter de su cueva para que hiciera la última anotación en su registro y lo depositara donde el grupo de exploración de Limhi pudiera encontrarlo.
La conclusión parece clara. Todas las batallas finales de los jareditas tuvieron lugar en la tierra del norte, dentro de un territorio lo suficientemente pequeño como para que Eter pudiera observar la mayor parte de la acción moviéndose sólo distancias muy cortas desde su base, en la cueva. Además, el linaje de Jared tuvo su principal asentamiento en Morón desde poco tiempo después de su desembarco en la costa hasta poco tiempo antes de la destrucción final. Y la tierra de Morón estaba “cerca” de la tierra que los nefitas llamaban Desolación (Eter 7:6). Probablemente cien millas desde Morón hasta la colina de Ramah, se acomodarían a todos estos hechos.
La confirmación de la proximidad de Ramah con Morón se encuentra en el relato acerca del rey Omer. Éste gobernó durante los primeros años de la historia jaredita, cuando la población inmigrante pudo haber sido escasa. Retirándose de Morón, al ser amenazado por un rival, viajó con su familia “muchos días” hasta encontrar refugio cerca del mar occidental. Un grupo de gente se trasladaría más lentamente -y con niños y mujeres, probablemente por una ruta más larga y más llana- que el solitario Eter. En su camino desde Morón hasta el mar, Omer pasó por Ramah/Cumorah (Eter 9:3). Cuando se enteró de que los acontecimientos se habían puesto a su favor en casa, Omer volvió. (Eter 9:13). Si el área a la que huyó, y por lo tanto la de la última batalla, estaba más o menos dentro de las 100 millas desde Morón, la huida y vuelta de Omer tiene sentido; una distancia más grande parecería extraña, dada la poca cantidad de población.
Muchos Santos de los Ultimos Días tendrán que cambiar notablemente su manera de pensar para ajustarla a las dimensiones de las que hemos hablado. Y tenemos otras evidencias en el Libro de Mormón de que los nefitas ocuparon un área bastante compacta. Por ejemplo, 3 Nefi 3 nos cuenta cómo los nefitas y los lamanitas justos, amenazados por los ladrones de Gadiantón, se reunieron en una fortaleza común, con provisiones de alimentos para siete años, para hacer salir de su tierra a los parasitarios ladrones, haciéndoles pasar hambre. El tamaño de la población reunida se describe como de “miles y decenas de miles” provenientes de la tierra del sur y la del norte, todos reuniéndose desde asentamientos de los cuales unos pocos años antes el relato de Helamán dice: “Empezaron a cubrir la superficie de toda esta tierra, desde el mar del sur hasta el mar del norte, y desde el mar del oeste hasta el mar del este.” (Helamán 3:8). Sin embargo, se dice que toda esta gente se reunió en una sola zona, lo suficientemente pequeña como para ser sitiada (3 Nefi 4:16-18). El texto, claramente, trata de un área que en conjunto sólo tiene una dimensión de cientos de millas.
¿Qué sabemos de la estrecha lengua de tierra? Primero, tenía que ser lo suficientemente ancha como para que los exploradores de Limhi pudieran atravesarla sin darse cuenta de que era un istmo. (Recordemos que a su vuelta supusieron que habían estado todo el tiempo en la tierra del sur.) Por otro lado, era tan estrecha que “la distancia no era sino de un día y medio de viaje para un nefita, por la línea de Abundancia y la tierra de Desolación, desde el mar del este al del oeste” (Alma 22:32). Por supuesto no sabemos cuánto tiempo podía ser “un día de viaje”. Las referencias dadas anteriormente ilustran cuán gran variedad de distancias podría abarcar este término. También pueden variar las interpretaciones de esta expresión. Posiblemente “la distancia de un día y medio” era una distancia estándar. Los nefitas podían haber entendido que “un día y medio de viaje” significaba una determinada cantidad de millas. De la misma forma, la legua española significaba el promedio de la distancia que una mula cargada podía viajar en aproximadamente una hora; el término no dice nada de ninguna mula ni de una cantidad de horas determinadas de viaje continuado. O quizás las palabras “un nefita” podrían sólo implicar que el que hacía el trayecto era un mensajero especial, ya que la frase se encuentra en un contexto de defensa militar. ¿Y qué medio de transporte se podría haber empleado? Si asumimos un viaje a pie -probablemente el modo normal- podemos proceder a calcular la anchura del istmo. Como ya hemos calculado anteriormente, la velocidad de “un nefita”, un sólo individuo, podía potencialmente ser de hasta seis millas por hora durante un tiempo de 24 horas, lo cual entra dentro del “día y medio.” Esto haría un total de 144 millas. Si se utilizó otro medio para viajar aumentaría la cifra de 144. O la distancia sería quizás más pequeña, digamos, de 50 millas. Si se aplica la cifra mínima, hubiera sido muy difícil que los exploradores de Limhi no se dieran cuenta de que atravesaban un largo istmo; si nos vamos al extremo contrario, la cifra más alta, el “día y medio de viaje” resulta más problemático. Me parece que una extensión de 75 a 125 millas resulta un término medio plausible.
Hay todavía otro relato de un viaje que nos ayuda a precisar distancias, esta vez en la costa este de la tierra del sur. El comandante nefita Moroni estableció allí una hilera de ciudades con guarniciones, contra un anticipado asalto lamanita dirigido a Abundancia y a la estratégica zona del istmo. El área pronto se convirtió en una zona crucial de batallas cuando el disidente nefita Amalickíah tramó cómo hacerse con el control de los ejércitos lamanitas y atacó por sorpresa a lo largo de la costa, capturando ciudad por ciudad hasta que se encontró en la misma frontera de la tierra de Abundancia (Alma 5:22-28). Abundancia era la ciudad que estaba más al norte en el camino de avance hacía la tierra del norte. Al llegar a este punto, un grupo de soldados nefitas hizo salir a la guarnición lamanita fuera de su fortaleza de Mulek, conduciéndoles hacia Abundancia, mientras una segunda fuerza se introducía furtivamente en la retaguardia enemiga para tomar posesión de Mulek (Alma 52:21-31). Mulek y Abundancia estaban tan cercanas la una a la otra que las fuerzas de Teáncum pudieron recorrer la mayor parte de la distancia y regresar durante parte de un día caluroso, aunque esto supuso un esfuerzo extenuante (versículo 31). Sobre la base de estas declaraciones, podemos inferir que para los soldados había más o menos un día regular de marcha desde Mulek hasta Abundancia; digamos casi 25 millas.
Un poco después, Gid, la ciudad que seguía a la de Mulek, fue recapturada por los nefitas con una única maniobra. Después de más escaramuzas, se mencionan cuatro ciudades que continuaban en manos lamanitas: Moriantón, Lehi, Nefíah y Moroni. En un decisivo día de batalla, los nefitas expulsaron al enemigo de todas ellas (Alma 62:24-35). El contraataque nefita comenzó, probablemente al amanecer, contra Nefíah, la más importante de las cuatro. Tras capturarla rápidamente, el capitán Moroni persiguió a los lamanitas que se retiraban a través de Lehi y Moriantón hasta la playa (versículo 32); después, a lo largo de la orilla, fueron corriendo hacia Moroni, llegando al anochecer (versículo 35). Pasaron el día principalmente persiguiendo a los lamanitas derrotados, no luchando contra ellos. Cargados de adrenalina, los ejércitos pueden haber ido a tres millas o más por hora, durante 15 horas, casi 50 millas. Podemos determinar, por otras evidencias sobre la localización de estas ciudades, que la ruta era más un semicírculo que una línea recta. Nuestra conclusión debe ser que la porción de litoral que recorrieron ese día no pudo haber sido de más de 30 millas de largo.
Todas estas cifras combinadas nos dicen algo importante acerca de la longitud de la costa este, en posesión de los nefitas. Como hemos visto, Abundancia estaba a 25 millas de Mulek. En el otro extremo, el sector de Nefíah-Moroni contaba con quizás 25 millas más. Esto deja el centro, en el cual sólo se nombran las ciudades de Gid y Omer. Careciendo de datos sobre este sector, yo simplemente añado otras 30 millas, por analogía con los otros. En resumen, no resulta plausible que la distancia desde Abundancia, en el extremo norte, hasta Moroni, en el extremo sur de la costa este, se extendiera mucho más de 85 millas. (Ver mapa 2.)
La costa este, controlada por los nefitas, de aproximadamente 85 millas, tiene mucha menos longitud que la tierra del sur medida desde Zarahemla a Nefi. La longitud de este eje era del orden de las 350 millas. La diferencia entre estas longitudes es tan grande que no se puede deber a presupuestos erróneos. El Libro de Mormón realmente requiere que la costa este, importante para los nefitas, fuera mucho más corta que la del oeste, y cualquier mapa que sugiramos debe acomodarse a este hecho.
Mapa 3
Al mismo tiempo, “las fronteras de la costa del mar este”, como los escritores nefitas llamaban a esta zona costera, tenían que ocupar un pedazo considerable de terreno. Cuando Moroníah y sus ejércitos luchaban por regresar de una desastrosa guerra, que había dejado todo el territorio nefita de la tierra del sur ocupado por los lamanitas, recobraron “la mitad de sus posesiones,” y esta mitad estaba constituida por el área fronteriza del este más la tierra de Abundancia (Helamán 4:5, 10, 16). Como no hay ninguna indicación de que ni siquiera la propia tierra de Abundancia fuera extensa, las “fronteras” tenían que ser un territorio de buen tamaño para que, unidas ambas áreas, constituyeran la mitad del territorio nefita. Adviértase también que el ataque relámpago de Amalickíah en este sector realizó un corte en forma de guadaña “cerca de las costas del mar”, a lo largo del litoral, hasta cerca de Abundancia (Alma 51:25-28), pero pasó de largo Nefíah, la cual estaba más tierra adentro. Incluso, después que Nefíah cayera finalmente en manos enemigas, los nefitas retuvieron una hilera de tierras bajas en el interior, donde se hallaba situada Jersón, su base militar. Para que esta situación tenga sentido militarmente, la región costera habría debido tener por lo menos 30 ó 40 millas de ancho, y las palabras “la mitad de sus posesiones” confirman tal tamaño.
De todos modos, podemos decir que la tierra del sur en conjunto no era ni mucho menos tan ancha como larga. Adviértase que las migraciones, viajes, guerras, expediciones misionales -prácticamente todos los traslados- tendían a ser hacia el norte o hacia el sur en vez de ser en dirección transversal. El viaje misional de Alma es uno de los pocos que nos enseñan mucho acerca de la anchura. En su recorrido como predicador, Alma dejó Zarahemla, junto al río Sidón, para predicar en Melek en el límite oeste de la tierra colonizada (Alma 8:3-5). De allí regresó al norte, paralelo al yermo del oeste (Alma 22:27-28), hasta llegar a Ammoníah (Alma 8:6). Este lugar, al igual que Melek, estaba cerca de la periferia occidental, como se demuestra en Alma 16:2 y 25:2. Desde Ammoníah, el profeta viajó por la costa este hacia una ciudad llamada Aarón (Alma 8:13), sin llegar realmente a ella. Más tarde se dice que Nefíah “unía las fronteras de Aarón y Moroni” (Alma 50:14); Nefíah era una de las ciudades defensivas construidas en las tierras bajas del este, y la ciudad de Moroni estaba al lado del mar del este (Alma 50:13; 62:32-34). Esta información establece que una hilera de ciudades se extendían desde el oeste hasta la costa este, a través de la tierra al norte de Zarahemla: Ammoníah, Aarón, Nefíah y Moroni. (Ver mapa 2.) Estos cuatro lugares, alineados a través de la mayor parte de la tierra del sur, debieron de haber ocupado 150 millas, lo que prácticamente vendría a suponer el límite. Es probable que la distancia de costa a costa de este corte transversal no excediera de las doscientas millas. (Ver mapa 2.)
Nunca se aclara la anchura de la tierra de Nefi, la porción de tierras montañosas de la tierra del sur. Evidentemente la ciudad de Nefi no estaba lejos de la costa; el grupo inicial de colonos de Nefi no habría ido mucho más lejos de lo necesario para escapar de los lamanitas (2 Nefi 5:6-8), quienes finalmente contactaron con ellos bastante pronto (versículos 14, 34). Además, se contaba como parte de la tierra de Nefi la franja costera oriental colindante (Alma 22:28- “en la tierra de Nefi”), aunque hacia el norte sólo se concibe esta franja como “al lado de la tierra de Zarahemla”. Definitivamente, no se habla de nada que se encuentre al este de Nefi. Toda el área este, desde Nefi, queda sin definir, excepto en que formaba parte del conjunto de las tierras del sur que “casi se hallaban rodeadas de agua” (Alma 22:32).
También se desconocen el tamaño y forma de la tierra del norte. Más allá de la lengua de tierra se encontraba una extensión de tierra lo suficientemente amplia como para que se distinguieran una zona de altiplano al oeste y otra de tierras bajas al este (Eter 9:3; 10:32; 11:15; 14:3, 6-7, 11-12, 16-17). No podemos decir a cuánta distancia estaba Morón, el centro Jaredita en estas tierras montañosas, de la costa oeste, pero, puesto que fue colonizado por los jareditas poco tiempo después de su desembarco (Eter 6:13; 7:5, 16-17, 20), podemos suponer que no distaba mucho del mar. Recordemos también la restricción que impone el que Eter observara las últimas guerras jareditas desde su posición en una cueva (Eter 13:13-14). A la luz de estas consideraciones, no es probable que la tierra del norte, que se encontraba en esta crucial área jaredita, haya tenido más de un par de cientos de millas de anchura.
Esta larga excursión a través de las dimensiones del escenario del Libro de Mormón nos ha permitido fijar unos requisitos vitales. Ahora podemos estar seguros de que la historia del Libro de Mormón tuvo lugar en una limitada parte del hemisferio occidental, y aproximadamente con la forma de un reloj de arena. El tamaño del territorio se midió en cientos, no en miles de millas. Los traslados de la gente, los viajes individuales y el tiempo de duración de los viajes que se registran en el libro encajan razonablemente con una tierra del sur de alrededor de 350 millas de largo y no mucho más de la mitad de esta cifra de ancho, hasta un punto al norte de Zarahemla. La tierra del norte está menos definida pero no parece tan larga. (Ver mapa 3.)
Los datos del Libro de Mormón y nuestras suposiciones nos han llevado a pensar que, desde luego, estas conclusiones no son perfectamente claras. Jugando con la información del texto se pueden dar resultados ligeramente diferentes. Si alguna persona llega a la conclusión de que la distancia de Nefi a Zarahemla era un 25 por ciento mayor de lo que hemos dicho, yo estaría muy interesado en oir tal argumento; quizás sea correcto. Pero cualquiera que afirme que la distancia entre las dos ciudades era, digamos, de 400 millas, en vez de las 180 que se sugieren aquí, no podría demostrar su punto de vista de una manera plausible apoyándose en las afirmaciones que se encuentran en el Libro de Mormón. Algunos de los requisitos sobre la extensión son bastante específicos. También están ligados entre ellos por intrincadas relaciones. Es imposible resolver tan sólo en parte el problema de las ubicaciones y distancias, porque, al igual que un rompecabezas, todas las características deben encajar. Yo encuentro que encajan juntas limpiamente. Por lo tanto, la situación espacial es coherente, pero también se deben cumplir otros requisitos para realizar un mapa aceptable del Libro de Mormón. A continuación, vamos a considerar la configuración de la tierra.
Topografía
Tenemos más información sobre las características de la superficie de la tierra de lo que da a entender una lectura despreocupada de las escrituras. Los encargados de guardar los registros escribieron consistentemente acerca de ir “arriba”, “abajo”, o “sobre”. (Algunos lectores han mantenido que estas expresiones reflejan simplemente convenciones culturales, como la expresión yanqui “down South”[18]. Pero en muchos casos, el libro conecta estas palabras con claras y consistentes circunstancias topográficas; no veo razón para no tomar estas preposiciones literalmente). Esta información nos permite obtener una clara imagen de las elevaciones relativas. (Ver mapa 4).
Mapa 4
Una característica predominante es el río principal, el Sidón, que bajaba desde las montañas que separaban las ciudades de Nefi y Zarahemla. El río corría “por” la tierra local de Zarahemla, la cual se encontraba principalmente al oeste de la corriente (Alma 2:15). La única zona nefita poblada, al este del río, era, seguramente, el valle de Gedeón. (Alma 6:7). Puesto que los viajeros tenían que ir “arriba” hasta Gedeón, y ya que estaba la “colina Amnihu”, nada más atravesar el río desde la ciudad de Zarahemla, extensa pero con una inclinación lo suficientemente leve como para que hubiera espacio para una gran batalla, la cuenca del Sidón debe de haber estado inclinada más abruptamente hacía el lado este que al oeste. También sabemos que el río debe de haber sido bastante largo. Su nacimiento se encontraba en lo profundo del yermo, en una altura superior a la de la más alta ciudad nefita, cerca del río, Mantí (Alma 16:6). Zarahemla estaba corriente abajo. La ciudad de Sidón estaba aún más al norte y probablemente cerca del río. (Al tener un nombre tan parecido al del famoso puerto fenicio, se puede deducir que el lugar fuera un punto de embarque del río; el énfasis que se da en Alma 15:14 al bautismo en Sidón refuerza la idea de que estaba localizado al lado de la corriente.) La corriente debía de correr a través del territorio nefita por lo menos un par de cientos de millas antes de desembocar en el mar, dada la extensión global de la tierra del sur. Podía ser atravesada a pie con un poco de dificultad, por un punto y probablemente durante la parte más seca del año (Alma 2:27, 33-35; 43:40).
Parte del territorio nefita incluía los yermos adyacentes a las áreas de asentamiento, a los cuales era difícil entrar, lo que nos conduce a esperar que una porción de la ruta del río se extendiera a través de un terreno inhóspito de colinas. De cualquier modo, la ciudad de Zarahemla estaba a una altura intermedia, “arriba” desde la costa (Alma 22:31) pero “abajo” desde Nefi (Alma 22:31; Helamán 1:17).
El río Sidón probablemente desembocaba en el mar del este, no en el del oeste. Las tierras bajas del este eran extensas, como se ha demostrado anteriormente, pero al parecer el área costera del oeste era estrecha y en su mayor parte insignificante. Puesto que se supone que el curso inferior y la desembocadura de un río principal se forman y fluyen a través de una llanura importante, el río debía de desembocar en las tierras bajas del este. Las descripciones de las batallas que tuvieron lugar en el este mencionan la “costa del mar” y las “llanuras”, pero nunca hacen mención de ninguna colina de importancia, excepto en el lugar llamado Antiónum, que probablemente estaba a alguna distancia, tierra adentro (Alma 32:4; 25-26, 32; 52:20; 62:18). No se hace ninguna mención de dónde desembocaba Sidón en el mar, aunque semejante río debe de haber tenido una desembocadura considerable. Teniendo en cuenta lo corta que era la porción de costa en posesión de los nefitas, el río probablemente alcanzaba el mar en el límite de las posesiones nefitas o más allá de éstas, donde no habrían tenido ninguna razón para mencionarlo.
Naturalmente, sabemos que la “tierra de la primera herencia” estaba en la costa oeste. Después de desgajarse el grupo de Lehi en dos, Nefi condujo al suyo hacia una altitud mayor; huyeron a las tierras montañosas del interior (2 Nefi 5:7-8; comparar con Alma 22:28). La tierra costera de su primera herencia estaba al sur de la tierra de Zarahemla, que era mayor, pero continuaba hacia el norte como una franja paralela a aquella tierra. Esa franja se extendía durante todo el trayecto hacia el istmo (Alma 22:27-29). El yermo del oeste consistía también en una hilera de montañas deshabitadas paralelas a la zona costera, porque los grupos de personas tenían que cruzar sobre el yermo o por un pasaje, en el sur (cerca de Antipara: Alma 56:31-40), o por otro, al norte (Alma 25:2). Naturalmente las corrientes de agua del lado oeste de esta cordillera habrían desembocado en el Sidón, el cual claramente recibía su agua de una cuenca principal. No se menciona otro río en la tierra de Zarahemla). La tierra de Melek se encontraba adyacente al yermo del este y por lo tanto en un margen de tierra cultivable, en la cuenca (Alma 8:3-5). Se podía acceder fácilmente a su posición desde la ciudad de Zarahemla (versículo 3; comparar con Alma 35:13-14; 45:18) pero estaba resguardada de la costa por un yermo montañoso al oeste, puesto que los Ammonitas fueron dispuestos en Melek para protegerlos de las represalias lamanitas (Alma 35:13). Melek nunca fue atacado por los lamanitas, quienes pasaron furtivamente a lo largo de la costa por lo menos dos veces, para atacar Ammoníah, que se encontraba más lejos, al norte (Alma 25:1-2; 49:1, 25).
La ciudad de Abundancia estaba cerca del nivel del mar (Alma 51:32); se encontraba, después de todo, cerca de la costa este del istmo. Hagot eligió un lugar, en la costa oeste, “en los confines de la tierra de Abundancia, cerca de la tierra de Desolación” para construir y botar sus barcos (Alma 63:5-6). El lenguaje empleado aquí podría indicar que la tierra de Abundancia no llegaba hasta el mar del oeste, en el istmo, pero al menos la tierra debe de haber sido relativamente baja, en la mayor parte de la anchura del istmo, como se sugiere en Alma 22: 29-33.
En la tierra del norte estaba la tierra de Cumorah, como una subdivisión de Desolación, o como una continuación de ella. Dentro de esta tierra se encontraba por lo menos una “colina” (Ramah/Cumorah), lo bastante alta como para que el puñado de supervivientes nefitas que la escalaron se escondieran con éxito de los enemigos que se encontraban agrupados al pie de la colina (Mormón 6:6, 11). En las proximidades se encontraban la colina jaredita Comnor y dos valles (Eter 14:26-28), y la colina Shim pudo haber estado ubicada en la misma región (Eter 9:3; Mormón 4:23). Así que las batallas finales tuvieron lugar en este sector de colinas o en otro adyacente, lo que era, desde una perspectiva más amplia, “una región de muchas aguas, ríos y fuentes” (Mormón 6:4). Esto implica un clima húmedo y un desagüe hacia el este desde el altiplano, lo que incluía la tierra jaredita de Morón (Eter 15:8-11). Este húmedo territorio debe de haber sido, en general, la misma área a la que se refiere Moriantón como “cubierta con grandes cuerpos de agua” y la cual él codiciaba. Potencialmente podían formar un bloque o alianza con Abundancia, que se encontraba cerca (Alma 50:29,32). Los jareditas escribieron constantemente que sus antiguas tierras estaban “arriba” en relación con la zona del este, y el registro político aclara que las dos áreas, presumiblemente las tierras bajas del este y las tierras montañosas del oeste fueron durante largo tiempo rivales (Eter 7:4-6, 15-21; 8:2-3; 11:15, 18; 13:27-30; 14:3-7, 11-16, 26). De todos modos, las tierras bajas parece que habían llegado a ser la zona más poblada e importante para el tiempo de la destrucción del pueblo jaredita, como se demuestra por el hecho de que las últimas batallas entre grupos rivales tuvieron lugar allí. Así parece que la división geográfica sirvió de apoyo a una constante división social y política.
En suma, la tierra del norte constaba por lo menos de dos partes: las tierras bajas del este y las porciones de zona montañosa del oeste. Ésta después sería la zona donde se encontraba la capital jaredita de Morón, aunque no se menciona ninguna ciudad llamada Morón, dentro de la “tierra [jaredita] de la primera herencia” (Eter 7:5, 16-17). En la tierra del sur, son importantes cinco características principales: la zona montañosa del sur, el valle de Sidón, una considerable llanura litoral en el este, una estrecha lengua de tierra situada en tierras bajas, y una estrecha franja costera al oeste, paralela a las montañas que bordean la cuenca del río Sidón.
Aún más requisitos
Son escasos los detalles que se dan sobre el clima y la vegetación, pero hay algo de información que nos proporciona requisitos adicionales para nuestro mapa. Se dice que en la tierra de Nefi crecían el trigo y la cebada. Si lo tomamos literalmente, esto sugeriría un clima templado; en el trópico, esto indica tierras montañosas. Parece que la cosecha más importante era el maíz (Mosíah 9:9, después el versículo 14), una planta básicamente semi-tropical. La única referencia que se hace en todo el Libro de Mormón de nieve o frío son las citas que se dan de Isaías, acerca del Próximo Oriente. En algunas áreas del territorio nefita se daban fiebres endémicas, que tienden a confirmar la existencia de un clima casi tropical (Alma 46:40). Se da a entender que, por lo menos en las fronteras del mar del este, había un calor húmedo enervante (Alma 51:33; 52:31; 62:35). Las sequías no eran comunes pero podían ser serias (Helamán 11:4-6; Eter 9:28-35).
Un requisito importante, que sólo se menciona de paso, son las características sociales y culturales. Cualquier área que se proponga como la tierra prometida debe satisfacer ciertos criterios culturales. Por ejemplo, (1) los antiguos habitantes debían ser capaces de leer y escribir, pues mantenían una larga tradición de extensos registros históricos; (2) también están presentes otros elementos básicos de esta civilización, como el desarrollo de la agricultura y el comercio; y (3) el área debía contener para el siglo IV a. C., por lo menos, una población total de millones, incluyendo ciudades de un tamaño considerable.
También, estas características y otras debían aparecer en ciertos lugares y épocas pero no en otras. Ahora poseemos una lista de requisitos, lo suficientemente detallados como para ser de valor: la forma de la tierra, las distancias, la topografía, las características naturales y culturales. Aquí sólo hemos podido tratar la poca información que se halla en el texto de escritura, pero toda ella es consistente consigo misma y con otros datos demasiado específicos para citarlos en esta obra de tipo general. Lo que tenemos hasta ahora nos proporciona una lista preliminar que podemos utilizar para examinar cualquier área geográfica, de un mapa actual, que pueda ser la tierra prometida de los descendientes de Lehi.
Correlación con el mundo real
¿Satisface algun área de las Américas estos requisitos presentados en el Libro de Mormón?[19] En la historia del pensamiento mormón sólo se han propuesto seriamente unas pocas correlaciones entre la geografía del registro y el mapa del hemisferio occidental.[20] Para comenzar, hay muy pocas posibles “lenguas estrechas” que valga la pena considerar. El punto de vista más antiguo suponía que era Panamá la lengua estrecha de la que habla el Libro de Mormón, siendo Sudamérica, o una parte de ella, la tierra del sur. Tan sólo las dimensiones que nos da el Libro de Mormón excluyen a todo el continente, mientras que cualquier intento de considerar sólo parte de Sudamérica cómo tierra del sur entra en conflicto con unos cuantos puntos del texto (por ejemplo, Alma 22:32, “casi se hallaban rodeadas de agua”). La idea que a veces se sugiere, de que parte del continente Sudamericano pudiera haber estado sumergido bajo el mar, dejando en la superficie sólo la reducida tierra que ocupaban los nefitas, no tiene mérito, como lo demuestran las abundantes evidencias geológicas y arqueológicas. Además, por bastantes razones, Panamá no podía ser la lengua estrecha a la que se refiere el Libro de Mormón. Por ejemplo, el grupo de exploración de Limhi dificilmente podría haberla atravesado y haber vuelto sin darse cuenta de que habían salido de la ciudad de Zarahemla.
Se ha sugerido otra correlación para la que la península de Yucatán, al sureste de México, es la tierra del norte, siendo la tierra del sur Guatemala y Honduras. La debilidad más obvia de este esquema es la ausencia de un istmo aceptable. La base de la península del Yucatán no sirve de ninguna manera, y los intentos de identificar como una “estrecha lengua de tierra” un pedazo de tierra aquí o allá, en otro sentido que no sea el literal de un istmo con el mar por ambos lados, contradice las claras declaraciones que nos hace la misma escritura. No es más creíble la propuesta de que la tierra prometida se encontraba por completo en Nicaragua. Las distancias y una multitud de cosas imposibles descarta completamente esta idea.
La única “lengua estrecha” potencialmente aceptable de acuerdo con los requisitos del Libro de Mormón es el istmo de Tehuantepec al sur de México. Todos los Santos de los Ultimos Días que estudian la geografía del Libro de Mormón, y han trabajado, durante las últimas décadas, sistemáticamente en este problema han llegado a este acuerdo. Como hemos visto anteriormente, los líderes de la Iglesia en el tiempo de José Smith aparentemente llegaron a un punto de vista similar, y probablemente él también. Esto situaría los hechos del Libro de Mormón en Mesoamérica, la región cultural del centro y sur de México y el norte de América Central, donde tuvo lugar la mayor intensidad de civilización en la América antigua. Aquí encontramos los requisitos físicos de la tierra prometida, y sólo aquí se evitan los principales defectos de las otras correlaciones. Por ejemplo, el Libro de Mormón deja bien claro que sus habitantes guardaban extensos registros escritos, y Mesoamérica es el único lugar de toda América donde sabemos que se emplearon regularmente y durante largo tiempo genuinos sistemas de escritura antes de la llegada de los europeos.
No obstante, los estudiantes del Libro de Mormón que aceptan el istmo de Tehuantepec como la lengua estrecha de tierra no están de acuerdo entre ellos mismos en cómo se deben interpretar los territorios de alrededor de acuerdo con las tierras que se detallan en el Libro de Mormón. En el transcurso de 35 años de preocupación por el tema, he estudiado todos estos puntos de vista y a veces me han atraído varios. Hasta hace poco, la correlación más conocida ha hecho del río Usumacinta, parte de cuyo curso forma la frontera entre México y Guatemala, el río Sidón. Cierto número de funestos fallos estropean esta imagen. Por ejemplo, no logra en absoluto hacer plausible la razón por la cual Amalickíah atacó por la costa este (Alma 51; 52:1-14), porque, si fuera el río Usumacinta el río Sidón, todo el relato contradiría una sólida y segura estrategia militar. Además, las distancias a lo largo de la costa este, que requerirían una correlación del río Usumancita con el río Sidón, desafían todas las dimensiones que hemos establecido para el territorio nefita.
No sería de provecho considerar aquí cada correlación geográfica que se ha propuesto, indicando una a una las discrepancias entre las mismas y el texto. Baste decir que cuando se consideran exhaustivamente los requisitos geográficos y culturales, sólo queda una correlación. Se corresponde con las afirmaciones del texto en todos sus puntos importantes.
Todavía hay unas pocas afirmaciones del Libro de Mormón que no se pueden ajustar a lo que hoy sabemos acerca del área Mesoamericana. (Éste también sigue siendo el caso de la Biblia, en este asunto.) Se necesita más investigación sobre estos puntos. Pero, desde mi punto de vista, ninguno de estos problemas es serio.
La mayor parte del resto de este libro estará dedicada a los detalles de una exitosa correlación y sus implicaciones culturales. Esta correlación añade mucho a nuestra comprensión del Libro de Mormón, porque nos permite situar la mayor parte de los hechos y descripciones del texto de escritura en un escenario geográfico, histórico y arqueológico específico. Esto crea una sensación de que es algo concreto y nos permite profundizar en su significado de forma sólo comparable a la que hoy es posible hacer con la Biblia en su escenario del Próximo Oriente.
Es prematuro afirmar una precisa identificación de todas las tierras y ciudades del Libro de Mormón. La imagen general es sólida y convincente. Naturalmente, cuanto más nos acercamos a los lugares exactos las preguntas son más numerosas. Una buena razón es que, aunque el Libro de Mormón nos da una considerable información global, en detalles como, por ejemplo, la ruta entre Nefíah y Gedeón, sólo encontramos unas pocas palabras, ni siquiera indicaciones. (Esto es como el problema de la persona que pronostica el tiempo: puede decirnos si va a llover en nuestro estado pero no necesariamente si la lluvia va a caer en la parte de la ciudad donde vivimos). Terminaremos con un panorama plausible: las identificaciones que hacemos en nuestro mapa son verosímiles. No es convincente la evidencia contra el emplazamiento de los hechos del Libro de Mormón en los lugares que muestran nuestros mapas. Algunas de las identificaciones específicas parecen incluso altamente probables. Sin embargo, no estamos absolutamente seguros de ninguna de ellas.
Un punto en el que se debe poner énfasis: la historia que narra el Libro de Mormón realmente sucedió en algún lugar. Los que creemos que el libro es auténticamente antiguo estamos convencidos de que existen lugares reales, donde nefitas y lamanitas reales, hicieron las cosas que el libro dice que hicieron. Algún día esperamos identificar esos lugares, convertir el emplazamiento del Libro de Mormón en algo concreto. ¿Por qué no puede ser ahora el momento? El Sur y Centro de Mesoamérica están tan cualificados para ser el emplazamiento geográfico y cultural del Libro de Mormón que estoy convencido de que ésta fue la tierra de Lehi. Para simplificar, a partir de ahora sólo me ocuparé de esta correlación geográfica, cómo si este asunto estuviera resuelto.
La forma de Mesoamérica
El istmo de Tehuantepec, con su forma de silla de montar, se consideró por mucho tiempo como un buen emplazamiento para el canal que finalmente se construyó a través de Panamá. El lado del istmo que da al Atlántico es muy húmedo y lleno de bosques, ascendiendo gradualmente alrededor de unas cien millas hacia una cuenca cubierta de hierba en un desfiladero de unos 400 pies por encima del nivel del mar. Por el lado del Pacífico, el terreno pierde altura a menos de 20 millas desde la cima hasta una serie de extensas lagunas conectadas con el mar. Los frecuentes vientos secos sólo permiten la existencia de alguna clase de vegetación árida alrededor de las lagunas. La distancia total desde la costa Atlántica hasta el borde de las lagunas es de 120 millas, en línea recta. (Ver el mapa en la portada interior.)
Mapa de la portada interior
Las cordilleras a ambos lados del istmo pertenecen a diferentes zonas geográficas y biológicas. El sur y centro de México, que se encuentran al oeste y norte del istmo, marcan el término de América del Norte, en lo que a plantas y animales autóctonos se refiere, puesto que muchos de los que encontramos normalmente en áreas más templadas y secas de México no aparecen más abajo, al sur del istmo. En el norte y el oeste el clima tiende a ser más seco que en el sur y este. En el lado Atlántico, o zona del Golfo, el río Coatzalcoalcos forma una línea bien determinada que separa las moderadas elevaciones que se levantan al norte, de las extensas, y húmedas llanuras del sur y este. A pesar de estas diferencias de gran escala entre los dos lados del río, muchas características botánicas y climáticas se encuentran a todo lo largo de la llanura costera del golfo. Los efectos del medio ambiente en la población humana fueron ampliamente similares en todas las tierras bajas o “tierra caliente”. Esta zona mantenía una gran población porque era muy productiva agrícolamente, a pesar de lo que podrían parecernos formidables obstáculos.
Más allá del río Coatzacoalcos, a través del estado mexicano de Tabasco, se extiende una tierra baja poco drenada que sufre grandes inundaciones cada año. Fuertes lluvias caen en las áreas montañosas que corren hacia el sur, hacia el mar, durante la estación húmeda. La costa está bordeada con antiguas dunas de arena, a veces de una anchura de millas. Esta franja permite viajar, con alguna dificultad, paralelamente a la playa, pero una maraña de lagunas y pantanos, justo detrás del grupo de dunas, interrumpe la mayor parte de las rutas que van hacia la orilla o que salen de ésta. A lo largo de los ríos principales, los diques de lodo depositados allí por las inundaciones están un poco elevados por encima de los pantanos de alrededor. La mayor parte de la población se encuentra a lo largo de pequeñas elevaciones de buena tierra. Antes de que hubiera modernos sistemas de transporte, prácticamente todos los viajes por tierra, en esta costa de Tabasco, cesaban durante las inundaciones, que llegan a su punto máximo en junio y otra vez en septiembre. Incluso en la estación seca, los viajeros pueden pasar cómodamente sólo a través de unas pocas rutas.
En el lado pacífico del istmo la estrecha llanura es atacada por vientos originados por el empuje de grandes masas de aire, en los meses invierno, que salen del centro de los Estados Unidos y barren el golfo de México; a veces el aire sale a borbotones, a mucha velocidad, a través del desfiladero que se encuentra en las montañas del istmo. Como resultado de esto, la región de las lagunas es notablemente más seca que la pendiente hacia arriba del lado atlántico. La llanura costera occidental es estrecha -de cinco a diez millas- casi hasta la frontera con Guatemala, antes de ensancharse considerablemente.
Curiosamente, los Toltecas de las tierras montañosas de Guatemala llamaban a la franja costera de Tabasco la “frontera del mar,”[21] y los guatemaltecos todavía se refieren a la costa sur como las orillas del marf, que tiene el mismo significado, lo que nos recuerda la expresión nefita “orillas del mar”,[22] como se encuentra en Alma 56:31.
La depresión central de Chiapas se encuentra al sureste del istmo de Tehuantepec (ver el mapa de la portada interior). A través de ella corre un gran río llamado el Río Grande de Chiapas, el Mezcalapa o el Grijalva, dependiendo de quién le dé el nombre, a lo largo de su curso. Esta gran cuenca está limitada en el este por una meseta, que es una extensión de las tierras montañosas de Guatemala[23]. Por sus lados norte y este la meseta desciende hasta las tierras bajas, a través de una maraña de colinas y valles llenos de bosques. Todo este elevado bloque intercepta gran parte de la humedad del Golfo que, de otra manera, llegaría hasta la depresión central. Puesto que el interior está también protegido de la humedad proveniente del aire del Océano Pacífico por una cadena montañosa continua, la Sierra Madre de Chiapas, la cuenca alta del Grijalva es relativamente seca y muy cálida. En la parte más alta se pueden cultivar abundantes cosechas de maíz, cerca de las corrientes. Pero hay pocas áreas de ese tipo que se aprovechen para el cultivo. La mayor parte del terreno es árido y montañoso. Río abajo, la extensión central del Grijalva es más húmeda, pero la región es demasiado desigual para mantener una cantidad considerable de población. Se podía usar partes del río para el transporte o para seguir senderos en este sector, a través de las colinas. Pero viajar hacia el norte de Mesoamérica desde la depresión central de Chiapas era mucho más fácil por vía del valle de Cintalapa, seco y abierto, que conduce al oeste, hacia la costa del Pacífico y por lo tanto al istmo de Tehuantepec. El hecho de que actualmente la autopista Panamericana sigua esta ruta seca y abierta, pone de relieve la seguridad y comodidad del terreno.
Los valles al sur de las tierras montañosas de Guatemala son tan elevados que, por lo general, las temperaturas son agradablemente frescas. (A tales elevaciones intermedias se las clasifica como tierra templada que, en algunos lugares sube hasta la tierra fría). A lo largo del borde Pacífico de estas tierras montañosas, en el lado que se encuentra más tierra adentro, se hiergue un pintoresca hilera de picos volcánicos sobre selectas tierras de valles y dominan la llanura costera por el otro. La cara norte de la masa de altiplanos guatemaltecos se encuentra en el paso de vientos húmedos que soplan tierra adentro desde el mar a ambos lados de la península de Yucatán. Sobre esta ladera caen muchas precipitaciones, lo que no fomenta el asentamiento humano y produce un gigantesco yermo de selva lluviosa. En medio de las tierras altas se encuentra una estrecha depresión que se mantiene bastante seca; las partes más profundas son realmente áridas debido al principio de la lluvia y sombra que vimos actuando en Chiapas, al otro lado de la frontera.
Los templados valles de Guatemala están separados de Chiapas por un conjunto de altas montañas, que incluye el volcán Tajumulco, el pico más alto de centroamérica de unos 14.000 pies de alto. El escarpado valle esculpido por ríos proporciona rutas difíciles, a través de un área abrupta. Era más probable que los viajeros que iban de Guatemala a México cruzaran sobre la elevación de las montañas Cuchumatanes, más llana y fresca, que a través de los desfiladeros. La barrera formada por este conjunto de montañas que separan los dos paises actuales continúa hacia la costa del Golfo como la pendiente cubierta de lluvia y selva que se ha descrito anteriormente.
En la costa del Pacífico, al oeste y norte de Tehuantepec, una franja estrecha y seca se levanta, bastante abruptamente, hasta una barrera de montañas. Tierra adentro, desde esta cordillera, se encuentran tierras montañosas desiguales y áridas que incluyen unos pocos valles fértiles. Este modelo se extiende todo el camino hasta el este de la elevadísima Sierra Madre, cuyos impresionantes volcanes alcanzan la altura de 18.000 pies. De aquí al mar, la tierra desciende hasta las anchas y llanas planicies –la frontera del Golfo de Campeche, que ya hemos mencionado. Justo al norte del istmo, en la costa este, están las montañas Tuxtla, bendecidas con un terreno fértil a causa de su pasado volcánico y los vientos húmedos provenientes del Golfo.
Una Comparación
Con este breve estudio de las características de Mesoamérica en mente, es posible compararlas con las tierras descritas en el Libro de Mormón. La forma general de reloj de arena es evidente en ambas. Las dimensiones son muy similares -esto es, si ignoramos la extensión del norte y oeste de Mesoamérica, lo cual podemos hacer, ya que el Libro de Mormón no dice nada acerca de su área correspondiente. También debemos ignorar la península de Yucatán y sus tierras bajas adyacentes, por que, como indicamos anteriormente, la porción de costa a lo largo del mar del este controlada por los nefitas era pequeña y por eso toda el área este, desde la ciudad de Nefi, no se describe en el libro. Así que las dos áreas de Mesoamérica que no encajan claramente con lo que nos dice el registro nefita acerca de la geografía son precisamente las regiones sobre las cuales el relato de las escrituras es más vago. No hay contradicciones.
(Ver el mapa 5.)
Mapa 5
El río Sidón encaja con el río Grijalva, que sale de las tierras altas, corre a través de una importante cuenca de mediana elevación, luego continúa hacia el mar atravesando una llanura costera considerable. La longitud del río, 300 millas, encaja con lo que hemos dicho acerca del Sidón, y no se encuentra ninguna otra corriente principal en esta parte del sur de México; el Libro de Mormón sólo menciona un río. El istmo de Tehuantepec, con sus 120 millas de ancho, entra justo dentro de la escala de plausibilidad que establecimos para el ancho de la “lengua estrecha”. La distancia indicada en el Libro de Mormón a través de la tierra, desde Ammoníah hasta Moroni, en la costa este, es aproximadamente la distancia a través de la mayor parte de los estados de Chiapas y Tabasco, alrededor de 150 millas.
La topografía también encaja. El grupo de montañas de yermo, que separan las tierras montañosas de Guatemala del centro de Chiapas, es un buen emplazamiento para situar “la estrecha franja de yermo” de los nefitas. Desde ellas fluyen las corrientes cuya confluencia forma el Grijalva, o el Sidón. Las franjas costeras fronterizas de yermo, la presencia de una región de colinas, en un área perfectamente situada para haber sido el campo de la batalla final y otras características, también coinciden.
No se necesitan más detalles sobre este punto. El acuerdo general entre la geografía de Mesoamérica y la del Libro de Mormón puede comprenderse de una manera directa estudiando cuidadosamente el mapa 5. Cualquiera que desee investigar el tema sistemáticamente puede comprobar cada uno de los requisitos enumerados anteriormente y darse cuenta de sus estrechas semejanzas con el escenario mesoamericano.
Muchas características del sur y centro de México y Guatemala parecen encajar decisivamente con el territorio del Libro de Mormón, excepto, quizás, por una importante anomalía. Los escritores del Libro de Mormón hablan de su geografía en términos de “norte” o “hacia el norte” y el “sur” o “hacia el sur” mientras que la posición oblicua de Mesoamérica no parece responder a estos puntos cardinales. ¿Cómo se puede resolver este problema?
La cuestión de las direcciones en el Libro de Mormón
El poner etiquetas a las direcciones siempre ha presentado desafíos lingüísticos y culturales a los pueblos del mundo. Al igual que otras costumbres, todo este asunto es bastante más arbitrario que lógico, como les gustaría pensar a las personas en la actualidad. Nosotros seguimos la tradición europea que dice que es del “este” de donde “sale el sol”; pero en el ártico el sol, indiferente a estas cuestiones, sale por el norte. Incluso en latitudes intermedias el sol sale exactamente por el este sólo dos días al año. El conocer nuestra propia cultura y otras nos puede ayudar a desengañarnos de la idea de que hay un solo “correcto” y “obvio” modo de dar nombre a las direcciones.
En los grupos lingüísticos esquimales orientales se distingue primordialmente entre dirección tierra adentro (literalmente “arriba”) o hacía el mar (“abajo”). Partiendo de esto tenemos la interesante contradicción de que en Labrador una palabra que significa “hacia el mar” se traduce cómo “este”, porque resulta que el mar se encuentra más o menos en esa dirección, mientras que la misma palabra al otro lado del estrecho, en la cercana Groenlandia occidental se corresponde con nuestro “oeste”[24], porque allí el mar está al oeste. Los polinesios utilizan un par de términos similares para las direcciones básicas, “tierra adentro” y “hacia la costa”, combinados a veces con una distinción entre “delante” o “detrás”[25]. Los islandeses se refieren a las direcciones dependiendo de la procedencia del viajero, no de la ruta por la cual ha llegado[26]. (Esta idea aplicada a nosotros significaría que, de un viajero que llega a Nueva York desde Miami diríamos que ha viajado “hacia el este”, siempre y cuando su viaje haya comenzado en California). En el Pueblo Picuris, en Nuevo México, se diferencian y clasifican cinco direcciones y ninguna de ellas equivale a nuestros propios puntos cardinales.
Los israelitas de Palestina, en su esquema mental más común, interpretaban las direcciones como si estuviesen de espalda al mar, de cara al desierto. Así que, entonces yam (“mar”) significaría “oeste”, porque el Mediterráneo se encuentra en esa dirección, mientras qedem (“delante”) representaba el “este”. Yamin (“mano derecha”) significaba “sur”, mientras que shemol (“mano izquierda”) indicaba “norte”[27]. En Palestina este modelo coincidía muy bien con la naturaleza (la costa se extiende aproximadamente de norte a sur) y también resultaba fácilmente traducible a nuestros usos europeos de los términos este, oeste, norte y sur. (Este no era el único modelo de direcciones en uso entre los israelitas, pero era el más fundamental, ya que estaba profundamente arraigado en el lenguaje.) Otros idiomas semíticos, además del hebreo, seguían una lógica similar, aunque algunas veces sus emplazamientos físicos hacían el modelo confuso. Por ejemplo, los asirios se referían al Golfo Pérsico como “el mar del sol naciente”, cuando, de hecho, estaba al sur-sudoeste de ellos.[28]
Supongan por un momento que estaban con el grupo de Lehi cuando éste llegó a la costa del Pacífico de Centroamérica. Según la terminología general de hoy en día, de la civilización occidental, la costa estaría orientada aproximadamente noroeste-sureste. Cuando usted dijera yamah, queriendo decir “hacia el oeste”, el término significaría literalmente “hacia el mar”, aunque el agua estaría realmente “detrás de su espalda” hacia nuestro suroeste. Además, el primer paso que usted diera tierra adentro, alejándose del mar, sería “hacia el este” (“adelante” literalmente) en hebreo; nosotros actualmente diríamos que el movimiento había sido hacia el noreste. En ausencia de una decisión consciente del grupo de desviar el sentido de sus términos de dirección hebreos 45 grados o más, el pequeño grupo de colonos, habría entrado en un nuevo esquema lingüístico en cuanto a las direcciones, al encontrar su modelo de lengua semítica el nuevo marco geográfico.
De hecho, no sabemos el nombre que Lamán, Lemuel, Sam y Nefi daban a sus direcciones, ya que los primeros términos referentes a direcciones sólo aparecen en el Libro de Mormón cientos de años después de su primer desembarco (Mosíah 7:5; 9:14).[29] De todos modos, es interesante que para las lenguas mayas de Mesoamérica el “sur” significa “a la mano derecha” y “norte” “a la izquierda”[30] paralelamente al hebreo. Además de shemol, los hebreos llamaban al “norte” sapon, que significaba “región escondida u oscura”, que recuerda el modelo cultural ampliamente extendido que asocia mala suerte, maldad y oscuridad con la izquierda.[31] Naturalmente los nefitas consideraban que la tierra que se encontraba al norte, en el lado izquierdo del sistema hebreo, estaba bajo una “maldición” (3 Nefi 3:24). Las ruinas y huesos de los jareditas destruidos que descubrieron en la tierra del norte reforzaron esa idea. Los mayas quichés de la tierra montañosa de Guatemala, de los cuales tenemos un importante registro precolombino, el Popol Vuh, relacionaban el sur con la mano derecha y el color rojo; al norte (mano izquierda) se le identificaba con el color negro y con asociaciones mentales negativas tales como la estupidez, la muerte y el infierno.[32] Asociaciones similares, incluyendo los colores, prevalecieron en el Oriente Próximo.[33]
Los toltecas, gobernantes de los quichés, junto con otros grupos pre-hispánicos, llamaban a la zona de tierra baja que bordea el Golfo, cerca del istmo de Tehuantepec “el este”, obligando a los traductores del Popol Vuh a una extraña afirmación: “En las tierras hacia el norte, esto es, ‘en el este.’...”[34] Además, el profesor Vogt planteó la posibilidad de que las antiguas direcciones mayas presentaran una diferencia de 45 grados respecto a las nuestras.[35] Es especialmente interesante otra charla reciente acerca de la antigua terminología de las direcciones en el centro de Mesoamérica:
El Golfo de México, no importa cómo esté situado en relación a la tierra -hacia el este en el norte de México, al norte desde el área costera del Golfo, o al oeste desde la costa de Campeche- es el “mar Este”, y, del mismo modo, el Océano Pacífico es el “mar oeste”. Así que, en el interior de la tierra, alrededor del istmo de Tehuantepec, el oeste está en el lado Pacífico y el este en el área sur de la costa del Golfo[36].
Vimos anteriormente que el Golfo de México, Golfo de Campeche, encaja con el “mar Este” de los nefitas.
Los ejemplos de diversos pueblos, que hemos repasado, demuestran que una orientación simple, en relación a la brújula, de norte/sur/este/oeste no es “natural” ni universal y que otras culturas han propuesto otros sistemas para dar nombre a las direcciones que son difíciles de traducir con claridad al sistema dominante de lenguaje y pensamiento de mundo de hoy. Así que no nos sorprende que, evidentemente, las terminologías nefita y mesoamericana difirieran conceptualmente de las nuestras.
Además, resulta que el territorio mesoamericano es evidentemente difícil de clasificar direccionalmente en términos de la brújula europea porque corta en ángulo nuestra rígida cuadriculación. La experiencia de los conquistadores europeos ilustra este problema. Por ejemplo, el relato del padre Thomas Gage de un viaje desde la ciudad de México hasta la tierra montañosa de Guatemala en el siglo XVII se refería a la dirección de su viaje como “sur.”[37] En realidad, es el este, más que el sur. El atravesó el istmo de Tehuantepec aproximadamente donde se encuentra actualmente la autopista panamericana y finalmente llegó a Chiapa de Corzo, en el río Grijalva. El relato de su viaje menciona haber pasado allí a través de Macuilapa “hacia el norte” desde Chiapa de Corzo. En el mapa se encuentra realmente en el suroeste. Más tarde habla de que la propia Chiapa de Corzo estaba al noreste de la capital de Guatemala (que es realmente el oestenoroeste), mientras que la costa de Chiapas que daba al Pacífico era noroeste para él (en nuestros términos suroeste). Hay una explicación razonable para estas extrañas declaraciones; en general él se dirigía al sur hacia su destino, así que, naturalmente, los puntos que él ya había atravesado le parecían estar “al norte”, aunque el mapa demuestra que en ningún momento su viaje fue directo hacia el sur, según nuestros términos. Casualmente, una región que él dijo que estaba “al este” de la capital de Guatemala se encuentra realmente en el norte, de acuerdo con la brújula; aquí sin darse cuenta entró en el mismo esquema mental de los toltecas pre-colombinos de Guatemala: el norte de los puntos cardinales pasó a ser el “este”. Una afirmación de un prominente arqueólogo en 1982 tropezó con la misma expresión: “Al norte de la región Maya […] en el Monte Albán en Oaxaca.”[38] La dirección real es oeste-suroeste; el norte literal conduciría a Cuba, no a Oaxaca.
Es importante un punto semántico del Libro de Mormón. Este se refiere normalmente a la “tierra al norte” y la “tierra al sur”, raramente a la “tierra norte” o “tierra sur”. (Estos últimos términos aparecen sólo siete veces; los primeros 47 veces.)[39] La preposición a o hacia significa “tendiendo o dirigiéndose a.” Gage, correctamente, pensó que Guatemala estaba “hacia el sur” de la ciudad de México, aunque técnicamente está más hacia el este. De igual manera, si usted toma un avión en Los Angeles, hacia Caracas, Venezuela, ¿no considera mentalmente esta dirección hacia el sur? Después de todo, el destino es Sudamérica; pero realmente se termina viajando más hacia al este que al sur. A pesar de todo, hacia el sur es correcto.
Ninguna de estas consideraciones implican que las personas involucradas no entendían las direcciones reales. Los antiguos habitantes de Guatemala sabían tan bien como usted o yo o Thomas Gage por donde salía el sol. El problema no era el de la ignorancia sino el de un diferente esquema conceptual y lingüístico entre su cultura y la nuestra.
Si todo este asunto suena un poco complicado, todavía podemos estar agradecidos por una cosa. Mormón y José Smith, que nos proporcionaron el Libro de Mormón, podían haber empeorado las cosas siendo “literales”. Imaginese tener que leer una y otra vez acerca de la “tierra noroeste-este,” o quizás del “mar que está al suroeste de Zarahemla pero al sureste de parte de la tierra noroccidental.” Esto hubiera sido literalmente correcto según nuestros términos, pero muy farragoso.
Lo que comenzó siendo un “problema” con las direcciones se ha resuelto plausiblemente. Hemos descubierto que el texto nefita tiene sentido cuando se vincula al pensamiento e idioma hebreos por una parte, y a las condiciones de Mesoamérica por otra.
El “Estrecho Pasaje”
Otra pregunta geográfica que continuamente se presenta cuando se lee el Libro de Mormón es la naturaleza y la localización del “estrecho pasaje” mencionado en Alma 50:34 y 51:9 y en Mormón 2:29 y 3:5. De estos versículos, se infiere que el pasaje no es lo mismo que la estrecha “lengua” de tierra. Más bien, se trata de algún tipo de rasgos específicos dentro del área del istmo. Alma 50 nos dice cómo Teáncum interceptó al fugitivo grupo de Moriantón justo cuando ambos llegaban a un punto muy específico, “cerca del estrecho paso que conducía al lado del mar a la tierra norte, sí, por el mar, al oeste y al este.” También está claro que los grupos pasaron cerca de la ciudad de Abundancia para tener acceso a este pasaje desde el área litoral oriental (Alma 51:28-30; 52:9, 27; 53:3-4). Sin embargo, no se menciona la ciudad de Abundancia cuando se accede al pasaje desde el mar occidental, como se demuestra en Mormón 2:3-6, 16-17, y 29 hasta 4:23. (Quizás la ciudad ya no estaba habitada para el siglo IV a. C.)
Encontramos una solución a esto observando los minuciosos detalles geográficos del área del istmo de Tehuantepec. Aparece una formación irregular de arenisca y grava, como una loma, que tiene una anchura media de un par de millas y se eleva de 150 a 200 pies por encima del campo que la rodea. Se extiende hacia el oeste, desde el curso inferior del río Coatzacoalcos. Proporciona el único camino seguro durante todo el año, desde el área de la costa oriental del istmo “hacia el norte” hasta Veracruz central.[40] A ambos lados de esta loma se inunda periódicamente una porción considerable de tierra, hasta unos 12 pies de profundidad durante la estación húmeda.[41] A veces, durante esta estación, el pasaje de la loma conduciría realmente “por el mar, al oeste y al este” (Alma 50:34), porque el agua, en las cuencas inundadas, estaría a ambos lados de la loma e impediría el viaje de forma tan eficaz como el mar, con lo que se producirían constantes inundaciones. Incluso en la estación seca, el terreno bajo está obstruido con arbustos espinosos, entrelazado con lagunas, y hace que no sea práctico como ruta habitual. Esta formación se extiende desde cerca de Minatitlán, la ciudad que se encuentra actualmente en el río Coatzacoalcos, 20 millas hacia oeste hasta Acayucán. Desde allí, la ruta normal conduce más al oeste, hasta el donde se encuentra con el río en San Juan, una confluencia clave. La autopista actual corre, en parte, a través de esta elevación para evitar el estado pantanoso en el que se encuentran ambos lados. Donde lo hace, sigue esencialmente el camino pre-europeo que se había usado como camino de preferencia durante miles de años (ver el mapa 7.)
Mapa 7
En el término oriental, la cordillera comienza en Paso Nuevo, el vado principal del Coatzacoalcos, justo debajo de Minatitlán. Al este del vado la ruta normal conduce, a través de las llanuras y colinas bajas, hacia Tabasco. Si, como Moriantón (Alma 50:33-34), uno llega desde la llanura de Tabasco, el vado y la ruta de la loma se verían como la entrada a la tierra del norte. El ejército interceptor de Teáncum obstruyó la entrada, probablemente en el cruce del río. Y la ciudad de Abundancia, que debía de estar próxima, se encontraría cerca de la ribera oriental (hacía el este), en algún lugar en una extensión de diez millas, entre el vado y la costa (comparar Alma 50:32, 34; 51:28-30; 53:3-4; 3 Nefi 11:1; 19:10-12).
¿Dos Cumorahs?
Una pregunta lógica y necesaria, que muchos lectores se deben de haber estado haciendo a sí mismos, es: ¿cómo obtuvo José Smith las planchas de oro al norte del estado de Nueva York si el último campo de batalla nefita estaba en Mesoamérica?
Repasemos dónde tuvo lugar la batalla final. El Libro de Mormón pone en claro que la destrucción, tanto de jareditas cómo de nefitas, tuvo lugar cerca de la estrecha lengua de tierra. Sin embargo, Nueva York está a miles de millas de cualquier configuración que se pueda describir plausiblemente como lengua estrecha. Así que el mismo libro elimina la idea de que los nefitas perecieran cerca de Palmyra.
Entonces, ¿cómo llegaron las planchas desde el campo de batalla, hasta Nueva York? No tenemos una respuesta definitiva, pero podemos reconstruir una imagen plausible. Mormón nos informa de que él enterró todos los anales bajo su custodia en la colina de Cumorah de la batalla final, excepto ciertas planchas de oro claves (Mormón 6:6), las cuales, según tradujo José Smith, confió a su hijo Moroni. Más tarde, 35 años después, Moroni todavía seguía añadiendo sus escritos a estos anales (Moroni 10:1). El nunca nos dice dónde tenia la intención de depositarlos, ni dónde se encontraba él cuando los selló (Moroni 10:34). La manera más obvia para que las planchas llegaran al estado de Nueva York habría sido que alguien las llevara allí. Moroni mismo podría haberlo hecho durante esas últimas y solitarias décadas.
¿Podría haber sido capaz Moroni de sobrevivir a un viaje de varios miles de millas, atravesando poblaciones y tierras extrañas, si él fue quien transportó los anales?[42] Semejante viaje no sería más sorprendente que el viaje del grupo de Lehi por tierra y mar, un viaje alrededor de la mitad del mundo. De hecho, tenemos el sorprendente caso de un viaje muy parecido al que Moroni pudo haber hecho. A mediados del siglo XVI, David Ingram, un marinero inglés naufragado, anduvo, durante 11 meses, a través de un territorio indio completamente extraño, desde Tampico, México, hasta el río San Juan, actualmente en la frontera entre Maine y Canadá.[43] Este extraordinario viaje habría sido, aproximadamente, de la misma distancia del que hizo Moroni, y, esencialmente, por la misma ruta. Así que el que Moroni llevara las planchas hasta Nueva York, incluso sólo con sus propias fuerzas, parece factible.
¿Qué hay de la Gran Catástrofe?
La localización de Cumorah no es la única pregunta que vendrá a la mente de un lector atento. ¿Que ocurre si las condiciones físicas han cambiado tanto desde tiempos los antiguos hasta los modernos, que ya no se pueden encontrar los antiguos emplazamientos? Sabemos por el Libro de Mormón que, a causa de terribles terremotos y otras destrucciones al tiempo de la crucifixión de Jesucristo, “la faz de la tierra entera” cambió. ¿Podría ser que hoy en día no hubiera medio de reconstruir la geografía de los tiempos de antes de la crucifixión?
La respuesta a esto también se encuentra en el libro. Mormón y Moroni vivieron y escribieron después de esos catastróficos cambios. Ellos no tuvieron ningún problema en identificar lugares que habían conocido durante sus vidas con los lugares a los que se referían Alma o Helamán antes de la catástrofe. Nada de la geografía de antes de la crucifixión parece haberles confundido. El mismo libro dice que los cambios que tuvieron lugar durante la crucifixión del Salvador fueron principalmente en la superficie. Abundancia se encontraba todavía en su sitio, su templo continuaba allí cuando apareció el Salvador resucitado (3 Nefi 11:1). Zarahemla fue reconstruida sobre las ruinas quemadas de la ciudad anterior (4 Nefi 1:8). El estrecho pasaje estaba todavía en la misma posición clave durante las batallas finales como lo había estado antes, hacía más de cuatro siglos. El río Sidón todavía mantenía el mismo curso, y Ramah/Cumorah, la destacada colina, presidía sin ningún cambio, la aniquilación de su segunda población. Así que el propio registro no da ninguna justificación para suponer que la forma o naturaleza de la tierra cambiara en ninguno de sus aspectos esenciales, a pesar de la impresionante destrucción que señaló la muerte del Salvador. Tampoco hay ninguna prueba geológica científica segura que nos conduzca a suponer que ocurrieran cambios más importantes. Nada de lo que sabemos nos impide situar la mayor parte de los antiguos emplazamientos en el mapa actual.
Un mapa general del Libro de Mormón
Ahora es posible presentar un mapa resumido que correlacione los lugares del Libro de Mormón con las características del mapa de Mesoamérica. Se ha dicho ya bastante para poner en claro que no todas las ecuaciones se han hecho con la misma seguridad, y ninguna con una certeza absoluta -todavía.- El resto del Libro de Mormón nos dará muchos detalles de los puntos esbozados aquí. (Ver el mapa 5.)
Mapa 5
· La lengua estrecha de tierra es el istmo de Tehuantepec.
· El mar este es el Golfo de México o el que lo comprende, el Golfo de Campeche.
· El mar oeste es el Océano Pacífico al oeste de México y Guatemala.
· La tierra del sur se compone de la porción de México que se encuentra al este y sur del istmo de Tehuantepec; comprende principalmente los estados de Chiapas y Tabasco, junto con la zona de tierras montañosas y la costera de Guatemala y posiblemente con parte de El Salvador.
· La tierra del norte se compone de la parte de México que se encuentra al oeste y norte del istmo de Tehuantepec, que incluye todo o parte de los estados de Veracruz, Oaxaca, Puebla y Guerrero, (y posiblemente más).
· El río Sidón era el río Grijalva. La ciudad de Zarahemla estaba situada en la ribera occidental del río y podía, muy bien, haber sido el emplazamiento arqueológico de Santa Rosa (el cual se encuentra inundado por las aguas retenidas por la represa de Angostura).
· La tierra jaredita de Morón era probablemente el valle de Oaxaca.
· El campo de batalla final, donde los pueblos jaredita y nefita encontraron su fin, estaba alrededor de las montañas Tuxtla, en el sur de Veracruz central.
· La ciudad de Nefi estaba probablemente en el emplazamiento arqueológico de Kaminaljuyu, el cual actualmente forma parte de los suburbios de la ciudad de Guatemala; la ciudad de Nefi, en su sentido más amplio, estaba constituida por las tierras montañosas del sur de Guatemala.
La identificación de estos sitios no es el final del estudio, sino el principio. Una vez que sabemos donde situar los hechos y los pueblos, estamos en posición de preguntarnos acerca de lo que pasó y cuando. Nuestros emplazamientos para Nefi, Zarahemla o Abundancia serían una prueba de las migraciones de algunos de los pueblos cuya historia se esboza en el Libro de Mormón, y necesariamente la prueba debe tener una fecha adecuada o, si no, habríamos cometido un serio error. De todos modos, investiguemos lo que investiguemos, estos emplazamientos deben permanecer como una referencia fundamental. Volveremos una y otra vez para detallar y ampliar la imagen que hemos expuesto antes tan brevemente.
He dicho, con la suficiente frecuencia, que los resultados no son concluyentes. Sin embargo, de ahora en adelante planeo asumir que la cuestión geográfica ya está resuelta, en términos generales. Es sensato asumir esto para poder seguir progresando en otros asuntos. Personalmente estoy seguro de que tenemos una alta probabilidad de conocer el mapa nefita. Además, ningún mapa con otra correlación sirve; todos los otros que conozco contienen defectos fatales. Por el contrario, la imagen que se ofrece aquí es completamente plausible. Esto se volverá más evidente a medida que continuamos nuestro razonamiento. Así que examinaremos pruebas más detalladas de cómo encajan el libro y las fuentes externas.
José Smith, o alguien próximo a él, escribió en 1842 que “No será una mala idea comparar las ruinas de las ciudades del Sr. [John Lloyd] Stephens con las del Libro de Mormón.” Desde entonces, todos los intentos de llevar a cabo este proyecto han sido paralizados por la incapacidad de precisar los emplazamientos, las fechas y la naturaleza de los paisajes y lugares, para poder compararlos con los del Libro de Mormón. Los Santos de los Ultimos Días continúan diciendo que algún día, cuando sepamos mucho más, seremos capaces de hacerlo. Bueno, sabemos tanto que los Santos de los Ultimos Días que estén atentos no pueden posponer más la tarea.
[1] Franklin D. Richards y James A. Little, eds., Compendium (Salt Lake City: Deseret News Press, 1886), p. 289.
[2] Brigham H. Roberts, New Witnesses for God, vol. 3 The Book of Mormon, vol. 3 (Salt Lake City: Deseret News Press, 1926), pp. 501-3; John Widtsoe, “Is the Book of Mormon Geography Known?” en A Book of Mormon Treasury: Selections from the Pages of the Improvement Era (Salt Lake City: Bookcraft, 1959), pp. 128-29.
[3] Por ejemplo, la declaración de Oliverio Cowdery en Francis W. Kirkham, A New Witness for Christ in America: The Book of Mormon (Independence Missouri: Zion´s Printing and Publising Co., 1942), p. 93.
[4] Nancy C. Williams, Meet Dr. Frederick Granger Williams ... After One Hundred Years (Independence, Missouri: Zion´s Printing and Publishing Co., 1951), pp.101-3.
[5] Incidentes de viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán. (N. del T.)
[6] Millennial Star 10 (15 de Noviembre 1848): 347.
[7] Juvenile Instructor 25 (Enero de 1890): 18-19.
[8] The Instructor 73 (Abril de 1938): 160.
[9] Informe de la Conferencia de Abril de 1929 (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, 1929), pp. 15-66.
[10] Witdsoe, “Book of Mormon Geography,” pág. 130.
[11] Cyrus Gordon, Introduction to Old Testament Times (Ventor, New Jersey: Ventnor Publishers, 1953) pág. 107.
[12] R. E. W. Adams, “The Ceramic Chronology of the Southern Maya.” Segundo informe preliminar de la Fundación para las Ciencias Nacionales, Grant GS 610, Universidad de Minnesota, duplicado en Minneapolis, 1966, pág. 5.
[13] Ibid.
[14] Robert F. Heizer, “Physical Capabilities of the Capabilities of the California Indians,” Masterkey 45 (1971): 109-13.
[15] Bernardino de Sahagún, Historia de las cosas de Nueva España (México: Editorial Nueva España, 1946), pág. 281.
[16] Mariano Veytia, Historia antigua de México, vol 1 (México Leyendia, 1944), pág. 152; Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Obras históricas, vol. 1 (México: Editora Nacional, 1952) pág. 24.
[17] Stan Larson, “Change in Early Texts of the Book of Mormon,” Ensign 7 (Septiembre de 1976), pp. 28-33. Estas palabras todavía no están en la traducción al castellano. (N. del T.)
[18] Abajo, al sur. (N. del T.)
[19] Para un análisis mucho más detallado de toda la información geográfica que se encuentra en el Libro de Mormón, ver mi libro The Geography of Book of Mormon Events: A Source Book. Edición revisada, F.A.R.M.S., 1992.
[20] Resumidos en The World of the Book of Mormon de Paul R. Cheesman (Salt Lake City: Deseret Book, 1978), pp. 28-33. Ver un completo tratamiento de la historia de docenas de interpretaciones del mapa en The Geography of Book of Mormon Events, parte una y dos.
[21] Robert M. Carmack Toltec Influence on the Postclassic Culture History of Highland Guatemala , MARI 26 (1968), pág. 65.
[22] Felix W. McBryde Cultural and Historical Geography of Southwest Guatemala , SISA 4 (1945), pág. 4.
[23] Un práctico y breve tratado de la geografía, geología y clima de Chiapas y especialmente de la depresión central se encuentra en Archaeological Exploration of the Upper Grijalva River, Chiapas, Mexico de Gareth W. Lowe, NWAF 2 (1959), pág. 4-7. Una excelente fuente, de más amplio alcance, es Middle America: Its Lands and Peoples de Robert C. West y John P. Angelli. Segunda edición (Englewoods Cliffs, New Jersey: Prentice Hall, 1976).
[24] Louis-Jacques Dorais “Some Notes on the Semantics of Eastern Eskimo Localizers” Anthropological Linguistics 13 (1971): 92.
[25] Phil De Vita, “A Partial Investigation of the Spatial Forms of Some Tuamotuan Dialects” Anthropological Linguistics 13 (1971):401-20.
[26] George L. y Florence H Trager “The Cardinal Directions at Taos and Picuris, Anthropological Linguistics 12 (1970):31-37.
[27] S. H. Weingarten, “Yam Suf-Yam Ha´adom,” Beth Mikra 48 (1971):100-104.
[28] P. Cornwall, “On the Location of Dilmun,” American Schools of Oriental Research, Boletín 103 (1946) pág. 8.
[29] Algunas personas han pensado que la Liahona de Lehi (1 Nefi 16:10) era un aparato magnético. Yo no encuentro ninguna evidencia convincente de semejante punto de vista. Una valiosa charla de Hugh Nibley sobre esto nos da una imagen alternativa de su funcionamiento: Since Cumorah (Salt Lake City: Deseret Book, 1967), pp. 283-96.
[30] J. E. S. Thompson, Maya Hieroglyphic Writing: An Introduction, rev. ed. (Norman: University of Oklahoma Press, 1960) pág. 249; idem, Maya History and Religion (Norman: University of Oklahoma Press, 1970), pág. 176; Cecelia F. Klein, “Post-Classic Mexican Death Imagery as a Sign of Cyclic Completion,” en Death and the Afterlife in Pre-Columbian America, ed. Elizabeth P. Benson (Washington, D.C.: Dumbarton Oaks, 1975), pp. 80-81.
[31] Charles E. Osgood, “The Cross-Cultural Generality of Visual-Verbal Synesthetic Tendencies,” Behavioral Science 5 (1960): 146-49; R. Hertz, Death and the Right Hand (Glencoe, Illinois: Free Press, 1960). Leer Mosiah 5:10-12.
[32] Munro S. Edmonson, The Book of Counsel: The Popul Vuh of the Quiche Maya of Guatemala, MARI 35 (1971), pág. 36. La gama de colores difiere algo en otras regiones mesoamericanas.
[33] Weingarten, “Yam Suf,” pág. 103.
[34] Adrian Recinos, Delia Goetz y Sylvanus G. Morley, traductores, Popol Vuh (Norman: University of Oklahoma Press,1950), pp. 68-69, 207.
[35] Evon Z. Vogt, Zinacantan: A Maya Community in the Highlands of Chiapas (Cambridge: Harvard University Press, 1969) pág. 602.
[36] Andrew J. McDonald, “The Origin and the Nature ofPlatform Complexes in Southern Chiapas, Mexico” (borrador de tesis doctoral, University of Texas), pág. 80 (copia en posesión de J. L. Sorenson). La imagen de Klein añade a la afirmación de McDonald: “Invariablemente . . . el norte era asociado con el este, el sur con el oeste. De hecho, el norte y el sur eran comparativamente poco importantes en el pensamiento mesoamericano y, frecuentemente, eran relacionados con las direcciones del mundo más importantes de este y oeste. De esa manera, el norte comparte con el este la connotación del cielo y lo que está por ‘encima’, mientras que el sur, al igual que el oeste representan la tierra y lo que esta ‘debajo’ (Death Imaginery,” pág. 81). Con la explicación de Klein, se aclara la afirmación de Recinos, Goetz y Morley sobre el “este” y el “norte”. Este modelo de unión de las direcciones puede estar reflejado en el Libro de Mormón, donde Jesús surge del cielo en Bountiful, cerca de la costa este, mientras que las dos ciudades destruidas durante su crucifixión, cuya posición se identifica claramente como “en el sur”, Moroni, convenientemente hundida en el mar, y Jerusalén, donde las aguas se levantaron para cubrirla. La asombrosa congruencia entre los “hechos objetivos” de la historia y el modelo estructural ha sido presentado por Y. T. Radday (Chiasm in Kings,” Linguistica Biblia 31 [1974]: 52-67), aunque él no puede explicar la concordancia. No es más fácil sugerir el cómo los hechos objetivos de la geografía pueden concordar con el modelo de espacio conocido por la gente
[37] J. E. S. Thompson, ed., Thomas Gage´s Travels in the New World (Norman: University Oklahoma Press, 1958), pp. 181, 193-95.
[38] Kenneth G. Hirth, “Transportation Architecture at Xochicalco, Morelos, Mexico,” Current Anthropology 23 (1982):322.
[39] En la traducción oficial del Libro de Mormón al castellano se han hecho cambios que alteran estas proporciones. (N. del T.)
[40] J. J. Williams, The Isthmus of Tehuantepec, Being the Results of a Survey for the Railroad to Connect the Atlantic and Pacific Oceans (New York, 1852) pp. 21-35.
[41] Ibid. Ver también Michael D. Coe, “Photogrammetry and the Ecology of Olmec Civilization” (ponencia dada en la conferencia de trabajo sobre fotografía áerea y antropología, Cambridge, Massachusetts, 10 y 11 de mayo de 1969), pp. 8-9. Sólo marzo, abril y comienzos de mayo tienen poca cantidad de lluvias. Los ríos comienzan a crecer rápidamente en junio y alcanzan su máximo caudal entre julio y septiembre, inundando toda la tierra que se encuentra por debajo del nivel de los 24 metros, en las proximidades de San Lorenzo, el emplazamiento olmeca.
[42] J. N. Washburn ha escrito un interesante obra especulativa describiendo como Moroni podría haber hecho semejante viaje: “The Son of Mormon”, no hay fecha ni lugar (disponible en la biblioteca de BYU). A propósito, el libro de J. A. y J. N. Washburn, An Approach to the Study of the Book of Mormon Geography (Provo, Utah: New Era Publishing, 1939), es valioso por su tratamiento del Libro de Mormón, basado sólo en el texto. Fue el primer estudio serio sobre el tema.
[43] “Man Alone,” Christian Science Monitor (1 de Junio de 1967), pág. 16
John L. SORENSON
UN ESCENARIO PARA EL LIBRO DE MORMÓN
EN LA AMÉRICA ANTIGUA
Deseret Book Company. Salt Lake City, Utah, 1985
Traducción: Estrella Lafont
Capítulo 1
Trazando el Mapa del Libro de Mormón
De forma preliminar a nuestra investigación, debemos establecer dónde se desarrollaron los hechos del Libro de Mormón dentro del hemisferio occidental. Deberíamos saber si ocuparon la totalidad del continente americano. Si el escenario fue un territorio restringido, entonces este hecho es esencial. Equivocarnos en la geografía nos envolvería en un conjunto de errores en cadena que inevitablemente harían fracasar cualquier conclusión que sacáramos. Si nosotros no supiéramos dónde, y naturalmente cuándo, encontrar datos comparativos, podríamos también tratar de dar luz al Libro de Mormón asumiendo su emplazamiento en España o en Siberia.
¿Un mapa autorizado?
Algunos Santos de los Ultimos Días se enfrentan a problemas como el de la geografía del Libro de Mormón recurriendo automáticamente a los líderes de la Iglesia para encontrar respuestas. Parece apropiado, entonces, comenzar preguntándonos si la geografía del Libro de Mormón ha sido determinada por estos líderes o no.
Las fuentes históricas no nos indican que Moroni diese a José Smith instrucciones geográficas, ni tampoco José Smith declaró tener inspiración sobre el asunto. Las ideas que expresó más tarde acerca de la localización de los hechos de que se habla en el libro aparentemente reflejaban lo mejor de su opinión personal. Lo que parece una primera interpretación consensuada de la geografía del Libro de Mormón de él y de sus asociados era amplia: la tierra del sur era la totalidad de América del Sur, la tierra del norte, el continente norteamericano. Esto es lo que nos indica un registro manuscrito de 1836 de Frederick G. Williams, que atribuye a José Smith la declaración de que: “Lehi y su tripulación desembarcaron en el continente sudamericano, en Chile, a treinta grados de latitud sur.”[1] Líderes de la Iglesia como B. H. Roberts y John A. Widtsoe, ambos críticos prudentes, vacilaron al aceptar el origen de la declaración del profeta,[2] sin embargo ciertamente no sería sorprendente que el profeta haya sostenido alguna vez este punto de vista, ya que otros primeros miembros parecen haberlo creído.[3] (Williams dijo más tarde que la declaración sobre Chile le fue hecha a él por un ángel en vez de por José Smith.)[4] En vista del hecho de que, con el tiempo, las ideas del Profeta sobre otros temas maduraron, sus ideas sobre la geografía del Libro de Mormón podrían haber experimentado un cambio. En 1842, un editorial en el periódico de la Iglesia Times and Seasons (del 15 de septiembre, páginas 921-22) afirmaba que “Lehi... desembarcó un poco más al Sur del Istmo de Darién (Panamá).” José Smith había asumido seis meses antes (pág. 710) la responsabilidad exclusiva por el contenido del periódico, a pesar de que el editor oficial era John Taylor. El lugar que se menciona es, naturalmente, alrededor de tres mil millas al norte del punto de Chile que menciona la cita de Williams.
En el plazo de pocas semanas apareció otro artículo sobre geografía en el periódico. Un notable “bestseller” de aquel tiempo era el libro de John Lloyd Stephens Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán,[5] publicado en 1841. En el número de septiembre de 1842 se hizo una reseña entusiasta del libro de Stephens, con extensos extractos del fascinante relato, que describía las maravillas de las ruinas mayas, por primera vez en una fuente de lengua inglesa fácilmente accesible. Al comentar el primer extracto, el anónimo escritor afirmó que los nefitas “vivieron alrededor de la estrecha franja de tierra, que ahora abarca Centroamérica, con todas las ciudades que se encuentran allí” (pág. 915). Dos semanas después el escritor llegaba a una nueva conclusión:
Desde que nuestro “Extracto” del libro “Incidentes de viaje” etc. del señor Stephens fue publicado, hemos encontrado otro hecho importante relacionado con la veracidad del Libro de Mormón. América Central, o Guatemala, está situada al norte del Istmo de Darién y en otro tiempo abarcaba varios cientos de millas de territorio de norte a sur. La ciudad de Zarahemla, incendiada en el tiempo de la crucifixión del Salvador, y reconstruida más adelante, se encontraba en esta tierra.
El autor del artículo añadió, con frases pintorescas pero con cautela digna de elogio,
No vamos a declarar categóricamente que las ruinas de Quirigua (en Guatemala) son las de Zarahemla, pero cuando la tierra, y las piedras, y los libros narran la historia tan claramente, somos de la opinión de que se requerirían más pruebas de las que los judíos podían aportar para probar que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús de la tumba, para demostrar que las ruinas de la ciudad que nos ocupa no son las que se mencionan en el Libro de Mormón.
No tenemos seguridad de que las declaraciones del periódico fueran hechas por José Smith aunque él tenía la responsabilidad editorial del mismo. Ni tampoco podemos estar seguros mediante otra fuente de la conclusión a la que llegó sobre el asunto. Tanto si el profeta personalmente creyó que las tierras nefitas se encontraban en Centroamérica o no, los líderes que se asociaban diariamente con él sintieron que esta era la mejor contestación a la pregunta “¿dónde?”. Incluso podría ser más importante para los Santos de los Ultimos Días saber que ésta se consideraba una pregunta abierta, para ser meditada e investigada, y que ellos complementarían su estudio de las escrituras con los mejores recursos del limitado saber secular que les era accesible en aquel tiempo. Veintitrés meses después de las afirmaciones del Times and Seasons, murieron José Smith y su hermano Hyrum. Los sucesos que se acumularon durante este agitado periodo anterior al martirio del profeta, le dejaron escaso tiempo libre para estudios de geografía. Sin embargo, una afirmación de Orson Pratt, de 1848, demuestra la continuidad de las ideas expresadas por el Times and Seasons seis años antes. Los nefitas, dijo Pratt, “habitaron las ciudades del Yucatán durante el tiempo en que fueron atacados y expulsados de la tierra del sur”,[6] obviamente esto excluye a Panamá como “la estrecha franja de tierra”.
La preocupación principal de la siguiente generación de Santos fue simplemente sobrevivir. Cuando más adelante, durante el siglo XIX, se reavivó el interés por la geografía del Libro de Mormón, los líderes de la Iglesia tuvieron cuidado de no dejar que se produjeran divisiones entre los Santos por esta cuestión o que las opiniones se convirtieran en dogmas. El Elder George Q. Cannon, una de las fuerzas intelectuales de aquel tiempo en la Iglesia, dijo en 1890:
Existe la tendencia, que se manifiesta con fuerza en estos momentos entre algunos hermanos, de estudiar la geografía del Libro de Mormón. […] Se pide a menudo a los hermanos que dan discursos sobre las tierras de los nefitas que preparen sugerentes mapas ilustrativos de la geografía nefita, pero nunca deberían haber consentido en hacerlos. Tampoco sabemos de ningún apóstol que quisiera emprender tal labor. La razón es que, sin más información de la que tienen, no están preparados ni siquiera para sugerir [una solución].[7]
El presidente Joseph F. Smith, el presidente de los Setenta Anthony W. Ivins, y el apóstol John A. Widtsoe se encontraban entre las autoridades que más tarde afirmaron que la Iglesia no adoptaba ninguna posición sobre las localizaciones específicas del Libro de Mormón. El presidente Smith, por ejemplo, cuando se le pidió aprobar un mapa “mostrando el lugar exacto donde Lehi y su tripulación desembarcaron,” se negó a hacerlo, alegando que el “Señor todavía no lo ha revelado.”[8] Elder Ivins advirtió en 1929, “Todavía no se ha anunciado nada definitivo que resuelva definitivamente la cuestión [de la geografía del Libro de Mormón]. Así que la Iglesia dice: sí, estamos simplemente esperando a descubrir la verdad.”[9] Esta cautela ha sido la trayectoria que se ha seguido consecuentemente desde entonces, dejando libertad para que los individuos estudien y examinen el tema sin poner a las autoridades en el compromiso de tener que defender o refutar el punto de vista personal de alguien.
Incluso en un resumen tan breve como éste, queda claro que las autoridades de la Iglesia desde la época de José Smith hasta ahora no han llegado a ningún consenso, no han hecho ninguna declaración autorizada, ni han informado de ninguna solución definitiva a la cuestión de la geografía de Libro de Mormón. Sin embargo, nunca les ha parecido un problema insoluble, sólo difícil. Elder Widtsoe pensaba que “a fuerza de un estudio diligente, con oración, podemos llegar a comprender mejor la época y los lugares de las personas que se mueven a través de las páginas del divino Libro de Mormón.”[10] No, las autoridades de la Iglesia no nos han resuelto ninguno de los problemas más importantes sobre el emplazamiento geográfico del Libro de Mormón. Debemos buscar las respuestas en algún otro lugar.
¿Qué Dice el Libro?
El primer lugar donde debemos buscar conocimiento sobre el contexto del Libro de Mormón es el propio libro. Recurrir al original es la base de todo conocimiento sólido cuando alguien trabaja con un texto antiguo. Un renombrado experto en tierras bíblicas y del Antiguo Testamento lo dice de este modo: “No se puede nunca enfatizar demasiado el que los descubrimientos arqueológicos tienden a justificar el significado literal del texto contra [cualquier otra] interpretación erudita y tradicional. Esto no sólo es válido para la Biblia, sino para todos los textos antiguos en general.”[11]
Pero ¿se encuentra suficiente información para mostrar una imagen coherente y digna de confianza en el mismo libro? Algunos Santos de los Ultimos Días han escudriñado las claves que el Libro de Mormón proporciona sobre geografía y han elaborado varios mapas mostrando lo que ellos consideran que son las conexiones entre las tierras y ciudades mencionadas. Decir que han llegado a conclusiones variadas, es una expresión exageradamente moderada. En efecto, nosotros debemos elaborar un mapa semejante sistemática y extensamente. De cada afirmación del libro debemos extraer toda la información importante, y debemos hacerla encajar toda sin contradicciones. A pesar de sus contribuciones, todos los mapas anteriores han sido incompletos y poco consistentes al tratar la información importante del Libro de Mormón. Ninguno es totalmente digno de confianza.
Construir un mapa que sea internamente coherente no es más que el primer paso. Seguidamente debemos hacer que se correspondan las tierras y ríos del Libro de Mormón con lugares existentes, lugar por lugar, tal como lo han hecho los expertos en lo que respecta a gran cantidad de la información que se encuentra en la Biblia. Si no fuera por eso, los sucesos que se encuentran en el libro permanecerían en un limbo geográfico; y nosotros tendríamos sólo un mapa simulado.
Nuestra primera tarea consiste en analizar las características esenciales de las tierras descritas en el libro. Esto determinará un conjunto de requisitos. Cualquier área de las Américas que se proponga como la localización de los sucesos del Libro de Mormón debe encajar con estos criterios o si no se la considerará equivocada. Mientras comparamos los requisitos con porciones del mapa actual del mundo, debemos eliminar de nuestra consideración todos los territorios que estén en conflicto con lo que se requiere. Es concebible que pudiéramos terminar sin la información suficiente para identificar con seguridad algún lugar como el área donde tuvieron lugar los acontecimientos del Libro de Mormón. Sin embargo, prosigamos.
El requisito más obvio, que es la configuración, tiene que ver con el bosquejo básico del Libro de Mormón. Pronto nos enteramos de que una “estrecha lengua de tierra” o istmo separaba la “tierra del norte” de la “tierra del sur”, con forma, a rasgos generales, de reloj de arena. (Ver el mapa 1).
Mapa 1
Alma 22:32 nos dice que la tierra del sur estaba “casi rodeada de agua,” pero no hace ninguna declaración clara acerca de la relación de la tierra del norte con sus mares adyacentes. Tal y como la concebían los nefitas, la tierra del sur estaba dividida principalmente en dos: la tierra de Nefi más al sur, y hacia norte de ésta la tierra de Zarahemla, la cual se extendía tanto que casi llegaba hasta la lengua de tierra. La porción sur del istmo se denominaba tierra de Abundancia. Directamente al norte de la tierra de Abundancia, en la estrecha franja de tierra, estaba la tierra de Desolación. No lejos, al norte de Desolación, se encontraba la primera zona principal de asentamiento jaredita, la tierra de Morón (Eter 7:6). Al norte de Desolación, a lo largo de la costa oriental yacía una tierra cubierta de agua (Alma 50:29; Eter 15:8-11). Al norte de Morón y al sur de Nefi, la situación permanece nebulosa; pero en medio de todo esto, el conjunto de estas conexiones _tierra del norte/istmo/tierra de Zarahemla/tierra de Nefi_ están más allá de toda discusión.
Dimensiones
¿Qué largo y ancho tenían estas tierras? La forma de reloj de arena podría, después de todo, encajar tanto con todo el hemisferio occidental como con una porción relativamente pequeña del mismo. Es vital establecer la extensión del territorio donde tuvieron lugar los hechos narrados en las escrituras.
Para determinar sus dimensiones, la información crucial que se encuentra en el texto es cuánto tiempo les llevaba a las personas trasladarse de una parte a otra. Consideremos la distancia entre la ciudad de Nefi y la de Zarahemla. El grupo de misioneros que dirigió Ammón, intentando llegar hasta la tierra de Nefi, “no sabían el rumbo que debían seguir en el desierto para ir a la tierra de Lehi-Nefi”; por tanto encontraron el lugar después de 40 días de viaje (Mosíah 7:4). El viaje de Alma y sus conversos nos es de más ayuda, ya que recorrieron prácticamente el mismo camino en sentido contrario. Salieron de las aguas de Mormón, que probablemente no se encontraba a más de dos días de la ciudad de Nefi, y lograron llegar a Zarahemla en 21 días (Mosíah 18:1-7; 23:1-3; 24:20; 25). El grupo incluía mujeres, niños y “rebaños.” ¿Cuán rápido pudieron haber viajado?
Los pioneros mormones, conduciendo yuntas de bueyes a través del llano territorio de Nebraska, hacían un promedio de 10 a 11 millas por día. En Guatemala les lleva a los porquerizos ocho días conducir una piara de cerdos 90 millas a través de terreno montañoso, hasta llegar al mercado (una media de poco más de 11 millas por día).[12] Otros grupos de viajeros no lo hacen ni siquiera tan rápido. R.E.W. Adams, un arqueólogo que ha trabajado en Guatemala, informa que a los viajeros que van en viaje comercial de rutina, atravesar los senderos y corrientes de la jungla desde el valle de Cotzal hasta Petén -aproximadamente 120 millas de distancia por aire– les cuesta 19 días o más, haciendo una media de poco más de 6 millas por día. Gran parte del camino se hace en piragua río abajo. Además, una persona puede recorrer en seis horas, andando por esa zona, una distancia que le llevaría siete a caballo. Si lleva animales consigo, el tiempo se alarga hasta diez horas.[13]
Otros viajeros son mucho más rápidos. R. F. Heizer informa que en el siglo XIX en California, pequeños grupos de indios Mohave podían recorrer cerca de 100 millas al día, en algunas ocasiones sin comida ni agua durante días. Hace aproximadamente 75 años, un indio tuvo fama de haber hecho un viaje de 100 millas y regresar después de descansar solamente unas pocas horas. En el caso de los indios Mohave[14] no era excepcional hacer un promedio de seis millas por hora, no por día. El padre Sahagún escribió acerca de un pueblo mexicano pre-hispánico: “Los Toltecas eran altos, con el cuerpo más grande que los que viven actualmente; por esta razón les llamaban los tlanquacemilhuique que significa que podían correr el día entero sin cansarse.”[15] Durante los traslados de los Toltecas, descritos en las crónicas mexicanas, en marchas desde el amanecer hasta la puesta del sol, sin animales, hacían una media de seis leguas, entre 15 y 24 millas.[16]
Otros datos sobre la velocidad de los viajes entran dentro de estas escalas establecidas. Existe una amplia gama de posibilidades, dependiendo del terreno, de cómo estaban de acostumbradas las personas a viajar, o de si se trataba de un simple mensajero, de todo un pueblo o de un ejercito los que se hallaban involucrados.
Si asumimos que el grupo de Alma y sus animales fueron a velocidad normal, es plausible que hayan viajado a razón de unas once millas por día. Desde las aguas de Mormón, de donde partió el grupo de Alma, Zarahemla estaría a 21 días o a 231 millas de viaje real haciendo 11 millas por día. Helam, la tierra a la que huyó Alma, parece haber estado fuera de la ruta principal, lo cual podría haber resultado un poco más corto (viajeros posteriores no pasaron por Helam; comparar Mosíah 23:30, 35). Además el texto deja claro que parte del viaje se hizo atravesando un yermo montañoso (donde se encontraba la cabecera del río Sidón; Alma 16:6; 22:27; 27:14), por una retorcida ruta con la que no estaban familiarizados Alma y su gente. El lugar denominado “las aguas de Mormón” estaba a un par de días de la ciudad de Nefi (Mosíah 18:4-7, 30-34; 23:21). Así que la cantidad real de millas del sendero o camino entre Zarahemla y Nefi, las dos ciudades predominantes en este temprano periodo de la historia, debe de haber sido del orden de 250 millas, asumiendo un ritmo de velocidad de 11 millas por día. Considerando las vueltas y curvas de una ruta verdadera, que sería probablemente la seguida en semejante terreno, la distancia en línea recta se aproximaría más a 180 millas. (Ver el mapa 2)
Mapa 2
Usando la distancia entre Nefi y Zarahemla como modelo aproximativo, podemos calcular las distancias que había entre otros lugares. Moroni dijo que la ciudad de Zarahemla era el “corazón” o “centro” de la tierra de Zarahemla (Alma 60:1, 19, 22; Helamán 1:17-18, 22-23). Sin embargo, Zarahemla no estaba lejos del límite de las tierras lamanitas. Un tal Coriantumr condujo un ejercito lamanita descendiendo por la tierra de Nefi directamente hacia Zarahemla, “y su marcha fue tan sumamente rápida, que no hubo tiempo de que los nefitas reunieran sus ejércitos” (Helamán 1:19). Si la distancia entre las fronteras del asentamiento nefita y su ciudad principal hubiera sido muy grande, los nefitas habrían recibido alguna advertencia de la fuerza que se aproximaba. Antes de esto, otro ejercito lamanita, procedente de Nefi, irrumpió en escena cerca de Zarahemla con sólo escaso aviso (Alma 2:23-25). Aparece una corroboración de esto en el relato del rey Mosíah, quien, años antes, condujo a su gente fuera de la tierra de Nefi; parece ser que ellos “llegaron a la tierra...” e incluso a la ciudad de Zarahemla, más bien precipitadamente (Omni 1:13-14). Estos hechos sugieren que la ciudad de Zarahemla puede haber estado en algún lugar al sur del centro geográfico del país, a pesar de que conceptualmente estaba en “el corazón” del mismo.
Hay otra razón para pensar que la ciudad de Zarahemla podía no haber estado exactamente en el centro de la tierra de Zarahemla. Al norte de la ciudad, entre Zarahemla y Abundancia, la cual estaba aún más al norte, (Helamán 1:27-28), se encontraban “las partes principales de la tierra.” Esta importante zona parece haber estado a lo largo del río Sidón, el cual fluía al norte de la tierra de Zarahemla (Alma 22:27-33; 2:15). Con el área más importante de asentamiento situada corriente abajo desde Zarahemla, nos da la impresión de que la ciudad principal estaba más cerca de las fronteras lamanitas que de donde se concentraba la población de la gran tierra de Zarahemla.
Más tarde, pero todavía antes de Jesucristo, una continua franja de tierra yerma separaba la Zarahemla nefita del territorio lamanita. Además, por lo menos durante los sucesos que relatan los libros de Mosíah y Alma, la ciudad de Nefi (también llamada Lehi-Nefi) se encontraba a alguna distancia de “la estrecha franja de yermo” propiamente dicha. En el lado lamanita de la zona fronteriza parece ser que un espacio considerable de yermo separaba la ciudad de Nefi de la franja de transición. Una cantidad considerable de búsquedas de tierras perdidas, avances y retrocesos de los enemigos, y viajes en el yermo tuvieron lugar en este extenso territorio. (Ver, por ejemplo, Mosíah 19:9-11, 18, 23, 28; 23:1-4, 25-31, 35; Alma 17:8-9, 13; 23:14, a la luz de los versículos 9-12; 24:1.) No se hace ninguna mención de si alguna vez se hizo un viaje hacia el sur de la ciudad de Nefi, así que debe de haber estado cerca del límite sur o de lo que los nefitas reconocían como la gran tierra de Nefi (Alma 22:28). Si tomamos todas estas consideraciones en cuenta, parece razonable dividir nuestras cifras aproximadas sobre la cantidad de millas de esta manera: del orden de 180 millas en línea recta separaban la ciudad de Nefi de la de Zarahemla; había alrededor de 100 millas de distancia desde Nefi hasta el punto medio de la “angosta faja de terreno desierto” (Alma 22:27); luego eran 80 millas desde este punto bajando hasta la misma ciudad de Zarahemla. Aunque sólo son estimaciones, estas distancias y relaciones se derivan cuidadosa y fielmente de los anales nefitas tal y cómo lo permite nuestra información actual.
Al norte, más allá de las fronteras de la tierra de Zarahemla, se encontraba una tierra sin nombre, la “tierra que estaba entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia.” El lugar sólo se menciona en 3 Nefi 3:23. (La línea que contiene estas palabras se omite del texto impreso durante muchos años, aparentemente por un error del impresor, pero se repuso en la edición de 1981 del Libro de Mormón en inglés.[17]) La tierra de Abundancia, en conjunto, parece haber sido bastante estrecha, ya que Alma 22:31-33 la describe más que nada como una zona que se extendía a través de la estrecha lengua de tierra. No se dice mucho más acerca de ella.
¿A cuánta distancia se encontraba Zarahemla de Abundancia? Si la primera se encontraba ligeramente al sur del centro geográfico, como se ha razonado anteriormente, podría haber alrededor de 100 millas desde la ciudad de Zarahemla hasta la frontera norte de una tierra más extensa que la que se denominaba Zarahemla en los días de Alma (Alma 5:1; 6:7; 8:1-3, 6, 11-12; 16:1-15; 28:1). Si añadimos la tierra sin nombre, “la tierra entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia”, y también la estrecha tierra de Abundancia, 80 millas más, debía de haber una amplia distancia desde el límite norte a la tierra del sur. Más allá se extendía la tierra de Desolación, en la tierra del norte, de la cual hablaremos más adelante.
Repasemos estas distancias. La “tierra de la primera herencia” estaría en el límite del extremo sur, pero no podemos estar seguros de su relación con Nefi o sus alrededores, excepto de que la primera era una región costera y la otra un territorio elevado. Nuestro primer punto claro de referencia, entonces, es la ciudad de Nefi. El siguiente es una extensión situada a 100 millas del punto desde el que se inicia la influencia nefita. Unas 80 millas adicionales nos llevan a la misma ciudad de Zarahemla. Alrededor de 100 millas al norte de Zarahemla estaba el límite de la tierra que era controlada directamente por la ciudad durante el reinado del último rey (Alma capítulos 5-15) y que continuó por mucho tiempo después como una unidad geográfica real (3 Nefi 3:23). Ochenta millas más cubren la extensión unida de la “tierra intermedia” y Abundancia. Así que la longitud total de la tierra del sur, donde tuvo lugar la mayor parte de la historia que narra el Libro de Mormón, no debía de ser ni más ni menos que de 360 millas.
Pudiera ser de ayuda, acostumbrados como estamos a grandes distancias que podemos recorrer por aire y automóvil, que recordáramos que Palestina, desde Dan hasta Beersheba, tenía sólo 150 millas de largo y menos de la mitad de ancho; a pesar de esto el 95 por ciento de los hechos mencionados en el Antiguo Testamento tuvieron lugar dentro de ese reducido espacio. Desde esta perspectiva, la extensión estimada a la que hemos llegado del escenario nefita parece razonable.
Naturalmente, posteriores indicaciones del Libro de Mormón nos ayudan a confirmar estas dimensiones. En la historia del grupo de exploración del rey Limhi se encuentra una comprobación vital de la extensión del conjunto de estas tierras. Gobernando sobre un grupo sometido a servidumbre en la tierra de Nefi, Limhi mandó exploradores a encontrar Zarahemla, de la cual sus antepasados habían venido casi 50 años antes (Mosíah 8:7-8). Sus mensajeros iban a pedir a la gente de Zarahemla que les ayudaran a librarse del yugo lamanita. Desafortunadamente, de alguna manera, esta ruta sobrepasó Zarahemla, y atravesaron la “estrecha lengua de tierra”, sin ni siquiera darse cuenta, y les llevó al lugar donde había tenido lugar la batalla final de una población anterior, los jareditas. Allí encontraron ruinas y un conjunto de 24 planchas dejadas por el último profeta jaredita, Eter (Eter 15:33; Mosíah 21:25-27). Con tristeza, los exploradores volvieron a su tierra, a Nefi, para informar a Limhi, equivocadamente, de que los restos que habían encontrado debían de ser los de Zarahemla destruida. El grupo de exploración sabría aproximadamente cuánto les había llevado a sus padres viajar de Zarahemla a Nefi, tan sólo dos generaciones atrás, así que cuando ellos viajaron, digamos, el doble de la distancia normal, hasta Zarahemla, se debieron de haber preguntado acerca de su posición y probablemente no habrían ido mucho más lejos.
De Nefi a Zarahemla, en línea recta, había 180 millas. El doble de la distancia que les habría llevado hasta la “línea” (Alma 22:32, lógicamente un río) que separaba Abundancia de Desolación, el comienzo de la tierra del norte. A semejante distancia de casa debían de haber pensado en volver. Seguramente hombres tan diligentes como los que el rey habría mandado no habrían seguido mucho más allá. Así que no es razonable que el campo de batalla de los jareditas, donde terminaron los exploradores de Limhi, hubiera estado, dentro de la tierra del norte, a más de 100 millas desde la “línea” en el istmo. (Ver mapa 2.)
La colina de Ramah, donde los jareditas se autodestruyeron, era la misma colina que la Cumorah nefita (Eter 15:11). Todo este asunto nos dice, pues, que es improbable que la distancia total de la ciudad de Nefi al último campo de batalla en Ramah o Cumorah fuera de más de 450, o quizás 500, millas. Téngase en cuenta que estas cifras son estimaciones razonables de acuerdo con las afirmaciones de las escrituras; no se pueden determinar distancias más exactas. De todos modos, cualquier incremento de las dimensiones, haría más difícil de sostener la historia de los exploradores de Limhi. La colina de Ramah/Cumorah parece, entonces, haber estado 100 millas al interior de la estrecha lengua de tierra, y esto concuerda con que los nefitas llamaran “Desolación” a la porción que estaba más al sur de la tierra del norte, la cual incluía el último campo de batalla, salpicado de huesos y armas oxidadas (Alma 22:30-31).
En lo que respecta a la propia tierra del norte, nuestros datos sobre distancias nos llegan del registro jaredita, de sus últimos años de guerras entre ellos. Mientras los jareditas se aproximaban a su destrucción final, el profeta Eter huyó, para salvar su vida, desde los cuarteles generales del rey, en Morón: “y él se ocultaba en el hueco de una roca durante el día, y salía de noche para ver las cosas que le sobrevendrían al pueblo” (Eter 13:13). Vivió en esa cueva mientras escribía “el resto de la historia”, o sea, el original del libro de Eter, que fue más tarde compendiado por Moroni para que nosotros lo leyéramos. La gran guerra civil jaredita comenzó el mismo año en el que huyó Eter, y el profeta registró todo aquello de lo que se enteraba sobre ella, desde su refugio (Eter 13:14, 18, 22-24). Después de ocho años de combate intermitente, todavía continuaban las batallas en el valle de Morón, que aún estaba dentro del campo de observación de Eter. Y él continuaba en su cueva después que una población de más de dos millones de personas, las cuales habían cubierto “toda la superficie de la tierra”, murieran (Eter 14:11, 22-23; 15:2). Finalmente, tras una catastrófica batalla cerca de la colina de Ramah, el Señor hizo salir a Eter de su cueva para que hiciera la última anotación en su registro y lo depositara donde el grupo de exploración de Limhi pudiera encontrarlo.
La conclusión parece clara. Todas las batallas finales de los jareditas tuvieron lugar en la tierra del norte, dentro de un territorio lo suficientemente pequeño como para que Eter pudiera observar la mayor parte de la acción moviéndose sólo distancias muy cortas desde su base, en la cueva. Además, el linaje de Jared tuvo su principal asentamiento en Morón desde poco tiempo después de su desembarco en la costa hasta poco tiempo antes de la destrucción final. Y la tierra de Morón estaba “cerca” de la tierra que los nefitas llamaban Desolación (Eter 7:6). Probablemente cien millas desde Morón hasta la colina de Ramah, se acomodarían a todos estos hechos.
La confirmación de la proximidad de Ramah con Morón se encuentra en el relato acerca del rey Omer. Éste gobernó durante los primeros años de la historia jaredita, cuando la población inmigrante pudo haber sido escasa. Retirándose de Morón, al ser amenazado por un rival, viajó con su familia “muchos días” hasta encontrar refugio cerca del mar occidental. Un grupo de gente se trasladaría más lentamente -y con niños y mujeres, probablemente por una ruta más larga y más llana- que el solitario Eter. En su camino desde Morón hasta el mar, Omer pasó por Ramah/Cumorah (Eter 9:3). Cuando se enteró de que los acontecimientos se habían puesto a su favor en casa, Omer volvió. (Eter 9:13). Si el área a la que huyó, y por lo tanto la de la última batalla, estaba más o menos dentro de las 100 millas desde Morón, la huida y vuelta de Omer tiene sentido; una distancia más grande parecería extraña, dada la poca cantidad de población.
Muchos Santos de los Ultimos Días tendrán que cambiar notablemente su manera de pensar para ajustarla a las dimensiones de las que hemos hablado. Y tenemos otras evidencias en el Libro de Mormón de que los nefitas ocuparon un área bastante compacta. Por ejemplo, 3 Nefi 3 nos cuenta cómo los nefitas y los lamanitas justos, amenazados por los ladrones de Gadiantón, se reunieron en una fortaleza común, con provisiones de alimentos para siete años, para hacer salir de su tierra a los parasitarios ladrones, haciéndoles pasar hambre. El tamaño de la población reunida se describe como de “miles y decenas de miles” provenientes de la tierra del sur y la del norte, todos reuniéndose desde asentamientos de los cuales unos pocos años antes el relato de Helamán dice: “Empezaron a cubrir la superficie de toda esta tierra, desde el mar del sur hasta el mar del norte, y desde el mar del oeste hasta el mar del este.” (Helamán 3:8). Sin embargo, se dice que toda esta gente se reunió en una sola zona, lo suficientemente pequeña como para ser sitiada (3 Nefi 4:16-18). El texto, claramente, trata de un área que en conjunto sólo tiene una dimensión de cientos de millas.
¿Qué sabemos de la estrecha lengua de tierra? Primero, tenía que ser lo suficientemente ancha como para que los exploradores de Limhi pudieran atravesarla sin darse cuenta de que era un istmo. (Recordemos que a su vuelta supusieron que habían estado todo el tiempo en la tierra del sur.) Por otro lado, era tan estrecha que “la distancia no era sino de un día y medio de viaje para un nefita, por la línea de Abundancia y la tierra de Desolación, desde el mar del este al del oeste” (Alma 22:32). Por supuesto no sabemos cuánto tiempo podía ser “un día de viaje”. Las referencias dadas anteriormente ilustran cuán gran variedad de distancias podría abarcar este término. También pueden variar las interpretaciones de esta expresión. Posiblemente “la distancia de un día y medio” era una distancia estándar. Los nefitas podían haber entendido que “un día y medio de viaje” significaba una determinada cantidad de millas. De la misma forma, la legua española significaba el promedio de la distancia que una mula cargada podía viajar en aproximadamente una hora; el término no dice nada de ninguna mula ni de una cantidad de horas determinadas de viaje continuado. O quizás las palabras “un nefita” podrían sólo implicar que el que hacía el trayecto era un mensajero especial, ya que la frase se encuentra en un contexto de defensa militar. ¿Y qué medio de transporte se podría haber empleado? Si asumimos un viaje a pie -probablemente el modo normal- podemos proceder a calcular la anchura del istmo. Como ya hemos calculado anteriormente, la velocidad de “un nefita”, un sólo individuo, podía potencialmente ser de hasta seis millas por hora durante un tiempo de 24 horas, lo cual entra dentro del “día y medio.” Esto haría un total de 144 millas. Si se utilizó otro medio para viajar aumentaría la cifra de 144. O la distancia sería quizás más pequeña, digamos, de 50 millas. Si se aplica la cifra mínima, hubiera sido muy difícil que los exploradores de Limhi no se dieran cuenta de que atravesaban un largo istmo; si nos vamos al extremo contrario, la cifra más alta, el “día y medio de viaje” resulta más problemático. Me parece que una extensión de 75 a 125 millas resulta un término medio plausible.
Hay todavía otro relato de un viaje que nos ayuda a precisar distancias, esta vez en la costa este de la tierra del sur. El comandante nefita Moroni estableció allí una hilera de ciudades con guarniciones, contra un anticipado asalto lamanita dirigido a Abundancia y a la estratégica zona del istmo. El área pronto se convirtió en una zona crucial de batallas cuando el disidente nefita Amalickíah tramó cómo hacerse con el control de los ejércitos lamanitas y atacó por sorpresa a lo largo de la costa, capturando ciudad por ciudad hasta que se encontró en la misma frontera de la tierra de Abundancia (Alma 5:22-28). Abundancia era la ciudad que estaba más al norte en el camino de avance hacía la tierra del norte. Al llegar a este punto, un grupo de soldados nefitas hizo salir a la guarnición lamanita fuera de su fortaleza de Mulek, conduciéndoles hacia Abundancia, mientras una segunda fuerza se introducía furtivamente en la retaguardia enemiga para tomar posesión de Mulek (Alma 52:21-31). Mulek y Abundancia estaban tan cercanas la una a la otra que las fuerzas de Teáncum pudieron recorrer la mayor parte de la distancia y regresar durante parte de un día caluroso, aunque esto supuso un esfuerzo extenuante (versículo 31). Sobre la base de estas declaraciones, podemos inferir que para los soldados había más o menos un día regular de marcha desde Mulek hasta Abundancia; digamos casi 25 millas.
Un poco después, Gid, la ciudad que seguía a la de Mulek, fue recapturada por los nefitas con una única maniobra. Después de más escaramuzas, se mencionan cuatro ciudades que continuaban en manos lamanitas: Moriantón, Lehi, Nefíah y Moroni. En un decisivo día de batalla, los nefitas expulsaron al enemigo de todas ellas (Alma 62:24-35). El contraataque nefita comenzó, probablemente al amanecer, contra Nefíah, la más importante de las cuatro. Tras capturarla rápidamente, el capitán Moroni persiguió a los lamanitas que se retiraban a través de Lehi y Moriantón hasta la playa (versículo 32); después, a lo largo de la orilla, fueron corriendo hacia Moroni, llegando al anochecer (versículo 35). Pasaron el día principalmente persiguiendo a los lamanitas derrotados, no luchando contra ellos. Cargados de adrenalina, los ejércitos pueden haber ido a tres millas o más por hora, durante 15 horas, casi 50 millas. Podemos determinar, por otras evidencias sobre la localización de estas ciudades, que la ruta era más un semicírculo que una línea recta. Nuestra conclusión debe ser que la porción de litoral que recorrieron ese día no pudo haber sido de más de 30 millas de largo.
Todas estas cifras combinadas nos dicen algo importante acerca de la longitud de la costa este, en posesión de los nefitas. Como hemos visto, Abundancia estaba a 25 millas de Mulek. En el otro extremo, el sector de Nefíah-Moroni contaba con quizás 25 millas más. Esto deja el centro, en el cual sólo se nombran las ciudades de Gid y Omer. Careciendo de datos sobre este sector, yo simplemente añado otras 30 millas, por analogía con los otros. En resumen, no resulta plausible que la distancia desde Abundancia, en el extremo norte, hasta Moroni, en el extremo sur de la costa este, se extendiera mucho más de 85 millas. (Ver mapa 2.)
La costa este, controlada por los nefitas, de aproximadamente 85 millas, tiene mucha menos longitud que la tierra del sur medida desde Zarahemla a Nefi. La longitud de este eje era del orden de las 350 millas. La diferencia entre estas longitudes es tan grande que no se puede deber a presupuestos erróneos. El Libro de Mormón realmente requiere que la costa este, importante para los nefitas, fuera mucho más corta que la del oeste, y cualquier mapa que sugiramos debe acomodarse a este hecho.
Mapa 3
Al mismo tiempo, “las fronteras de la costa del mar este”, como los escritores nefitas llamaban a esta zona costera, tenían que ocupar un pedazo considerable de terreno. Cuando Moroníah y sus ejércitos luchaban por regresar de una desastrosa guerra, que había dejado todo el territorio nefita de la tierra del sur ocupado por los lamanitas, recobraron “la mitad de sus posesiones,” y esta mitad estaba constituida por el área fronteriza del este más la tierra de Abundancia (Helamán 4:5, 10, 16). Como no hay ninguna indicación de que ni siquiera la propia tierra de Abundancia fuera extensa, las “fronteras” tenían que ser un territorio de buen tamaño para que, unidas ambas áreas, constituyeran la mitad del territorio nefita. Adviértase también que el ataque relámpago de Amalickíah en este sector realizó un corte en forma de guadaña “cerca de las costas del mar”, a lo largo del litoral, hasta cerca de Abundancia (Alma 51:25-28), pero pasó de largo Nefíah, la cual estaba más tierra adentro. Incluso, después que Nefíah cayera finalmente en manos enemigas, los nefitas retuvieron una hilera de tierras bajas en el interior, donde se hallaba situada Jersón, su base militar. Para que esta situación tenga sentido militarmente, la región costera habría debido tener por lo menos 30 ó 40 millas de ancho, y las palabras “la mitad de sus posesiones” confirman tal tamaño.
De todos modos, podemos decir que la tierra del sur en conjunto no era ni mucho menos tan ancha como larga. Adviértase que las migraciones, viajes, guerras, expediciones misionales -prácticamente todos los traslados- tendían a ser hacia el norte o hacia el sur en vez de ser en dirección transversal. El viaje misional de Alma es uno de los pocos que nos enseñan mucho acerca de la anchura. En su recorrido como predicador, Alma dejó Zarahemla, junto al río Sidón, para predicar en Melek en el límite oeste de la tierra colonizada (Alma 8:3-5). De allí regresó al norte, paralelo al yermo del oeste (Alma 22:27-28), hasta llegar a Ammoníah (Alma 8:6). Este lugar, al igual que Melek, estaba cerca de la periferia occidental, como se demuestra en Alma 16:2 y 25:2. Desde Ammoníah, el profeta viajó por la costa este hacia una ciudad llamada Aarón (Alma 8:13), sin llegar realmente a ella. Más tarde se dice que Nefíah “unía las fronteras de Aarón y Moroni” (Alma 50:14); Nefíah era una de las ciudades defensivas construidas en las tierras bajas del este, y la ciudad de Moroni estaba al lado del mar del este (Alma 50:13; 62:32-34). Esta información establece que una hilera de ciudades se extendían desde el oeste hasta la costa este, a través de la tierra al norte de Zarahemla: Ammoníah, Aarón, Nefíah y Moroni. (Ver mapa 2.) Estos cuatro lugares, alineados a través de la mayor parte de la tierra del sur, debieron de haber ocupado 150 millas, lo que prácticamente vendría a suponer el límite. Es probable que la distancia de costa a costa de este corte transversal no excediera de las doscientas millas. (Ver mapa 2.)
Nunca se aclara la anchura de la tierra de Nefi, la porción de tierras montañosas de la tierra del sur. Evidentemente la ciudad de Nefi no estaba lejos de la costa; el grupo inicial de colonos de Nefi no habría ido mucho más lejos de lo necesario para escapar de los lamanitas (2 Nefi 5:6-8), quienes finalmente contactaron con ellos bastante pronto (versículos 14, 34). Además, se contaba como parte de la tierra de Nefi la franja costera oriental colindante (Alma 22:28- “en la tierra de Nefi”), aunque hacia el norte sólo se concibe esta franja como “al lado de la tierra de Zarahemla”. Definitivamente, no se habla de nada que se encuentre al este de Nefi. Toda el área este, desde Nefi, queda sin definir, excepto en que formaba parte del conjunto de las tierras del sur que “casi se hallaban rodeadas de agua” (Alma 22:32).
También se desconocen el tamaño y forma de la tierra del norte. Más allá de la lengua de tierra se encontraba una extensión de tierra lo suficientemente amplia como para que se distinguieran una zona de altiplano al oeste y otra de tierras bajas al este (Eter 9:3; 10:32; 11:15; 14:3, 6-7, 11-12, 16-17). No podemos decir a cuánta distancia estaba Morón, el centro Jaredita en estas tierras montañosas, de la costa oeste, pero, puesto que fue colonizado por los jareditas poco tiempo después de su desembarco (Eter 6:13; 7:5, 16-17, 20), podemos suponer que no distaba mucho del mar. Recordemos también la restricción que impone el que Eter observara las últimas guerras jareditas desde su posición en una cueva (Eter 13:13-14). A la luz de estas consideraciones, no es probable que la tierra del norte, que se encontraba en esta crucial área jaredita, haya tenido más de un par de cientos de millas de anchura.
Esta larga excursión a través de las dimensiones del escenario del Libro de Mormón nos ha permitido fijar unos requisitos vitales. Ahora podemos estar seguros de que la historia del Libro de Mormón tuvo lugar en una limitada parte del hemisferio occidental, y aproximadamente con la forma de un reloj de arena. El tamaño del territorio se midió en cientos, no en miles de millas. Los traslados de la gente, los viajes individuales y el tiempo de duración de los viajes que se registran en el libro encajan razonablemente con una tierra del sur de alrededor de 350 millas de largo y no mucho más de la mitad de esta cifra de ancho, hasta un punto al norte de Zarahemla. La tierra del norte está menos definida pero no parece tan larga. (Ver mapa 3.)
Los datos del Libro de Mormón y nuestras suposiciones nos han llevado a pensar que, desde luego, estas conclusiones no son perfectamente claras. Jugando con la información del texto se pueden dar resultados ligeramente diferentes. Si alguna persona llega a la conclusión de que la distancia de Nefi a Zarahemla era un 25 por ciento mayor de lo que hemos dicho, yo estaría muy interesado en oir tal argumento; quizás sea correcto. Pero cualquiera que afirme que la distancia entre las dos ciudades era, digamos, de 400 millas, en vez de las 180 que se sugieren aquí, no podría demostrar su punto de vista de una manera plausible apoyándose en las afirmaciones que se encuentran en el Libro de Mormón. Algunos de los requisitos sobre la extensión son bastante específicos. También están ligados entre ellos por intrincadas relaciones. Es imposible resolver tan sólo en parte el problema de las ubicaciones y distancias, porque, al igual que un rompecabezas, todas las características deben encajar. Yo encuentro que encajan juntas limpiamente. Por lo tanto, la situación espacial es coherente, pero también se deben cumplir otros requisitos para realizar un mapa aceptable del Libro de Mormón. A continuación, vamos a considerar la configuración de la tierra.
Topografía
Tenemos más información sobre las características de la superficie de la tierra de lo que da a entender una lectura despreocupada de las escrituras. Los encargados de guardar los registros escribieron consistentemente acerca de ir “arriba”, “abajo”, o “sobre”. (Algunos lectores han mantenido que estas expresiones reflejan simplemente convenciones culturales, como la expresión yanqui “down South”[18]. Pero en muchos casos, el libro conecta estas palabras con claras y consistentes circunstancias topográficas; no veo razón para no tomar estas preposiciones literalmente). Esta información nos permite obtener una clara imagen de las elevaciones relativas. (Ver mapa 4).
Mapa 4
Una característica predominante es el río principal, el Sidón, que bajaba desde las montañas que separaban las ciudades de Nefi y Zarahemla. El río corría “por” la tierra local de Zarahemla, la cual se encontraba principalmente al oeste de la corriente (Alma 2:15). La única zona nefita poblada, al este del río, era, seguramente, el valle de Gedeón. (Alma 6:7). Puesto que los viajeros tenían que ir “arriba” hasta Gedeón, y ya que estaba la “colina Amnihu”, nada más atravesar el río desde la ciudad de Zarahemla, extensa pero con una inclinación lo suficientemente leve como para que hubiera espacio para una gran batalla, la cuenca del Sidón debe de haber estado inclinada más abruptamente hacía el lado este que al oeste. También sabemos que el río debe de haber sido bastante largo. Su nacimiento se encontraba en lo profundo del yermo, en una altura superior a la de la más alta ciudad nefita, cerca del río, Mantí (Alma 16:6). Zarahemla estaba corriente abajo. La ciudad de Sidón estaba aún más al norte y probablemente cerca del río. (Al tener un nombre tan parecido al del famoso puerto fenicio, se puede deducir que el lugar fuera un punto de embarque del río; el énfasis que se da en Alma 15:14 al bautismo en Sidón refuerza la idea de que estaba localizado al lado de la corriente.) La corriente debía de correr a través del territorio nefita por lo menos un par de cientos de millas antes de desembocar en el mar, dada la extensión global de la tierra del sur. Podía ser atravesada a pie con un poco de dificultad, por un punto y probablemente durante la parte más seca del año (Alma 2:27, 33-35; 43:40).
Parte del territorio nefita incluía los yermos adyacentes a las áreas de asentamiento, a los cuales era difícil entrar, lo que nos conduce a esperar que una porción de la ruta del río se extendiera a través de un terreno inhóspito de colinas. De cualquier modo, la ciudad de Zarahemla estaba a una altura intermedia, “arriba” desde la costa (Alma 22:31) pero “abajo” desde Nefi (Alma 22:31; Helamán 1:17).
El río Sidón probablemente desembocaba en el mar del este, no en el del oeste. Las tierras bajas del este eran extensas, como se ha demostrado anteriormente, pero al parecer el área costera del oeste era estrecha y en su mayor parte insignificante. Puesto que se supone que el curso inferior y la desembocadura de un río principal se forman y fluyen a través de una llanura importante, el río debía de desembocar en las tierras bajas del este. Las descripciones de las batallas que tuvieron lugar en el este mencionan la “costa del mar” y las “llanuras”, pero nunca hacen mención de ninguna colina de importancia, excepto en el lugar llamado Antiónum, que probablemente estaba a alguna distancia, tierra adentro (Alma 32:4; 25-26, 32; 52:20; 62:18). No se hace ninguna mención de dónde desembocaba Sidón en el mar, aunque semejante río debe de haber tenido una desembocadura considerable. Teniendo en cuenta lo corta que era la porción de costa en posesión de los nefitas, el río probablemente alcanzaba el mar en el límite de las posesiones nefitas o más allá de éstas, donde no habrían tenido ninguna razón para mencionarlo.
Naturalmente, sabemos que la “tierra de la primera herencia” estaba en la costa oeste. Después de desgajarse el grupo de Lehi en dos, Nefi condujo al suyo hacia una altitud mayor; huyeron a las tierras montañosas del interior (2 Nefi 5:7-8; comparar con Alma 22:28). La tierra costera de su primera herencia estaba al sur de la tierra de Zarahemla, que era mayor, pero continuaba hacia el norte como una franja paralela a aquella tierra. Esa franja se extendía durante todo el trayecto hacia el istmo (Alma 22:27-29). El yermo del oeste consistía también en una hilera de montañas deshabitadas paralelas a la zona costera, porque los grupos de personas tenían que cruzar sobre el yermo o por un pasaje, en el sur (cerca de Antipara: Alma 56:31-40), o por otro, al norte (Alma 25:2). Naturalmente las corrientes de agua del lado oeste de esta cordillera habrían desembocado en el Sidón, el cual claramente recibía su agua de una cuenca principal. No se menciona otro río en la tierra de Zarahemla). La tierra de Melek se encontraba adyacente al yermo del este y por lo tanto en un margen de tierra cultivable, en la cuenca (Alma 8:3-5). Se podía acceder fácilmente a su posición desde la ciudad de Zarahemla (versículo 3; comparar con Alma 35:13-14; 45:18) pero estaba resguardada de la costa por un yermo montañoso al oeste, puesto que los Ammonitas fueron dispuestos en Melek para protegerlos de las represalias lamanitas (Alma 35:13). Melek nunca fue atacado por los lamanitas, quienes pasaron furtivamente a lo largo de la costa por lo menos dos veces, para atacar Ammoníah, que se encontraba más lejos, al norte (Alma 25:1-2; 49:1, 25).
La ciudad de Abundancia estaba cerca del nivel del mar (Alma 51:32); se encontraba, después de todo, cerca de la costa este del istmo. Hagot eligió un lugar, en la costa oeste, “en los confines de la tierra de Abundancia, cerca de la tierra de Desolación” para construir y botar sus barcos (Alma 63:5-6). El lenguaje empleado aquí podría indicar que la tierra de Abundancia no llegaba hasta el mar del oeste, en el istmo, pero al menos la tierra debe de haber sido relativamente baja, en la mayor parte de la anchura del istmo, como se sugiere en Alma 22: 29-33.
En la tierra del norte estaba la tierra de Cumorah, como una subdivisión de Desolación, o como una continuación de ella. Dentro de esta tierra se encontraba por lo menos una “colina” (Ramah/Cumorah), lo bastante alta como para que el puñado de supervivientes nefitas que la escalaron se escondieran con éxito de los enemigos que se encontraban agrupados al pie de la colina (Mormón 6:6, 11). En las proximidades se encontraban la colina jaredita Comnor y dos valles (Eter 14:26-28), y la colina Shim pudo haber estado ubicada en la misma región (Eter 9:3; Mormón 4:23). Así que las batallas finales tuvieron lugar en este sector de colinas o en otro adyacente, lo que era, desde una perspectiva más amplia, “una región de muchas aguas, ríos y fuentes” (Mormón 6:4). Esto implica un clima húmedo y un desagüe hacia el este desde el altiplano, lo que incluía la tierra jaredita de Morón (Eter 15:8-11). Este húmedo territorio debe de haber sido, en general, la misma área a la que se refiere Moriantón como “cubierta con grandes cuerpos de agua” y la cual él codiciaba. Potencialmente podían formar un bloque o alianza con Abundancia, que se encontraba cerca (Alma 50:29,32). Los jareditas escribieron constantemente que sus antiguas tierras estaban “arriba” en relación con la zona del este, y el registro político aclara que las dos áreas, presumiblemente las tierras bajas del este y las tierras montañosas del oeste fueron durante largo tiempo rivales (Eter 7:4-6, 15-21; 8:2-3; 11:15, 18; 13:27-30; 14:3-7, 11-16, 26). De todos modos, las tierras bajas parece que habían llegado a ser la zona más poblada e importante para el tiempo de la destrucción del pueblo jaredita, como se demuestra por el hecho de que las últimas batallas entre grupos rivales tuvieron lugar allí. Así parece que la división geográfica sirvió de apoyo a una constante división social y política.
En suma, la tierra del norte constaba por lo menos de dos partes: las tierras bajas del este y las porciones de zona montañosa del oeste. Ésta después sería la zona donde se encontraba la capital jaredita de Morón, aunque no se menciona ninguna ciudad llamada Morón, dentro de la “tierra [jaredita] de la primera herencia” (Eter 7:5, 16-17). En la tierra del sur, son importantes cinco características principales: la zona montañosa del sur, el valle de Sidón, una considerable llanura litoral en el este, una estrecha lengua de tierra situada en tierras bajas, y una estrecha franja costera al oeste, paralela a las montañas que bordean la cuenca del río Sidón.
Aún más requisitos
Son escasos los detalles que se dan sobre el clima y la vegetación, pero hay algo de información que nos proporciona requisitos adicionales para nuestro mapa. Se dice que en la tierra de Nefi crecían el trigo y la cebada. Si lo tomamos literalmente, esto sugeriría un clima templado; en el trópico, esto indica tierras montañosas. Parece que la cosecha más importante era el maíz (Mosíah 9:9, después el versículo 14), una planta básicamente semi-tropical. La única referencia que se hace en todo el Libro de Mormón de nieve o frío son las citas que se dan de Isaías, acerca del Próximo Oriente. En algunas áreas del territorio nefita se daban fiebres endémicas, que tienden a confirmar la existencia de un clima casi tropical (Alma 46:40). Se da a entender que, por lo menos en las fronteras del mar del este, había un calor húmedo enervante (Alma 51:33; 52:31; 62:35). Las sequías no eran comunes pero podían ser serias (Helamán 11:4-6; Eter 9:28-35).
Un requisito importante, que sólo se menciona de paso, son las características sociales y culturales. Cualquier área que se proponga como la tierra prometida debe satisfacer ciertos criterios culturales. Por ejemplo, (1) los antiguos habitantes debían ser capaces de leer y escribir, pues mantenían una larga tradición de extensos registros históricos; (2) también están presentes otros elementos básicos de esta civilización, como el desarrollo de la agricultura y el comercio; y (3) el área debía contener para el siglo IV a. C., por lo menos, una población total de millones, incluyendo ciudades de un tamaño considerable.
También, estas características y otras debían aparecer en ciertos lugares y épocas pero no en otras. Ahora poseemos una lista de requisitos, lo suficientemente detallados como para ser de valor: la forma de la tierra, las distancias, la topografía, las características naturales y culturales. Aquí sólo hemos podido tratar la poca información que se halla en el texto de escritura, pero toda ella es consistente consigo misma y con otros datos demasiado específicos para citarlos en esta obra de tipo general. Lo que tenemos hasta ahora nos proporciona una lista preliminar que podemos utilizar para examinar cualquier área geográfica, de un mapa actual, que pueda ser la tierra prometida de los descendientes de Lehi.
Correlación con el mundo real
¿Satisface algun área de las Américas estos requisitos presentados en el Libro de Mormón?[19] En la historia del pensamiento mormón sólo se han propuesto seriamente unas pocas correlaciones entre la geografía del registro y el mapa del hemisferio occidental.[20] Para comenzar, hay muy pocas posibles “lenguas estrechas” que valga la pena considerar. El punto de vista más antiguo suponía que era Panamá la lengua estrecha de la que habla el Libro de Mormón, siendo Sudamérica, o una parte de ella, la tierra del sur. Tan sólo las dimensiones que nos da el Libro de Mormón excluyen a todo el continente, mientras que cualquier intento de considerar sólo parte de Sudamérica cómo tierra del sur entra en conflicto con unos cuantos puntos del texto (por ejemplo, Alma 22:32, “casi se hallaban rodeadas de agua”). La idea que a veces se sugiere, de que parte del continente Sudamericano pudiera haber estado sumergido bajo el mar, dejando en la superficie sólo la reducida tierra que ocupaban los nefitas, no tiene mérito, como lo demuestran las abundantes evidencias geológicas y arqueológicas. Además, por bastantes razones, Panamá no podía ser la lengua estrecha a la que se refiere el Libro de Mormón. Por ejemplo, el grupo de exploración de Limhi dificilmente podría haberla atravesado y haber vuelto sin darse cuenta de que habían salido de la ciudad de Zarahemla.
Se ha sugerido otra correlación para la que la península de Yucatán, al sureste de México, es la tierra del norte, siendo la tierra del sur Guatemala y Honduras. La debilidad más obvia de este esquema es la ausencia de un istmo aceptable. La base de la península del Yucatán no sirve de ninguna manera, y los intentos de identificar como una “estrecha lengua de tierra” un pedazo de tierra aquí o allá, en otro sentido que no sea el literal de un istmo con el mar por ambos lados, contradice las claras declaraciones que nos hace la misma escritura. No es más creíble la propuesta de que la tierra prometida se encontraba por completo en Nicaragua. Las distancias y una multitud de cosas imposibles descarta completamente esta idea.
La única “lengua estrecha” potencialmente aceptable de acuerdo con los requisitos del Libro de Mormón es el istmo de Tehuantepec al sur de México. Todos los Santos de los Ultimos Días que estudian la geografía del Libro de Mormón, y han trabajado, durante las últimas décadas, sistemáticamente en este problema han llegado a este acuerdo. Como hemos visto anteriormente, los líderes de la Iglesia en el tiempo de José Smith aparentemente llegaron a un punto de vista similar, y probablemente él también. Esto situaría los hechos del Libro de Mormón en Mesoamérica, la región cultural del centro y sur de México y el norte de América Central, donde tuvo lugar la mayor intensidad de civilización en la América antigua. Aquí encontramos los requisitos físicos de la tierra prometida, y sólo aquí se evitan los principales defectos de las otras correlaciones. Por ejemplo, el Libro de Mormón deja bien claro que sus habitantes guardaban extensos registros escritos, y Mesoamérica es el único lugar de toda América donde sabemos que se emplearon regularmente y durante largo tiempo genuinos sistemas de escritura antes de la llegada de los europeos.
No obstante, los estudiantes del Libro de Mormón que aceptan el istmo de Tehuantepec como la lengua estrecha de tierra no están de acuerdo entre ellos mismos en cómo se deben interpretar los territorios de alrededor de acuerdo con las tierras que se detallan en el Libro de Mormón. En el transcurso de 35 años de preocupación por el tema, he estudiado todos estos puntos de vista y a veces me han atraído varios. Hasta hace poco, la correlación más conocida ha hecho del río Usumacinta, parte de cuyo curso forma la frontera entre México y Guatemala, el río Sidón. Cierto número de funestos fallos estropean esta imagen. Por ejemplo, no logra en absoluto hacer plausible la razón por la cual Amalickíah atacó por la costa este (Alma 51; 52:1-14), porque, si fuera el río Usumacinta el río Sidón, todo el relato contradiría una sólida y segura estrategia militar. Además, las distancias a lo largo de la costa este, que requerirían una correlación del río Usumancita con el río Sidón, desafían todas las dimensiones que hemos establecido para el territorio nefita.
No sería de provecho considerar aquí cada correlación geográfica que se ha propuesto, indicando una a una las discrepancias entre las mismas y el texto. Baste decir que cuando se consideran exhaustivamente los requisitos geográficos y culturales, sólo queda una correlación. Se corresponde con las afirmaciones del texto en todos sus puntos importantes.
Todavía hay unas pocas afirmaciones del Libro de Mormón que no se pueden ajustar a lo que hoy sabemos acerca del área Mesoamericana. (Éste también sigue siendo el caso de la Biblia, en este asunto.) Se necesita más investigación sobre estos puntos. Pero, desde mi punto de vista, ninguno de estos problemas es serio.
La mayor parte del resto de este libro estará dedicada a los detalles de una exitosa correlación y sus implicaciones culturales. Esta correlación añade mucho a nuestra comprensión del Libro de Mormón, porque nos permite situar la mayor parte de los hechos y descripciones del texto de escritura en un escenario geográfico, histórico y arqueológico específico. Esto crea una sensación de que es algo concreto y nos permite profundizar en su significado de forma sólo comparable a la que hoy es posible hacer con la Biblia en su escenario del Próximo Oriente.
Es prematuro afirmar una precisa identificación de todas las tierras y ciudades del Libro de Mormón. La imagen general es sólida y convincente. Naturalmente, cuanto más nos acercamos a los lugares exactos las preguntas son más numerosas. Una buena razón es que, aunque el Libro de Mormón nos da una considerable información global, en detalles como, por ejemplo, la ruta entre Nefíah y Gedeón, sólo encontramos unas pocas palabras, ni siquiera indicaciones. (Esto es como el problema de la persona que pronostica el tiempo: puede decirnos si va a llover en nuestro estado pero no necesariamente si la lluvia va a caer en la parte de la ciudad donde vivimos). Terminaremos con un panorama plausible: las identificaciones que hacemos en nuestro mapa son verosímiles. No es convincente la evidencia contra el emplazamiento de los hechos del Libro de Mormón en los lugares que muestran nuestros mapas. Algunas de las identificaciones específicas parecen incluso altamente probables. Sin embargo, no estamos absolutamente seguros de ninguna de ellas.
Un punto en el que se debe poner énfasis: la historia que narra el Libro de Mormón realmente sucedió en algún lugar. Los que creemos que el libro es auténticamente antiguo estamos convencidos de que existen lugares reales, donde nefitas y lamanitas reales, hicieron las cosas que el libro dice que hicieron. Algún día esperamos identificar esos lugares, convertir el emplazamiento del Libro de Mormón en algo concreto. ¿Por qué no puede ser ahora el momento? El Sur y Centro de Mesoamérica están tan cualificados para ser el emplazamiento geográfico y cultural del Libro de Mormón que estoy convencido de que ésta fue la tierra de Lehi. Para simplificar, a partir de ahora sólo me ocuparé de esta correlación geográfica, cómo si este asunto estuviera resuelto.
La forma de Mesoamérica
El istmo de Tehuantepec, con su forma de silla de montar, se consideró por mucho tiempo como un buen emplazamiento para el canal que finalmente se construyó a través de Panamá. El lado del istmo que da al Atlántico es muy húmedo y lleno de bosques, ascendiendo gradualmente alrededor de unas cien millas hacia una cuenca cubierta de hierba en un desfiladero de unos 400 pies por encima del nivel del mar. Por el lado del Pacífico, el terreno pierde altura a menos de 20 millas desde la cima hasta una serie de extensas lagunas conectadas con el mar. Los frecuentes vientos secos sólo permiten la existencia de alguna clase de vegetación árida alrededor de las lagunas. La distancia total desde la costa Atlántica hasta el borde de las lagunas es de 120 millas, en línea recta. (Ver el mapa en la portada interior.)
Mapa de la portada interior
Las cordilleras a ambos lados del istmo pertenecen a diferentes zonas geográficas y biológicas. El sur y centro de México, que se encuentran al oeste y norte del istmo, marcan el término de América del Norte, en lo que a plantas y animales autóctonos se refiere, puesto que muchos de los que encontramos normalmente en áreas más templadas y secas de México no aparecen más abajo, al sur del istmo. En el norte y el oeste el clima tiende a ser más seco que en el sur y este. En el lado Atlántico, o zona del Golfo, el río Coatzalcoalcos forma una línea bien determinada que separa las moderadas elevaciones que se levantan al norte, de las extensas, y húmedas llanuras del sur y este. A pesar de estas diferencias de gran escala entre los dos lados del río, muchas características botánicas y climáticas se encuentran a todo lo largo de la llanura costera del golfo. Los efectos del medio ambiente en la población humana fueron ampliamente similares en todas las tierras bajas o “tierra caliente”. Esta zona mantenía una gran población porque era muy productiva agrícolamente, a pesar de lo que podrían parecernos formidables obstáculos.
Más allá del río Coatzacoalcos, a través del estado mexicano de Tabasco, se extiende una tierra baja poco drenada que sufre grandes inundaciones cada año. Fuertes lluvias caen en las áreas montañosas que corren hacia el sur, hacia el mar, durante la estación húmeda. La costa está bordeada con antiguas dunas de arena, a veces de una anchura de millas. Esta franja permite viajar, con alguna dificultad, paralelamente a la playa, pero una maraña de lagunas y pantanos, justo detrás del grupo de dunas, interrumpe la mayor parte de las rutas que van hacia la orilla o que salen de ésta. A lo largo de los ríos principales, los diques de lodo depositados allí por las inundaciones están un poco elevados por encima de los pantanos de alrededor. La mayor parte de la población se encuentra a lo largo de pequeñas elevaciones de buena tierra. Antes de que hubiera modernos sistemas de transporte, prácticamente todos los viajes por tierra, en esta costa de Tabasco, cesaban durante las inundaciones, que llegan a su punto máximo en junio y otra vez en septiembre. Incluso en la estación seca, los viajeros pueden pasar cómodamente sólo a través de unas pocas rutas.
En el lado pacífico del istmo la estrecha llanura es atacada por vientos originados por el empuje de grandes masas de aire, en los meses invierno, que salen del centro de los Estados Unidos y barren el golfo de México; a veces el aire sale a borbotones, a mucha velocidad, a través del desfiladero que se encuentra en las montañas del istmo. Como resultado de esto, la región de las lagunas es notablemente más seca que la pendiente hacia arriba del lado atlántico. La llanura costera occidental es estrecha -de cinco a diez millas- casi hasta la frontera con Guatemala, antes de ensancharse considerablemente.
Curiosamente, los Toltecas de las tierras montañosas de Guatemala llamaban a la franja costera de Tabasco la “frontera del mar,”[21] y los guatemaltecos todavía se refieren a la costa sur como las orillas del marf, que tiene el mismo significado, lo que nos recuerda la expresión nefita “orillas del mar”,[22] como se encuentra en Alma 56:31.
La depresión central de Chiapas se encuentra al sureste del istmo de Tehuantepec (ver el mapa de la portada interior). A través de ella corre un gran río llamado el Río Grande de Chiapas, el Mezcalapa o el Grijalva, dependiendo de quién le dé el nombre, a lo largo de su curso. Esta gran cuenca está limitada en el este por una meseta, que es una extensión de las tierras montañosas de Guatemala[23]. Por sus lados norte y este la meseta desciende hasta las tierras bajas, a través de una maraña de colinas y valles llenos de bosques. Todo este elevado bloque intercepta gran parte de la humedad del Golfo que, de otra manera, llegaría hasta la depresión central. Puesto que el interior está también protegido de la humedad proveniente del aire del Océano Pacífico por una cadena montañosa continua, la Sierra Madre de Chiapas, la cuenca alta del Grijalva es relativamente seca y muy cálida. En la parte más alta se pueden cultivar abundantes cosechas de maíz, cerca de las corrientes. Pero hay pocas áreas de ese tipo que se aprovechen para el cultivo. La mayor parte del terreno es árido y montañoso. Río abajo, la extensión central del Grijalva es más húmeda, pero la región es demasiado desigual para mantener una cantidad considerable de población. Se podía usar partes del río para el transporte o para seguir senderos en este sector, a través de las colinas. Pero viajar hacia el norte de Mesoamérica desde la depresión central de Chiapas era mucho más fácil por vía del valle de Cintalapa, seco y abierto, que conduce al oeste, hacia la costa del Pacífico y por lo tanto al istmo de Tehuantepec. El hecho de que actualmente la autopista Panamericana sigua esta ruta seca y abierta, pone de relieve la seguridad y comodidad del terreno.
Los valles al sur de las tierras montañosas de Guatemala son tan elevados que, por lo general, las temperaturas son agradablemente frescas. (A tales elevaciones intermedias se las clasifica como tierra templada que, en algunos lugares sube hasta la tierra fría). A lo largo del borde Pacífico de estas tierras montañosas, en el lado que se encuentra más tierra adentro, se hiergue un pintoresca hilera de picos volcánicos sobre selectas tierras de valles y dominan la llanura costera por el otro. La cara norte de la masa de altiplanos guatemaltecos se encuentra en el paso de vientos húmedos que soplan tierra adentro desde el mar a ambos lados de la península de Yucatán. Sobre esta ladera caen muchas precipitaciones, lo que no fomenta el asentamiento humano y produce un gigantesco yermo de selva lluviosa. En medio de las tierras altas se encuentra una estrecha depresión que se mantiene bastante seca; las partes más profundas son realmente áridas debido al principio de la lluvia y sombra que vimos actuando en Chiapas, al otro lado de la frontera.
Los templados valles de Guatemala están separados de Chiapas por un conjunto de altas montañas, que incluye el volcán Tajumulco, el pico más alto de centroamérica de unos 14.000 pies de alto. El escarpado valle esculpido por ríos proporciona rutas difíciles, a través de un área abrupta. Era más probable que los viajeros que iban de Guatemala a México cruzaran sobre la elevación de las montañas Cuchumatanes, más llana y fresca, que a través de los desfiladeros. La barrera formada por este conjunto de montañas que separan los dos paises actuales continúa hacia la costa del Golfo como la pendiente cubierta de lluvia y selva que se ha descrito anteriormente.
En la costa del Pacífico, al oeste y norte de Tehuantepec, una franja estrecha y seca se levanta, bastante abruptamente, hasta una barrera de montañas. Tierra adentro, desde esta cordillera, se encuentran tierras montañosas desiguales y áridas que incluyen unos pocos valles fértiles. Este modelo se extiende todo el camino hasta el este de la elevadísima Sierra Madre, cuyos impresionantes volcanes alcanzan la altura de 18.000 pies. De aquí al mar, la tierra desciende hasta las anchas y llanas planicies –la frontera del Golfo de Campeche, que ya hemos mencionado. Justo al norte del istmo, en la costa este, están las montañas Tuxtla, bendecidas con un terreno fértil a causa de su pasado volcánico y los vientos húmedos provenientes del Golfo.
Una Comparación
Con este breve estudio de las características de Mesoamérica en mente, es posible compararlas con las tierras descritas en el Libro de Mormón. La forma general de reloj de arena es evidente en ambas. Las dimensiones son muy similares -esto es, si ignoramos la extensión del norte y oeste de Mesoamérica, lo cual podemos hacer, ya que el Libro de Mormón no dice nada acerca de su área correspondiente. También debemos ignorar la península de Yucatán y sus tierras bajas adyacentes, por que, como indicamos anteriormente, la porción de costa a lo largo del mar del este controlada por los nefitas era pequeña y por eso toda el área este, desde la ciudad de Nefi, no se describe en el libro. Así que las dos áreas de Mesoamérica que no encajan claramente con lo que nos dice el registro nefita acerca de la geografía son precisamente las regiones sobre las cuales el relato de las escrituras es más vago. No hay contradicciones.
(Ver el mapa 5.)
Mapa 5
El río Sidón encaja con el río Grijalva, que sale de las tierras altas, corre a través de una importante cuenca de mediana elevación, luego continúa hacia el mar atravesando una llanura costera considerable. La longitud del río, 300 millas, encaja con lo que hemos dicho acerca del Sidón, y no se encuentra ninguna otra corriente principal en esta parte del sur de México; el Libro de Mormón sólo menciona un río. El istmo de Tehuantepec, con sus 120 millas de ancho, entra justo dentro de la escala de plausibilidad que establecimos para el ancho de la “lengua estrecha”. La distancia indicada en el Libro de Mormón a través de la tierra, desde Ammoníah hasta Moroni, en la costa este, es aproximadamente la distancia a través de la mayor parte de los estados de Chiapas y Tabasco, alrededor de 150 millas.
La topografía también encaja. El grupo de montañas de yermo, que separan las tierras montañosas de Guatemala del centro de Chiapas, es un buen emplazamiento para situar “la estrecha franja de yermo” de los nefitas. Desde ellas fluyen las corrientes cuya confluencia forma el Grijalva, o el Sidón. Las franjas costeras fronterizas de yermo, la presencia de una región de colinas, en un área perfectamente situada para haber sido el campo de la batalla final y otras características, también coinciden.
No se necesitan más detalles sobre este punto. El acuerdo general entre la geografía de Mesoamérica y la del Libro de Mormón puede comprenderse de una manera directa estudiando cuidadosamente el mapa 5. Cualquiera que desee investigar el tema sistemáticamente puede comprobar cada uno de los requisitos enumerados anteriormente y darse cuenta de sus estrechas semejanzas con el escenario mesoamericano.
Muchas características del sur y centro de México y Guatemala parecen encajar decisivamente con el territorio del Libro de Mormón, excepto, quizás, por una importante anomalía. Los escritores del Libro de Mormón hablan de su geografía en términos de “norte” o “hacia el norte” y el “sur” o “hacia el sur” mientras que la posición oblicua de Mesoamérica no parece responder a estos puntos cardinales. ¿Cómo se puede resolver este problema?
La cuestión de las direcciones en el Libro de Mormón
El poner etiquetas a las direcciones siempre ha presentado desafíos lingüísticos y culturales a los pueblos del mundo. Al igual que otras costumbres, todo este asunto es bastante más arbitrario que lógico, como les gustaría pensar a las personas en la actualidad. Nosotros seguimos la tradición europea que dice que es del “este” de donde “sale el sol”; pero en el ártico el sol, indiferente a estas cuestiones, sale por el norte. Incluso en latitudes intermedias el sol sale exactamente por el este sólo dos días al año. El conocer nuestra propia cultura y otras nos puede ayudar a desengañarnos de la idea de que hay un solo “correcto” y “obvio” modo de dar nombre a las direcciones.
En los grupos lingüísticos esquimales orientales se distingue primordialmente entre dirección tierra adentro (literalmente “arriba”) o hacía el mar (“abajo”). Partiendo de esto tenemos la interesante contradicción de que en Labrador una palabra que significa “hacia el mar” se traduce cómo “este”, porque resulta que el mar se encuentra más o menos en esa dirección, mientras que la misma palabra al otro lado del estrecho, en la cercana Groenlandia occidental se corresponde con nuestro “oeste”[24], porque allí el mar está al oeste. Los polinesios utilizan un par de términos similares para las direcciones básicas, “tierra adentro” y “hacia la costa”, combinados a veces con una distinción entre “delante” o “detrás”[25]. Los islandeses se refieren a las direcciones dependiendo de la procedencia del viajero, no de la ruta por la cual ha llegado[26]. (Esta idea aplicada a nosotros significaría que, de un viajero que llega a Nueva York desde Miami diríamos que ha viajado “hacia el este”, siempre y cuando su viaje haya comenzado en California). En el Pueblo Picuris, en Nuevo México, se diferencian y clasifican cinco direcciones y ninguna de ellas equivale a nuestros propios puntos cardinales.
Los israelitas de Palestina, en su esquema mental más común, interpretaban las direcciones como si estuviesen de espalda al mar, de cara al desierto. Así que, entonces yam (“mar”) significaría “oeste”, porque el Mediterráneo se encuentra en esa dirección, mientras qedem (“delante”) representaba el “este”. Yamin (“mano derecha”) significaba “sur”, mientras que shemol (“mano izquierda”) indicaba “norte”[27]. En Palestina este modelo coincidía muy bien con la naturaleza (la costa se extiende aproximadamente de norte a sur) y también resultaba fácilmente traducible a nuestros usos europeos de los términos este, oeste, norte y sur. (Este no era el único modelo de direcciones en uso entre los israelitas, pero era el más fundamental, ya que estaba profundamente arraigado en el lenguaje.) Otros idiomas semíticos, además del hebreo, seguían una lógica similar, aunque algunas veces sus emplazamientos físicos hacían el modelo confuso. Por ejemplo, los asirios se referían al Golfo Pérsico como “el mar del sol naciente”, cuando, de hecho, estaba al sur-sudoeste de ellos.[28]
Supongan por un momento que estaban con el grupo de Lehi cuando éste llegó a la costa del Pacífico de Centroamérica. Según la terminología general de hoy en día, de la civilización occidental, la costa estaría orientada aproximadamente noroeste-sureste. Cuando usted dijera yamah, queriendo decir “hacia el oeste”, el término significaría literalmente “hacia el mar”, aunque el agua estaría realmente “detrás de su espalda” hacia nuestro suroeste. Además, el primer paso que usted diera tierra adentro, alejándose del mar, sería “hacia el este” (“adelante” literalmente) en hebreo; nosotros actualmente diríamos que el movimiento había sido hacia el noreste. En ausencia de una decisión consciente del grupo de desviar el sentido de sus términos de dirección hebreos 45 grados o más, el pequeño grupo de colonos, habría entrado en un nuevo esquema lingüístico en cuanto a las direcciones, al encontrar su modelo de lengua semítica el nuevo marco geográfico.
De hecho, no sabemos el nombre que Lamán, Lemuel, Sam y Nefi daban a sus direcciones, ya que los primeros términos referentes a direcciones sólo aparecen en el Libro de Mormón cientos de años después de su primer desembarco (Mosíah 7:5; 9:14).[29] De todos modos, es interesante que para las lenguas mayas de Mesoamérica el “sur” significa “a la mano derecha” y “norte” “a la izquierda”[30] paralelamente al hebreo. Además de shemol, los hebreos llamaban al “norte” sapon, que significaba “región escondida u oscura”, que recuerda el modelo cultural ampliamente extendido que asocia mala suerte, maldad y oscuridad con la izquierda.[31] Naturalmente los nefitas consideraban que la tierra que se encontraba al norte, en el lado izquierdo del sistema hebreo, estaba bajo una “maldición” (3 Nefi 3:24). Las ruinas y huesos de los jareditas destruidos que descubrieron en la tierra del norte reforzaron esa idea. Los mayas quichés de la tierra montañosa de Guatemala, de los cuales tenemos un importante registro precolombino, el Popol Vuh, relacionaban el sur con la mano derecha y el color rojo; al norte (mano izquierda) se le identificaba con el color negro y con asociaciones mentales negativas tales como la estupidez, la muerte y el infierno.[32] Asociaciones similares, incluyendo los colores, prevalecieron en el Oriente Próximo.[33]
Los toltecas, gobernantes de los quichés, junto con otros grupos pre-hispánicos, llamaban a la zona de tierra baja que bordea el Golfo, cerca del istmo de Tehuantepec “el este”, obligando a los traductores del Popol Vuh a una extraña afirmación: “En las tierras hacia el norte, esto es, ‘en el este.’...”[34] Además, el profesor Vogt planteó la posibilidad de que las antiguas direcciones mayas presentaran una diferencia de 45 grados respecto a las nuestras.[35] Es especialmente interesante otra charla reciente acerca de la antigua terminología de las direcciones en el centro de Mesoamérica:
El Golfo de México, no importa cómo esté situado en relación a la tierra -hacia el este en el norte de México, al norte desde el área costera del Golfo, o al oeste desde la costa de Campeche- es el “mar Este”, y, del mismo modo, el Océano Pacífico es el “mar oeste”. Así que, en el interior de la tierra, alrededor del istmo de Tehuantepec, el oeste está en el lado Pacífico y el este en el área sur de la costa del Golfo[36].
Vimos anteriormente que el Golfo de México, Golfo de Campeche, encaja con el “mar Este” de los nefitas.
Los ejemplos de diversos pueblos, que hemos repasado, demuestran que una orientación simple, en relación a la brújula, de norte/sur/este/oeste no es “natural” ni universal y que otras culturas han propuesto otros sistemas para dar nombre a las direcciones que son difíciles de traducir con claridad al sistema dominante de lenguaje y pensamiento de mundo de hoy. Así que no nos sorprende que, evidentemente, las terminologías nefita y mesoamericana difirieran conceptualmente de las nuestras.
Además, resulta que el territorio mesoamericano es evidentemente difícil de clasificar direccionalmente en términos de la brújula europea porque corta en ángulo nuestra rígida cuadriculación. La experiencia de los conquistadores europeos ilustra este problema. Por ejemplo, el relato del padre Thomas Gage de un viaje desde la ciudad de México hasta la tierra montañosa de Guatemala en el siglo XVII se refería a la dirección de su viaje como “sur.”[37] En realidad, es el este, más que el sur. El atravesó el istmo de Tehuantepec aproximadamente donde se encuentra actualmente la autopista panamericana y finalmente llegó a Chiapa de Corzo, en el río Grijalva. El relato de su viaje menciona haber pasado allí a través de Macuilapa “hacia el norte” desde Chiapa de Corzo. En el mapa se encuentra realmente en el suroeste. Más tarde habla de que la propia Chiapa de Corzo estaba al noreste de la capital de Guatemala (que es realmente el oestenoroeste), mientras que la costa de Chiapas que daba al Pacífico era noroeste para él (en nuestros términos suroeste). Hay una explicación razonable para estas extrañas declaraciones; en general él se dirigía al sur hacia su destino, así que, naturalmente, los puntos que él ya había atravesado le parecían estar “al norte”, aunque el mapa demuestra que en ningún momento su viaje fue directo hacia el sur, según nuestros términos. Casualmente, una región que él dijo que estaba “al este” de la capital de Guatemala se encuentra realmente en el norte, de acuerdo con la brújula; aquí sin darse cuenta entró en el mismo esquema mental de los toltecas pre-colombinos de Guatemala: el norte de los puntos cardinales pasó a ser el “este”. Una afirmación de un prominente arqueólogo en 1982 tropezó con la misma expresión: “Al norte de la región Maya […] en el Monte Albán en Oaxaca.”[38] La dirección real es oeste-suroeste; el norte literal conduciría a Cuba, no a Oaxaca.
Es importante un punto semántico del Libro de Mormón. Este se refiere normalmente a la “tierra al norte” y la “tierra al sur”, raramente a la “tierra norte” o “tierra sur”. (Estos últimos términos aparecen sólo siete veces; los primeros 47 veces.)[39] La preposición a o hacia significa “tendiendo o dirigiéndose a.” Gage, correctamente, pensó que Guatemala estaba “hacia el sur” de la ciudad de México, aunque técnicamente está más hacia el este. De igual manera, si usted toma un avión en Los Angeles, hacia Caracas, Venezuela, ¿no considera mentalmente esta dirección hacia el sur? Después de todo, el destino es Sudamérica; pero realmente se termina viajando más hacia al este que al sur. A pesar de todo, hacia el sur es correcto.
Ninguna de estas consideraciones implican que las personas involucradas no entendían las direcciones reales. Los antiguos habitantes de Guatemala sabían tan bien como usted o yo o Thomas Gage por donde salía el sol. El problema no era el de la ignorancia sino el de un diferente esquema conceptual y lingüístico entre su cultura y la nuestra.
Si todo este asunto suena un poco complicado, todavía podemos estar agradecidos por una cosa. Mormón y José Smith, que nos proporcionaron el Libro de Mormón, podían haber empeorado las cosas siendo “literales”. Imaginese tener que leer una y otra vez acerca de la “tierra noroeste-este,” o quizás del “mar que está al suroeste de Zarahemla pero al sureste de parte de la tierra noroccidental.” Esto hubiera sido literalmente correcto según nuestros términos, pero muy farragoso.
Lo que comenzó siendo un “problema” con las direcciones se ha resuelto plausiblemente. Hemos descubierto que el texto nefita tiene sentido cuando se vincula al pensamiento e idioma hebreos por una parte, y a las condiciones de Mesoamérica por otra.
El “Estrecho Pasaje”
Otra pregunta geográfica que continuamente se presenta cuando se lee el Libro de Mormón es la naturaleza y la localización del “estrecho pasaje” mencionado en Alma 50:34 y 51:9 y en Mormón 2:29 y 3:5. De estos versículos, se infiere que el pasaje no es lo mismo que la estrecha “lengua” de tierra. Más bien, se trata de algún tipo de rasgos específicos dentro del área del istmo. Alma 50 nos dice cómo Teáncum interceptó al fugitivo grupo de Moriantón justo cuando ambos llegaban a un punto muy específico, “cerca del estrecho paso que conducía al lado del mar a la tierra norte, sí, por el mar, al oeste y al este.” También está claro que los grupos pasaron cerca de la ciudad de Abundancia para tener acceso a este pasaje desde el área litoral oriental (Alma 51:28-30; 52:9, 27; 53:3-4). Sin embargo, no se menciona la ciudad de Abundancia cuando se accede al pasaje desde el mar occidental, como se demuestra en Mormón 2:3-6, 16-17, y 29 hasta 4:23. (Quizás la ciudad ya no estaba habitada para el siglo IV a. C.)
Encontramos una solución a esto observando los minuciosos detalles geográficos del área del istmo de Tehuantepec. Aparece una formación irregular de arenisca y grava, como una loma, que tiene una anchura media de un par de millas y se eleva de 150 a 200 pies por encima del campo que la rodea. Se extiende hacia el oeste, desde el curso inferior del río Coatzacoalcos. Proporciona el único camino seguro durante todo el año, desde el área de la costa oriental del istmo “hacia el norte” hasta Veracruz central.[40] A ambos lados de esta loma se inunda periódicamente una porción considerable de tierra, hasta unos 12 pies de profundidad durante la estación húmeda.[41] A veces, durante esta estación, el pasaje de la loma conduciría realmente “por el mar, al oeste y al este” (Alma 50:34), porque el agua, en las cuencas inundadas, estaría a ambos lados de la loma e impediría el viaje de forma tan eficaz como el mar, con lo que se producirían constantes inundaciones. Incluso en la estación seca, el terreno bajo está obstruido con arbustos espinosos, entrelazado con lagunas, y hace que no sea práctico como ruta habitual. Esta formación se extiende desde cerca de Minatitlán, la ciudad que se encuentra actualmente en el río Coatzacoalcos, 20 millas hacia oeste hasta Acayucán. Desde allí, la ruta normal conduce más al oeste, hasta el donde se encuentra con el río en San Juan, una confluencia clave. La autopista actual corre, en parte, a través de esta elevación para evitar el estado pantanoso en el que se encuentran ambos lados. Donde lo hace, sigue esencialmente el camino pre-europeo que se había usado como camino de preferencia durante miles de años (ver el mapa 7.)
Mapa 7
En el término oriental, la cordillera comienza en Paso Nuevo, el vado principal del Coatzacoalcos, justo debajo de Minatitlán. Al este del vado la ruta normal conduce, a través de las llanuras y colinas bajas, hacia Tabasco. Si, como Moriantón (Alma 50:33-34), uno llega desde la llanura de Tabasco, el vado y la ruta de la loma se verían como la entrada a la tierra del norte. El ejército interceptor de Teáncum obstruyó la entrada, probablemente en el cruce del río. Y la ciudad de Abundancia, que debía de estar próxima, se encontraría cerca de la ribera oriental (hacía el este), en algún lugar en una extensión de diez millas, entre el vado y la costa (comparar Alma 50:32, 34; 51:28-30; 53:3-4; 3 Nefi 11:1; 19:10-12).
¿Dos Cumorahs?
Una pregunta lógica y necesaria, que muchos lectores se deben de haber estado haciendo a sí mismos, es: ¿cómo obtuvo José Smith las planchas de oro al norte del estado de Nueva York si el último campo de batalla nefita estaba en Mesoamérica?
Repasemos dónde tuvo lugar la batalla final. El Libro de Mormón pone en claro que la destrucción, tanto de jareditas cómo de nefitas, tuvo lugar cerca de la estrecha lengua de tierra. Sin embargo, Nueva York está a miles de millas de cualquier configuración que se pueda describir plausiblemente como lengua estrecha. Así que el mismo libro elimina la idea de que los nefitas perecieran cerca de Palmyra.
Entonces, ¿cómo llegaron las planchas desde el campo de batalla, hasta Nueva York? No tenemos una respuesta definitiva, pero podemos reconstruir una imagen plausible. Mormón nos informa de que él enterró todos los anales bajo su custodia en la colina de Cumorah de la batalla final, excepto ciertas planchas de oro claves (Mormón 6:6), las cuales, según tradujo José Smith, confió a su hijo Moroni. Más tarde, 35 años después, Moroni todavía seguía añadiendo sus escritos a estos anales (Moroni 10:1). El nunca nos dice dónde tenia la intención de depositarlos, ni dónde se encontraba él cuando los selló (Moroni 10:34). La manera más obvia para que las planchas llegaran al estado de Nueva York habría sido que alguien las llevara allí. Moroni mismo podría haberlo hecho durante esas últimas y solitarias décadas.
¿Podría haber sido capaz Moroni de sobrevivir a un viaje de varios miles de millas, atravesando poblaciones y tierras extrañas, si él fue quien transportó los anales?[42] Semejante viaje no sería más sorprendente que el viaje del grupo de Lehi por tierra y mar, un viaje alrededor de la mitad del mundo. De hecho, tenemos el sorprendente caso de un viaje muy parecido al que Moroni pudo haber hecho. A mediados del siglo XVI, David Ingram, un marinero inglés naufragado, anduvo, durante 11 meses, a través de un territorio indio completamente extraño, desde Tampico, México, hasta el río San Juan, actualmente en la frontera entre Maine y Canadá.[43] Este extraordinario viaje habría sido, aproximadamente, de la misma distancia del que hizo Moroni, y, esencialmente, por la misma ruta. Así que el que Moroni llevara las planchas hasta Nueva York, incluso sólo con sus propias fuerzas, parece factible.
¿Qué hay de la Gran Catástrofe?
La localización de Cumorah no es la única pregunta que vendrá a la mente de un lector atento. ¿Que ocurre si las condiciones físicas han cambiado tanto desde tiempos los antiguos hasta los modernos, que ya no se pueden encontrar los antiguos emplazamientos? Sabemos por el Libro de Mormón que, a causa de terribles terremotos y otras destrucciones al tiempo de la crucifixión de Jesucristo, “la faz de la tierra entera” cambió. ¿Podría ser que hoy en día no hubiera medio de reconstruir la geografía de los tiempos de antes de la crucifixión?
La respuesta a esto también se encuentra en el libro. Mormón y Moroni vivieron y escribieron después de esos catastróficos cambios. Ellos no tuvieron ningún problema en identificar lugares que habían conocido durante sus vidas con los lugares a los que se referían Alma o Helamán antes de la catástrofe. Nada de la geografía de antes de la crucifixión parece haberles confundido. El mismo libro dice que los cambios que tuvieron lugar durante la crucifixión del Salvador fueron principalmente en la superficie. Abundancia se encontraba todavía en su sitio, su templo continuaba allí cuando apareció el Salvador resucitado (3 Nefi 11:1). Zarahemla fue reconstruida sobre las ruinas quemadas de la ciudad anterior (4 Nefi 1:8). El estrecho pasaje estaba todavía en la misma posición clave durante las batallas finales como lo había estado antes, hacía más de cuatro siglos. El río Sidón todavía mantenía el mismo curso, y Ramah/Cumorah, la destacada colina, presidía sin ningún cambio, la aniquilación de su segunda población. Así que el propio registro no da ninguna justificación para suponer que la forma o naturaleza de la tierra cambiara en ninguno de sus aspectos esenciales, a pesar de la impresionante destrucción que señaló la muerte del Salvador. Tampoco hay ninguna prueba geológica científica segura que nos conduzca a suponer que ocurrieran cambios más importantes. Nada de lo que sabemos nos impide situar la mayor parte de los antiguos emplazamientos en el mapa actual.
Un mapa general del Libro de Mormón
Ahora es posible presentar un mapa resumido que correlacione los lugares del Libro de Mormón con las características del mapa de Mesoamérica. Se ha dicho ya bastante para poner en claro que no todas las ecuaciones se han hecho con la misma seguridad, y ninguna con una certeza absoluta -todavía.- El resto del Libro de Mormón nos dará muchos detalles de los puntos esbozados aquí. (Ver el mapa 5.)
Mapa 5
· La lengua estrecha de tierra es el istmo de Tehuantepec.
· El mar este es el Golfo de México o el que lo comprende, el Golfo de Campeche.
· El mar oeste es el Océano Pacífico al oeste de México y Guatemala.
· La tierra del sur se compone de la porción de México que se encuentra al este y sur del istmo de Tehuantepec; comprende principalmente los estados de Chiapas y Tabasco, junto con la zona de tierras montañosas y la costera de Guatemala y posiblemente con parte de El Salvador.
· La tierra del norte se compone de la parte de México que se encuentra al oeste y norte del istmo de Tehuantepec, que incluye todo o parte de los estados de Veracruz, Oaxaca, Puebla y Guerrero, (y posiblemente más).
· El río Sidón era el río Grijalva. La ciudad de Zarahemla estaba situada en la ribera occidental del río y podía, muy bien, haber sido el emplazamiento arqueológico de Santa Rosa (el cual se encuentra inundado por las aguas retenidas por la represa de Angostura).
· La tierra jaredita de Morón era probablemente el valle de Oaxaca.
· El campo de batalla final, donde los pueblos jaredita y nefita encontraron su fin, estaba alrededor de las montañas Tuxtla, en el sur de Veracruz central.
· La ciudad de Nefi estaba probablemente en el emplazamiento arqueológico de Kaminaljuyu, el cual actualmente forma parte de los suburbios de la ciudad de Guatemala; la ciudad de Nefi, en su sentido más amplio, estaba constituida por las tierras montañosas del sur de Guatemala.
La identificación de estos sitios no es el final del estudio, sino el principio. Una vez que sabemos donde situar los hechos y los pueblos, estamos en posición de preguntarnos acerca de lo que pasó y cuando. Nuestros emplazamientos para Nefi, Zarahemla o Abundancia serían una prueba de las migraciones de algunos de los pueblos cuya historia se esboza en el Libro de Mormón, y necesariamente la prueba debe tener una fecha adecuada o, si no, habríamos cometido un serio error. De todos modos, investiguemos lo que investiguemos, estos emplazamientos deben permanecer como una referencia fundamental. Volveremos una y otra vez para detallar y ampliar la imagen que hemos expuesto antes tan brevemente.
He dicho, con la suficiente frecuencia, que los resultados no son concluyentes. Sin embargo, de ahora en adelante planeo asumir que la cuestión geográfica ya está resuelta, en términos generales. Es sensato asumir esto para poder seguir progresando en otros asuntos. Personalmente estoy seguro de que tenemos una alta probabilidad de conocer el mapa nefita. Además, ningún mapa con otra correlación sirve; todos los otros que conozco contienen defectos fatales. Por el contrario, la imagen que se ofrece aquí es completamente plausible. Esto se volverá más evidente a medida que continuamos nuestro razonamiento. Así que examinaremos pruebas más detalladas de cómo encajan el libro y las fuentes externas.
José Smith, o alguien próximo a él, escribió en 1842 que “No será una mala idea comparar las ruinas de las ciudades del Sr. [John Lloyd] Stephens con las del Libro de Mormón.” Desde entonces, todos los intentos de llevar a cabo este proyecto han sido paralizados por la incapacidad de precisar los emplazamientos, las fechas y la naturaleza de los paisajes y lugares, para poder compararlos con los del Libro de Mormón. Los Santos de los Ultimos Días continúan diciendo que algún día, cuando sepamos mucho más, seremos capaces de hacerlo. Bueno, sabemos tanto que los Santos de los Ultimos Días que estén atentos no pueden posponer más la tarea.
[1] Franklin D. Richards y James A. Little, eds., Compendium (Salt Lake City: Deseret News Press, 1886), p. 289.
[2] Brigham H. Roberts, New Witnesses for God, vol. 3 The Book of Mormon, vol. 3 (Salt Lake City: Deseret News Press, 1926), pp. 501-3; John Widtsoe, “Is the Book of Mormon Geography Known?” en A Book of Mormon Treasury: Selections from the Pages of the Improvement Era (Salt Lake City: Bookcraft, 1959), pp. 128-29.
[3] Por ejemplo, la declaración de Oliverio Cowdery en Francis W. Kirkham, A New Witness for Christ in America: The Book of Mormon (Independence Missouri: Zion´s Printing and Publising Co., 1942), p. 93.
[4] Nancy C. Williams, Meet Dr. Frederick Granger Williams ... After One Hundred Years (Independence, Missouri: Zion´s Printing and Publishing Co., 1951), pp.101-3.
[5] Incidentes de viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán. (N. del T.)
[6] Millennial Star 10 (15 de Noviembre 1848): 347.
[7] Juvenile Instructor 25 (Enero de 1890): 18-19.
[8] The Instructor 73 (Abril de 1938): 160.
[9] Informe de la Conferencia de Abril de 1929 (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, 1929), pp. 15-66.
[10] Witdsoe, “Book of Mormon Geography,” pág. 130.
[11] Cyrus Gordon, Introduction to Old Testament Times (Ventor, New Jersey: Ventnor Publishers, 1953) pág. 107.
[12] R. E. W. Adams, “The Ceramic Chronology of the Southern Maya.” Segundo informe preliminar de la Fundación para las Ciencias Nacionales, Grant GS 610, Universidad de Minnesota, duplicado en Minneapolis, 1966, pág. 5.
[13] Ibid.
[14] Robert F. Heizer, “Physical Capabilities of the Capabilities of the California Indians,” Masterkey 45 (1971): 109-13.
[15] Bernardino de Sahagún, Historia de las cosas de Nueva España (México: Editorial Nueva España, 1946), pág. 281.
[16] Mariano Veytia, Historia antigua de México, vol 1 (México Leyendia, 1944), pág. 152; Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Obras históricas, vol. 1 (México: Editora Nacional, 1952) pág. 24.
[17] Stan Larson, “Change in Early Texts of the Book of Mormon,” Ensign 7 (Septiembre de 1976), pp. 28-33. Estas palabras todavía no están en la traducción al castellano. (N. del T.)
[18] Abajo, al sur. (N. del T.)
[19] Para un análisis mucho más detallado de toda la información geográfica que se encuentra en el Libro de Mormón, ver mi libro The Geography of Book of Mormon Events: A Source Book. Edición revisada, F.A.R.M.S., 1992.
[20] Resumidos en The World of the Book of Mormon de Paul R. Cheesman (Salt Lake City: Deseret Book, 1978), pp. 28-33. Ver un completo tratamiento de la historia de docenas de interpretaciones del mapa en The Geography of Book of Mormon Events, parte una y dos.
[21] Robert M. Carmack Toltec Influence on the Postclassic Culture History of Highland Guatemala , MARI 26 (1968), pág. 65.
[22] Felix W. McBryde Cultural and Historical Geography of Southwest Guatemala , SISA 4 (1945), pág. 4.
[23] Un práctico y breve tratado de la geografía, geología y clima de Chiapas y especialmente de la depresión central se encuentra en Archaeological Exploration of the Upper Grijalva River, Chiapas, Mexico de Gareth W. Lowe, NWAF 2 (1959), pág. 4-7. Una excelente fuente, de más amplio alcance, es Middle America: Its Lands and Peoples de Robert C. West y John P. Angelli. Segunda edición (Englewoods Cliffs, New Jersey: Prentice Hall, 1976).
[24] Louis-Jacques Dorais “Some Notes on the Semantics of Eastern Eskimo Localizers” Anthropological Linguistics 13 (1971): 92.
[25] Phil De Vita, “A Partial Investigation of the Spatial Forms of Some Tuamotuan Dialects” Anthropological Linguistics 13 (1971):401-20.
[26] George L. y Florence H Trager “The Cardinal Directions at Taos and Picuris, Anthropological Linguistics 12 (1970):31-37.
[27] S. H. Weingarten, “Yam Suf-Yam Ha´adom,” Beth Mikra 48 (1971):100-104.
[28] P. Cornwall, “On the Location of Dilmun,” American Schools of Oriental Research, Boletín 103 (1946) pág. 8.
[29] Algunas personas han pensado que la Liahona de Lehi (1 Nefi 16:10) era un aparato magnético. Yo no encuentro ninguna evidencia convincente de semejante punto de vista. Una valiosa charla de Hugh Nibley sobre esto nos da una imagen alternativa de su funcionamiento: Since Cumorah (Salt Lake City: Deseret Book, 1967), pp. 283-96.
[30] J. E. S. Thompson, Maya Hieroglyphic Writing: An Introduction, rev. ed. (Norman: University of Oklahoma Press, 1960) pág. 249; idem, Maya History and Religion (Norman: University of Oklahoma Press, 1970), pág. 176; Cecelia F. Klein, “Post-Classic Mexican Death Imagery as a Sign of Cyclic Completion,” en Death and the Afterlife in Pre-Columbian America, ed. Elizabeth P. Benson (Washington, D.C.: Dumbarton Oaks, 1975), pp. 80-81.
[31] Charles E. Osgood, “The Cross-Cultural Generality of Visual-Verbal Synesthetic Tendencies,” Behavioral Science 5 (1960): 146-49; R. Hertz, Death and the Right Hand (Glencoe, Illinois: Free Press, 1960). Leer Mosiah 5:10-12.
[32] Munro S. Edmonson, The Book of Counsel: The Popul Vuh of the Quiche Maya of Guatemala, MARI 35 (1971), pág. 36. La gama de colores difiere algo en otras regiones mesoamericanas.
[33] Weingarten, “Yam Suf,” pág. 103.
[34] Adrian Recinos, Delia Goetz y Sylvanus G. Morley, traductores, Popol Vuh (Norman: University of Oklahoma Press,1950), pp. 68-69, 207.
[35] Evon Z. Vogt, Zinacantan: A Maya Community in the Highlands of Chiapas (Cambridge: Harvard University Press, 1969) pág. 602.
[36] Andrew J. McDonald, “The Origin and the Nature ofPlatform Complexes in Southern Chiapas, Mexico” (borrador de tesis doctoral, University of Texas), pág. 80 (copia en posesión de J. L. Sorenson). La imagen de Klein añade a la afirmación de McDonald: “Invariablemente . . . el norte era asociado con el este, el sur con el oeste. De hecho, el norte y el sur eran comparativamente poco importantes en el pensamiento mesoamericano y, frecuentemente, eran relacionados con las direcciones del mundo más importantes de este y oeste. De esa manera, el norte comparte con el este la connotación del cielo y lo que está por ‘encima’, mientras que el sur, al igual que el oeste representan la tierra y lo que esta ‘debajo’ (Death Imaginery,” pág. 81). Con la explicación de Klein, se aclara la afirmación de Recinos, Goetz y Morley sobre el “este” y el “norte”. Este modelo de unión de las direcciones puede estar reflejado en el Libro de Mormón, donde Jesús surge del cielo en Bountiful, cerca de la costa este, mientras que las dos ciudades destruidas durante su crucifixión, cuya posición se identifica claramente como “en el sur”, Moroni, convenientemente hundida en el mar, y Jerusalén, donde las aguas se levantaron para cubrirla. La asombrosa congruencia entre los “hechos objetivos” de la historia y el modelo estructural ha sido presentado por Y. T. Radday (Chiasm in Kings,” Linguistica Biblia 31 [1974]: 52-67), aunque él no puede explicar la concordancia. No es más fácil sugerir el cómo los hechos objetivos de la geografía pueden concordar con el modelo de espacio conocido por la gente
[37] J. E. S. Thompson, ed., Thomas Gage´s Travels in the New World (Norman: University Oklahoma Press, 1958), pp. 181, 193-95.
[38] Kenneth G. Hirth, “Transportation Architecture at Xochicalco, Morelos, Mexico,” Current Anthropology 23 (1982):322.
[39] En la traducción oficial del Libro de Mormón al castellano se han hecho cambios que alteran estas proporciones. (N. del T.)
[40] J. J. Williams, The Isthmus of Tehuantepec, Being the Results of a Survey for the Railroad to Connect the Atlantic and Pacific Oceans (New York, 1852) pp. 21-35.
[41] Ibid. Ver también Michael D. Coe, “Photogrammetry and the Ecology of Olmec Civilization” (ponencia dada en la conferencia de trabajo sobre fotografía áerea y antropología, Cambridge, Massachusetts, 10 y 11 de mayo de 1969), pp. 8-9. Sólo marzo, abril y comienzos de mayo tienen poca cantidad de lluvias. Los ríos comienzan a crecer rápidamente en junio y alcanzan su máximo caudal entre julio y septiembre, inundando toda la tierra que se encuentra por debajo del nivel de los 24 metros, en las proximidades de San Lorenzo, el emplazamiento olmeca.
[42] J. N. Washburn ha escrito un interesante obra especulativa describiendo como Moroni podría haber hecho semejante viaje: “The Son of Mormon”, no hay fecha ni lugar (disponible en la biblioteca de BYU). A propósito, el libro de J. A. y J. N. Washburn, An Approach to the Study of the Book of Mormon Geography (Provo, Utah: New Era Publishing, 1939), es valioso por su tratamiento del Libro de Mormón, basado sólo en el texto. Fue el primer estudio serio sobre el tema.
[43] “Man Alone,” Christian Science Monitor (1 de Junio de 1967), pág. 16
John L. SORENSON
UN ESCENARIO PARA EL LIBRO DE MORMÓN
EN LA AMÉRICA ANTIGUA
Deseret Book Company. Salt Lake City, Utah, 1985
Traducción: Estrella Lafont
Capítulo 1
Trazando el Mapa del Libro de Mormón
De forma preliminar a nuestra investigación, debemos establecer dónde se desarrollaron los hechos del Libro de Mormón dentro del hemisferio occidental. Deberíamos saber si ocuparon la totalidad del continente americano. Si el escenario fue un territorio restringido, entonces este hecho es esencial. Equivocarnos en la geografía nos envolvería en un conjunto de errores en cadena que inevitablemente harían fracasar cualquier conclusión que sacáramos. Si nosotros no supiéramos dónde, y naturalmente cuándo, encontrar datos comparativos, podríamos también tratar de dar luz al Libro de Mormón asumiendo su emplazamiento en España o en Siberia.
¿Un mapa autorizado?
Algunos Santos de los Ultimos Días se enfrentan a problemas como el de la geografía del Libro de Mormón recurriendo automáticamente a los líderes de la Iglesia para encontrar respuestas. Parece apropiado, entonces, comenzar preguntándonos si la geografía del Libro de Mormón ha sido determinada por estos líderes o no.
Las fuentes históricas no nos indican que Moroni diese a José Smith instrucciones geográficas, ni tampoco José Smith declaró tener inspiración sobre el asunto. Las ideas que expresó más tarde acerca de la localización de los hechos de que se habla en el libro aparentemente reflejaban lo mejor de su opinión personal. Lo que parece una primera interpretación consensuada de la geografía del Libro de Mormón de él y de sus asociados era amplia: la tierra del sur era la totalidad de América del Sur, la tierra del norte, el continente norteamericano. Esto es lo que nos indica un registro manuscrito de 1836 de Frederick G. Williams, que atribuye a José Smith la declaración de que: “Lehi y su tripulación desembarcaron en el continente sudamericano, en Chile, a treinta grados de latitud sur.”[1] Líderes de la Iglesia como B. H. Roberts y John A. Widtsoe, ambos críticos prudentes, vacilaron al aceptar el origen de la declaración del profeta,[2] sin embargo ciertamente no sería sorprendente que el profeta haya sostenido alguna vez este punto de vista, ya que otros primeros miembros parecen haberlo creído.[3] (Williams dijo más tarde que la declaración sobre Chile le fue hecha a él por un ángel en vez de por José Smith.)[4] En vista del hecho de que, con el tiempo, las ideas del Profeta sobre otros temas maduraron, sus ideas sobre la geografía del Libro de Mormón podrían haber experimentado un cambio. En 1842, un editorial en el periódico de la Iglesia Times and Seasons (del 15 de septiembre, páginas 921-22) afirmaba que “Lehi... desembarcó un poco más al Sur del Istmo de Darién (Panamá).” José Smith había asumido seis meses antes (pág. 710) la responsabilidad exclusiva por el contenido del periódico, a pesar de que el editor oficial era John Taylor. El lugar que se menciona es, naturalmente, alrededor de tres mil millas al norte del punto de Chile que menciona la cita de Williams.
En el plazo de pocas semanas apareció otro artículo sobre geografía en el periódico. Un notable “bestseller” de aquel tiempo era el libro de John Lloyd Stephens Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán,[5] publicado en 1841. En el número de septiembre de 1842 se hizo una reseña entusiasta del libro de Stephens, con extensos extractos del fascinante relato, que describía las maravillas de las ruinas mayas, por primera vez en una fuente de lengua inglesa fácilmente accesible. Al comentar el primer extracto, el anónimo escritor afirmó que los nefitas “vivieron alrededor de la estrecha franja de tierra, que ahora abarca Centroamérica, con todas las ciudades que se encuentran allí” (pág. 915). Dos semanas después el escritor llegaba a una nueva conclusión:
Desde que nuestro “Extracto” del libro “Incidentes de viaje” etc. del señor Stephens fue publicado, hemos encontrado otro hecho importante relacionado con la veracidad del Libro de Mormón. América Central, o Guatemala, está situada al norte del Istmo de Darién y en otro tiempo abarcaba varios cientos de millas de territorio de norte a sur. La ciudad de Zarahemla, incendiada en el tiempo de la crucifixión del Salvador, y reconstruida más adelante, se encontraba en esta tierra.
El autor del artículo añadió, con frases pintorescas pero con cautela digna de elogio,
No vamos a declarar categóricamente que las ruinas de Quirigua (en Guatemala) son las de Zarahemla, pero cuando la tierra, y las piedras, y los libros narran la historia tan claramente, somos de la opinión de que se requerirían más pruebas de las que los judíos podían aportar para probar que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús de la tumba, para demostrar que las ruinas de la ciudad que nos ocupa no son las que se mencionan en el Libro de Mormón.
No tenemos seguridad de que las declaraciones del periódico fueran hechas por José Smith aunque él tenía la responsabilidad editorial del mismo. Ni tampoco podemos estar seguros mediante otra fuente de la conclusión a la que llegó sobre el asunto. Tanto si el profeta personalmente creyó que las tierras nefitas se encontraban en Centroamérica o no, los líderes que se asociaban diariamente con él sintieron que esta era la mejor contestación a la pregunta “¿dónde?”. Incluso podría ser más importante para los Santos de los Ultimos Días saber que ésta se consideraba una pregunta abierta, para ser meditada e investigada, y que ellos complementarían su estudio de las escrituras con los mejores recursos del limitado saber secular que les era accesible en aquel tiempo. Veintitrés meses después de las afirmaciones del Times and Seasons, murieron José Smith y su hermano Hyrum. Los sucesos que se acumularon durante este agitado periodo anterior al martirio del profeta, le dejaron escaso tiempo libre para estudios de geografía. Sin embargo, una afirmación de Orson Pratt, de 1848, demuestra la continuidad de las ideas expresadas por el Times and Seasons seis años antes. Los nefitas, dijo Pratt, “habitaron las ciudades del Yucatán durante el tiempo en que fueron atacados y expulsados de la tierra del sur”,[6] obviamente esto excluye a Panamá como “la estrecha franja de tierra”.
La preocupación principal de la siguiente generación de Santos fue simplemente sobrevivir. Cuando más adelante, durante el siglo XIX, se reavivó el interés por la geografía del Libro de Mormón, los líderes de la Iglesia tuvieron cuidado de no dejar que se produjeran divisiones entre los Santos por esta cuestión o que las opiniones se convirtieran en dogmas. El Elder George Q. Cannon, una de las fuerzas intelectuales de aquel tiempo en la Iglesia, dijo en 1890:
Existe la tendencia, que se manifiesta con fuerza en estos momentos entre algunos hermanos, de estudiar la geografía del Libro de Mormón. […] Se pide a menudo a los hermanos que dan discursos sobre las tierras de los nefitas que preparen sugerentes mapas ilustrativos de la geografía nefita, pero nunca deberían haber consentido en hacerlos. Tampoco sabemos de ningún apóstol que quisiera emprender tal labor. La razón es que, sin más información de la que tienen, no están preparados ni siquiera para sugerir [una solución].[7]
El presidente Joseph F. Smith, el presidente de los Setenta Anthony W. Ivins, y el apóstol John A. Widtsoe se encontraban entre las autoridades que más tarde afirmaron que la Iglesia no adoptaba ninguna posición sobre las localizaciones específicas del Libro de Mormón. El presidente Smith, por ejemplo, cuando se le pidió aprobar un mapa “mostrando el lugar exacto donde Lehi y su tripulación desembarcaron,” se negó a hacerlo, alegando que el “Señor todavía no lo ha revelado.”[8] Elder Ivins advirtió en 1929, “Todavía no se ha anunciado nada definitivo que resuelva definitivamente la cuestión [de la geografía del Libro de Mormón]. Así que la Iglesia dice: sí, estamos simplemente esperando a descubrir la verdad.”[9] Esta cautela ha sido la trayectoria que se ha seguido consecuentemente desde entonces, dejando libertad para que los individuos estudien y examinen el tema sin poner a las autoridades en el compromiso de tener que defender o refutar el punto de vista personal de alguien.
Incluso en un resumen tan breve como éste, queda claro que las autoridades de la Iglesia desde la época de José Smith hasta ahora no han llegado a ningún consenso, no han hecho ninguna declaración autorizada, ni han informado de ninguna solución definitiva a la cuestión de la geografía de Libro de Mormón. Sin embargo, nunca les ha parecido un problema insoluble, sólo difícil. Elder Widtsoe pensaba que “a fuerza de un estudio diligente, con oración, podemos llegar a comprender mejor la época y los lugares de las personas que se mueven a través de las páginas del divino Libro de Mormón.”[10] No, las autoridades de la Iglesia no nos han resuelto ninguno de los problemas más importantes sobre el emplazamiento geográfico del Libro de Mormón. Debemos buscar las respuestas en algún otro lugar.
¿Qué Dice el Libro?
El primer lugar donde debemos buscar conocimiento sobre el contexto del Libro de Mormón es el propio libro. Recurrir al original es la base de todo conocimiento sólido cuando alguien trabaja con un texto antiguo. Un renombrado experto en tierras bíblicas y del Antiguo Testamento lo dice de este modo: “No se puede nunca enfatizar demasiado el que los descubrimientos arqueológicos tienden a justificar el significado literal del texto contra [cualquier otra] interpretación erudita y tradicional. Esto no sólo es válido para la Biblia, sino para todos los textos antiguos en general.”[11]
Pero ¿se encuentra suficiente información para mostrar una imagen coherente y digna de confianza en el mismo libro? Algunos Santos de los Ultimos Días han escudriñado las claves que el Libro de Mormón proporciona sobre geografía y han elaborado varios mapas mostrando lo que ellos consideran que son las conexiones entre las tierras y ciudades mencionadas. Decir que han llegado a conclusiones variadas, es una expresión exageradamente moderada. En efecto, nosotros debemos elaborar un mapa semejante sistemática y extensamente. De cada afirmación del libro debemos extraer toda la información importante, y debemos hacerla encajar toda sin contradicciones. A pesar de sus contribuciones, todos los mapas anteriores han sido incompletos y poco consistentes al tratar la información importante del Libro de Mormón. Ninguno es totalmente digno de confianza.
Construir un mapa que sea internamente coherente no es más que el primer paso. Seguidamente debemos hacer que se correspondan las tierras y ríos del Libro de Mormón con lugares existentes, lugar por lugar, tal como lo han hecho los expertos en lo que respecta a gran cantidad de la información que se encuentra en la Biblia. Si no fuera por eso, los sucesos que se encuentran en el libro permanecerían en un limbo geográfico; y nosotros tendríamos sólo un mapa simulado.
Nuestra primera tarea consiste en analizar las características esenciales de las tierras descritas en el libro. Esto determinará un conjunto de requisitos. Cualquier área de las Américas que se proponga como la localización de los sucesos del Libro de Mormón debe encajar con estos criterios o si no se la considerará equivocada. Mientras comparamos los requisitos con porciones del mapa actual del mundo, debemos eliminar de nuestra consideración todos los territorios que estén en conflicto con lo que se requiere. Es concebible que pudiéramos terminar sin la información suficiente para identificar con seguridad algún lugar como el área donde tuvieron lugar los acontecimientos del Libro de Mormón. Sin embargo, prosigamos.
El requisito más obvio, que es la configuración, tiene que ver con el bosquejo básico del Libro de Mormón. Pronto nos enteramos de que una “estrecha lengua de tierra” o istmo separaba la “tierra del norte” de la “tierra del sur”, con forma, a rasgos generales, de reloj de arena. (Ver el mapa 1).
Mapa 1
Alma 22:32 nos dice que la tierra del sur estaba “casi rodeada de agua,” pero no hace ninguna declaración clara acerca de la relación de la tierra del norte con sus mares adyacentes. Tal y como la concebían los nefitas, la tierra del sur estaba dividida principalmente en dos: la tierra de Nefi más al sur, y hacia norte de ésta la tierra de Zarahemla, la cual se extendía tanto que casi llegaba hasta la lengua de tierra. La porción sur del istmo se denominaba tierra de Abundancia. Directamente al norte de la tierra de Abundancia, en la estrecha franja de tierra, estaba la tierra de Desolación. No lejos, al norte de Desolación, se encontraba la primera zona principal de asentamiento jaredita, la tierra de Morón (Eter 7:6). Al norte de Desolación, a lo largo de la costa oriental yacía una tierra cubierta de agua (Alma 50:29; Eter 15:8-11). Al norte de Morón y al sur de Nefi, la situación permanece nebulosa; pero en medio de todo esto, el conjunto de estas conexiones _tierra del norte/istmo/tierra de Zarahemla/tierra de Nefi_ están más allá de toda discusión.
Dimensiones
¿Qué largo y ancho tenían estas tierras? La forma de reloj de arena podría, después de todo, encajar tanto con todo el hemisferio occidental como con una porción relativamente pequeña del mismo. Es vital establecer la extensión del territorio donde tuvieron lugar los hechos narrados en las escrituras.
Para determinar sus dimensiones, la información crucial que se encuentra en el texto es cuánto tiempo les llevaba a las personas trasladarse de una parte a otra. Consideremos la distancia entre la ciudad de Nefi y la de Zarahemla. El grupo de misioneros que dirigió Ammón, intentando llegar hasta la tierra de Nefi, “no sabían el rumbo que debían seguir en el desierto para ir a la tierra de Lehi-Nefi”; por tanto encontraron el lugar después de 40 días de viaje (Mosíah 7:4). El viaje de Alma y sus conversos nos es de más ayuda, ya que recorrieron prácticamente el mismo camino en sentido contrario. Salieron de las aguas de Mormón, que probablemente no se encontraba a más de dos días de la ciudad de Nefi, y lograron llegar a Zarahemla en 21 días (Mosíah 18:1-7; 23:1-3; 24:20; 25). El grupo incluía mujeres, niños y “rebaños.” ¿Cuán rápido pudieron haber viajado?
Los pioneros mormones, conduciendo yuntas de bueyes a través del llano territorio de Nebraska, hacían un promedio de 10 a 11 millas por día. En Guatemala les lleva a los porquerizos ocho días conducir una piara de cerdos 90 millas a través de terreno montañoso, hasta llegar al mercado (una media de poco más de 11 millas por día).[12] Otros grupos de viajeros no lo hacen ni siquiera tan rápido. R.E.W. Adams, un arqueólogo que ha trabajado en Guatemala, informa que a los viajeros que van en viaje comercial de rutina, atravesar los senderos y corrientes de la jungla desde el valle de Cotzal hasta Petén -aproximadamente 120 millas de distancia por aire– les cuesta 19 días o más, haciendo una media de poco más de 6 millas por día. Gran parte del camino se hace en piragua río abajo. Además, una persona puede recorrer en seis horas, andando por esa zona, una distancia que le llevaría siete a caballo. Si lleva animales consigo, el tiempo se alarga hasta diez horas.[13]
Otros viajeros son mucho más rápidos. R. F. Heizer informa que en el siglo XIX en California, pequeños grupos de indios Mohave podían recorrer cerca de 100 millas al día, en algunas ocasiones sin comida ni agua durante días. Hace aproximadamente 75 años, un indio tuvo fama de haber hecho un viaje de 100 millas y regresar después de descansar solamente unas pocas horas. En el caso de los indios Mohave[14] no era excepcional hacer un promedio de seis millas por hora, no por día. El padre Sahagún escribió acerca de un pueblo mexicano pre-hispánico: “Los Toltecas eran altos, con el cuerpo más grande que los que viven actualmente; por esta razón les llamaban los tlanquacemilhuique que significa que podían correr el día entero sin cansarse.”[15] Durante los traslados de los Toltecas, descritos en las crónicas mexicanas, en marchas desde el amanecer hasta la puesta del sol, sin animales, hacían una media de seis leguas, entre 15 y 24 millas.[16]
Otros datos sobre la velocidad de los viajes entran dentro de estas escalas establecidas. Existe una amplia gama de posibilidades, dependiendo del terreno, de cómo estaban de acostumbradas las personas a viajar, o de si se trataba de un simple mensajero, de todo un pueblo o de un ejercito los que se hallaban involucrados.
Si asumimos que el grupo de Alma y sus animales fueron a velocidad normal, es plausible que hayan viajado a razón de unas once millas por día. Desde las aguas de Mormón, de donde partió el grupo de Alma, Zarahemla estaría a 21 días o a 231 millas de viaje real haciendo 11 millas por día. Helam, la tierra a la que huyó Alma, parece haber estado fuera de la ruta principal, lo cual podría haber resultado un poco más corto (viajeros posteriores no pasaron por Helam; comparar Mosíah 23:30, 35). Además el texto deja claro que parte del viaje se hizo atravesando un yermo montañoso (donde se encontraba la cabecera del río Sidón; Alma 16:6; 22:27; 27:14), por una retorcida ruta con la que no estaban familiarizados Alma y su gente. El lugar denominado “las aguas de Mormón” estaba a un par de días de la ciudad de Nefi (Mosíah 18:4-7, 30-34; 23:21). Así que la cantidad real de millas del sendero o camino entre Zarahemla y Nefi, las dos ciudades predominantes en este temprano periodo de la historia, debe de haber sido del orden de 250 millas, asumiendo un ritmo de velocidad de 11 millas por día. Considerando las vueltas y curvas de una ruta verdadera, que sería probablemente la seguida en semejante terreno, la distancia en línea recta se aproximaría más a 180 millas. (Ver el mapa 2)
Mapa 2
Usando la distancia entre Nefi y Zarahemla como modelo aproximativo, podemos calcular las distancias que había entre otros lugares. Moroni dijo que la ciudad de Zarahemla era el “corazón” o “centro” de la tierra de Zarahemla (Alma 60:1, 19, 22; Helamán 1:17-18, 22-23). Sin embargo, Zarahemla no estaba lejos del límite de las tierras lamanitas. Un tal Coriantumr condujo un ejercito lamanita descendiendo por la tierra de Nefi directamente hacia Zarahemla, “y su marcha fue tan sumamente rápida, que no hubo tiempo de que los nefitas reunieran sus ejércitos” (Helamán 1:19). Si la distancia entre las fronteras del asentamiento nefita y su ciudad principal hubiera sido muy grande, los nefitas habrían recibido alguna advertencia de la fuerza que se aproximaba. Antes de esto, otro ejercito lamanita, procedente de Nefi, irrumpió en escena cerca de Zarahemla con sólo escaso aviso (Alma 2:23-25). Aparece una corroboración de esto en el relato del rey Mosíah, quien, años antes, condujo a su gente fuera de la tierra de Nefi; parece ser que ellos “llegaron a la tierra...” e incluso a la ciudad de Zarahemla, más bien precipitadamente (Omni 1:13-14). Estos hechos sugieren que la ciudad de Zarahemla puede haber estado en algún lugar al sur del centro geográfico del país, a pesar de que conceptualmente estaba en “el corazón” del mismo.
Hay otra razón para pensar que la ciudad de Zarahemla podía no haber estado exactamente en el centro de la tierra de Zarahemla. Al norte de la ciudad, entre Zarahemla y Abundancia, la cual estaba aún más al norte, (Helamán 1:27-28), se encontraban “las partes principales de la tierra.” Esta importante zona parece haber estado a lo largo del río Sidón, el cual fluía al norte de la tierra de Zarahemla (Alma 22:27-33; 2:15). Con el área más importante de asentamiento situada corriente abajo desde Zarahemla, nos da la impresión de que la ciudad principal estaba más cerca de las fronteras lamanitas que de donde se concentraba la población de la gran tierra de Zarahemla.
Más tarde, pero todavía antes de Jesucristo, una continua franja de tierra yerma separaba la Zarahemla nefita del territorio lamanita. Además, por lo menos durante los sucesos que relatan los libros de Mosíah y Alma, la ciudad de Nefi (también llamada Lehi-Nefi) se encontraba a alguna distancia de “la estrecha franja de yermo” propiamente dicha. En el lado lamanita de la zona fronteriza parece ser que un espacio considerable de yermo separaba la ciudad de Nefi de la franja de transición. Una cantidad considerable de búsquedas de tierras perdidas, avances y retrocesos de los enemigos, y viajes en el yermo tuvieron lugar en este extenso territorio. (Ver, por ejemplo, Mosíah 19:9-11, 18, 23, 28; 23:1-4, 25-31, 35; Alma 17:8-9, 13; 23:14, a la luz de los versículos 9-12; 24:1.) No se hace ninguna mención de si alguna vez se hizo un viaje hacia el sur de la ciudad de Nefi, así que debe de haber estado cerca del límite sur o de lo que los nefitas reconocían como la gran tierra de Nefi (Alma 22:28). Si tomamos todas estas consideraciones en cuenta, parece razonable dividir nuestras cifras aproximadas sobre la cantidad de millas de esta manera: del orden de 180 millas en línea recta separaban la ciudad de Nefi de la de Zarahemla; había alrededor de 100 millas de distancia desde Nefi hasta el punto medio de la “angosta faja de terreno desierto” (Alma 22:27); luego eran 80 millas desde este punto bajando hasta la misma ciudad de Zarahemla. Aunque sólo son estimaciones, estas distancias y relaciones se derivan cuidadosa y fielmente de los anales nefitas tal y cómo lo permite nuestra información actual.
Al norte, más allá de las fronteras de la tierra de Zarahemla, se encontraba una tierra sin nombre, la “tierra que estaba entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia.” El lugar sólo se menciona en 3 Nefi 3:23. (La línea que contiene estas palabras se omite del texto impreso durante muchos años, aparentemente por un error del impresor, pero se repuso en la edición de 1981 del Libro de Mormón en inglés.[17]) La tierra de Abundancia, en conjunto, parece haber sido bastante estrecha, ya que Alma 22:31-33 la describe más que nada como una zona que se extendía a través de la estrecha lengua de tierra. No se dice mucho más acerca de ella.
¿A cuánta distancia se encontraba Zarahemla de Abundancia? Si la primera se encontraba ligeramente al sur del centro geográfico, como se ha razonado anteriormente, podría haber alrededor de 100 millas desde la ciudad de Zarahemla hasta la frontera norte de una tierra más extensa que la que se denominaba Zarahemla en los días de Alma (Alma 5:1; 6:7; 8:1-3, 6, 11-12; 16:1-15; 28:1). Si añadimos la tierra sin nombre, “la tierra entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia”, y también la estrecha tierra de Abundancia, 80 millas más, debía de haber una amplia distancia desde el límite norte a la tierra del sur. Más allá se extendía la tierra de Desolación, en la tierra del norte, de la cual hablaremos más adelante.
Repasemos estas distancias. La “tierra de la primera herencia” estaría en el límite del extremo sur, pero no podemos estar seguros de su relación con Nefi o sus alrededores, excepto de que la primera era una región costera y la otra un territorio elevado. Nuestro primer punto claro de referencia, entonces, es la ciudad de Nefi. El siguiente es una extensión situada a 100 millas del punto desde el que se inicia la influencia nefita. Unas 80 millas adicionales nos llevan a la misma ciudad de Zarahemla. Alrededor de 100 millas al norte de Zarahemla estaba el límite de la tierra que era controlada directamente por la ciudad durante el reinado del último rey (Alma capítulos 5-15) y que continuó por mucho tiempo después como una unidad geográfica real (3 Nefi 3:23). Ochenta millas más cubren la extensión unida de la “tierra intermedia” y Abundancia. Así que la longitud total de la tierra del sur, donde tuvo lugar la mayor parte de la historia que narra el Libro de Mormón, no debía de ser ni más ni menos que de 360 millas.
Pudiera ser de ayuda, acostumbrados como estamos a grandes distancias que podemos recorrer por aire y automóvil, que recordáramos que Palestina, desde Dan hasta Beersheba, tenía sólo 150 millas de largo y menos de la mitad de ancho; a pesar de esto el 95 por ciento de los hechos mencionados en el Antiguo Testamento tuvieron lugar dentro de ese reducido espacio. Desde esta perspectiva, la extensión estimada a la que hemos llegado del escenario nefita parece razonable.
Naturalmente, posteriores indicaciones del Libro de Mormón nos ayudan a confirmar estas dimensiones. En la historia del grupo de exploración del rey Limhi se encuentra una comprobación vital de la extensión del conjunto de estas tierras. Gobernando sobre un grupo sometido a servidumbre en la tierra de Nefi, Limhi mandó exploradores a encontrar Zarahemla, de la cual sus antepasados habían venido casi 50 años antes (Mosíah 8:7-8). Sus mensajeros iban a pedir a la gente de Zarahemla que les ayudaran a librarse del yugo lamanita. Desafortunadamente, de alguna manera, esta ruta sobrepasó Zarahemla, y atravesaron la “estrecha lengua de tierra”, sin ni siquiera darse cuenta, y les llevó al lugar donde había tenido lugar la batalla final de una población anterior, los jareditas. Allí encontraron ruinas y un conjunto de 24 planchas dejadas por el último profeta jaredita, Eter (Eter 15:33; Mosíah 21:25-27). Con tristeza, los exploradores volvieron a su tierra, a Nefi, para informar a Limhi, equivocadamente, de que los restos que habían encontrado debían de ser los de Zarahemla destruida. El grupo de exploración sabría aproximadamente cuánto les había llevado a sus padres viajar de Zarahemla a Nefi, tan sólo dos generaciones atrás, así que cuando ellos viajaron, digamos, el doble de la distancia normal, hasta Zarahemla, se debieron de haber preguntado acerca de su posición y probablemente no habrían ido mucho más lejos.
De Nefi a Zarahemla, en línea recta, había 180 millas. El doble de la distancia que les habría llevado hasta la “línea” (Alma 22:32, lógicamente un río) que separaba Abundancia de Desolación, el comienzo de la tierra del norte. A semejante distancia de casa debían de haber pensado en volver. Seguramente hombres tan diligentes como los que el rey habría mandado no habrían seguido mucho más allá. Así que no es razonable que el campo de batalla de los jareditas, donde terminaron los exploradores de Limhi, hubiera estado, dentro de la tierra del norte, a más de 100 millas desde la “línea” en el istmo. (Ver mapa 2.)
La colina de Ramah, donde los jareditas se autodestruyeron, era la misma colina que la Cumorah nefita (Eter 15:11). Todo este asunto nos dice, pues, que es improbable que la distancia total de la ciudad de Nefi al último campo de batalla en Ramah o Cumorah fuera de más de 450, o quizás 500, millas. Téngase en cuenta que estas cifras son estimaciones razonables de acuerdo con las afirmaciones de las escrituras; no se pueden determinar distancias más exactas. De todos modos, cualquier incremento de las dimensiones, haría más difícil de sostener la historia de los exploradores de Limhi. La colina de Ramah/Cumorah parece, entonces, haber estado 100 millas al interior de la estrecha lengua de tierra, y esto concuerda con que los nefitas llamaran “Desolación” a la porción que estaba más al sur de la tierra del norte, la cual incluía el último campo de batalla, salpicado de huesos y armas oxidadas (Alma 22:30-31).
En lo que respecta a la propia tierra del norte, nuestros datos sobre distancias nos llegan del registro jaredita, de sus últimos años de guerras entre ellos. Mientras los jareditas se aproximaban a su destrucción final, el profeta Eter huyó, para salvar su vida, desde los cuarteles generales del rey, en Morón: “y él se ocultaba en el hueco de una roca durante el día, y salía de noche para ver las cosas que le sobrevendrían al pueblo” (Eter 13:13). Vivió en esa cueva mientras escribía “el resto de la historia”, o sea, el original del libro de Eter, que fue más tarde compendiado por Moroni para que nosotros lo leyéramos. La gran guerra civil jaredita comenzó el mismo año en el que huyó Eter, y el profeta registró todo aquello de lo que se enteraba sobre ella, desde su refugio (Eter 13:14, 18, 22-24). Después de ocho años de combate intermitente, todavía continuaban las batallas en el valle de Morón, que aún estaba dentro del campo de observación de Eter. Y él continuaba en su cueva después que una población de más de dos millones de personas, las cuales habían cubierto “toda la superficie de la tierra”, murieran (Eter 14:11, 22-23; 15:2). Finalmente, tras una catastrófica batalla cerca de la colina de Ramah, el Señor hizo salir a Eter de su cueva para que hiciera la última anotación en su registro y lo depositara donde el grupo de exploración de Limhi pudiera encontrarlo.
La conclusión parece clara. Todas las batallas finales de los jareditas tuvieron lugar en la tierra del norte, dentro de un territorio lo suficientemente pequeño como para que Eter pudiera observar la mayor parte de la acción moviéndose sólo distancias muy cortas desde su base, en la cueva. Además, el linaje de Jared tuvo su principal asentamiento en Morón desde poco tiempo después de su desembarco en la costa hasta poco tiempo antes de la destrucción final. Y la tierra de Morón estaba “cerca” de la tierra que los nefitas llamaban Desolación (Eter 7:6). Probablemente cien millas desde Morón hasta la colina de Ramah, se acomodarían a todos estos hechos.
La confirmación de la proximidad de Ramah con Morón se encuentra en el relato acerca del rey Omer. Éste gobernó durante los primeros años de la historia jaredita, cuando la población inmigrante pudo haber sido escasa. Retirándose de Morón, al ser amenazado por un rival, viajó con su familia “muchos días” hasta encontrar refugio cerca del mar occidental. Un grupo de gente se trasladaría más lentamente -y con niños y mujeres, probablemente por una ruta más larga y más llana- que el solitario Eter. En su camino desde Morón hasta el mar, Omer pasó por Ramah/Cumorah (Eter 9:3). Cuando se enteró de que los acontecimientos se habían puesto a su favor en casa, Omer volvió. (Eter 9:13). Si el área a la que huyó, y por lo tanto la de la última batalla, estaba más o menos dentro de las 100 millas desde Morón, la huida y vuelta de Omer tiene sentido; una distancia más grande parecería extraña, dada la poca cantidad de población.
Muchos Santos de los Ultimos Días tendrán que cambiar notablemente su manera de pensar para ajustarla a las dimensiones de las que hemos hablado. Y tenemos otras evidencias en el Libro de Mormón de que los nefitas ocuparon un área bastante compacta. Por ejemplo, 3 Nefi 3 nos cuenta cómo los nefitas y los lamanitas justos, amenazados por los ladrones de Gadiantón, se reunieron en una fortaleza común, con provisiones de alimentos para siete años, para hacer salir de su tierra a los parasitarios ladrones, haciéndoles pasar hambre. El tamaño de la población reunida se describe como de “miles y decenas de miles” provenientes de la tierra del sur y la del norte, todos reuniéndose desde asentamientos de los cuales unos pocos años antes el relato de Helamán dice: “Empezaron a cubrir la superficie de toda esta tierra, desde el mar del sur hasta el mar del norte, y desde el mar del oeste hasta el mar del este.” (Helamán 3:8). Sin embargo, se dice que toda esta gente se reunió en una sola zona, lo suficientemente pequeña como para ser sitiada (3 Nefi 4:16-18). El texto, claramente, trata de un área que en conjunto sólo tiene una dimensión de cientos de millas.
¿Qué sabemos de la estrecha lengua de tierra? Primero, tenía que ser lo suficientemente ancha como para que los exploradores de Limhi pudieran atravesarla sin darse cuenta de que era un istmo. (Recordemos que a su vuelta supusieron que habían estado todo el tiempo en la tierra del sur.) Por otro lado, era tan estrecha que “la distancia no era sino de un día y medio de viaje para un nefita, por la línea de Abundancia y la tierra de Desolación, desde el mar del este al del oeste” (Alma 22:32). Por supuesto no sabemos cuánto tiempo podía ser “un día de viaje”. Las referencias dadas anteriormente ilustran cuán gran variedad de distancias podría abarcar este término. También pueden variar las interpretaciones de esta expresión. Posiblemente “la distancia de un día y medio” era una distancia estándar. Los nefitas podían haber entendido que “un día y medio de viaje” significaba una determinada cantidad de millas. De la misma forma, la legua española significaba el promedio de la distancia que una mula cargada podía viajar en aproximadamente una hora; el término no dice nada de ninguna mula ni de una cantidad de horas determinadas de viaje continuado. O quizás las palabras “un nefita” podrían sólo implicar que el que hacía el trayecto era un mensajero especial, ya que la frase se encuentra en un contexto de defensa militar. ¿Y qué medio de transporte se podría haber empleado? Si asumimos un viaje a pie -probablemente el modo normal- podemos proceder a calcular la anchura del istmo. Como ya hemos calculado anteriormente, la velocidad de “un nefita”, un sólo individuo, podía potencialmente ser de hasta seis millas por hora durante un tiempo de 24 horas, lo cual entra dentro del “día y medio.” Esto haría un total de 144 millas. Si se utilizó otro medio para viajar aumentaría la cifra de 144. O la distancia sería quizás más pequeña, digamos, de 50 millas. Si se aplica la cifra mínima, hubiera sido muy difícil que los exploradores de Limhi no se dieran cuenta de que atravesaban un largo istmo; si nos vamos al extremo contrario, la cifra más alta, el “día y medio de viaje” resulta más problemático. Me parece que una extensión de 75 a 125 millas resulta un término medio plausible.
Hay todavía otro relato de un viaje que nos ayuda a precisar distancias, esta vez en la costa este de la tierra del sur. El comandante nefita Moroni estableció allí una hilera de ciudades con guarniciones, contra un anticipado asalto lamanita dirigido a Abundancia y a la estratégica zona del istmo. El área pronto se convirtió en una zona crucial de batallas cuando el disidente nefita Amalickíah tramó cómo hacerse con el control de los ejércitos lamanitas y atacó por sorpresa a lo largo de la costa, capturando ciudad por ciudad hasta que se encontró en la misma frontera de la tierra de Abundancia (Alma 5:22-28). Abundancia era la ciudad que estaba más al norte en el camino de avance hacía la tierra del norte. Al llegar a este punto, un grupo de soldados nefitas hizo salir a la guarnición lamanita fuera de su fortaleza de Mulek, conduciéndoles hacia Abundancia, mientras una segunda fuerza se introducía furtivamente en la retaguardia enemiga para tomar posesión de Mulek (Alma 52:21-31). Mulek y Abundancia estaban tan cercanas la una a la otra que las fuerzas de Teáncum pudieron recorrer la mayor parte de la distancia y regresar durante parte de un día caluroso, aunque esto supuso un esfuerzo extenuante (versículo 31). Sobre la base de estas declaraciones, podemos inferir que para los soldados había más o menos un día regular de marcha desde Mulek hasta Abundancia; digamos casi 25 millas.
Un poco después, Gid, la ciudad que seguía a la de Mulek, fue recapturada por los nefitas con una única maniobra. Después de más escaramuzas, se mencionan cuatro ciudades que continuaban en manos lamanitas: Moriantón, Lehi, Nefíah y Moroni. En un decisivo día de batalla, los nefitas expulsaron al enemigo de todas ellas (Alma 62:24-35). El contraataque nefita comenzó, probablemente al amanecer, contra Nefíah, la más importante de las cuatro. Tras capturarla rápidamente, el capitán Moroni persiguió a los lamanitas que se retiraban a través de Lehi y Moriantón hasta la playa (versículo 32); después, a lo largo de la orilla, fueron corriendo hacia Moroni, llegando al anochecer (versículo 35). Pasaron el día principalmente persiguiendo a los lamanitas derrotados, no luchando contra ellos. Cargados de adrenalina, los ejércitos pueden haber ido a tres millas o más por hora, durante 15 horas, casi 50 millas. Podemos determinar, por otras evidencias sobre la localización de estas ciudades, que la ruta era más un semicírculo que una línea recta. Nuestra conclusión debe ser que la porción de litoral que recorrieron ese día no pudo haber sido de más de 30 millas de largo.
Todas estas cifras combinadas nos dicen algo importante acerca de la longitud de la costa este, en posesión de los nefitas. Como hemos visto, Abundancia estaba a 25 millas de Mulek. En el otro extremo, el sector de Nefíah-Moroni contaba con quizás 25 millas más. Esto deja el centro, en el cual sólo se nombran las ciudades de Gid y Omer. Careciendo de datos sobre este sector, yo simplemente añado otras 30 millas, por analogía con los otros. En resumen, no resulta plausible que la distancia desde Abundancia, en el extremo norte, hasta Moroni, en el extremo sur de la costa este, se extendiera mucho más de 85 millas. (Ver mapa 2.)
La costa este, controlada por los nefitas, de aproximadamente 85 millas, tiene mucha menos longitud que la tierra del sur medida desde Zarahemla a Nefi. La longitud de este eje era del orden de las 350 millas. La diferencia entre estas longitudes es tan grande que no se puede deber a presupuestos erróneos. El Libro de Mormón realmente requiere que la costa este, importante para los nefitas, fuera mucho más corta que la del oeste, y cualquier mapa que sugiramos debe acomodarse a este hecho.
Mapa 3
Al mismo tiempo, “las fronteras de la costa del mar este”, como los escritores nefitas llamaban a esta zona costera, tenían que ocupar un pedazo considerable de terreno. Cuando Moroníah y sus ejércitos luchaban por regresar de una desastrosa guerra, que había dejado todo el territorio nefita de la tierra del sur ocupado por los lamanitas, recobraron “la mitad de sus posesiones,” y esta mitad estaba constituida por el área fronteriza del este más la tierra de Abundancia (Helamán 4:5, 10, 16). Como no hay ninguna indicación de que ni siquiera la propia tierra de Abundancia fuera extensa, las “fronteras” tenían que ser un territorio de buen tamaño para que, unidas ambas áreas, constituyeran la mitad del territorio nefita. Adviértase también que el ataque relámpago de Amalickíah en este sector realizó un corte en forma de guadaña “cerca de las costas del mar”, a lo largo del litoral, hasta cerca de Abundancia (Alma 51:25-28), pero pasó de largo Nefíah, la cual estaba más tierra adentro. Incluso, después que Nefíah cayera finalmente en manos enemigas, los nefitas retuvieron una hilera de tierras bajas en el interior, donde se hallaba situada Jersón, su base militar. Para que esta situación tenga sentido militarmente, la región costera habría debido tener por lo menos 30 ó 40 millas de ancho, y las palabras “la mitad de sus posesiones” confirman tal tamaño.
De todos modos, podemos decir que la tierra del sur en conjunto no era ni mucho menos tan ancha como larga. Adviértase que las migraciones, viajes, guerras, expediciones misionales -prácticamente todos los traslados- tendían a ser hacia el norte o hacia el sur en vez de ser en dirección transversal. El viaje misional de Alma es uno de los pocos que nos enseñan mucho acerca de la anchura. En su recorrido como predicador, Alma dejó Zarahemla, junto al río Sidón, para predicar en Melek en el límite oeste de la tierra colonizada (Alma 8:3-5). De allí regresó al norte, paralelo al yermo del oeste (Alma 22:27-28), hasta llegar a Ammoníah (Alma 8:6). Este lugar, al igual que Melek, estaba cerca de la periferia occidental, como se demuestra en Alma 16:2 y 25:2. Desde Ammoníah, el profeta viajó por la costa este hacia una ciudad llamada Aarón (Alma 8:13), sin llegar realmente a ella. Más tarde se dice que Nefíah “unía las fronteras de Aarón y Moroni” (Alma 50:14); Nefíah era una de las ciudades defensivas construidas en las tierras bajas del este, y la ciudad de Moroni estaba al lado del mar del este (Alma 50:13; 62:32-34). Esta información establece que una hilera de ciudades se extendían desde el oeste hasta la costa este, a través de la tierra al norte de Zarahemla: Ammoníah, Aarón, Nefíah y Moroni. (Ver mapa 2.) Estos cuatro lugares, alineados a través de la mayor parte de la tierra del sur, debieron de haber ocupado 150 millas, lo que prácticamente vendría a suponer el límite. Es probable que la distancia de costa a costa de este corte transversal no excediera de las doscientas millas. (Ver mapa 2.)
Nunca se aclara la anchura de la tierra de Nefi, la porción de tierras montañosas de la tierra del sur. Evidentemente la ciudad de Nefi no estaba lejos de la costa; el grupo inicial de colonos de Nefi no habría ido mucho más lejos de lo necesario para escapar de los lamanitas (2 Nefi 5:6-8), quienes finalmente contactaron con ellos bastante pronto (versículos 14, 34). Además, se contaba como parte de la tierra de Nefi la franja costera oriental colindante (Alma 22:28- “en la tierra de Nefi”), aunque hacia el norte sólo se concibe esta franja como “al lado de la tierra de Zarahemla”. Definitivamente, no se habla de nada que se encuentre al este de Nefi. Toda el área este, desde Nefi, queda sin definir, excepto en que formaba parte del conjunto de las tierras del sur que “casi se hallaban rodeadas de agua” (Alma 22:32).
También se desconocen el tamaño y forma de la tierra del norte. Más allá de la lengua de tierra se encontraba una extensión de tierra lo suficientemente amplia como para que se distinguieran una zona de altiplano al oeste y otra de tierras bajas al este (Eter 9:3; 10:32; 11:15; 14:3, 6-7, 11-12, 16-17). No podemos decir a cuánta distancia estaba Morón, el centro Jaredita en estas tierras montañosas, de la costa oeste, pero, puesto que fue colonizado por los jareditas poco tiempo después de su desembarco (Eter 6:13; 7:5, 16-17, 20), podemos suponer que no distaba mucho del mar. Recordemos también la restricción que impone el que Eter observara las últimas guerras jareditas desde su posición en una cueva (Eter 13:13-14). A la luz de estas consideraciones, no es probable que la tierra del norte, que se encontraba en esta crucial área jaredita, haya tenido más de un par de cientos de millas de anchura.
Esta larga excursión a través de las dimensiones del escenario del Libro de Mormón nos ha permitido fijar unos requisitos vitales. Ahora podemos estar seguros de que la historia del Libro de Mormón tuvo lugar en una limitada parte del hemisferio occidental, y aproximadamente con la forma de un reloj de arena. El tamaño del territorio se midió en cientos, no en miles de millas. Los traslados de la gente, los viajes individuales y el tiempo de duración de los viajes que se registran en el libro encajan razonablemente con una tierra del sur de alrededor de 350 millas de largo y no mucho más de la mitad de esta cifra de ancho, hasta un punto al norte de Zarahemla. La tierra del norte está menos definida pero no parece tan larga. (Ver mapa 3.)
Los datos del Libro de Mormón y nuestras suposiciones nos han llevado a pensar que, desde luego, estas conclusiones no son perfectamente claras. Jugando con la información del texto se pueden dar resultados ligeramente diferentes. Si alguna persona llega a la conclusión de que la distancia de Nefi a Zarahemla era un 25 por ciento mayor de lo que hemos dicho, yo estaría muy interesado en oir tal argumento; quizás sea correcto. Pero cualquiera que afirme que la distancia entre las dos ciudades era, digamos, de 400 millas, en vez de las 180 que se sugieren aquí, no podría demostrar su punto de vista de una manera plausible apoyándose en las afirmaciones que se encuentran en el Libro de Mormón. Algunos de los requisitos sobre la extensión son bastante específicos. También están ligados entre ellos por intrincadas relaciones. Es imposible resolver tan sólo en parte el problema de las ubicaciones y distancias, porque, al igual que un rompecabezas, todas las características deben encajar. Yo encuentro que encajan juntas limpiamente. Por lo tanto, la situación espacial es coherente, pero también se deben cumplir otros requisitos para realizar un mapa aceptable del Libro de Mormón. A continuación, vamos a considerar la configuración de la tierra.
Topografía
Tenemos más información sobre las características de la superficie de la tierra de lo que da a entender una lectura despreocupada de las escrituras. Los encargados de guardar los registros escribieron consistentemente acerca de ir “arriba”, “abajo”, o “sobre”. (Algunos lectores han mantenido que estas expresiones reflejan simplemente convenciones culturales, como la expresión yanqui “down South”[18]. Pero en muchos casos, el libro conecta estas palabras con claras y consistentes circunstancias topográficas; no veo razón para no tomar estas preposiciones literalmente). Esta información nos permite obtener una clara imagen de las elevaciones relativas. (Ver mapa 4).
Mapa 4
Una característica predominante es el río principal, el Sidón, que bajaba desde las montañas que separaban las ciudades de Nefi y Zarahemla. El río corría “por” la tierra local de Zarahemla, la cual se encontraba principalmente al oeste de la corriente (Alma 2:15). La única zona nefita poblada, al este del río, era, seguramente, el valle de Gedeón. (Alma 6:7). Puesto que los viajeros tenían que ir “arriba” hasta Gedeón, y ya que estaba la “colina Amnihu”, nada más atravesar el río desde la ciudad de Zarahemla, extensa pero con una inclinación lo suficientemente leve como para que hubiera espacio para una gran batalla, la cuenca del Sidón debe de haber estado inclinada más abruptamente hacía el lado este que al oeste. También sabemos que el río debe de haber sido bastante largo. Su nacimiento se encontraba en lo profundo del yermo, en una altura superior a la de la más alta ciudad nefita, cerca del río, Mantí (Alma 16:6). Zarahemla estaba corriente abajo. La ciudad de Sidón estaba aún más al norte y probablemente cerca del río. (Al tener un nombre tan parecido al del famoso puerto fenicio, se puede deducir que el lugar fuera un punto de embarque del río; el énfasis que se da en Alma 15:14 al bautismo en Sidón refuerza la idea de que estaba localizado al lado de la corriente.) La corriente debía de correr a través del territorio nefita por lo menos un par de cientos de millas antes de desembocar en el mar, dada la extensión global de la tierra del sur. Podía ser atravesada a pie con un poco de dificultad, por un punto y probablemente durante la parte más seca del año (Alma 2:27, 33-35; 43:40).
Parte del territorio nefita incluía los yermos adyacentes a las áreas de asentamiento, a los cuales era difícil entrar, lo que nos conduce a esperar que una porción de la ruta del río se extendiera a través de un terreno inhóspito de colinas. De cualquier modo, la ciudad de Zarahemla estaba a una altura intermedia, “arriba” desde la costa (Alma 22:31) pero “abajo” desde Nefi (Alma 22:31; Helamán 1:17).
El río Sidón probablemente desembocaba en el mar del este, no en el del oeste. Las tierras bajas del este eran extensas, como se ha demostrado anteriormente, pero al parecer el área costera del oeste era estrecha y en su mayor parte insignificante. Puesto que se supone que el curso inferior y la desembocadura de un río principal se forman y fluyen a través de una llanura importante, el río debía de desembocar en las tierras bajas del este. Las descripciones de las batallas que tuvieron lugar en el este mencionan la “costa del mar” y las “llanuras”, pero nunca hacen mención de ninguna colina de importancia, excepto en el lugar llamado Antiónum, que probablemente estaba a alguna distancia, tierra adentro (Alma 32:4; 25-26, 32; 52:20; 62:18). No se hace ninguna mención de dónde desembocaba Sidón en el mar, aunque semejante río debe de haber tenido una desembocadura considerable. Teniendo en cuenta lo corta que era la porción de costa en posesión de los nefitas, el río probablemente alcanzaba el mar en el límite de las posesiones nefitas o más allá de éstas, donde no habrían tenido ninguna razón para mencionarlo.
Naturalmente, sabemos que la “tierra de la primera herencia” estaba en la costa oeste. Después de desgajarse el grupo de Lehi en dos, Nefi condujo al suyo hacia una altitud mayor; huyeron a las tierras montañosas del interior (2 Nefi 5:7-8; comparar con Alma 22:28). La tierra costera de su primera herencia estaba al sur de la tierra de Zarahemla, que era mayor, pero continuaba hacia el norte como una franja paralela a aquella tierra. Esa franja se extendía durante todo el trayecto hacia el istmo (Alma 22:27-29). El yermo del oeste consistía también en una hilera de montañas deshabitadas paralelas a la zona costera, porque los grupos de personas tenían que cruzar sobre el yermo o por un pasaje, en el sur (cerca de Antipara: Alma 56:31-40), o por otro, al norte (Alma 25:2). Naturalmente las corrientes de agua del lado oeste de esta cordillera habrían desembocado en el Sidón, el cual claramente recibía su agua de una cuenca principal. No se menciona otro río en la tierra de Zarahemla). La tierra de Melek se encontraba adyacente al yermo del este y por lo tanto en un margen de tierra cultivable, en la cuenca (Alma 8:3-5). Se podía acceder fácilmente a su posición desde la ciudad de Zarahemla (versículo 3; comparar con Alma 35:13-14; 45:18) pero estaba resguardada de la costa por un yermo montañoso al oeste, puesto que los Ammonitas fueron dispuestos en Melek para protegerlos de las represalias lamanitas (Alma 35:13). Melek nunca fue atacado por los lamanitas, quienes pasaron furtivamente a lo largo de la costa por lo menos dos veces, para atacar Ammoníah, que se encontraba más lejos, al norte (Alma 25:1-2; 49:1, 25).
La ciudad de Abundancia estaba cerca del nivel del mar (Alma 51:32); se encontraba, después de todo, cerca de la costa este del istmo. Hagot eligió un lugar, en la costa oeste, “en los confines de la tierra de Abundancia, cerca de la tierra de Desolación” para construir y botar sus barcos (Alma 63:5-6). El lenguaje empleado aquí podría indicar que la tierra de Abundancia no llegaba hasta el mar del oeste, en el istmo, pero al menos la tierra debe de haber sido relativamente baja, en la mayor parte de la anchura del istmo, como se sugiere en Alma 22: 29-33.
En la tierra del norte estaba la tierra de Cumorah, como una subdivisión de Desolación, o como una continuación de ella. Dentro de esta tierra se encontraba por lo menos una “colina” (Ramah/Cumorah), lo bastante alta como para que el puñado de supervivientes nefitas que la escalaron se escondieran con éxito de los enemigos que se encontraban agrupados al pie de la colina (Mormón 6:6, 11). En las proximidades se encontraban la colina jaredita Comnor y dos valles (Eter 14:26-28), y la colina Shim pudo haber estado ubicada en la misma región (Eter 9:3; Mormón 4:23). Así que las batallas finales tuvieron lugar en este sector de colinas o en otro adyacente, lo que era, desde una perspectiva más amplia, “una región de muchas aguas, ríos y fuentes” (Mormón 6:4). Esto implica un clima húmedo y un desagüe hacia el este desde el altiplano, lo que incluía la tierra jaredita de Morón (Eter 15:8-11). Este húmedo territorio debe de haber sido, en general, la misma área a la que se refiere Moriantón como “cubierta con grandes cuerpos de agua” y la cual él codiciaba. Potencialmente podían formar un bloque o alianza con Abundancia, que se encontraba cerca (Alma 50:29,32). Los jareditas escribieron constantemente que sus antiguas tierras estaban “arriba” en relación con la zona del este, y el registro político aclara que las dos áreas, presumiblemente las tierras bajas del este y las tierras montañosas del oeste fueron durante largo tiempo rivales (Eter 7:4-6, 15-21; 8:2-3; 11:15, 18; 13:27-30; 14:3-7, 11-16, 26). De todos modos, las tierras bajas parece que habían llegado a ser la zona más poblada e importante para el tiempo de la destrucción del pueblo jaredita, como se demuestra por el hecho de que las últimas batallas entre grupos rivales tuvieron lugar allí. Así parece que la división geográfica sirvió de apoyo a una constante división social y política.
En suma, la tierra del norte constaba por lo menos de dos partes: las tierras bajas del este y las porciones de zona montañosa del oeste. Ésta después sería la zona donde se encontraba la capital jaredita de Morón, aunque no se menciona ninguna ciudad llamada Morón, dentro de la “tierra [jaredita] de la primera herencia” (Eter 7:5, 16-17). En la tierra del sur, son importantes cinco características principales: la zona montañosa del sur, el valle de Sidón, una considerable llanura litoral en el este, una estrecha lengua de tierra situada en tierras bajas, y una estrecha franja costera al oeste, paralela a las montañas que bordean la cuenca del río Sidón.
Aún más requisitos
Son escasos los detalles que se dan sobre el clima y la vegetación, pero hay algo de información que nos proporciona requisitos adicionales para nuestro mapa. Se dice que en la tierra de Nefi crecían el trigo y la cebada. Si lo tomamos literalmente, esto sugeriría un clima templado; en el trópico, esto indica tierras montañosas. Parece que la cosecha más importante era el maíz (Mosíah 9:9, después el versículo 14), una planta básicamente semi-tropical. La única referencia que se hace en todo el Libro de Mormón de nieve o frío son las citas que se dan de Isaías, acerca del Próximo Oriente. En algunas áreas del territorio nefita se daban fiebres endémicas, que tienden a confirmar la existencia de un clima casi tropical (Alma 46:40). Se da a entender que, por lo menos en las fronteras del mar del este, había un calor húmedo enervante (Alma 51:33; 52:31; 62:35). Las sequías no eran comunes pero podían ser serias (Helamán 11:4-6; Eter 9:28-35).
Un requisito importante, que sólo se menciona de paso, son las características sociales y culturales. Cualquier área que se proponga como la tierra prometida debe satisfacer ciertos criterios culturales. Por ejemplo, (1) los antiguos habitantes debían ser capaces de leer y escribir, pues mantenían una larga tradición de extensos registros históricos; (2) también están presentes otros elementos básicos de esta civilización, como el desarrollo de la agricultura y el comercio; y (3) el área debía contener para el siglo IV a. C., por lo menos, una población total de millones, incluyendo ciudades de un tamaño considerable.
También, estas características y otras debían aparecer en ciertos lugares y épocas pero no en otras. Ahora poseemos una lista de requisitos, lo suficientemente detallados como para ser de valor: la forma de la tierra, las distancias, la topografía, las características naturales y culturales. Aquí sólo hemos podido tratar la poca información que se halla en el texto de escritura, pero toda ella es consistente consigo misma y con otros datos demasiado específicos para citarlos en esta obra de tipo general. Lo que tenemos hasta ahora nos proporciona una lista preliminar que podemos utilizar para examinar cualquier área geográfica, de un mapa actual, que pueda ser la tierra prometida de los descendientes de Lehi.
Correlación con el mundo real
¿Satisface algun área de las Américas estos requisitos presentados en el Libro de Mormón?[19] En la historia del pensamiento mormón sólo se han propuesto seriamente unas pocas correlaciones entre la geografía del registro y el mapa del hemisferio occidental.[20] Para comenzar, hay muy pocas posibles “lenguas estrechas” que valga la pena considerar. El punto de vista más antiguo suponía que era Panamá la lengua estrecha de la que habla el Libro de Mormón, siendo Sudamérica, o una parte de ella, la tierra del sur. Tan sólo las dimensiones que nos da el Libro de Mormón excluyen a todo el continente, mientras que cualquier intento de considerar sólo parte de Sudamérica cómo tierra del sur entra en conflicto con unos cuantos puntos del texto (por ejemplo, Alma 22:32, “casi se hallaban rodeadas de agua”). La idea que a veces se sugiere, de que parte del continente Sudamericano pudiera haber estado sumergido bajo el mar, dejando en la superficie sólo la reducida tierra que ocupaban los nefitas, no tiene mérito, como lo demuestran las abundantes evidencias geológicas y arqueológicas. Además, por bastantes razones, Panamá no podía ser la lengua estrecha a la que se refiere el Libro de Mormón. Por ejemplo, el grupo de exploración de Limhi dificilmente podría haberla atravesado y haber vuelto sin darse cuenta de que habían salido de la ciudad de Zarahemla.
Se ha sugerido otra correlación para la que la península de Yucatán, al sureste de México, es la tierra del norte, siendo la tierra del sur Guatemala y Honduras. La debilidad más obvia de este esquema es la ausencia de un istmo aceptable. La base de la península del Yucatán no sirve de ninguna manera, y los intentos de identificar como una “estrecha lengua de tierra” un pedazo de tierra aquí o allá, en otro sentido que no sea el literal de un istmo con el mar por ambos lados, contradice las claras declaraciones que nos hace la misma escritura. No es más creíble la propuesta de que la tierra prometida se encontraba por completo en Nicaragua. Las distancias y una multitud de cosas imposibles descarta completamente esta idea.
La única “lengua estrecha” potencialmente aceptable de acuerdo con los requisitos del Libro de Mormón es el istmo de Tehuantepec al sur de México. Todos los Santos de los Ultimos Días que estudian la geografía del Libro de Mormón, y han trabajado, durante las últimas décadas, sistemáticamente en este problema han llegado a este acuerdo. Como hemos visto anteriormente, los líderes de la Iglesia en el tiempo de José Smith aparentemente llegaron a un punto de vista similar, y probablemente él también. Esto situaría los hechos del Libro de Mormón en Mesoamérica, la región cultural del centro y sur de México y el norte de América Central, donde tuvo lugar la mayor intensidad de civilización en la América antigua. Aquí encontramos los requisitos físicos de la tierra prometida, y sólo aquí se evitan los principales defectos de las otras correlaciones. Por ejemplo, el Libro de Mormón deja bien claro que sus habitantes guardaban extensos registros escritos, y Mesoamérica es el único lugar de toda América donde sabemos que se emplearon regularmente y durante largo tiempo genuinos sistemas de escritura antes de la llegada de los europeos.
No obstante, los estudiantes del Libro de Mormón que aceptan el istmo de Tehuantepec como la lengua estrecha de tierra no están de acuerdo entre ellos mismos en cómo se deben interpretar los territorios de alrededor de acuerdo con las tierras que se detallan en el Libro de Mormón. En el transcurso de 35 años de preocupación por el tema, he estudiado todos estos puntos de vista y a veces me han atraído varios. Hasta hace poco, la correlación más conocida ha hecho del río Usumacinta, parte de cuyo curso forma la frontera entre México y Guatemala, el río Sidón. Cierto número de funestos fallos estropean esta imagen. Por ejemplo, no logra en absoluto hacer plausible la razón por la cual Amalickíah atacó por la costa este (Alma 51; 52:1-14), porque, si fuera el río Usumacinta el río Sidón, todo el relato contradiría una sólida y segura estrategia militar. Además, las distancias a lo largo de la costa este, que requerirían una correlación del río Usumancita con el río Sidón, desafían todas las dimensiones que hemos establecido para el territorio nefita.
No sería de provecho considerar aquí cada correlación geográfica que se ha propuesto, indicando una a una las discrepancias entre las mismas y el texto. Baste decir que cuando se consideran exhaustivamente los requisitos geográficos y culturales, sólo queda una correlación. Se corresponde con las afirmaciones del texto en todos sus puntos importantes.
Todavía hay unas pocas afirmaciones del Libro de Mormón que no se pueden ajustar a lo que hoy sabemos acerca del área Mesoamericana. (Éste también sigue siendo el caso de la Biblia, en este asunto.) Se necesita más investigación sobre estos puntos. Pero, desde mi punto de vista, ninguno de estos problemas es serio.
La mayor parte del resto de este libro estará dedicada a los detalles de una exitosa correlación y sus implicaciones culturales. Esta correlación añade mucho a nuestra comprensión del Libro de Mormón, porque nos permite situar la mayor parte de los hechos y descripciones del texto de escritura en un escenario geográfico, histórico y arqueológico específico. Esto crea una sensación de que es algo concreto y nos permite profundizar en su significado de forma sólo comparable a la que hoy es posible hacer con la Biblia en su escenario del Próximo Oriente.
Es prematuro afirmar una precisa identificación de todas las tierras y ciudades del Libro de Mormón. La imagen general es sólida y convincente. Naturalmente, cuanto más nos acercamos a los lugares exactos las preguntas son más numerosas. Una buena razón es que, aunque el Libro de Mormón nos da una considerable información global, en detalles como, por ejemplo, la ruta entre Nefíah y Gedeón, sólo encontramos unas pocas palabras, ni siquiera indicaciones. (Esto es como el problema de la persona que pronostica el tiempo: puede decirnos si va a llover en nuestro estado pero no necesariamente si la lluvia va a caer en la parte de la ciudad donde vivimos). Terminaremos con un panorama plausible: las identificaciones que hacemos en nuestro mapa son verosímiles. No es convincente la evidencia contra el emplazamiento de los hechos del Libro de Mormón en los lugares que muestran nuestros mapas. Algunas de las identificaciones específicas parecen incluso altamente probables. Sin embargo, no estamos absolutamente seguros de ninguna de ellas.
Un punto en el que se debe poner énfasis: la historia que narra el Libro de Mormón realmente sucedió en algún lugar. Los que creemos que el libro es auténticamente antiguo estamos convencidos de que existen lugares reales, donde nefitas y lamanitas reales, hicieron las cosas que el libro dice que hicieron. Algún día esperamos identificar esos lugares, convertir el emplazamiento del Libro de Mormón en algo concreto. ¿Por qué no puede ser ahora el momento? El Sur y Centro de Mesoamérica están tan cualificados para ser el emplazamiento geográfico y cultural del Libro de Mormón que estoy convencido de que ésta fue la tierra de Lehi. Para simplificar, a partir de ahora sólo me ocuparé de esta correlación geográfica, cómo si este asunto estuviera resuelto.
La forma de Mesoamérica
El istmo de Tehuantepec, con su forma de silla de montar, se consideró por mucho tiempo como un buen emplazamiento para el canal que finalmente se construyó a través de Panamá. El lado del istmo que da al Atlántico es muy húmedo y lleno de bosques, ascendiendo gradualmente alrededor de unas cien millas hacia una cuenca cubierta de hierba en un desfiladero de unos 400 pies por encima del nivel del mar. Por el lado del Pacífico, el terreno pierde altura a menos de 20 millas desde la cima hasta una serie de extensas lagunas conectadas con el mar. Los frecuentes vientos secos sólo permiten la existencia de alguna clase de vegetación árida alrededor de las lagunas. La distancia total desde la costa Atlántica hasta el borde de las lagunas es de 120 millas, en línea recta. (Ver el mapa en la portada interior.)
Mapa de la portada interior
Las cordilleras a ambos lados del istmo pertenecen a diferentes zonas geográficas y biológicas. El sur y centro de México, que se encuentran al oeste y norte del istmo, marcan el término de América del Norte, en lo que a plantas y animales autóctonos se refiere, puesto que muchos de los que encontramos normalmente en áreas más templadas y secas de México no aparecen más abajo, al sur del istmo. En el norte y el oeste el clima tiende a ser más seco que en el sur y este. En el lado Atlántico, o zona del Golfo, el río Coatzalcoalcos forma una línea bien determinada que separa las moderadas elevaciones que se levantan al norte, de las extensas, y húmedas llanuras del sur y este. A pesar de estas diferencias de gran escala entre los dos lados del río, muchas características botánicas y climáticas se encuentran a todo lo largo de la llanura costera del golfo. Los efectos del medio ambiente en la población humana fueron ampliamente similares en todas las tierras bajas o “tierra caliente”. Esta zona mantenía una gran población porque era muy productiva agrícolamente, a pesar de lo que podrían parecernos formidables obstáculos.
Más allá del río Coatzacoalcos, a través del estado mexicano de Tabasco, se extiende una tierra baja poco drenada que sufre grandes inundaciones cada año. Fuertes lluvias caen en las áreas montañosas que corren hacia el sur, hacia el mar, durante la estación húmeda. La costa está bordeada con antiguas dunas de arena, a veces de una anchura de millas. Esta franja permite viajar, con alguna dificultad, paralelamente a la playa, pero una maraña de lagunas y pantanos, justo detrás del grupo de dunas, interrumpe la mayor parte de las rutas que van hacia la orilla o que salen de ésta. A lo largo de los ríos principales, los diques de lodo depositados allí por las inundaciones están un poco elevados por encima de los pantanos de alrededor. La mayor parte de la población se encuentra a lo largo de pequeñas elevaciones de buena tierra. Antes de que hubiera modernos sistemas de transporte, prácticamente todos los viajes por tierra, en esta costa de Tabasco, cesaban durante las inundaciones, que llegan a su punto máximo en junio y otra vez en septiembre. Incluso en la estación seca, los viajeros pueden pasar cómodamente sólo a través de unas pocas rutas.
En el lado pacífico del istmo la estrecha llanura es atacada por vientos originados por el empuje de grandes masas de aire, en los meses invierno, que salen del centro de los Estados Unidos y barren el golfo de México; a veces el aire sale a borbotones, a mucha velocidad, a través del desfiladero que se encuentra en las montañas del istmo. Como resultado de esto, la región de las lagunas es notablemente más seca que la pendiente hacia arriba del lado atlántico. La llanura costera occidental es estrecha -de cinco a diez millas- casi hasta la frontera con Guatemala, antes de ensancharse considerablemente.
Curiosamente, los Toltecas de las tierras montañosas de Guatemala llamaban a la franja costera de Tabasco la “frontera del mar,”[21] y los guatemaltecos todavía se refieren a la costa sur como las orillas del marf, que tiene el mismo significado, lo que nos recuerda la expresión nefita “orillas del mar”,[22] como se encuentra en Alma 56:31.
La depresión central de Chiapas se encuentra al sureste del istmo de Tehuantepec (ver el mapa de la portada interior). A través de ella corre un gran río llamado el Río Grande de Chiapas, el Mezcalapa o el Grijalva, dependiendo de quién le dé el nombre, a lo largo de su curso. Esta gran cuenca está limitada en el este por una meseta, que es una extensión de las tierras montañosas de Guatemala[23]. Por sus lados norte y este la meseta desciende hasta las tierras bajas, a través de una maraña de colinas y valles llenos de bosques. Todo este elevado bloque intercepta gran parte de la humedad del Golfo que, de otra manera, llegaría hasta la depresión central. Puesto que el interior está también protegido de la humedad proveniente del aire del Océano Pacífico por una cadena montañosa continua, la Sierra Madre de Chiapas, la cuenca alta del Grijalva es relativamente seca y muy cálida. En la parte más alta se pueden cultivar abundantes cosechas de maíz, cerca de las corrientes. Pero hay pocas áreas de ese tipo que se aprovechen para el cultivo. La mayor parte del terreno es árido y montañoso. Río abajo, la extensión central del Grijalva es más húmeda, pero la región es demasiado desigual para mantener una cantidad considerable de población. Se podía usar partes del río para el transporte o para seguir senderos en este sector, a través de las colinas. Pero viajar hacia el norte de Mesoamérica desde la depresión central de Chiapas era mucho más fácil por vía del valle de Cintalapa, seco y abierto, que conduce al oeste, hacia la costa del Pacífico y por lo tanto al istmo de Tehuantepec. El hecho de que actualmente la autopista Panamericana sigua esta ruta seca y abierta, pone de relieve la seguridad y comodidad del terreno.
Los valles al sur de las tierras montañosas de Guatemala son tan elevados que, por lo general, las temperaturas son agradablemente frescas. (A tales elevaciones intermedias se las clasifica como tierra templada que, en algunos lugares sube hasta la tierra fría). A lo largo del borde Pacífico de estas tierras montañosas, en el lado que se encuentra más tierra adentro, se hiergue un pintoresca hilera de picos volcánicos sobre selectas tierras de valles y dominan la llanura costera por el otro. La cara norte de la masa de altiplanos guatemaltecos se encuentra en el paso de vientos húmedos que soplan tierra adentro desde el mar a ambos lados de la península de Yucatán. Sobre esta ladera caen muchas precipitaciones, lo que no fomenta el asentamiento humano y produce un gigantesco yermo de selva lluviosa. En medio de las tierras altas se encuentra una estrecha depresión que se mantiene bastante seca; las partes más profundas son realmente áridas debido al principio de la lluvia y sombra que vimos actuando en Chiapas, al otro lado de la frontera.
Los templados valles de Guatemala están separados de Chiapas por un conjunto de altas montañas, que incluye el volcán Tajumulco, el pico más alto de centroamérica de unos 14.000 pies de alto. El escarpado valle esculpido por ríos proporciona rutas difíciles, a través de un área abrupta. Era más probable que los viajeros que iban de Guatemala a México cruzaran sobre la elevación de las montañas Cuchumatanes, más llana y fresca, que a través de los desfiladeros. La barrera formada por este conjunto de montañas que separan los dos paises actuales continúa hacia la costa del Golfo como la pendiente cubierta de lluvia y selva que se ha descrito anteriormente.
En la costa del Pacífico, al oeste y norte de Tehuantepec, una franja estrecha y seca se levanta, bastante abruptamente, hasta una barrera de montañas. Tierra adentro, desde esta cordillera, se encuentran tierras montañosas desiguales y áridas que incluyen unos pocos valles fértiles. Este modelo se extiende todo el camino hasta el este de la elevadísima Sierra Madre, cuyos impresionantes volcanes alcanzan la altura de 18.000 pies. De aquí al mar, la tierra desciende hasta las anchas y llanas planicies –la frontera del Golfo de Campeche, que ya hemos mencionado. Justo al norte del istmo, en la costa este, están las montañas Tuxtla, bendecidas con un terreno fértil a causa de su pasado volcánico y los vientos húmedos provenientes del Golfo.
Una Comparación
Con este breve estudio de las características de Mesoamérica en mente, es posible compararlas con las tierras descritas en el Libro de Mormón. La forma general de reloj de arena es evidente en ambas. Las dimensiones son muy similares -esto es, si ignoramos la extensión del norte y oeste de Mesoamérica, lo cual podemos hacer, ya que el Libro de Mormón no dice nada acerca de su área correspondiente. También debemos ignorar la península de Yucatán y sus tierras bajas adyacentes, por que, como indicamos anteriormente, la porción de costa a lo largo del mar del este controlada por los nefitas era pequeña y por eso toda el área este, desde la ciudad de Nefi, no se describe en el libro. Así que las dos áreas de Mesoamérica que no encajan claramente con lo que nos dice el registro nefita acerca de la geografía son precisamente las regiones sobre las cuales el relato de las escrituras es más vago. No hay contradicciones.
(Ver el mapa 5.)
Mapa 5
El río Sidón encaja con el río Grijalva, que sale de las tierras altas, corre a través de una importante cuenca de mediana elevación, luego continúa hacia el mar atravesando una llanura costera considerable. La longitud del río, 300 millas, encaja con lo que hemos dicho acerca del Sidón, y no se encuentra ninguna otra corriente principal en esta parte del sur de México; el Libro de Mormón sólo menciona un río. El istmo de Tehuantepec, con sus 120 millas de ancho, entra justo dentro de la escala de plausibilidad que establecimos para el ancho de la “lengua estrecha”. La distancia indicada en el Libro de Mormón a través de la tierra, desde Ammoníah hasta Moroni, en la costa este, es aproximadamente la distancia a través de la mayor parte de los estados de Chiapas y Tabasco, alrededor de 150 millas.
La topografía también encaja. El grupo de montañas de yermo, que separan las tierras montañosas de Guatemala del centro de Chiapas, es un buen emplazamiento para situar “la estrecha franja de yermo” de los nefitas. Desde ellas fluyen las corrientes cuya confluencia forma el Grijalva, o el Sidón. Las franjas costeras fronterizas de yermo, la presencia de una región de colinas, en un área perfectamente situada para haber sido el campo de la batalla final y otras características, también coinciden.
No se necesitan más detalles sobre este punto. El acuerdo general entre la geografía de Mesoamérica y la del Libro de Mormón puede comprenderse de una manera directa estudiando cuidadosamente el mapa 5. Cualquiera que desee investigar el tema sistemáticamente puede comprobar cada uno de los requisitos enumerados anteriormente y darse cuenta de sus estrechas semejanzas con el escenario mesoamericano.
Muchas características del sur y centro de México y Guatemala parecen encajar decisivamente con el territorio del Libro de Mormón, excepto, quizás, por una importante anomalía. Los escritores del Libro de Mormón hablan de su geografía en términos de “norte” o “hacia el norte” y el “sur” o “hacia el sur” mientras que la posición oblicua de Mesoamérica no parece responder a estos puntos cardinales. ¿Cómo se puede resolver este problema?
La cuestión de las direcciones en el Libro de Mormón
El poner etiquetas a las direcciones siempre ha presentado desafíos lingüísticos y culturales a los pueblos del mundo. Al igual que otras costumbres, todo este asunto es bastante más arbitrario que lógico, como les gustaría pensar a las personas en la actualidad. Nosotros seguimos la tradición europea que dice que es del “este” de donde “sale el sol”; pero en el ártico el sol, indiferente a estas cuestiones, sale por el norte. Incluso en latitudes intermedias el sol sale exactamente por el este sólo dos días al año. El conocer nuestra propia cultura y otras nos puede ayudar a desengañarnos de la idea de que hay un solo “correcto” y “obvio” modo de dar nombre a las direcciones.
En los grupos lingüísticos esquimales orientales se distingue primordialmente entre dirección tierra adentro (literalmente “arriba”) o hacía el mar (“abajo”). Partiendo de esto tenemos la interesante contradicción de que en Labrador una palabra que significa “hacia el mar” se traduce cómo “este”, porque resulta que el mar se encuentra más o menos en esa dirección, mientras que la misma palabra al otro lado del estrecho, en la cercana Groenlandia occidental se corresponde con nuestro “oeste”[24], porque allí el mar está al oeste. Los polinesios utilizan un par de términos similares para las direcciones básicas, “tierra adentro” y “hacia la costa”, combinados a veces con una distinción entre “delante” o “detrás”[25]. Los islandeses se refieren a las direcciones dependiendo de la procedencia del viajero, no de la ruta por la cual ha llegado[26]. (Esta idea aplicada a nosotros significaría que, de un viajero que llega a Nueva York desde Miami diríamos que ha viajado “hacia el este”, siempre y cuando su viaje haya comenzado en California). En el Pueblo Picuris, en Nuevo México, se diferencian y clasifican cinco direcciones y ninguna de ellas equivale a nuestros propios puntos cardinales.
Los israelitas de Palestina, en su esquema mental más común, interpretaban las direcciones como si estuviesen de espalda al mar, de cara al desierto. Así que, entonces yam (“mar”) significaría “oeste”, porque el Mediterráneo se encuentra en esa dirección, mientras qedem (“delante”) representaba el “este”. Yamin (“mano derecha”) significaba “sur”, mientras que shemol (“mano izquierda”) indicaba “norte”[27]. En Palestina este modelo coincidía muy bien con la naturaleza (la costa se extiende aproximadamente de norte a sur) y también resultaba fácilmente traducible a nuestros usos europeos de los términos este, oeste, norte y sur. (Este no era el único modelo de direcciones en uso entre los israelitas, pero era el más fundamental, ya que estaba profundamente arraigado en el lenguaje.) Otros idiomas semíticos, además del hebreo, seguían una lógica similar, aunque algunas veces sus emplazamientos físicos hacían el modelo confuso. Por ejemplo, los asirios se referían al Golfo Pérsico como “el mar del sol naciente”, cuando, de hecho, estaba al sur-sudoeste de ellos.[28]
Supongan por un momento que estaban con el grupo de Lehi cuando éste llegó a la costa del Pacífico de Centroamérica. Según la terminología general de hoy en día, de la civilización occidental, la costa estaría orientada aproximadamente noroeste-sureste. Cuando usted dijera yamah, queriendo decir “hacia el oeste”, el término significaría literalmente “hacia el mar”, aunque el agua estaría realmente “detrás de su espalda” hacia nuestro suroeste. Además, el primer paso que usted diera tierra adentro, alejándose del mar, sería “hacia el este” (“adelante” literalmente) en hebreo; nosotros actualmente diríamos que el movimiento había sido hacia el noreste. En ausencia de una decisión consciente del grupo de desviar el sentido de sus términos de dirección hebreos 45 grados o más, el pequeño grupo de colonos, habría entrado en un nuevo esquema lingüístico en cuanto a las direcciones, al encontrar su modelo de lengua semítica el nuevo marco geográfico.
De hecho, no sabemos el nombre que Lamán, Lemuel, Sam y Nefi daban a sus direcciones, ya que los primeros términos referentes a direcciones sólo aparecen en el Libro de Mormón cientos de años después de su primer desembarco (Mosíah 7:5; 9:14).[29] De todos modos, es interesante que para las lenguas mayas de Mesoamérica el “sur” significa “a la mano derecha” y “norte” “a la izquierda”[30] paralelamente al hebreo. Además de shemol, los hebreos llamaban al “norte” sapon, que significaba “región escondida u oscura”, que recuerda el modelo cultural ampliamente extendido que asocia mala suerte, maldad y oscuridad con la izquierda.[31] Naturalmente los nefitas consideraban que la tierra que se encontraba al norte, en el lado izquierdo del sistema hebreo, estaba bajo una “maldición” (3 Nefi 3:24). Las ruinas y huesos de los jareditas destruidos que descubrieron en la tierra del norte reforzaron esa idea. Los mayas quichés de la tierra montañosa de Guatemala, de los cuales tenemos un importante registro precolombino, el Popol Vuh, relacionaban el sur con la mano derecha y el color rojo; al norte (mano izquierda) se le identificaba con el color negro y con asociaciones mentales negativas tales como la estupidez, la muerte y el infierno.[32] Asociaciones similares, incluyendo los colores, prevalecieron en el Oriente Próximo.[33]
Los toltecas, gobernantes de los quichés, junto con otros grupos pre-hispánicos, llamaban a la zona de tierra baja que bordea el Golfo, cerca del istmo de Tehuantepec “el este”, obligando a los traductores del Popol Vuh a una extraña afirmación: “En las tierras hacia el norte, esto es, ‘en el este.’...”[34] Además, el profesor Vogt planteó la posibilidad de que las antiguas direcciones mayas presentaran una diferencia de 45 grados respecto a las nuestras.[35] Es especialmente interesante otra charla reciente acerca de la antigua terminología de las direcciones en el centro de Mesoamérica:
El Golfo de México, no importa cómo esté situado en relación a la tierra -hacia el este en el norte de México, al norte desde el área costera del Golfo, o al oeste desde la costa de Campeche- es el “mar Este”, y, del mismo modo, el Océano Pacífico es el “mar oeste”. Así que, en el interior de la tierra, alrededor del istmo de Tehuantepec, el oeste está en el lado Pacífico y el este en el área sur de la costa del Golfo[36].
Vimos anteriormente que el Golfo de México, Golfo de Campeche, encaja con el “mar Este” de los nefitas.
Los ejemplos de diversos pueblos, que hemos repasado, demuestran que una orientación simple, en relación a la brújula, de norte/sur/este/oeste no es “natural” ni universal y que otras culturas han propuesto otros sistemas para dar nombre a las direcciones que son difíciles de traducir con claridad al sistema dominante de lenguaje y pensamiento de mundo de hoy. Así que no nos sorprende que, evidentemente, las terminologías nefita y mesoamericana difirieran conceptualmente de las nuestras.
Además, resulta que el territorio mesoamericano es evidentemente difícil de clasificar direccionalmente en términos de la brújula europea porque corta en ángulo nuestra rígida cuadriculación. La experiencia de los conquistadores europeos ilustra este problema. Por ejemplo, el relato del padre Thomas Gage de un viaje desde la ciudad de México hasta la tierra montañosa de Guatemala en el siglo XVII se refería a la dirección de su viaje como “sur.”[37] En realidad, es el este, más que el sur. El atravesó el istmo de Tehuantepec aproximadamente donde se encuentra actualmente la autopista panamericana y finalmente llegó a Chiapa de Corzo, en el río Grijalva. El relato de su viaje menciona haber pasado allí a través de Macuilapa “hacia el norte” desde Chiapa de Corzo. En el mapa se encuentra realmente en el suroeste. Más tarde habla de que la propia Chiapa de Corzo estaba al noreste de la capital de Guatemala (que es realmente el oestenoroeste), mientras que la costa de Chiapas que daba al Pacífico era noroeste para él (en nuestros términos suroeste). Hay una explicación razonable para estas extrañas declaraciones; en general él se dirigía al sur hacia su destino, así que, naturalmente, los puntos que él ya había atravesado le parecían estar “al norte”, aunque el mapa demuestra que en ningún momento su viaje fue directo hacia el sur, según nuestros términos. Casualmente, una región que él dijo que estaba “al este” de la capital de Guatemala se encuentra realmente en el norte, de acuerdo con la brújula; aquí sin darse cuenta entró en el mismo esquema mental de los toltecas pre-colombinos de Guatemala: el norte de los puntos cardinales pasó a ser el “este”. Una afirmación de un prominente arqueólogo en 1982 tropezó con la misma expresión: “Al norte de la región Maya […] en el Monte Albán en Oaxaca.”[38] La dirección real es oeste-suroeste; el norte literal conduciría a Cuba, no a Oaxaca.
Es importante un punto semántico del Libro de Mormón. Este se refiere normalmente a la “tierra al norte” y la “tierra al sur”, raramente a la “tierra norte” o “tierra sur”. (Estos últimos términos aparecen sólo siete veces; los primeros 47 veces.)[39] La preposición a o hacia significa “tendiendo o dirigiéndose a.” Gage, correctamente, pensó que Guatemala estaba “hacia el sur” de la ciudad de México, aunque técnicamente está más hacia el este. De igual manera, si usted toma un avión en Los Angeles, hacia Caracas, Venezuela, ¿no considera mentalmente esta dirección hacia el sur? Después de todo, el destino es Sudamérica; pero realmente se termina viajando más hacia al este que al sur. A pesar de todo, hacia el sur es correcto.
Ninguna de estas consideraciones implican que las personas involucradas no entendían las direcciones reales. Los antiguos habitantes de Guatemala sabían tan bien como usted o yo o Thomas Gage por donde salía el sol. El problema no era el de la ignorancia sino el de un diferente esquema conceptual y lingüístico entre su cultura y la nuestra.
Si todo este asunto suena un poco complicado, todavía podemos estar agradecidos por una cosa. Mormón y José Smith, que nos proporcionaron el Libro de Mormón, podían haber empeorado las cosas siendo “literales”. Imaginese tener que leer una y otra vez acerca de la “tierra noroeste-este,” o quizás del “mar que está al suroeste de Zarahemla pero al sureste de parte de la tierra noroccidental.” Esto hubiera sido literalmente correcto según nuestros términos, pero muy farragoso.
Lo que comenzó siendo un “problema” con las direcciones se ha resuelto plausiblemente. Hemos descubierto que el texto nefita tiene sentido cuando se vincula al pensamiento e idioma hebreos por una parte, y a las condiciones de Mesoamérica por otra.
El “Estrecho Pasaje”
Otra pregunta geográfica que continuamente se presenta cuando se lee el Libro de Mormón es la naturaleza y la localización del “estrecho pasaje” mencionado en Alma 50:34 y 51:9 y en Mormón 2:29 y 3:5. De estos versículos, se infiere que el pasaje no es lo mismo que la estrecha “lengua” de tierra. Más bien, se trata de algún tipo de rasgos específicos dentro del área del istmo. Alma 50 nos dice cómo Teáncum interceptó al fugitivo grupo de Moriantón justo cuando ambos llegaban a un punto muy específico, “cerca del estrecho paso que conducía al lado del mar a la tierra norte, sí, por el mar, al oeste y al este.” También está claro que los grupos pasaron cerca de la ciudad de Abundancia para tener acceso a este pasaje desde el área litoral oriental (Alma 51:28-30; 52:9, 27; 53:3-4). Sin embargo, no se menciona la ciudad de Abundancia cuando se accede al pasaje desde el mar occidental, como se demuestra en Mormón 2:3-6, 16-17, y 29 hasta 4:23. (Quizás la ciudad ya no estaba habitada para el siglo IV a. C.)
Encontramos una solución a esto observando los minuciosos detalles geográficos del área del istmo de Tehuantepec. Aparece una formación irregular de arenisca y grava, como una loma, que tiene una anchura media de un par de millas y se eleva de 150 a 200 pies por encima del campo que la rodea. Se extiende hacia el oeste, desde el curso inferior del río Coatzacoalcos. Proporciona el único camino seguro durante todo el año, desde el área de la costa oriental del istmo “hacia el norte” hasta Veracruz central.[40] A ambos lados de esta loma se inunda periódicamente una porción considerable de tierra, hasta unos 12 pies de profundidad durante la estación húmeda.[41] A veces, durante esta estación, el pasaje de la loma conduciría realmente “por el mar, al oeste y al este” (Alma 50:34), porque el agua, en las cuencas inundadas, estaría a ambos lados de la loma e impediría el viaje de forma tan eficaz como el mar, con lo que se producirían constantes inundaciones. Incluso en la estación seca, el terreno bajo está obstruido con arbustos espinosos, entrelazado con lagunas, y hace que no sea práctico como ruta habitual. Esta formación se extiende desde cerca de Minatitlán, la ciudad que se encuentra actualmente en el río Coatzacoalcos, 20 millas hacia oeste hasta Acayucán. Desde allí, la ruta normal conduce más al oeste, hasta el donde se encuentra con el río en San Juan, una confluencia clave. La autopista actual corre, en parte, a través de esta elevación para evitar el estado pantanoso en el que se encuentran ambos lados. Donde lo hace, sigue esencialmente el camino pre-europeo que se había usado como camino de preferencia durante miles de años (ver el mapa 7.)
Mapa 7
En el término oriental, la cordillera comienza en Paso Nuevo, el vado principal del Coatzacoalcos, justo debajo de Minatitlán. Al este del vado la ruta normal conduce, a través de las llanuras y colinas bajas, hacia Tabasco. Si, como Moriantón (Alma 50:33-34), uno llega desde la llanura de Tabasco, el vado y la ruta de la loma se verían como la entrada a la tierra del norte. El ejército interceptor de Teáncum obstruyó la entrada, probablemente en el cruce del río. Y la ciudad de Abundancia, que debía de estar próxima, se encontraría cerca de la ribera oriental (hacía el este), en algún lugar en una extensión de diez millas, entre el vado y la costa (comparar Alma 50:32, 34; 51:28-30; 53:3-4; 3 Nefi 11:1; 19:10-12).
¿Dos Cumorahs?
Una pregunta lógica y necesaria, que muchos lectores se deben de haber estado haciendo a sí mismos, es: ¿cómo obtuvo José Smith las planchas de oro al norte del estado de Nueva York si el último campo de batalla nefita estaba en Mesoamérica?
Repasemos dónde tuvo lugar la batalla final. El Libro de Mormón pone en claro que la destrucción, tanto de jareditas cómo de nefitas, tuvo lugar cerca de la estrecha lengua de tierra. Sin embargo, Nueva York está a miles de millas de cualquier configuración que se pueda describir plausiblemente como lengua estrecha. Así que el mismo libro elimina la idea de que los nefitas perecieran cerca de Palmyra.
Entonces, ¿cómo llegaron las planchas desde el campo de batalla, hasta Nueva York? No tenemos una respuesta definitiva, pero podemos reconstruir una imagen plausible. Mormón nos informa de que él enterró todos los anales bajo su custodia en la colina de Cumorah de la batalla final, excepto ciertas planchas de oro claves (Mormón 6:6), las cuales, según tradujo José Smith, confió a su hijo Moroni. Más tarde, 35 años después, Moroni todavía seguía añadiendo sus escritos a estos anales (Moroni 10:1). El nunca nos dice dónde tenia la intención de depositarlos, ni dónde se encontraba él cuando los selló (Moroni 10:34). La manera más obvia para que las planchas llegaran al estado de Nueva York habría sido que alguien las llevara allí. Moroni mismo podría haberlo hecho durante esas últimas y solitarias décadas.
¿Podría haber sido capaz Moroni de sobrevivir a un viaje de varios miles de millas, atravesando poblaciones y tierras extrañas, si él fue quien transportó los anales?[42] Semejante viaje no sería más sorprendente que el viaje del grupo de Lehi por tierra y mar, un viaje alrededor de la mitad del mundo. De hecho, tenemos el sorprendente caso de un viaje muy parecido al que Moroni pudo haber hecho. A mediados del siglo XVI, David Ingram, un marinero inglés naufragado, anduvo, durante 11 meses, a través de un territorio indio completamente extraño, desde Tampico, México, hasta el río San Juan, actualmente en la frontera entre Maine y Canadá.[43] Este extraordinario viaje habría sido, aproximadamente, de la misma distancia del que hizo Moroni, y, esencialmente, por la misma ruta. Así que el que Moroni llevara las planchas hasta Nueva York, incluso sólo con sus propias fuerzas, parece factible.
¿Qué hay de la Gran Catástrofe?
La localización de Cumorah no es la única pregunta que vendrá a la mente de un lector atento. ¿Que ocurre si las condiciones físicas han cambiado tanto desde tiempos los antiguos hasta los modernos, que ya no se pueden encontrar los antiguos emplazamientos? Sabemos por el Libro de Mormón que, a causa de terribles terremotos y otras destrucciones al tiempo de la crucifixión de Jesucristo, “la faz de la tierra entera” cambió. ¿Podría ser que hoy en día no hubiera medio de reconstruir la geografía de los tiempos de antes de la crucifixión?
La respuesta a esto también se encuentra en el libro. Mormón y Moroni vivieron y escribieron después de esos catastróficos cambios. Ellos no tuvieron ningún problema en identificar lugares que habían conocido durante sus vidas con los lugares a los que se referían Alma o Helamán antes de la catástrofe. Nada de la geografía de antes de la crucifixión parece haberles confundido. El mismo libro dice que los cambios que tuvieron lugar durante la crucifixión del Salvador fueron principalmente en la superficie. Abundancia se encontraba todavía en su sitio, su templo continuaba allí cuando apareció el Salvador resucitado (3 Nefi 11:1). Zarahemla fue reconstruida sobre las ruinas quemadas de la ciudad anterior (4 Nefi 1:8). El estrecho pasaje estaba todavía en la misma posición clave durante las batallas finales como lo había estado antes, hacía más de cuatro siglos. El río Sidón todavía mantenía el mismo curso, y Ramah/Cumorah, la destacada colina, presidía sin ningún cambio, la aniquilación de su segunda población. Así que el propio registro no da ninguna justificación para suponer que la forma o naturaleza de la tierra cambiara en ninguno de sus aspectos esenciales, a pesar de la impresionante destrucción que señaló la muerte del Salvador. Tampoco hay ninguna prueba geológica científica segura que nos conduzca a suponer que ocurrieran cambios más importantes. Nada de lo que sabemos nos impide situar la mayor parte de los antiguos emplazamientos en el mapa actual.
Un mapa general del Libro de Mormón
Ahora es posible presentar un mapa resumido que correlacione los lugares del Libro de Mormón con las características del mapa de Mesoamérica. Se ha dicho ya bastante para poner en claro que no todas las ecuaciones se han hecho con la misma seguridad, y ninguna con una certeza absoluta -todavía.- El resto del Libro de Mormón nos dará muchos detalles de los puntos esbozados aquí. (Ver el mapa 5.)
Mapa 5
· La lengua estrecha de tierra es el istmo de Tehuantepec.
· El mar este es el Golfo de México o el que lo comprende, el Golfo de Campeche.
· El mar oeste es el Océano Pacífico al oeste de México y Guatemala.
· La tierra del sur se compone de la porción de México que se encuentra al este y sur del istmo de Tehuantepec; comprende principalmente los estados de Chiapas y Tabasco, junto con la zona de tierras montañosas y la costera de Guatemala y posiblemente con parte de El Salvador.
· La tierra del norte se compone de la parte de México que se encuentra al oeste y norte del istmo de Tehuantepec, que incluye todo o parte de los estados de Veracruz, Oaxaca, Puebla y Guerrero, (y posiblemente más).
· El río Sidón era el río Grijalva. La ciudad de Zarahemla estaba situada en la ribera occidental del río y podía, muy bien, haber sido el emplazamiento arqueológico de Santa Rosa (el cual se encuentra inundado por las aguas retenidas por la represa de Angostura).
· La tierra jaredita de Morón era probablemente el valle de Oaxaca.
· El campo de batalla final, donde los pueblos jaredita y nefita encontraron su fin, estaba alrededor de las montañas Tuxtla, en el sur de Veracruz central.
· La ciudad de Nefi estaba probablemente en el emplazamiento arqueológico de Kaminaljuyu, el cual actualmente forma parte de los suburbios de la ciudad de Guatemala; la ciudad de Nefi, en su sentido más amplio, estaba constituida por las tierras montañosas del sur de Guatemala.
La identificación de estos sitios no es el final del estudio, sino el principio. Una vez que sabemos donde situar los hechos y los pueblos, estamos en posición de preguntarnos acerca de lo que pasó y cuando. Nuestros emplazamientos para Nefi, Zarahemla o Abundancia serían una prueba de las migraciones de algunos de los pueblos cuya historia se esboza en el Libro de Mormón, y necesariamente la prueba debe tener una fecha adecuada o, si no, habríamos cometido un serio error. De todos modos, investiguemos lo que investiguemos, estos emplazamientos deben permanecer como una referencia fundamental. Volveremos una y otra vez para detallar y ampliar la imagen que hemos expuesto antes tan brevemente.
He dicho, con la suficiente frecuencia, que los resultados no son concluyentes. Sin embargo, de ahora en adelante planeo asumir que la cuestión geográfica ya está resuelta, en términos generales. Es sensato asumir esto para poder seguir progresando en otros asuntos. Personalmente estoy seguro de que tenemos una alta probabilidad de conocer el mapa nefita. Además, ningún mapa con otra correlación sirve; todos los otros que conozco contienen defectos fatales. Por el contrario, la imagen que se ofrece aquí es completamente plausible. Esto se volverá más evidente a medida que continuamos nuestro razonamiento. Así que examinaremos pruebas más detalladas de cómo encajan el libro y las fuentes externas.
José Smith, o alguien próximo a él, escribió en 1842 que “No será una mala idea comparar las ruinas de las ciudades del Sr. [John Lloyd] Stephens con las del Libro de Mormón.” Desde entonces, todos los intentos de llevar a cabo este proyecto han sido paralizados por la incapacidad de precisar los emplazamientos, las fechas y la naturaleza de los paisajes y lugares, para poder compararlos con los del Libro de Mormón. Los Santos de los Ultimos Días continúan diciendo que algún día, cuando sepamos mucho más, seremos capaces de hacerlo. Bueno, sabemos tanto que los Santos de los Ultimos Días que estén atentos no pueden posponer más la tarea.
[1] Franklin D. Richards y James A. Little, eds., Compendium (Salt Lake City: Deseret News Press, 1886), p. 289.
[2] Brigham H. Roberts, New Witnesses for God, vol. 3 The Book of Mormon, vol. 3 (Salt Lake City: Deseret News Press, 1926), pp. 501-3; John Widtsoe, “Is the Book of Mormon Geography Known?” en A Book of Mormon Treasury: Selections from the Pages of the Improvement Era (Salt Lake City: Bookcraft, 1959), pp. 128-29.
[3] Por ejemplo, la declaración de Oliverio Cowdery en Francis W. Kirkham, A New Witness for Christ in America: The Book of Mormon (Independence Missouri: Zion´s Printing and Publising Co., 1942), p. 93.
[4] Nancy C. Williams, Meet Dr. Frederick Granger Williams ... After One Hundred Years (Independence, Missouri: Zion´s Printing and Publishing Co., 1951), pp.101-3.
[5] Incidentes de viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán. (N. del T.)
[6] Millennial Star 10 (15 de Noviembre 1848): 347.
[7] Juvenile Instructor 25 (Enero de 1890): 18-19.
[8] The Instructor 73 (Abril de 1938): 160.
[9] Informe de la Conferencia de Abril de 1929 (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, 1929), pp. 15-66.
[10] Witdsoe, “Book of Mormon Geography,” pág. 130.
[11] Cyrus Gordon, Introduction to Old Testament Times (Ventor, New Jersey: Ventnor Publishers, 1953) pág. 107.
[12] R. E. W. Adams, “The Ceramic Chronology of the Southern Maya.” Segundo informe preliminar de la Fundación para las Ciencias Nacionales, Grant GS 610, Universidad de Minnesota, duplicado en Minneapolis, 1966, pág. 5.
[13] Ibid.
[14] Robert F. Heizer, “Physical Capabilities of the Capabilities of the California Indians,” Masterkey 45 (1971): 109-13.
[15] Bernardino de Sahagún, Historia de las cosas de Nueva España (México: Editorial Nueva España, 1946), pág. 281.
[16] Mariano Veytia, Historia antigua de México, vol 1 (México Leyendia, 1944), pág. 152; Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Obras históricas, vol. 1 (México: Editora Nacional, 1952) pág. 24.
[17] Stan Larson, “Change in Early Texts of the Book of Mormon,” Ensign 7 (Septiembre de 1976), pp. 28-33. Estas palabras todavía no están en la traducción al castellano. (N. del T.)
[18] Abajo, al sur. (N. del T.)
[19] Para un análisis mucho más detallado de toda la información geográfica que se encuentra en el Libro de Mormón, ver mi libro The Geography of Book of Mormon Events: A Source Book. Edición revisada, F.A.R.M.S., 1992.
[20] Resumidos en The World of the Book of Mormon de Paul R. Cheesman (Salt Lake City: Deseret Book, 1978), pp. 28-33. Ver un completo tratamiento de la historia de docenas de interpretaciones del mapa en The Geography of Book of Mormon Events, parte una y dos.
[21] Robert M. Carmack Toltec Influence on the Postclassic Culture History of Highland Guatemala , MARI 26 (1968), pág. 65.
[22] Felix W. McBryde Cultural and Historical Geography of Southwest Guatemala , SISA 4 (1945), pág. 4.
[23] Un práctico y breve tratado de la geografía, geología y clima de Chiapas y especialmente de la depresión central se encuentra en Archaeological Exploration of the Upper Grijalva River, Chiapas, Mexico de Gareth W. Lowe, NWAF 2 (1959), pág. 4-7. Una excelente fuente, de más amplio alcance, es Middle America: Its Lands and Peoples de Robert C. West y John P. Angelli. Segunda edición (Englewoods Cliffs, New Jersey: Prentice Hall, 1976).
[24] Louis-Jacques Dorais “Some Notes on the Semantics of Eastern Eskimo Localizers” Anthropological Linguistics 13 (1971): 92.
[25] Phil De Vita, “A Partial Investigation of the Spatial Forms of Some Tuamotuan Dialects” Anthropological Linguistics 13 (1971):401-20.
[26] George L. y Florence H Trager “The Cardinal Directions at Taos and Picuris, Anthropological Linguistics 12 (1970):31-37.
[27] S. H. Weingarten, “Yam Suf-Yam Ha´adom,” Beth Mikra 48 (1971):100-104.
[28] P. Cornwall, “On the Location of Dilmun,” American Schools of Oriental Research, Boletín 103 (1946) pág. 8.
[29] Algunas personas han pensado que la Liahona de Lehi (1 Nefi 16:10) era un aparato magnético. Yo no encuentro ninguna evidencia convincente de semejante punto de vista. Una valiosa charla de Hugh Nibley sobre esto nos da una imagen alternativa de su funcionamiento: Since Cumorah (Salt Lake City: Deseret Book, 1967), pp. 283-96.
[30] J. E. S. Thompson, Maya Hieroglyphic Writing: An Introduction, rev. ed. (Norman: University of Oklahoma Press, 1960) pág. 249; idem, Maya History and Religion (Norman: University of Oklahoma Press, 1970), pág. 176; Cecelia F. Klein, “Post-Classic Mexican Death Imagery as a Sign of Cyclic Completion,” en Death and the Afterlife in Pre-Columbian America, ed. Elizabeth P. Benson (Washington, D.C.: Dumbarton Oaks, 1975), pp. 80-81.
[31] Charles E. Osgood, “The Cross-Cultural Generality of Visual-Verbal Synesthetic Tendencies,” Behavioral Science 5 (1960): 146-49; R. Hertz, Death and the Right Hand (Glencoe, Illinois: Free Press, 1960). Leer Mosiah 5:10-12.
[32] Munro S. Edmonson, The Book of Counsel: The Popul Vuh of the Quiche Maya of Guatemala, MARI 35 (1971), pág. 36. La gama de colores difiere algo en otras regiones mesoamericanas.
[33] Weingarten, “Yam Suf,” pág. 103.
[34] Adrian Recinos, Delia Goetz y Sylvanus G. Morley, traductores, Popol Vuh (Norman: University of Oklahoma Press,1950), pp. 68-69, 207.
[35] Evon Z. Vogt, Zinacantan: A Maya Community in the Highlands of Chiapas (Cambridge: Harvard University Press, 1969) pág. 602.
[36] Andrew J. McDonald, “The Origin and the Nature ofPlatform Complexes in Southern Chiapas, Mexico” (borrador de tesis doctoral, University of Texas), pág. 80 (copia en posesión de J. L. Sorenson). La imagen de Klein añade a la afirmación de McDonald: “Invariablemente . . . el norte era asociado con el este, el sur con el oeste. De hecho, el norte y el sur eran comparativamente poco importantes en el pensamiento mesoamericano y, frecuentemente, eran relacionados con las direcciones del mundo más importantes de este y oeste. De esa manera, el norte comparte con el este la connotación del cielo y lo que está por ‘encima’, mientras que el sur, al igual que el oeste representan la tierra y lo que esta ‘debajo’ (Death Imaginery,” pág. 81). Con la explicación de Klein, se aclara la afirmación de Recinos, Goetz y Morley sobre el “este” y el “norte”. Este modelo de unión de las direcciones puede estar reflejado en el Libro de Mormón, donde Jesús surge del cielo en Bountiful, cerca de la costa este, mientras que las dos ciudades destruidas durante su crucifixión, cuya posición se identifica claramente como “en el sur”, Moroni, convenientemente hundida en el mar, y Jerusalén, donde las aguas se levantaron para cubrirla. La asombrosa congruencia entre los “hechos objetivos” de la historia y el modelo estructural ha sido presentado por Y. T. Radday (Chiasm in Kings,” Linguistica Biblia 31 [1974]: 52-67), aunque él no puede explicar la concordancia. No es más fácil sugerir el cómo los hechos objetivos de la geografía pueden concordar con el modelo de espacio conocido por la gente
[37] J. E. S. Thompson, ed., Thomas Gage´s Travels in the New World (Norman: University Oklahoma Press, 1958), pp. 181, 193-95.
[38] Kenneth G. Hirth, “Transportation Architecture at Xochicalco, Morelos, Mexico,” Current Anthropology 23 (1982):322.
[39] En la traducción oficial del Libro de Mormón al castellano se han hecho cambios que alteran estas proporciones. (N. del T.)
[40] J. J. Williams, The Isthmus of Tehuantepec, Being the Results of a Survey for the Railroad to Connect the Atlantic and Pacific Oceans (New York, 1852) pp. 21-35.
[41] Ibid. Ver también Michael D. Coe, “Photogrammetry and the Ecology of Olmec Civilization” (ponencia dada en la conferencia de trabajo sobre fotografía áerea y antropología, Cambridge, Massachusetts, 10 y 11 de mayo de 1969), pp. 8-9. Sólo marzo, abril y comienzos de mayo tienen poca cantidad de lluvias. Los ríos comienzan a crecer rápidamente en junio y alcanzan su máximo caudal entre julio y septiembre, inundando toda la tierra que se encuentra por debajo del nivel de los 24 metros, en las proximidades de San Lorenzo, el emplazamiento olmeca.
[42] J. N. Washburn ha escrito un interesante obra especulativa describiendo como Moroni podría haber hecho semejante viaje: “The Son of Mormon”, no hay fecha ni lugar (disponible en la biblioteca de BYU). A propósito, el libro de J. A. y J. N. Washburn, An Approach to the Study of the Book of Mormon Geography (Provo, Utah: New Era Publishing, 1939), es valioso por su tratamiento del Libro de Mormón, basado sólo en el texto. Fue el primer estudio serio sobre el tema.
[43] “Man Alone,” Christian Science Monitor (1 de Junio de 1967), pág. 16
John L. SORENSON
UN ESCENARIO PARA EL LIBRO DE MORMÓN
EN LA AMÉRICA ANTIGUA
Deseret Book Company. Salt Lake City, Utah, 1985
Traducción: Estrella Lafont
Capítulo 1
Trazando el Mapa del Libro de Mormón
De forma preliminar a nuestra investigación, debemos establecer dónde se desarrollaron los hechos del Libro de Mormón dentro del hemisferio occidental. Deberíamos saber si ocuparon la totalidad del continente americano. Si el escenario fue un territorio restringido, entonces este hecho es esencial. Equivocarnos en la geografía nos envolvería en un conjunto de errores en cadena que inevitablemente harían fracasar cualquier conclusión que sacáramos. Si nosotros no supiéramos dónde, y naturalmente cuándo, encontrar datos comparativos, podríamos también tratar de dar luz al Libro de Mormón asumiendo su emplazamiento en España o en Siberia.
¿Un mapa autorizado?
Algunos Santos de los Ultimos Días se enfrentan a problemas como el de la geografía del Libro de Mormón recurriendo automáticamente a los líderes de la Iglesia para encontrar respuestas. Parece apropiado, entonces, comenzar preguntándonos si la geografía del Libro de Mormón ha sido determinada por estos líderes o no.
Las fuentes históricas no nos indican que Moroni diese a José Smith instrucciones geográficas, ni tampoco José Smith declaró tener inspiración sobre el asunto. Las ideas que expresó más tarde acerca de la localización de los hechos de que se habla en el libro aparentemente reflejaban lo mejor de su opinión personal. Lo que parece una primera interpretación consensuada de la geografía del Libro de Mormón de él y de sus asociados era amplia: la tierra del sur era la totalidad de América del Sur, la tierra del norte, el continente norteamericano. Esto es lo que nos indica un registro manuscrito de 1836 de Frederick G. Williams, que atribuye a José Smith la declaración de que: “Lehi y su tripulación desembarcaron en el continente sudamericano, en Chile, a treinta grados de latitud sur.”[1] Líderes de la Iglesia como B. H. Roberts y John A. Widtsoe, ambos críticos prudentes, vacilaron al aceptar el origen de la declaración del profeta,[2] sin embargo ciertamente no sería sorprendente que el profeta haya sostenido alguna vez este punto de vista, ya que otros primeros miembros parecen haberlo creído.[3] (Williams dijo más tarde que la declaración sobre Chile le fue hecha a él por un ángel en vez de por José Smith.)[4] En vista del hecho de que, con el tiempo, las ideas del Profeta sobre otros temas maduraron, sus ideas sobre la geografía del Libro de Mormón podrían haber experimentado un cambio. En 1842, un editorial en el periódico de la Iglesia Times and Seasons (del 15 de septiembre, páginas 921-22) afirmaba que “Lehi... desembarcó un poco más al Sur del Istmo de Darién (Panamá).” José Smith había asumido seis meses antes (pág. 710) la responsabilidad exclusiva por el contenido del periódico, a pesar de que el editor oficial era John Taylor. El lugar que se menciona es, naturalmente, alrededor de tres mil millas al norte del punto de Chile que menciona la cita de Williams.
En el plazo de pocas semanas apareció otro artículo sobre geografía en el periódico. Un notable “bestseller” de aquel tiempo era el libro de John Lloyd Stephens Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán,[5] publicado en 1841. En el número de septiembre de 1842 se hizo una reseña entusiasta del libro de Stephens, con extensos extractos del fascinante relato, que describía las maravillas de las ruinas mayas, por primera vez en una fuente de lengua inglesa fácilmente accesible. Al comentar el primer extracto, el anónimo escritor afirmó que los nefitas “vivieron alrededor de la estrecha franja de tierra, que ahora abarca Centroamérica, con todas las ciudades que se encuentran allí” (pág. 915). Dos semanas después el escritor llegaba a una nueva conclusión:
Desde que nuestro “Extracto” del libro “Incidentes de viaje” etc. del señor Stephens fue publicado, hemos encontrado otro hecho importante relacionado con la veracidad del Libro de Mormón. América Central, o Guatemala, está situada al norte del Istmo de Darién y en otro tiempo abarcaba varios cientos de millas de territorio de norte a sur. La ciudad de Zarahemla, incendiada en el tiempo de la crucifixión del Salvador, y reconstruida más adelante, se encontraba en esta tierra.
El autor del artículo añadió, con frases pintorescas pero con cautela digna de elogio,
No vamos a declarar categóricamente que las ruinas de Quirigua (en Guatemala) son las de Zarahemla, pero cuando la tierra, y las piedras, y los libros narran la historia tan claramente, somos de la opinión de que se requerirían más pruebas de las que los judíos podían aportar para probar que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús de la tumba, para demostrar que las ruinas de la ciudad que nos ocupa no son las que se mencionan en el Libro de Mormón.
No tenemos seguridad de que las declaraciones del periódico fueran hechas por José Smith aunque él tenía la responsabilidad editorial del mismo. Ni tampoco podemos estar seguros mediante otra fuente de la conclusión a la que llegó sobre el asunto. Tanto si el profeta personalmente creyó que las tierras nefitas se encontraban en Centroamérica o no, los líderes que se asociaban diariamente con él sintieron que esta era la mejor contestación a la pregunta “¿dónde?”. Incluso podría ser más importante para los Santos de los Ultimos Días saber que ésta se consideraba una pregunta abierta, para ser meditada e investigada, y que ellos complementarían su estudio de las escrituras con los mejores recursos del limitado saber secular que les era accesible en aquel tiempo. Veintitrés meses después de las afirmaciones del Times and Seasons, murieron José Smith y su hermano Hyrum. Los sucesos que se acumularon durante este agitado periodo anterior al martirio del profeta, le dejaron escaso tiempo libre para estudios de geografía. Sin embargo, una afirmación de Orson Pratt, de 1848, demuestra la continuidad de las ideas expresadas por el Times and Seasons seis años antes. Los nefitas, dijo Pratt, “habitaron las ciudades del Yucatán durante el tiempo en que fueron atacados y expulsados de la tierra del sur”,[6] obviamente esto excluye a Panamá como “la estrecha franja de tierra”.
La preocupación principal de la siguiente generación de Santos fue simplemente sobrevivir. Cuando más adelante, durante el siglo XIX, se reavivó el interés por la geografía del Libro de Mormón, los líderes de la Iglesia tuvieron cuidado de no dejar que se produjeran divisiones entre los Santos por esta cuestión o que las opiniones se convirtieran en dogmas. El Elder George Q. Cannon, una de las fuerzas intelectuales de aquel tiempo en la Iglesia, dijo en 1890:
Existe la tendencia, que se manifiesta con fuerza en estos momentos entre algunos hermanos, de estudiar la geografía del Libro de Mormón. […] Se pide a menudo a los hermanos que dan discursos sobre las tierras de los nefitas que preparen sugerentes mapas ilustrativos de la geografía nefita, pero nunca deberían haber consentido en hacerlos. Tampoco sabemos de ningún apóstol que quisiera emprender tal labor. La razón es que, sin más información de la que tienen, no están preparados ni siquiera para sugerir [una solución].[7]
El presidente Joseph F. Smith, el presidente de los Setenta Anthony W. Ivins, y el apóstol John A. Widtsoe se encontraban entre las autoridades que más tarde afirmaron que la Iglesia no adoptaba ninguna posición sobre las localizaciones específicas del Libro de Mormón. El presidente Smith, por ejemplo, cuando se le pidió aprobar un mapa “mostrando el lugar exacto donde Lehi y su tripulación desembarcaron,” se negó a hacerlo, alegando que el “Señor todavía no lo ha revelado.”[8] Elder Ivins advirtió en 1929, “Todavía no se ha anunciado nada definitivo que resuelva definitivamente la cuestión [de la geografía del Libro de Mormón]. Así que la Iglesia dice: sí, estamos simplemente esperando a descubrir la verdad.”[9] Esta cautela ha sido la trayectoria que se ha seguido consecuentemente desde entonces, dejando libertad para que los individuos estudien y examinen el tema sin poner a las autoridades en el compromiso de tener que defender o refutar el punto de vista personal de alguien.
Incluso en un resumen tan breve como éste, queda claro que las autoridades de la Iglesia desde la época de José Smith hasta ahora no han llegado a ningún consenso, no han hecho ninguna declaración autorizada, ni han informado de ninguna solución definitiva a la cuestión de la geografía de Libro de Mormón. Sin embargo, nunca les ha parecido un problema insoluble, sólo difícil. Elder Widtsoe pensaba que “a fuerza de un estudio diligente, con oración, podemos llegar a comprender mejor la época y los lugares de las personas que se mueven a través de las páginas del divino Libro de Mormón.”[10] No, las autoridades de la Iglesia no nos han resuelto ninguno de los problemas más importantes sobre el emplazamiento geográfico del Libro de Mormón. Debemos buscar las respuestas en algún otro lugar.
¿Qué Dice el Libro?
El primer lugar donde debemos buscar conocimiento sobre el contexto del Libro de Mormón es el propio libro. Recurrir al original es la base de todo conocimiento sólido cuando alguien trabaja con un texto antiguo. Un renombrado experto en tierras bíblicas y del Antiguo Testamento lo dice de este modo: “No se puede nunca enfatizar demasiado el que los descubrimientos arqueológicos tienden a justificar el significado literal del texto contra [cualquier otra] interpretación erudita y tradicional. Esto no sólo es válido para la Biblia, sino para todos los textos antiguos en general.”[11]
Pero ¿se encuentra suficiente información para mostrar una imagen coherente y digna de confianza en el mismo libro? Algunos Santos de los Ultimos Días han escudriñado las claves que el Libro de Mormón proporciona sobre geografía y han elaborado varios mapas mostrando lo que ellos consideran que son las conexiones entre las tierras y ciudades mencionadas. Decir que han llegado a conclusiones variadas, es una expresión exageradamente moderada. En efecto, nosotros debemos elaborar un mapa semejante sistemática y extensamente. De cada afirmación del libro debemos extraer toda la información importante, y debemos hacerla encajar toda sin contradicciones. A pesar de sus contribuciones, todos los mapas anteriores han sido incompletos y poco consistentes al tratar la información importante del Libro de Mormón. Ninguno es totalmente digno de confianza.
Construir un mapa que sea internamente coherente no es más que el primer paso. Seguidamente debemos hacer que se correspondan las tierras y ríos del Libro de Mormón con lugares existentes, lugar por lugar, tal como lo han hecho los expertos en lo que respecta a gran cantidad de la información que se encuentra en la Biblia. Si no fuera por eso, los sucesos que se encuentran en el libro permanecerían en un limbo geográfico; y nosotros tendríamos sólo un mapa simulado.
Nuestra primera tarea consiste en analizar las características esenciales de las tierras descritas en el libro. Esto determinará un conjunto de requisitos. Cualquier área de las Américas que se proponga como la localización de los sucesos del Libro de Mormón debe encajar con estos criterios o si no se la considerará equivocada. Mientras comparamos los requisitos con porciones del mapa actual del mundo, debemos eliminar de nuestra consideración todos los territorios que estén en conflicto con lo que se requiere. Es concebible que pudiéramos terminar sin la información suficiente para identificar con seguridad algún lugar como el área donde tuvieron lugar los acontecimientos del Libro de Mormón. Sin embargo, prosigamos.
El requisito más obvio, que es la configuración, tiene que ver con el bosquejo básico del Libro de Mormón. Pronto nos enteramos de que una “estrecha lengua de tierra” o istmo separaba la “tierra del norte” de la “tierra del sur”, con forma, a rasgos generales, de reloj de arena. (Ver el mapa 1).
Mapa 1
Alma 22:32 nos dice que la tierra del sur estaba “casi rodeada de agua,” pero no hace ninguna declaración clara acerca de la relación de la tierra del norte con sus mares adyacentes. Tal y como la concebían los nefitas, la tierra del sur estaba dividida principalmente en dos: la tierra de Nefi más al sur, y hacia norte de ésta la tierra de Zarahemla, la cual se extendía tanto que casi llegaba hasta la lengua de tierra. La porción sur del istmo se denominaba tierra de Abundancia. Directamente al norte de la tierra de Abundancia, en la estrecha franja de tierra, estaba la tierra de Desolación. No lejos, al norte de Desolación, se encontraba la primera zona principal de asentamiento jaredita, la tierra de Morón (Eter 7:6). Al norte de Desolación, a lo largo de la costa oriental yacía una tierra cubierta de agua (Alma 50:29; Eter 15:8-11). Al norte de Morón y al sur de Nefi, la situación permanece nebulosa; pero en medio de todo esto, el conjunto de estas conexiones _tierra del norte/istmo/tierra de Zarahemla/tierra de Nefi_ están más allá de toda discusión.
Dimensiones
¿Qué largo y ancho tenían estas tierras? La forma de reloj de arena podría, después de todo, encajar tanto con todo el hemisferio occidental como con una porción relativamente pequeña del mismo. Es vital establecer la extensión del territorio donde tuvieron lugar los hechos narrados en las escrituras.
Para determinar sus dimensiones, la información crucial que se encuentra en el texto es cuánto tiempo les llevaba a las personas trasladarse de una parte a otra. Consideremos la distancia entre la ciudad de Nefi y la de Zarahemla. El grupo de misioneros que dirigió Ammón, intentando llegar hasta la tierra de Nefi, “no sabían el rumbo que debían seguir en el desierto para ir a la tierra de Lehi-Nefi”; por tanto encontraron el lugar después de 40 días de viaje (Mosíah 7:4). El viaje de Alma y sus conversos nos es de más ayuda, ya que recorrieron prácticamente el mismo camino en sentido contrario. Salieron de las aguas de Mormón, que probablemente no se encontraba a más de dos días de la ciudad de Nefi, y lograron llegar a Zarahemla en 21 días (Mosíah 18:1-7; 23:1-3; 24:20; 25). El grupo incluía mujeres, niños y “rebaños.” ¿Cuán rápido pudieron haber viajado?
Los pioneros mormones, conduciendo yuntas de bueyes a través del llano territorio de Nebraska, hacían un promedio de 10 a 11 millas por día. En Guatemala les lleva a los porquerizos ocho días conducir una piara de cerdos 90 millas a través de terreno montañoso, hasta llegar al mercado (una media de poco más de 11 millas por día).[12] Otros grupos de viajeros no lo hacen ni siquiera tan rápido. R.E.W. Adams, un arqueólogo que ha trabajado en Guatemala, informa que a los viajeros que van en viaje comercial de rutina, atravesar los senderos y corrientes de la jungla desde el valle de Cotzal hasta Petén -aproximadamente 120 millas de distancia por aire– les cuesta 19 días o más, haciendo una media de poco más de 6 millas por día. Gran parte del camino se hace en piragua río abajo. Además, una persona puede recorrer en seis horas, andando por esa zona, una distancia que le llevaría siete a caballo. Si lleva animales consigo, el tiempo se alarga hasta diez horas.[13]
Otros viajeros son mucho más rápidos. R. F. Heizer informa que en el siglo XIX en California, pequeños grupos de indios Mohave podían recorrer cerca de 100 millas al día, en algunas ocasiones sin comida ni agua durante días. Hace aproximadamente 75 años, un indio tuvo fama de haber hecho un viaje de 100 millas y regresar después de descansar solamente unas pocas horas. En el caso de los indios Mohave[14] no era excepcional hacer un promedio de seis millas por hora, no por día. El padre Sahagún escribió acerca de un pueblo mexicano pre-hispánico: “Los Toltecas eran altos, con el cuerpo más grande que los que viven actualmente; por esta razón les llamaban los tlanquacemilhuique que significa que podían correr el día entero sin cansarse.”[15] Durante los traslados de los Toltecas, descritos en las crónicas mexicanas, en marchas desde el amanecer hasta la puesta del sol, sin animales, hacían una media de seis leguas, entre 15 y 24 millas.[16]
Otros datos sobre la velocidad de los viajes entran dentro de estas escalas establecidas. Existe una amplia gama de posibilidades, dependiendo del terreno, de cómo estaban de acostumbradas las personas a viajar, o de si se trataba de un simple mensajero, de todo un pueblo o de un ejercito los que se hallaban involucrados.
Si asumimos que el grupo de Alma y sus animales fueron a velocidad normal, es plausible que hayan viajado a razón de unas once millas por día. Desde las aguas de Mormón, de donde partió el grupo de Alma, Zarahemla estaría a 21 días o a 231 millas de viaje real haciendo 11 millas por día. Helam, la tierra a la que huyó Alma, parece haber estado fuera de la ruta principal, lo cual podría haber resultado un poco más corto (viajeros posteriores no pasaron por Helam; comparar Mosíah 23:30, 35). Además el texto deja claro que parte del viaje se hizo atravesando un yermo montañoso (donde se encontraba la cabecera del río Sidón; Alma 16:6; 22:27; 27:14), por una retorcida ruta con la que no estaban familiarizados Alma y su gente. El lugar denominado “las aguas de Mormón” estaba a un par de días de la ciudad de Nefi (Mosíah 18:4-7, 30-34; 23:21). Así que la cantidad real de millas del sendero o camino entre Zarahemla y Nefi, las dos ciudades predominantes en este temprano periodo de la historia, debe de haber sido del orden de 250 millas, asumiendo un ritmo de velocidad de 11 millas por día. Considerando las vueltas y curvas de una ruta verdadera, que sería probablemente la seguida en semejante terreno, la distancia en línea recta se aproximaría más a 180 millas. (Ver el mapa 2)
Mapa 2
Usando la distancia entre Nefi y Zarahemla como modelo aproximativo, podemos calcular las distancias que había entre otros lugares. Moroni dijo que la ciudad de Zarahemla era el “corazón” o “centro” de la tierra de Zarahemla (Alma 60:1, 19, 22; Helamán 1:17-18, 22-23). Sin embargo, Zarahemla no estaba lejos del límite de las tierras lamanitas. Un tal Coriantumr condujo un ejercito lamanita descendiendo por la tierra de Nefi directamente hacia Zarahemla, “y su marcha fue tan sumamente rápida, que no hubo tiempo de que los nefitas reunieran sus ejércitos” (Helamán 1:19). Si la distancia entre las fronteras del asentamiento nefita y su ciudad principal hubiera sido muy grande, los nefitas habrían recibido alguna advertencia de la fuerza que se aproximaba. Antes de esto, otro ejercito lamanita, procedente de Nefi, irrumpió en escena cerca de Zarahemla con sólo escaso aviso (Alma 2:23-25). Aparece una corroboración de esto en el relato del rey Mosíah, quien, años antes, condujo a su gente fuera de la tierra de Nefi; parece ser que ellos “llegaron a la tierra...” e incluso a la ciudad de Zarahemla, más bien precipitadamente (Omni 1:13-14). Estos hechos sugieren que la ciudad de Zarahemla puede haber estado en algún lugar al sur del centro geográfico del país, a pesar de que conceptualmente estaba en “el corazón” del mismo.
Hay otra razón para pensar que la ciudad de Zarahemla podía no haber estado exactamente en el centro de la tierra de Zarahemla. Al norte de la ciudad, entre Zarahemla y Abundancia, la cual estaba aún más al norte, (Helamán 1:27-28), se encontraban “las partes principales de la tierra.” Esta importante zona parece haber estado a lo largo del río Sidón, el cual fluía al norte de la tierra de Zarahemla (Alma 22:27-33; 2:15). Con el área más importante de asentamiento situada corriente abajo desde Zarahemla, nos da la impresión de que la ciudad principal estaba más cerca de las fronteras lamanitas que de donde se concentraba la población de la gran tierra de Zarahemla.
Más tarde, pero todavía antes de Jesucristo, una continua franja de tierra yerma separaba la Zarahemla nefita del territorio lamanita. Además, por lo menos durante los sucesos que relatan los libros de Mosíah y Alma, la ciudad de Nefi (también llamada Lehi-Nefi) se encontraba a alguna distancia de “la estrecha franja de yermo” propiamente dicha. En el lado lamanita de la zona fronteriza parece ser que un espacio considerable de yermo separaba la ciudad de Nefi de la franja de transición. Una cantidad considerable de búsquedas de tierras perdidas, avances y retrocesos de los enemigos, y viajes en el yermo tuvieron lugar en este extenso territorio. (Ver, por ejemplo, Mosíah 19:9-11, 18, 23, 28; 23:1-4, 25-31, 35; Alma 17:8-9, 13; 23:14, a la luz de los versículos 9-12; 24:1.) No se hace ninguna mención de si alguna vez se hizo un viaje hacia el sur de la ciudad de Nefi, así que debe de haber estado cerca del límite sur o de lo que los nefitas reconocían como la gran tierra de Nefi (Alma 22:28). Si tomamos todas estas consideraciones en cuenta, parece razonable dividir nuestras cifras aproximadas sobre la cantidad de millas de esta manera: del orden de 180 millas en línea recta separaban la ciudad de Nefi de la de Zarahemla; había alrededor de 100 millas de distancia desde Nefi hasta el punto medio de la “angosta faja de terreno desierto” (Alma 22:27); luego eran 80 millas desde este punto bajando hasta la misma ciudad de Zarahemla. Aunque sólo son estimaciones, estas distancias y relaciones se derivan cuidadosa y fielmente de los anales nefitas tal y cómo lo permite nuestra información actual.
Al norte, más allá de las fronteras de la tierra de Zarahemla, se encontraba una tierra sin nombre, la “tierra que estaba entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia.” El lugar sólo se menciona en 3 Nefi 3:23. (La línea que contiene estas palabras se omite del texto impreso durante muchos años, aparentemente por un error del impresor, pero se repuso en la edición de 1981 del Libro de Mormón en inglés.[17]) La tierra de Abundancia, en conjunto, parece haber sido bastante estrecha, ya que Alma 22:31-33 la describe más que nada como una zona que se extendía a través de la estrecha lengua de tierra. No se dice mucho más acerca de ella.
¿A cuánta distancia se encontraba Zarahemla de Abundancia? Si la primera se encontraba ligeramente al sur del centro geográfico, como se ha razonado anteriormente, podría haber alrededor de 100 millas desde la ciudad de Zarahemla hasta la frontera norte de una tierra más extensa que la que se denominaba Zarahemla en los días de Alma (Alma 5:1; 6:7; 8:1-3, 6, 11-12; 16:1-15; 28:1). Si añadimos la tierra sin nombre, “la tierra entre la tierra de Zarahemla y la tierra de Abundancia”, y también la estrecha tierra de Abundancia, 80 millas más, debía de haber una amplia distancia desde el límite norte a la tierra del sur. Más allá se extendía la tierra de Desolación, en la tierra del norte, de la cual hablaremos más adelante.
Repasemos estas distancias. La “tierra de la primera herencia” estaría en el límite del extremo sur, pero no podemos estar seguros de su relación con Nefi o sus alrededores, excepto de que la primera era una región costera y la otra un territorio elevado. Nuestro primer punto claro de referencia, entonces, es la ciudad de Nefi. El siguiente es una extensión situada a 100 millas del punto desde el que se inicia la influencia nefita. Unas 80 millas adicionales nos llevan a la misma ciudad de Zarahemla. Alrededor de 100 millas al norte de Zarahemla estaba el límite de la tierra que era controlada directamente por la ciudad durante el reinado del último rey (Alma capítulos 5-15) y que continuó por mucho tiempo después como una unidad geográfica real (3 Nefi 3:23). Ochenta millas más cubren la extensión unida de la “tierra intermedia” y Abundancia. Así que la longitud total de la tierra del sur, donde tuvo lugar la mayor parte de la historia que narra el Libro de Mormón, no debía de ser ni más ni menos que de 360 millas.
Pudiera ser de ayuda, acostumbrados como estamos a grandes distancias que podemos recorrer por aire y automóvil, que recordáramos que Palestina, desde Dan hasta Beersheba, tenía sólo 150 millas de largo y menos de la mitad de ancho; a pesar de esto el 95 por ciento de los hechos mencionados en el Antiguo Testamento tuvieron lugar dentro de ese reducido espacio. Desde esta perspectiva, la extensión estimada a la que hemos llegado del escenario nefita parece razonable.
Naturalmente, posteriores indicaciones del Libro de Mormón nos ayudan a confirmar estas dimensiones. En la historia del grupo de exploración del rey Limhi se encuentra una comprobación vital de la extensión del conjunto de estas tierras. Gobernando sobre un grupo sometido a servidumbre en la tierra de Nefi, Limhi mandó exploradores a encontrar Zarahemla, de la cual sus antepasados habían venido casi 50 años antes (Mosíah 8:7-8). Sus mensajeros iban a pedir a la gente de Zarahemla que les ayudaran a librarse del yugo lamanita. Desafortunadamente, de alguna manera, esta ruta sobrepasó Zarahemla, y atravesaron la “estrecha lengua de tierra”, sin ni siquiera darse cuenta, y les llevó al lugar donde había tenido lugar la batalla final de una población anterior, los jareditas. Allí encontraron ruinas y un conjunto de 24 planchas dejadas por el último profeta jaredita, Eter (Eter 15:33; Mosíah 21:25-27). Con tristeza, los exploradores volvieron a su tierra, a Nefi, para informar a Limhi, equivocadamente, de que los restos que habían encontrado debían de ser los de Zarahemla destruida. El grupo de exploración sabría aproximadamente cuánto les había llevado a sus padres viajar de Zarahemla a Nefi, tan sólo dos generaciones atrás, así que cuando ellos viajaron, digamos, el doble de la distancia normal, hasta Zarahemla, se debieron de haber preguntado acerca de su posición y probablemente no habrían ido mucho más lejos.
De Nefi a Zarahemla, en línea recta, había 180 millas. El doble de la distancia que les habría llevado hasta la “línea” (Alma 22:32, lógicamente un río) que separaba Abundancia de Desolación, el comienzo de la tierra del norte. A semejante distancia de casa debían de haber pensado en volver. Seguramente hombres tan diligentes como los que el rey habría mandado no habrían seguido mucho más allá. Así que no es razonable que el campo de batalla de los jareditas, donde terminaron los exploradores de Limhi, hubiera estado, dentro de la tierra del norte, a más de 100 millas desde la “línea” en el istmo. (Ver mapa 2.)
La colina de Ramah, donde los jareditas se autodestruyeron, era la misma colina que la Cumorah nefita (Eter 15:11). Todo este asunto nos dice, pues, que es improbable que la distancia total de la ciudad de Nefi al último campo de batalla en Ramah o Cumorah fuera de más de 450, o quizás 500, millas. Téngase en cuenta que estas cifras son estimaciones razonables de acuerdo con las afirmaciones de las escrituras; no se pueden determinar distancias más exactas. De todos modos, cualquier incremento de las dimensiones, haría más difícil de sostener la historia de los exploradores de Limhi. La colina de Ramah/Cumorah parece, entonces, haber estado 100 millas al interior de la estrecha lengua de tierra, y esto concuerda con que los nefitas llamaran “Desolación” a la porción que estaba más al sur de la tierra del norte, la cual incluía el último campo de batalla, salpicado de huesos y armas oxidadas (Alma 22:30-31).
En lo que respecta a la propia tierra del norte, nuestros datos sobre distancias nos llegan del registro jaredita, de sus últimos años de guerras entre ellos. Mientras los jareditas se aproximaban a su destrucción final, el profeta Eter huyó, para salvar su vida, desde los cuarteles generales del rey, en Morón: “y él se ocultaba en el hueco de una roca durante el día, y salía de noche para ver las cosas que le sobrevendrían al pueblo” (Eter 13:13). Vivió en esa cueva mientras escribía “el resto de la historia”, o sea, el original del libro de Eter, que fue más tarde compendiado por Moroni para que nosotros lo leyéramos. La gran guerra civil jaredita comenzó el mismo año en el que huyó Eter, y el profeta registró todo aquello de lo que se enteraba sobre ella, desde su refugio (Eter 13:14, 18, 22-24). Después de ocho años de combate intermitente, todavía continuaban las batallas en el valle de Morón, que aún estaba dentro del campo de observación de Eter. Y él continuaba en su cueva después que una población de más de dos millones de personas, las cuales habían cubierto “toda la superficie de la tierra”, murieran (Eter 14:11, 22-23; 15:2). Finalmente, tras una catastrófica batalla cerca de la colina de Ramah, el Señor hizo salir a Eter de su cueva para que hiciera la última anotación en su registro y lo depositara donde el grupo de exploración de Limhi pudiera encontrarlo.
La conclusión parece clara. Todas las batallas finales de los jareditas tuvieron lugar en la tierra del norte, dentro de un territorio lo suficientemente pequeño como para que Eter pudiera observar la mayor parte de la acción moviéndose sólo distancias muy cortas desde su base, en la cueva. Además, el linaje de Jared tuvo su principal asentamiento en Morón desde poco tiempo después de su desembarco en la costa hasta poco tiempo antes de la destrucción final. Y la tierra de Morón estaba “cerca” de la tierra que los nefitas llamaban Desolación (Eter 7:6). Probablemente cien millas desde Morón hasta la colina de Ramah, se acomodarían a todos estos hechos.
La confirmación de la proximidad de Ramah con Morón se encuentra en el relato acerca del rey Omer. Éste gobernó durante los primeros años de la historia jaredita, cuando la población inmigrante pudo haber sido escasa. Retirándose de Morón, al ser amenazado por un rival, viajó con su familia “muchos días” hasta encontrar refugio cerca del mar occidental. Un grupo de gente se trasladaría más lentamente -y con niños y mujeres, probablemente por una ruta más larga y más llana- que el solitario Eter. En su camino desde Morón hasta el mar, Omer pasó por Ramah/Cumorah (Eter 9:3). Cuando se enteró de que los acontecimientos se habían puesto a su favor en casa, Omer volvió. (Eter 9:13). Si el área a la que huyó, y por lo tanto la de la última batalla, estaba más o menos dentro de las 100 millas desde Morón, la huida y vuelta de Omer tiene sentido; una distancia más grande parecería extraña, dada la poca cantidad de población.
Muchos Santos de los Ultimos Días tendrán que cambiar notablemente su manera de pensar para ajustarla a las dimensiones de las que hemos hablado. Y tenemos otras evidencias en el Libro de Mormón de que los nefitas ocuparon un área bastante compacta. Por ejemplo, 3 Nefi 3 nos cuenta cómo los nefitas y los lamanitas justos, amenazados por los ladrones de Gadiantón, se reunieron en una fortaleza común, con provisiones de alimentos para siete años, para hacer salir de su tierra a los parasitarios ladrones, haciéndoles pasar hambre. El tamaño de la población reunida se describe como de “miles y decenas de miles” provenientes de la tierra del sur y la del norte, todos reuniéndose desde asentamientos de los cuales unos pocos años antes el relato de Helamán dice: “Empezaron a cubrir la superficie de toda esta tierra, desde el mar del sur hasta el mar del norte, y desde el mar del oeste hasta el mar del este.” (Helamán 3:8). Sin embargo, se dice que toda esta gente se reunió en una sola zona, lo suficientemente pequeña como para ser sitiada (3 Nefi 4:16-18). El texto, claramente, trata de un área que en conjunto sólo tiene una dimensión de cientos de millas.
¿Qué sabemos de la estrecha lengua de tierra? Primero, tenía que ser lo suficientemente ancha como para que los exploradores de Limhi pudieran atravesarla sin darse cuenta de que era un istmo. (Recordemos que a su vuelta supusieron que habían estado todo el tiempo en la tierra del sur.) Por otro lado, era tan estrecha que “la distancia no era sino de un día y medio de viaje para un nefita, por la línea de Abundancia y la tierra de Desolación, desde el mar del este al del oeste” (Alma 22:32). Por supuesto no sabemos cuánto tiempo podía ser “un día de viaje”. Las referencias dadas anteriormente ilustran cuán gran variedad de distancias podría abarcar este término. También pueden variar las interpretaciones de esta expresión. Posiblemente “la distancia de un día y medio” era una distancia estándar. Los nefitas podían haber entendido que “un día y medio de viaje” significaba una determinada cantidad de millas. De la misma forma, la legua española significaba el promedio de la distancia que una mula cargada podía viajar en aproximadamente una hora; el término no dice nada de ninguna mula ni de una cantidad de horas determinadas de viaje continuado. O quizás las palabras “un nefita” podrían sólo implicar que el que hacía el trayecto era un mensajero especial, ya que la frase se encuentra en un contexto de defensa militar. ¿Y qué medio de transporte se podría haber empleado? Si asumimos un viaje a pie -probablemente el modo normal- podemos proceder a calcular la anchura del istmo. Como ya hemos calculado anteriormente, la velocidad de “un nefita”, un sólo individuo, podía potencialmente ser de hasta seis millas por hora durante un tiempo de 24 horas, lo cual entra dentro del “día y medio.” Esto haría un total de 144 millas. Si se utilizó otro medio para viajar aumentaría la cifra de 144. O la distancia sería quizás más pequeña, digamos, de 50 millas. Si se aplica la cifra mínima, hubiera sido muy difícil que los exploradores de Limhi no se dieran cuenta de que atravesaban un largo istmo; si nos vamos al extremo contrario, la cifra más alta, el “día y medio de viaje” resulta más problemático. Me parece que una extensión de 75 a 125 millas resulta un término medio plausible.
Hay todavía otro relato de un viaje que nos ayuda a precisar distancias, esta vez en la costa este de la tierra del sur. El comandante nefita Moroni estableció allí una hilera de ciudades con guarniciones, contra un anticipado asalto lamanita dirigido a Abundancia y a la estratégica zona del istmo. El área pronto se convirtió en una zona crucial de batallas cuando el disidente nefita Amalickíah tramó cómo hacerse con el control de los ejércitos lamanitas y atacó por sorpresa a lo largo de la costa, capturando ciudad por ciudad hasta que se encontró en la misma frontera de la tierra de Abundancia (Alma 5:22-28). Abundancia era la ciudad que estaba más al norte en el camino de avance hacía la tierra del norte. Al llegar a este punto, un grupo de soldados nefitas hizo salir a la guarnición lamanita fuera de su fortaleza de Mulek, conduciéndoles hacia Abundancia, mientras una segunda fuerza se introducía furtivamente en la retaguardia enemiga para tomar posesión de Mulek (Alma 52:21-31). Mulek y Abundancia estaban tan cercanas la una a la otra que las fuerzas de Teáncum pudieron recorrer la mayor parte de la distancia y regresar durante parte de un día caluroso, aunque esto supuso un esfuerzo extenuante (versículo 31). Sobre la base de estas declaraciones, podemos inferir que para los soldados había más o menos un día regular de marcha desde Mulek hasta Abundancia; digamos casi 25 millas.
Un poco después, Gid, la ciudad que seguía a la de Mulek, fue recapturada por los nefitas con una única maniobra. Después de más escaramuzas, se mencionan cuatro ciudades que continuaban en manos lamanitas: Moriantón, Lehi, Nefíah y Moroni. En un decisivo día de batalla, los nefitas expulsaron al enemigo de todas ellas (Alma 62:24-35). El contraataque nefita comenzó, probablemente al amanecer, contra Nefíah, la más importante de las cuatro. Tras capturarla rápidamente, el capitán Moroni persiguió a los lamanitas que se retiraban a través de Lehi y Moriantón hasta la playa (versículo 32); después, a lo largo de la orilla, fueron corriendo hacia Moroni, llegando al anochecer (versículo 35). Pasaron el día principalmente persiguiendo a los lamanitas derrotados, no luchando contra ellos. Cargados de adrenalina, los ejércitos pueden haber ido a tres millas o más por hora, durante 15 horas, casi 50 millas. Podemos determinar, por otras evidencias sobre la localización de estas ciudades, que la ruta era más un semicírculo que una línea recta. Nuestra conclusión debe ser que la porción de litoral que recorrieron ese día no pudo haber sido de más de 30 millas de largo.
Todas estas cifras combinadas nos dicen algo importante acerca de la longitud de la costa este, en posesión de los nefitas. Como hemos visto, Abundancia estaba a 25 millas de Mulek. En el otro extremo, el sector de Nefíah-Moroni contaba con quizás 25 millas más. Esto deja el centro, en el cual sólo se nombran las ciudades de Gid y Omer. Careciendo de datos sobre este sector, yo simplemente añado otras 30 millas, por analogía con los otros. En resumen, no resulta plausible que la distancia desde Abundancia, en el extremo norte, hasta Moroni, en el extremo sur de la costa este, se extendiera mucho más de 85 millas. (Ver mapa 2.)
La costa este, controlada por los nefitas, de aproximadamente 85 millas, tiene mucha menos longitud que la tierra del sur medida desde Zarahemla a Nefi. La longitud de este eje era del orden de las 350 millas. La diferencia entre estas longitudes es tan grande que no se puede deber a presupuestos erróneos. El Libro de Mormón realmente requiere que la costa este, importante para los nefitas, fuera mucho más corta que la del oeste, y cualquier mapa que sugiramos debe acomodarse a este hecho.
Mapa 3
Al mismo tiempo, “las fronteras de la costa del mar este”, como los escritores nefitas llamaban a esta zona costera, tenían que ocupar un pedazo considerable de terreno. Cuando Moroníah y sus ejércitos luchaban por regresar de una desastrosa guerra, que había dejado todo el territorio nefita de la tierra del sur ocupado por los lamanitas, recobraron “la mitad de sus posesiones,” y esta mitad estaba constituida por el área fronteriza del este más la tierra de Abundancia (Helamán 4:5, 10, 16). Como no hay ninguna indicación de que ni siquiera la propia tierra de Abundancia fuera extensa, las “fronteras” tenían que ser un territorio de buen tamaño para que, unidas ambas áreas, constituyeran la mitad del territorio nefita. Adviértase también que el ataque relámpago de Amalickíah en este sector realizó un corte en forma de guadaña “cerca de las costas del mar”, a lo largo del litoral, hasta cerca de Abundancia (Alma 51:25-28), pero pasó de largo Nefíah, la cual estaba más tierra adentro. Incluso, después que Nefíah cayera finalmente en manos enemigas, los nefitas retuvieron una hilera de tierras bajas en el interior, donde se hallaba situada Jersón, su base militar. Para que esta situación tenga sentido militarmente, la región costera habría debido tener por lo menos 30 ó 40 millas de ancho, y las palabras “la mitad de sus posesiones” confirman tal tamaño.
De todos modos, podemos decir que la tierra del sur en conjunto no era ni mucho menos tan ancha como larga. Adviértase que las migraciones, viajes, guerras, expediciones misionales -prácticamente todos los traslados- tendían a ser hacia el norte o hacia el sur en vez de ser en dirección transversal. El viaje misional de Alma es uno de los pocos que nos enseñan mucho acerca de la anchura. En su recorrido como predicador, Alma dejó Zarahemla, junto al río Sidón, para predicar en Melek en el límite oeste de la tierra colonizada (Alma 8:3-5). De allí regresó al norte, paralelo al yermo del oeste (Alma 22:27-28), hasta llegar a Ammoníah (Alma 8:6). Este lugar, al igual que Melek, estaba cerca de la periferia occidental, como se demuestra en Alma 16:2 y 25:2. Desde Ammoníah, el profeta viajó por la costa este hacia una ciudad llamada Aarón (Alma 8:13), sin llegar realmente a ella. Más tarde se dice que Nefíah “unía las fronteras de Aarón y Moroni” (Alma 50:14); Nefíah era una de las ciudades defensivas construidas en las tierras bajas del este, y la ciudad de Moroni estaba al lado del mar del este (Alma 50:13; 62:32-34). Esta información establece que una hilera de ciudades se extendían desde el oeste hasta la costa este, a través de la tierra al norte de Zarahemla: Ammoníah, Aarón, Nefíah y Moroni. (Ver mapa 2.) Estos cuatro lugares, alineados a través de la mayor parte de la tierra del sur, debieron de haber ocupado 150 millas, lo que prácticamente vendría a suponer el límite. Es probable que la distancia de costa a costa de este corte transversal no excediera de las doscientas millas. (Ver mapa 2.)
Nunca se aclara la anchura de la tierra de Nefi, la porción de tierras montañosas de la tierra del sur. Evidentemente la ciudad de Nefi no estaba lejos de la costa; el grupo inicial de colonos de Nefi no habría ido mucho más lejos de lo necesario para escapar de los lamanitas (2 Nefi 5:6-8), quienes finalmente contactaron con ellos bastante pronto (versículos 14, 34). Además, se contaba como parte de la tierra de Nefi la franja costera oriental colindante (Alma 22:28- “en la tierra de Nefi”), aunque hacia el norte sólo se concibe esta franja como “al lado de la tierra de Zarahemla”. Definitivamente, no se habla de nada que se encuentre al este de Nefi. Toda el área este, desde Nefi, queda sin definir, excepto en que formaba parte del conjunto de las tierras del sur que “casi se hallaban rodeadas de agua” (Alma 22:32).
También se desconocen el tamaño y forma de la tierra del norte. Más allá de la lengua de tierra se encontraba una extensión de tierra lo suficientemente amplia como para que se distinguieran una zona de altiplano al oeste y otra de tierras bajas al este (Eter 9:3; 10:32; 11:15; 14:3, 6-7, 11-12, 16-17). No podemos decir a cuánta distancia estaba Morón, el centro Jaredita en estas tierras montañosas, de la costa oeste, pero, puesto que fue colonizado por los jareditas poco tiempo después de su desembarco (Eter 6:13; 7:5, 16-17, 20), podemos suponer que no distaba mucho del mar. Recordemos también la restricción que impone el que Eter observara las últimas guerras jareditas desde su posición en una cueva (Eter 13:13-14). A la luz de estas consideraciones, no es probable que la tierra del norte, que se encontraba en esta crucial área jaredita, haya tenido más de un par de cientos de millas de anchura.
Esta larga excursión a través de las dimensiones del escenario del Libro de Mormón nos ha permitido fijar unos requisitos vitales. Ahora podemos estar seguros de que la historia del Libro de Mormón tuvo lugar en una limitada parte del hemisferio occidental, y aproximadamente con la forma de un reloj de arena. El tamaño del territorio se midió en cientos, no en miles de millas. Los traslados de la gente, los viajes individuales y el tiempo de duración de los viajes que se registran en el libro encajan razonablemente con una tierra del sur de alrededor de 350 millas de largo y no mucho más de la mitad de esta cifra de ancho, hasta un punto al norte de Zarahemla. La tierra del norte está menos definida pero no parece tan larga. (Ver mapa 3.)
Los datos del Libro de Mormón y nuestras suposiciones nos han llevado a pensar que, desde luego, estas conclusiones no son perfectamente claras. Jugando con la información del texto se pueden dar resultados ligeramente diferentes. Si alguna persona llega a la conclusión de que la distancia de Nefi a Zarahemla era un 25 por ciento mayor de lo que hemos dicho, yo estaría muy interesado en oir tal argumento; quizás sea correcto. Pero cualquiera que afirme que la distancia entre las dos ciudades era, digamos, de 400 millas, en vez de las 180 que se sugieren aquí, no podría demostrar su punto de vista de una manera plausible apoyándose en las afirmaciones que se encuentran en el Libro de Mormón. Algunos de los requisitos sobre la extensión son bastante específicos. También están ligados entre ellos por intrincadas relaciones. Es imposible resolver tan sólo en parte el problema de las ubicaciones y distancias, porque, al igual que un rompecabezas, todas las características deben encajar. Yo encuentro que encajan juntas limpiamente. Por lo tanto, la situación espacial es coherente, pero también se deben cumplir otros requisitos para realizar un mapa aceptable del Libro de Mormón. A continuación, vamos a considerar la configuración de la tierra.
Topografía
Tenemos más información sobre las características de la superficie de la tierra de lo que da a entender una lectura despreocupada de las escrituras. Los encargados de guardar los registros escribieron consistentemente acerca de ir “arriba”, “abajo”, o “sobre”. (Algunos lectores han mantenido que estas expresiones reflejan simplemente convenciones culturales, como la expresión yanqui “down South”[18]. Pero en muchos casos, el libro conecta estas palabras con claras y consistentes circunstancias topográficas; no veo razón para no tomar estas preposiciones literalmente). Esta información nos permite obtener una clara imagen de las elevaciones relativas. (Ver mapa 4).
Mapa 4
Una característica predominante es el río principal, el Sidón, que bajaba desde las montañas que separaban las ciudades de Nefi y Zarahemla. El río corría “por” la tierra local de Zarahemla, la cual se encontraba principalmente al oeste de la corriente (Alma 2:15). La única zona nefita poblada, al este del río, era, seguramente, el valle de Gedeón. (Alma 6:7). Puesto que los viajeros tenían que ir “arriba” hasta Gedeón, y ya que estaba la “colina Amnihu”, nada más atravesar el río desde la ciudad de Zarahemla, extensa pero con una inclinación lo suficientemente leve como para que hubiera espacio para una gran batalla, la cuenca del Sidón debe de haber estado inclinada más abruptamente hacía el lado este que al oeste. También sabemos que el río debe de haber sido bastante largo. Su nacimiento se encontraba en lo profundo del yermo, en una altura superior a la de la más alta ciudad nefita, cerca del río, Mantí (Alma 16:6). Zarahemla estaba corriente abajo. La ciudad de Sidón estaba aún más al norte y probablemente cerca del río. (Al tener un nombre tan parecido al del famoso puerto fenicio, se puede deducir que el lugar fuera un punto de embarque del río; el énfasis que se da en Alma 15:14 al bautismo en Sidón refuerza la idea de que estaba localizado al lado de la corriente.) La corriente debía de correr a través del territorio nefita por lo menos un par de cientos de millas antes de desembocar en el mar, dada la extensión global de la tierra del sur. Podía ser atravesada a pie con un poco de dificultad, por un punto y probablemente durante la parte más seca del año (Alma 2:27, 33-35; 43:40).
Parte del territorio nefita incluía los yermos adyacentes a las áreas de asentamiento, a los cuales era difícil entrar, lo que nos conduce a esperar que una porción de la ruta del río se extendiera a través de un terreno inhóspito de colinas. De cualquier modo, la ciudad de Zarahemla estaba a una altura intermedia, “arriba” desde la costa (Alma 22:31) pero “abajo” desde Nefi (Alma 22:31; Helamán 1:17).
El río Sidón probablemente desembocaba en el mar del este, no en el del oeste. Las tierras bajas del este eran extensas, como se ha demostrado anteriormente, pero al parecer el área costera del oeste era estrecha y en su mayor parte insignificante. Puesto que se supone que el curso inferior y la desembocadura de un río principal se forman y fluyen a través de una llanura importante, el río debía de desembocar en las tierras bajas del este. Las descripciones de las batallas que tuvieron lugar en el este mencionan la “costa del mar” y las “llanuras”, pero nunca hacen mención de ninguna colina de importancia, excepto en el lugar llamado Antiónum, que probablemente estaba a alguna distancia, tierra adentro (Alma 32:4; 25-26, 32; 52:20; 62:18). No se hace ninguna mención de dónde desembocaba Sidón en el mar, aunque semejante río debe de haber tenido una desembocadura considerable. Teniendo en cuenta lo corta que era la porción de costa en posesión de los nefitas, el río probablemente alcanzaba el mar en el límite de las posesiones nefitas o más allá de éstas, donde no habrían tenido ninguna razón para mencionarlo.
Naturalmente, sabemos que la “tierra de la primera herencia” estaba en la costa oeste. Después de desgajarse el grupo de Lehi en dos, Nefi condujo al suyo hacia una altitud mayor; huyeron a las tierras montañosas del interior (2 Nefi 5:7-8; comparar con Alma 22:28). La tierra costera de su primera herencia estaba al sur de la tierra de Zarahemla, que era mayor, pero continuaba hacia el norte como una franja paralela a aquella tierra. Esa franja se extendía durante todo el trayecto hacia el istmo (Alma 22:27-29). El yermo del oeste consistía también en una hilera de montañas deshabitadas paralelas a la zona costera, porque los grupos de personas tenían que cruzar sobre el yermo o por un pasaje, en el sur (cerca de Antipara: Alma 56:31-40), o por otro, al norte (Alma 25:2). Naturalmente las corrientes de agua del lado oeste de esta cordillera habrían desembocado en el Sidón, el cual claramente recibía su agua de una cuenca principal. No se menciona otro río en la tierra de Zarahemla). La tierra de Melek se encontraba adyacente al yermo del este y por lo tanto en un margen de tierra cultivable, en la cuenca (Alma 8:3-5). Se podía acceder fácilmente a su posición desde la ciudad de Zarahemla (versículo 3; comparar con Alma 35:13-14; 45:18) pero estaba resguardada de la costa por un yermo montañoso al oeste, puesto que los Ammonitas fueron dispuestos en Melek para protegerlos de las represalias lamanitas (Alma 35:13). Melek nunca fue atacado por los lamanitas, quienes pasaron furtivamente a lo largo de la costa por lo menos dos veces, para atacar Ammoníah, que se encontraba más lejos, al norte (Alma 25:1-2; 49:1, 25).
La ciudad de Abundancia estaba cerca del nivel del mar (Alma 51:32); se encontraba, después de todo, cerca de la costa este del istmo. Hagot eligió un lugar, en la costa oeste, “en los confines de la tierra de Abundancia, cerca de la tierra de Desolación” para construir y botar sus barcos (Alma 63:5-6). El lenguaje empleado aquí podría indicar que la tierra de Abundancia no llegaba hasta el mar del oeste, en el istmo, pero al menos la tierra debe de haber sido relativamente baja, en la mayor parte de la anchura del istmo, como se sugiere en Alma 22: 29-33.
En la tierra del norte estaba la tierra de Cumorah, como una subdivisión de Desolación, o como una continuación de ella. Dentro de esta tierra se encontraba por lo menos una “colina” (Ramah/Cumorah), lo bastante alta como para que el puñado de supervivientes nefitas que la escalaron se escondieran con éxito de los enemigos que se encontraban agrupados al pie de la colina (Mormón 6:6, 11). En las proximidades se encontraban la colina jaredita Comnor y dos valles (Eter 14:26-28), y la colina Shim pudo haber estado ubicada en la misma región (Eter 9:3; Mormón 4:23). Así que las batallas finales tuvieron lugar en este sector de colinas o en otro adyacente, lo que era, desde una perspectiva más amplia, “una región de muchas aguas, ríos y fuentes” (Mormón 6:4). Esto implica un clima húmedo y un desagüe hacia el este desde el altiplano, lo que incluía la tierra jaredita de Morón (Eter 15:8-11). Este húmedo territorio debe de haber sido, en general, la misma área a la que se refiere Moriantón como “cubierta con grandes cuerpos de agua” y la cual él codiciaba. Potencialmente podían formar un bloque o alianza con Abundancia, que se encontraba cerca (Alma 50:29,32). Los jareditas escribieron constantemente que sus antiguas tierras estaban “arriba” en relación con la zona del este, y el registro político aclara que las dos áreas, presumiblemente las tierras bajas del este y las tierras montañosas del oeste fueron durante largo tiempo rivales (Eter 7:4-6, 15-21; 8:2-3; 11:15, 18; 13:27-30; 14:3-7, 11-16, 26). De todos modos, las tierras bajas parece que habían llegado a ser la zona más poblada e importante para el tiempo de la destrucción del pueblo jaredita, como se demuestra por el hecho de que las últimas batallas entre grupos rivales tuvieron lugar allí. Así parece que la división geográfica sirvió de apoyo a una constante división social y política.
En suma, la tierra del norte constaba por lo menos de dos partes: las tierras bajas del este y las porciones de zona montañosa del oeste. Ésta después sería la zona donde se encontraba la capital jaredita de Morón, aunque no se menciona ninguna ciudad llamada Morón, dentro de la “tierra [jaredita] de la primera herencia” (Eter 7:5, 16-17). En la tierra del sur, son importantes cinco características principales: la zona montañosa del sur, el valle de Sidón, una considerable llanura litoral en el este, una estrecha lengua de tierra situada en tierras bajas, y una estrecha franja costera al oeste, paralela a las montañas que bordean la cuenca del río Sidón.
Aún más requisitos
Son escasos los detalles que se dan sobre el clima y la vegetación, pero hay algo de información que nos proporciona requisitos adicionales para nuestro mapa. Se dice que en la tierra de Nefi crecían el trigo y la cebada. Si lo tomamos literalmente, esto sugeriría un clima templado; en el trópico, esto indica tierras montañosas. Parece que la cosecha más importante era el maíz (Mosíah 9:9, después el versículo 14), una planta básicamente semi-tropical. La única referencia que se hace en todo el Libro de Mormón de nieve o frío son las citas que se dan de Isaías, acerca del Próximo Oriente. En algunas áreas del territorio nefita se daban fiebres endémicas, que tienden a confirmar la existencia de un clima casi tropical (Alma 46:40). Se da a entender que, por lo menos en las fronteras del mar del este, había un calor húmedo enervante (Alma 51:33; 52:31; 62:35). Las sequías no eran comunes pero podían ser serias (Helamán 11:4-6; Eter 9:28-35).
Un requisito importante, que sólo se menciona de paso, son las características sociales y culturales. Cualquier área que se proponga como la tierra prometida debe satisfacer ciertos criterios culturales. Por ejemplo, (1) los antiguos habitantes debían ser capaces de leer y escribir, pues mantenían una larga tradición de extensos registros históricos; (2) también están presentes otros elementos básicos de esta civilización, como el desarrollo de la agricultura y el comercio; y (3) el área debía contener para el siglo IV a. C., por lo menos, una población total de millones, incluyendo ciudades de un tamaño considerable.
También, estas características y otras debían aparecer en ciertos lugares y épocas pero no en otras. Ahora poseemos una lista de requisitos, lo suficientemente detallados como para ser de valor: la forma de la tierra, las distancias, la topografía, las características naturales y culturales. Aquí sólo hemos podido tratar la poca información que se halla en el texto de escritura, pero toda ella es consistente consigo misma y con otros datos demasiado específicos para citarlos en esta obra de tipo general. Lo que tenemos hasta ahora nos proporciona una lista preliminar que podemos utilizar para examinar cualquier área geográfica, de un mapa actual, que pueda ser la tierra prometida de los descendientes de Lehi.
Correlación con el mundo real
¿Satisface algun área de las Américas estos requisitos presentados en el Libro de Mormón?[19] En la historia del pensamiento mormón sólo se han propuesto seriamente unas pocas correlaciones entre la geografía del registro y el mapa del hemisferio occidental.[20] Para comenzar, hay muy pocas posibles “lenguas estrechas” que valga la pena considerar. El punto de vista más antiguo suponía que era Panamá la lengua estrecha de la que habla el Libro de Mormón, siendo Sudamérica, o una parte de ella, la tierra del sur. Tan sólo las dimensiones que nos da el Libro de Mormón excluyen a todo el continente, mientras que cualquier intento de considerar sólo parte de Sudamérica cómo tierra del sur entra en conflicto con unos cuantos puntos del texto (por ejemplo, Alma 22:32, “casi se hallaban rodeadas de agua”). La idea que a veces se sugiere, de que parte del continente Sudamericano pudiera haber estado sumergido bajo el mar, dejando en la superficie sólo la reducida tierra que ocupaban los nefitas, no tiene mérito, como lo demuestran las abundantes evidencias geológicas y arqueológicas. Además, por bastantes razones, Panamá no podía ser la lengua estrecha a la que se refiere el Libro de Mormón. Por ejemplo, el grupo de exploración de Limhi dificilmente podría haberla atravesado y haber vuelto sin darse cuenta de que habían salido de la ciudad de Zarahemla.
Se ha sugerido otra correlación para la que la península de Yucatán, al sureste de México, es la tierra del norte, siendo la tierra del sur Guatemala y Honduras. La debilidad más obvia de este esquema es la ausencia de un istmo aceptable. La base de la península del Yucatán no sirve de ninguna manera, y los intentos de identificar como una “estrecha lengua de tierra” un pedazo de tierra aquí o allá, en otro sentido que no sea el literal de un istmo con el mar por ambos lados, contradice las claras declaraciones que nos hace la misma escritura. No es más creíble la propuesta de que la tierra prometida se encontraba por completo en Nicaragua. Las distancias y una multitud de cosas imposibles descarta completamente esta idea.
La única “lengua estrecha” potencialmente aceptable de acuerdo con los requisitos del Libro de Mormón es el istmo de Tehuantepec al sur de México. Todos los Santos de los Ultimos Días que estudian la geografía del Libro de Mormón, y han trabajado, durante las últimas décadas, sistemáticamente en este problema han llegado a este acuerdo. Como hemos visto anteriormente, los líderes de la Iglesia en el tiempo de José Smith aparentemente llegaron a un punto de vista similar, y probablemente él también. Esto situaría los hechos del Libro de Mormón en Mesoamérica, la región cultural del centro y sur de México y el norte de América Central, donde tuvo lugar la mayor intensidad de civilización en la América antigua. Aquí encontramos los requisitos físicos de la tierra prometida, y sólo aquí se evitan los principales defectos de las otras correlaciones. Por ejemplo, el Libro de Mormón deja bien claro que sus habitantes guardaban extensos registros escritos, y Mesoamérica es el único lugar de toda América donde sabemos que se emplearon regularmente y durante largo tiempo genuinos sistemas de escritura antes de la llegada de los europeos.
No obstante, los estudiantes del Libro de Mormón que aceptan el istmo de Tehuantepec como la lengua estrecha de tierra no están de acuerdo entre ellos mismos en cómo se deben interpretar los territorios de alrededor de acuerdo con las tierras que se detallan en el Libro de Mormón. En el transcurso de 35 años de preocupación por el tema, he estudiado todos estos puntos de vista y a veces me han atraído varios. Hasta hace poco, la correlación más conocida ha hecho del río Usumacinta, parte de cuyo curso forma la frontera entre México y Guatemala, el río Sidón. Cierto número de funestos fallos estropean esta imagen. Por ejemplo, no logra en absoluto hacer plausible la razón por la cual Amalickíah atacó por la costa este (Alma 51; 52:1-14), porque, si fuera el río Usumacinta el río Sidón, todo el relato contradiría una sólida y segura estrategia militar. Además, las distancias a lo largo de la costa este, que requerirían una correlación del río Usumancita con el río Sidón, desafían todas las dimensiones que hemos establecido para el territorio nefita.
No sería de provecho considerar aquí cada correlación geográfica que se ha propuesto, indicando una a una las discrepancias entre las mismas y el texto. Baste decir que cuando se consideran exhaustivamente los requisitos geográficos y culturales, sólo queda una correlación. Se corresponde con las afirmaciones del texto en todos sus puntos importantes.
Todavía hay unas pocas afirmaciones del Libro de Mormón que no se pueden ajustar a lo que hoy sabemos acerca del área Mesoamericana. (Éste también sigue siendo el caso de la Biblia, en este asunto.) Se necesita más investigación sobre estos puntos. Pero, desde mi punto de vista, ninguno de estos problemas es serio.
La mayor parte del resto de este libro estará dedicada a los detalles de una exitosa correlación y sus implicaciones culturales. Esta correlación añade mucho a nuestra comprensión del Libro de Mormón, porque nos permite situar la mayor parte de los hechos y descripciones del texto de escritura en un escenario geográfico, histórico y arqueológico específico. Esto crea una sensación de que es algo concreto y nos permite profundizar en su significado de forma sólo comparable a la que hoy es posible hacer con la Biblia en su escenario del Próximo Oriente.
Es prematuro afirmar una precisa identificación de todas las tierras y ciudades del Libro de Mormón. La imagen general es sólida y convincente. Naturalmente, cuanto más nos acercamos a los lugares exactos las preguntas son más numerosas. Una buena razón es que, aunque el Libro de Mormón nos da una considerable información global, en detalles como, por ejemplo, la ruta entre Nefíah y Gedeón, sólo encontramos unas pocas palabras, ni siquiera indicaciones. (Esto es como el problema de la persona que pronostica el tiempo: puede decirnos si va a llover en nuestro estado pero no necesariamente si la lluvia va a caer en la parte de la ciudad donde vivimos). Terminaremos con un panorama plausible: las identificaciones que hacemos en nuestro mapa son verosímiles. No es convincente la evidencia contra el emplazamiento de los hechos del Libro de Mormón en los lugares que muestran nuestros mapas. Algunas de las identificaciones específicas parecen incluso altamente probables. Sin embargo, no estamos absolutamente seguros de ninguna de ellas.
Un punto en el que se debe poner énfasis: la historia que narra el Libro de Mormón realmente sucedió en algún lugar. Los que creemos que el libro es auténticamente antiguo estamos convencidos de que existen lugares reales, donde nefitas y lamanitas reales, hicieron las cosas que el libro dice que hicieron. Algún día esperamos identificar esos lugares, convertir el emplazamiento del Libro de Mormón en algo concreto. ¿Por qué no puede ser ahora el momento? El Sur y Centro de Mesoamérica están tan cualificados para ser el emplazamiento geográfico y cultural del Libro de Mormón que estoy convencido de que ésta fue la tierra de Lehi. Para simplificar, a partir de ahora sólo me ocuparé de esta correlación geográfica, cómo si este asunto estuviera resuelto.
La forma de Mesoamérica
El istmo de Tehuantepec, con su forma de silla de montar, se consideró por mucho tiempo como un buen emplazamiento para el canal que finalmente se construyó a través de Panamá. El lado del istmo que da al Atlántico es muy húmedo y lleno de bosques, ascendiendo gradualmente alrededor de unas cien millas hacia una cuenca cubierta de hierba en un desfiladero de unos 400 pies por encima del nivel del mar. Por el lado del Pacífico, el terreno pierde altura a menos de 20 millas desde la cima hasta una serie de extensas lagunas conectadas con el mar. Los frecuentes vientos secos sólo permiten la existencia de alguna clase de vegetación árida alrededor de las lagunas. La distancia total desde la costa Atlántica hasta el borde de las lagunas es de 120 millas, en línea recta. (Ver el mapa en la portada interior.)
Mapa de la portada interior
Las cordilleras a ambos lados del istmo pertenecen a diferentes zonas geográficas y biológicas. El sur y centro de México, que se encuentran al oeste y norte del istmo, marcan el término de América del Norte, en lo que a plantas y animales autóctonos se refiere, puesto que muchos de los que encontramos normalmente en áreas más templadas y secas de México no aparecen más abajo, al sur del istmo. En el norte y el oeste el clima tiende a ser más seco que en el sur y este. En el lado Atlántico, o zona del Golfo, el río Coatzalcoalcos forma una línea bien determinada que separa las moderadas elevaciones que se levantan al norte, de las extensas, y húmedas llanuras del sur y este. A pesar de estas diferencias de gran escala entre los dos lados del río, muchas características botánicas y climáticas se encuentran a todo lo largo de la llanura costera del golfo. Los efectos del medio ambiente en la población humana fueron ampliamente similares en todas las tierras bajas o “tierra caliente”. Esta zona mantenía una gran población porque era muy productiva agrícolamente, a pesar de lo que podrían parecernos formidables obstáculos.
Más allá del río Coatzacoalcos, a través del estado mexicano de Tabasco, se extiende una tierra baja poco drenada que sufre grandes inundaciones cada año. Fuertes lluvias caen en las áreas montañosas que corren hacia el sur, hacia el mar, durante la estación húmeda. La costa está bordeada con antiguas dunas de arena, a veces de una anchura de millas. Esta franja permite viajar, con alguna dificultad, paralelamente a la playa, pero una maraña de lagunas y pantanos, justo detrás del grupo de dunas, interrumpe la mayor parte de las rutas que van hacia la orilla o que salen de ésta. A lo largo de los ríos principales, los diques de lodo depositados allí por las inundaciones están un poco elevados por encima de los pantanos de alrededor. La mayor parte de la población se encuentra a lo largo de pequeñas elevaciones de buena tierra. Antes de que hubiera modernos sistemas de transporte, prácticamente todos los viajes por tierra, en esta costa de Tabasco, cesaban durante las inundaciones, que llegan a su punto máximo en junio y otra vez en septiembre. Incluso en la estación seca, los viajeros pueden pasar cómodamente sólo a través de unas pocas rutas.
En el lado pacífico del istmo la estrecha llanura es atacada por vientos originados por el empuje de grandes masas de aire, en los meses invierno, que salen del centro de los Estados Unidos y barren el golfo de México; a veces el aire sale a borbotones, a mucha velocidad, a través del desfiladero que se encuentra en las montañas del istmo. Como resultado de esto, la región de las lagunas es notablemente más seca que la pendiente hacia arriba del lado atlántico. La llanura costera occidental es estrecha -de cinco a diez millas- casi hasta la frontera con Guatemala, antes de ensancharse considerablemente.
Curiosamente, los Toltecas de las tierras montañosas de Guatemala llamaban a la franja costera de Tabasco la “frontera del mar,”[21] y los guatemaltecos todavía se refieren a la costa sur como las orillas del marf, que tiene el mismo significado, lo que nos recuerda la expresión nefita “orillas del mar”,[22] como se encuentra en Alma 56:31.
La depresión central de Chiapas se encuentra al sureste del istmo de Tehuantepec (ver el mapa de la portada interior). A través de ella corre un gran río llamado el Río Grande de Chiapas, el Mezcalapa o el Grijalva, dependiendo de quién le dé el nombre, a lo largo de su curso. Esta gran cuenca está limitada en el este por una meseta, que es una extensión de las tierras montañosas de Guatemala[23]. Por sus lados norte y este la meseta desciende hasta las tierras bajas, a través de una maraña de colinas y valles llenos de bosques. Todo este elevado bloque intercepta gran parte de la humedad del Golfo que, de otra manera, llegaría hasta la depresión central. Puesto que el interior está también protegido de la humedad proveniente del aire del Océano Pacífico por una cadena montañosa continua, la Sierra Madre de Chiapas, la cuenca alta del Grijalva es relativamente seca y muy cálida. En la parte más alta se pueden cultivar abundantes cosechas de maíz, cerca de las corrientes. Pero hay pocas áreas de ese tipo que se aprovechen para el cultivo. La mayor parte del terreno es árido y montañoso. Río abajo, la extensión central del Grijalva es más húmeda, pero la región es demasiado desigual para mantener una cantidad considerable de población. Se podía usar partes del río para el transporte o para seguir senderos en este sector, a través de las colinas. Pero viajar hacia el norte de Mesoamérica desde la depresión central de Chiapas era mucho más fácil por vía del valle de Cintalapa, seco y abierto, que conduce al oeste, hacia la costa del Pacífico y por lo tanto al istmo de Tehuantepec. El hecho de que actualmente la autopista Panamericana sigua esta ruta seca y abierta, pone de relieve la seguridad y comodidad del terreno.
Los valles al sur de las tierras montañosas de Guatemala son tan elevados que, por lo general, las temperaturas son agradablemente frescas. (A tales elevaciones intermedias se las clasifica como tierra templada que, en algunos lugares sube hasta la tierra fría). A lo largo del borde Pacífico de estas tierras montañosas, en el lado que se encuentra más tierra adentro, se hiergue un pintoresca hilera de picos volcánicos sobre selectas tierras de valles y dominan la llanura costera por el otro. La cara norte de la masa de altiplanos guatemaltecos se encuentra en el paso de vientos húmedos que soplan tierra adentro desde el mar a ambos lados de la península de Yucatán. Sobre esta ladera caen muchas precipitaciones, lo que no fomenta el asentamiento humano y produce un gigantesco yermo de selva lluviosa. En medio de las tierras altas se encuentra una estrecha depresión que se mantiene bastante seca; las partes más profundas son realmente áridas debido al principio de la lluvia y sombra que vimos actuando en Chiapas, al otro lado de la frontera.
Los templados valles de Guatemala están separados de Chiapas por un conjunto de altas montañas, que incluye el volcán Tajumulco, el pico más alto de centroamérica de unos 14.000 pies de alto. El escarpado valle esculpido por ríos proporciona rutas difíciles, a través de un área abrupta. Era más probable que los viajeros que iban de Guatemala a México cruzaran sobre la elevación de las montañas Cuchumatanes, más llana y fresca, que a través de los desfiladeros. La barrera formada por este conjunto de montañas que separan los dos paises actuales continúa hacia la costa del Golfo como la pendiente cubierta de lluvia y selva que se ha descrito anteriormente.
En la costa del Pacífico, al oeste y norte de Tehuantepec, una franja estrecha y seca se levanta, bastante abruptamente, hasta una barrera de montañas. Tierra adentro, desde esta cordillera, se encuentran tierras montañosas desiguales y áridas que incluyen unos pocos valles fértiles. Este modelo se extiende todo el camino hasta el este de la elevadísima Sierra Madre, cuyos impresionantes volcanes alcanzan la altura de 18.000 pies. De aquí al mar, la tierra desciende hasta las anchas y llanas planicies –la frontera del Golfo de Campeche, que ya hemos mencionado. Justo al norte del istmo, en la costa este, están las montañas Tuxtla, bendecidas con un terreno fértil a causa de su pasado volcánico y los vientos húmedos provenientes del Golfo.
Una Comparación
Con este breve estudio de las características de Mesoamérica en mente, es posible compararlas con las tierras descritas en el Libro de Mormón. La forma general de reloj de arena es evidente en ambas. Las dimensiones son muy similares -esto es, si ignoramos la extensión del norte y oeste de Mesoamérica, lo cual podemos hacer, ya que el Libro de Mormón no dice nada acerca de su área correspondiente. También debemos ignorar la península de Yucatán y sus tierras bajas adyacentes, por que, como indicamos anteriormente, la porción de costa a lo largo del mar del este controlada por los nefitas era pequeña y por eso toda el área este, desde la ciudad de Nefi, no se describe en el libro. Así que las dos áreas de Mesoamérica que no encajan claramente con lo que nos dice el registro nefita acerca de la geografía son precisamente las regiones sobre las cuales el relato de las escrituras es más vago. No hay contradicciones.
(Ver el mapa 5.)
Mapa 5
El río Sidón encaja con el río Grijalva, que sale de las tierras altas, corre a través de una importante cuenca de mediana elevación, luego continúa hacia el mar atravesando una llanura costera considerable. La longitud del río, 300 millas, encaja con lo que hemos dicho acerca del Sidón, y no se encuentra ninguna otra corriente principal en esta parte del sur de México; el Libro de Mormón sólo menciona un río. El istmo de Tehuantepec, con sus 120 millas de ancho, entra justo dentro de la escala de plausibilidad que establecimos para el ancho de la “lengua estrecha”. La distancia indicada en el Libro de Mormón a través de la tierra, desde Ammoníah hasta Moroni, en la costa este, es aproximadamente la distancia a través de la mayor parte de los estados de Chiapas y Tabasco, alrededor de 150 millas.
La topografía también encaja. El grupo de montañas de yermo, que separan las tierras montañosas de Guatemala del centro de Chiapas, es un buen emplazamiento para situar “la estrecha franja de yermo” de los nefitas. Desde ellas fluyen las corrientes cuya confluencia forma el Grijalva, o el Sidón. Las franjas costeras fronterizas de yermo, la presencia de una región de colinas, en un área perfectamente situada para haber sido el campo de la batalla final y otras características, también coinciden.
No se necesitan más detalles sobre este punto. El acuerdo general entre la geografía de Mesoamérica y la del Libro de Mormón puede comprenderse de una manera directa estudiando cuidadosamente el mapa 5. Cualquiera que desee investigar el tema sistemáticamente puede comprobar cada uno de los requisitos enumerados anteriormente y darse cuenta de sus estrechas semejanzas con el escenario mesoamericano.
Muchas características del sur y centro de México y Guatemala parecen encajar decisivamente con el territorio del Libro de Mormón, excepto, quizás, por una importante anomalía. Los escritores del Libro de Mormón hablan de su geografía en términos de “norte” o “hacia el norte” y el “sur” o “hacia el sur” mientras que la posición oblicua de Mesoamérica no parece responder a estos puntos cardinales. ¿Cómo se puede resolver este problema?
La cuestión de las direcciones en el Libro de Mormón
El poner etiquetas a las direcciones siempre ha presentado desafíos lingüísticos y culturales a los pueblos del mundo. Al igual que otras costumbres, todo este asunto es bastante más arbitrario que lógico, como les gustaría pensar a las personas en la actualidad. Nosotros seguimos la tradición europea que dice que es del “este” de donde “sale el sol”; pero en el ártico el sol, indiferente a estas cuestiones, sale por el norte. Incluso en latitudes intermedias el sol sale exactamente por el este sólo dos días al año. El conocer nuestra propia cultura y otras nos puede ayudar a desengañarnos de la idea de que hay un solo “correcto” y “obvio” modo de dar nombre a las direcciones.
En los grupos lingüísticos esquimales orientales se distingue primordialmente entre dirección tierra adentro (literalmente “arriba”) o hacía el mar (“abajo”). Partiendo de esto tenemos la interesante contradicción de que en Labrador una palabra que significa “hacia el mar” se traduce cómo “este”, porque resulta que el mar se encuentra más o menos en esa dirección, mientras que la misma palabra al otro lado del estrecho, en la cercana Groenlandia occidental se corresponde con nuestro “oeste”[24], porque allí el mar está al oeste. Los polinesios utilizan un par de términos similares para las direcciones básicas, “tierra adentro” y “hacia la costa”, combinados a veces con una distinción entre “delante” o “detrás”[25]. Los islandeses se refieren a las direcciones dependiendo de la procedencia del viajero, no de la ruta por la cual ha llegado[26]. (Esta idea aplicada a nosotros significaría que, de un viajero que llega a Nueva York desde Miami diríamos que ha viajado “hacia el este”, siempre y cuando su viaje haya comenzado en California). En el Pueblo Picuris, en Nuevo México, se diferencian y clasifican cinco direcciones y ninguna de ellas equivale a nuestros propios puntos cardinales.
Los israelitas de Palestina, en su esquema mental más común, interpretaban las direcciones como si estuviesen de espalda al mar, de cara al desierto. Así que, entonces yam (“mar”) significaría “oeste”, porque el Mediterráneo se encuentra en esa dirección, mientras qedem (“delante”) representaba el “este”. Yamin (“mano derecha”) significaba “sur”, mientras que shemol (“mano izquierda”) indicaba “norte”[27]. En Palestina este modelo coincidía muy bien con la naturaleza (la costa se extiende aproximadamente de norte a sur) y también resultaba fácilmente traducible a nuestros usos europeos de los términos este, oeste, norte y sur. (Este no era el único modelo de direcciones en uso entre los israelitas, pero era el más fundamental, ya que estaba profundamente arraigado en el lenguaje.) Otros idiomas semíticos, además del hebreo, seguían una lógica similar, aunque algunas veces sus emplazamientos físicos hacían el modelo confuso. Por ejemplo, los asirios se referían al Golfo Pérsico como “el mar del sol naciente”, cuando, de hecho, estaba al sur-sudoeste de ellos.[28]
Supongan por un momento que estaban con el grupo de Lehi cuando éste llegó a la costa del Pacífico de Centroamérica. Según la terminología general de hoy en día, de la civilización occidental, la costa estaría orientada aproximadamente noroeste-sureste. Cuando usted dijera yamah, queriendo decir “hacia el oeste”, el término significaría literalmente “hacia el mar”, aunque el agua estaría realmente “detrás de su espalda” hacia nuestro suroeste. Además, el primer paso que usted diera tierra adentro, alejándose del mar, sería “hacia el este” (“adelante” literalmente) en hebreo; nosotros actualmente diríamos que el movimiento había sido hacia el noreste. En ausencia de una decisión consciente del grupo de desviar el sentido de sus términos de dirección hebreos 45 grados o más, el pequeño grupo de colonos, habría entrado en un nuevo esquema lingüístico en cuanto a las direcciones, al encontrar su modelo de lengua semítica el nuevo marco geográfico.
De hecho, no sabemos el nombre que Lamán, Lemuel, Sam y Nefi daban a sus direcciones, ya que los primeros términos referentes a direcciones sólo aparecen en el Libro de Mormón cientos de años después de su primer desembarco (Mosíah 7:5; 9:14).[29] De todos modos, es interesante que para las lenguas mayas de Mesoamérica el “sur” significa “a la mano derecha” y “norte” “a la izquierda”[30] paralelamente al hebreo. Además de shemol, los hebreos llamaban al “norte” sapon, que significaba “región escondida u oscura”, que recuerda el modelo cultural ampliamente extendido que asocia mala suerte, maldad y oscuridad con la izquierda.[31] Naturalmente los nefitas consideraban que la tierra que se encontraba al norte, en el lado izquierdo del sistema hebreo, estaba bajo una “maldición” (3 Nefi 3:24). Las ruinas y huesos de los jareditas destruidos que descubrieron en la tierra del norte reforzaron esa idea. Los mayas quichés de la tierra montañosa de Guatemala, de los cuales tenemos un importante registro precolombino, el Popol Vuh, relacionaban el sur con la mano derecha y el color rojo; al norte (mano izquierda) se le identificaba con el color negro y con asociaciones mentales negativas tales como la estupidez, la muerte y el infierno.[32] Asociaciones similares, incluyendo los colores, prevalecieron en el Oriente Próximo.[33]
Los toltecas, gobernantes de los quichés, junto con otros grupos pre-hispánicos, llamaban a la zona de tierra baja que bordea el Golfo, cerca del istmo de Tehuantepec “el este”, obligando a los traductores del Popol Vuh a una extraña afirmación: “En las tierras hacia el norte, esto es, ‘en el este.’...”[34] Además, el profesor Vogt planteó la posibilidad de que las antiguas direcciones mayas presentaran una diferencia de 45 grados respecto a las nuestras.[35] Es especialmente interesante otra charla reciente acerca de la antigua terminología de las direcciones en el centro de Mesoamérica:
El Golfo de México, no importa cómo esté situado en relación a la tierra -hacia el este en el norte de México, al norte desde el área costera del Golfo, o al oeste desde la costa de Campeche- es el “mar Este”, y, del mismo modo, el Océano Pacífico es el “mar oeste”. Así que, en el interior de la tierra, alrededor del istmo de Tehuantepec, el oeste está en el lado Pacífico y el este en el área sur de la costa del Golfo[36].
Vimos anteriormente que el Golfo de México, Golfo de Campeche, encaja con el “mar Este” de los nefitas.
Los ejemplos de diversos pueblos, que hemos repasado, demuestran que una orientación simple, en relación a la brújula, de norte/sur/este/oeste no es “natural” ni universal y que otras culturas han propuesto otros sistemas para dar nombre a las direcciones que son difíciles de traducir con claridad al sistema dominante de lenguaje y pensamiento de mundo de hoy. Así que no nos sorprende que, evidentemente, las terminologías nefita y mesoamericana difirieran conceptualmente de las nuestras.
Además, resulta que el territorio mesoamericano es evidentemente difícil de clasificar direccionalmente en términos de la brújula europea porque corta en ángulo nuestra rígida cuadriculación. La experiencia de los conquistadores europeos ilustra este problema. Por ejemplo, el relato del padre Thomas Gage de un viaje desde la ciudad de México hasta la tierra montañosa de Guatemala en el siglo XVII se refería a la dirección de su viaje como “sur.”[37] En realidad, es el este, más que el sur. El atravesó el istmo de Tehuantepec aproximadamente donde se encuentra actualmente la autopista panamericana y finalmente llegó a Chiapa de Corzo, en el río Grijalva. El relato de su viaje menciona haber pasado allí a través de Macuilapa “hacia el norte” desde Chiapa de Corzo. En el mapa se encuentra realmente en el suroeste. Más tarde habla de que la propia Chiapa de Corzo estaba al noreste de la capital de Guatemala (que es realmente el oestenoroeste), mientras que la costa de Chiapas que daba al Pacífico era noroeste para él (en nuestros términos suroeste). Hay una explicación razonable para estas extrañas declaraciones; en general él se dirigía al sur hacia su destino, así que, naturalmente, los puntos que él ya había atravesado le parecían estar “al norte”, aunque el mapa demuestra que en ningún momento su viaje fue directo hacia el sur, según nuestros términos. Casualmente, una región que él dijo que estaba “al este” de la capital de Guatemala se encuentra realmente en el norte, de acuerdo con la brújula; aquí sin darse cuenta entró en el mismo esquema mental de los toltecas pre-colombinos de Guatemala: el norte de los puntos cardinales pasó a ser el “este”. Una afirmación de un prominente arqueólogo en 1982 tropezó con la misma expresión: “Al norte de la región Maya […] en el Monte Albán en Oaxaca.”[38] La dirección real es oeste-suroeste; el norte literal conduciría a Cuba, no a Oaxaca.
Es importante un punto semántico del Libro de Mormón. Este se refiere normalmente a la “tierra al norte” y la “tierra al sur”, raramente a la “tierra norte” o “tierra sur”. (Estos últimos términos aparecen sólo siete veces; los primeros 47 veces.)[39] La preposición a o hacia significa “tendiendo o dirigiéndose a.” Gage, correctamente, pensó que Guatemala estaba “hacia el sur” de la ciudad de México, aunque técnicamente está más hacia el este. De igual manera, si usted toma un avión en Los Angeles, hacia Caracas, Venezuela, ¿no considera mentalmente esta dirección hacia el sur? Después de todo, el destino es Sudamérica; pero realmente se termina viajando más hacia al este que al sur. A pesar de todo, hacia el sur es correcto.
Ninguna de estas consideraciones implican que las personas involucradas no entendían las direcciones reales. Los antiguos habitantes de Guatemala sabían tan bien como usted o yo o Thomas Gage por donde salía el sol. El problema no era el de la ignorancia sino el de un diferente esquema conceptual y lingüístico entre su cultura y la nuestra.
Si todo este asunto suena un poco complicado, todavía podemos estar agradecidos por una cosa. Mormón y José Smith, que nos proporcionaron el Libro de Mormón, podían haber empeorado las cosas siendo “literales”. Imaginese tener que leer una y otra vez acerca de la “tierra noroeste-este,” o quizás del “mar que está al suroeste de Zarahemla pero al sureste de parte de la tierra noroccidental.” Esto hubiera sido literalmente correcto según nuestros términos, pero muy farragoso.
Lo que comenzó siendo un “problema” con las direcciones se ha resuelto plausiblemente. Hemos descubierto que el texto nefita tiene sentido cuando se vincula al pensamiento e idioma hebreos por una parte, y a las condiciones de Mesoamérica por otra.
El “Estrecho Pasaje”
Otra pregunta geográfica que continuamente se presenta cuando se lee el Libro de Mormón es la naturaleza y la localización del “estrecho pasaje” mencionado en Alma 50:34 y 51:9 y en Mormón 2:29 y 3:5. De estos versículos, se infiere que el pasaje no es lo mismo que la estrecha “lengua” de tierra. Más bien, se trata de algún tipo de rasgos específicos dentro del área del istmo. Alma 50 nos dice cómo Teáncum interceptó al fugitivo grupo de Moriantón justo cuando ambos llegaban a un punto muy específico, “cerca del estrecho paso que conducía al lado del mar a la tierra norte, sí, por el mar, al oeste y al este.” También está claro que los grupos pasaron cerca de la ciudad de Abundancia para tener acceso a este pasaje desde el área litoral oriental (Alma 51:28-30; 52:9, 27; 53:3-4). Sin embargo, no se menciona la ciudad de Abundancia cuando se accede al pasaje desde el mar occidental, como se demuestra en Mormón 2:3-6, 16-17, y 29 hasta 4:23. (Quizás la ciudad ya no estaba habitada para el siglo IV a. C.)
Encontramos una solución a esto observando los minuciosos detalles geográficos del área del istmo de Tehuantepec. Aparece una formación irregular de arenisca y grava, como una loma, que tiene una anchura media de un par de millas y se eleva de 150 a 200 pies por encima del campo que la rodea. Se extiende hacia el oeste, desde el curso inferior del río Coatzacoalcos. Proporciona el único camino seguro durante todo el año, desde el área de la costa oriental del istmo “hacia el norte” hasta Veracruz central.[40] A ambos lados de esta loma se inunda periódicamente una porción considerable de tierra, hasta unos 12 pies de profundidad durante la estación húmeda.[41] A veces, durante esta estación, el pasaje de la loma conduciría realmente “por el mar, al oeste y al este” (Alma 50:34), porque el agua, en las cuencas inundadas, estaría a ambos lados de la loma e impediría el viaje de forma tan eficaz como el mar, con lo que se producirían constantes inundaciones. Incluso en la estación seca, el terreno bajo está obstruido con arbustos espinosos, entrelazado con lagunas, y hace que no sea práctico como ruta habitual. Esta formación se extiende desde cerca de Minatitlán, la ciudad que se encuentra actualmente en el río Coatzacoalcos, 20 millas hacia oeste hasta Acayucán. Desde allí, la ruta normal conduce más al oeste, hasta el donde se encuentra con el río en San Juan, una confluencia clave. La autopista actual corre, en parte, a través de esta elevación para evitar el estado pantanoso en el que se encuentran ambos lados. Donde lo hace, sigue esencialmente el camino pre-europeo que se había usado como camino de preferencia durante miles de años (ver el mapa 7.)
Mapa 7
En el término oriental, la cordillera comienza en Paso Nuevo, el vado principal del Coatzacoalcos, justo debajo de Minatitlán. Al este del vado la ruta normal conduce, a través de las llanuras y colinas bajas, hacia Tabasco. Si, como Moriantón (Alma 50:33-34), uno llega desde la llanura de Tabasco, el vado y la ruta de la loma se verían como la entrada a la tierra del norte. El ejército interceptor de Teáncum obstruyó la entrada, probablemente en el cruce del río. Y la ciudad de Abundancia, que debía de estar próxima, se encontraría cerca de la ribera oriental (hacía el este), en algún lugar en una extensión de diez millas, entre el vado y la costa (comparar Alma 50:32, 34; 51:28-30; 53:3-4; 3 Nefi 11:1; 19:10-12).
¿Dos Cumorahs?
Una pregunta lógica y necesaria, que muchos lectores se deben de haber estado haciendo a sí mismos, es: ¿cómo obtuvo José Smith las planchas de oro al norte del estado de Nueva York si el último campo de batalla nefita estaba en Mesoamérica?
Repasemos dónde tuvo lugar la batalla final. El Libro de Mormón pone en claro que la destrucción, tanto de jareditas cómo de nefitas, tuvo lugar cerca de la estrecha lengua de tierra. Sin embargo, Nueva York está a miles de millas de cualquier configuración que se pueda describir plausiblemente como lengua estrecha. Así que el mismo libro elimina la idea de que los nefitas perecieran cerca de Palmyra.
Entonces, ¿cómo llegaron las planchas desde el campo de batalla, hasta Nueva York? No tenemos una respuesta definitiva, pero podemos reconstruir una imagen plausible. Mormón nos informa de que él enterró todos los anales bajo su custodia en la colina de Cumorah de la batalla final, excepto ciertas planchas de oro claves (Mormón 6:6), las cuales, según tradujo José Smith, confió a su hijo Moroni. Más tarde, 35 años después, Moroni todavía seguía añadiendo sus escritos a estos anales (Moroni 10:1). El nunca nos dice dónde tenia la intención de depositarlos, ni dónde se encontraba él cuando los selló (Moroni 10:34). La manera más obvia para que las planchas llegaran al estado de Nueva York habría sido que alguien las llevara allí. Moroni mismo podría haberlo hecho durante esas últimas y solitarias décadas.
¿Podría haber sido capaz Moroni de sobrevivir a un viaje de varios miles de millas, atravesando poblaciones y tierras extrañas, si él fue quien transportó los anales?[42] Semejante viaje no sería más sorprendente que el viaje del grupo de Lehi por tierra y mar, un viaje alrededor de la mitad del mundo. De hecho, tenemos el sorprendente caso de un viaje muy parecido al que Moroni pudo haber hecho. A mediados del siglo XVI, David Ingram, un marinero inglés naufragado, anduvo, durante 11 meses, a través de un territorio indio completamente extraño, desde Tampico, México, hasta el río San Juan, actualmente en la frontera entre Maine y Canadá.[43] Este extraordinario viaje habría sido, aproximadamente, de la misma distancia del que hizo Moroni, y, esencialmente, por la misma ruta. Así que el que Moroni llevara las planchas hasta Nueva York, incluso sólo con sus propias fuerzas, parece factible.
¿Qué hay de la Gran Catástrofe?
La localización de Cumorah no es la única pregunta que vendrá a la mente de un lector atento. ¿Que ocurre si las condiciones físicas han cambiado tanto desde tiempos los antiguos hasta los modernos, que ya no se pueden encontrar los antiguos emplazamientos? Sabemos por el Libro de Mormón que, a causa de terribles terremotos y otras destrucciones al tiempo de la crucifixión de Jesucristo, “la faz de la tierra entera” cambió. ¿Podría ser que hoy en día no hubiera medio de reconstruir la geografía de los tiempos de antes de la crucifixión?
La respuesta a esto también se encuentra en el libro. Mormón y Moroni vivieron y escribieron después de esos catastróficos cambios. Ellos no tuvieron ningún problema en identificar lugares que habían conocido durante sus vidas con los lugares a los que se referían Alma o Helamán antes de la catástrofe. Nada de la geografía de antes de la crucifixión parece haberles confundido. El mismo libro dice que los cambios que tuvieron lugar durante la crucifixión del Salvador fueron principalmente en la superficie. Abundancia se encontraba todavía en su sitio, su templo continuaba allí cuando apareció el Salvador resucitado (3 Nefi 11:1). Zarahemla fue reconstruida sobre las ruinas quemadas de la ciudad anterior (4 Nefi 1:8). El estrecho pasaje estaba todavía en la misma posición clave durante las batallas finales como lo había estado antes, hacía más de cuatro siglos. El río Sidón todavía mantenía el mismo curso, y Ramah/Cumorah, la destacada colina, presidía sin ningún cambio, la aniquilación de su segunda población. Así que el propio registro no da ninguna justificación para suponer que la forma o naturaleza de la tierra cambiara en ninguno de sus aspectos esenciales, a pesar de la impresionante destrucción que señaló la muerte del Salvador. Tampoco hay ninguna prueba geológica científica segura que nos conduzca a suponer que ocurrieran cambios más importantes. Nada de lo que sabemos nos impide situar la mayor parte de los antiguos emplazamientos en el mapa actual.
Un mapa general del Libro de Mormón
Ahora es posible presentar un mapa resumido que correlacione los lugares del Libro de Mormón con las características del mapa de Mesoamérica. Se ha dicho ya bastante para poner en claro que no todas las ecuaciones se han hecho con la misma seguridad, y ninguna con una certeza absoluta -todavía.- El resto del Libro de Mormón nos dará muchos detalles de los puntos esbozados aquí. (Ver el mapa 5.)
Mapa 5
· La lengua estrecha de tierra es el istmo de Tehuantepec.
· El mar este es el Golfo de México o el que lo comprende, el Golfo de Campeche.
· El mar oeste es el Océano Pacífico al oeste de México y Guatemala.
· La tierra del sur se compone de la porción de México que se encuentra al este y sur del istmo de Tehuantepec; comprende principalmente los estados de Chiapas y Tabasco, junto con la zona de tierras montañosas y la costera de Guatemala y posiblemente con parte de El Salvador.
· La tierra del norte se compone de la parte de México que se encuentra al oeste y norte del istmo de Tehuantepec, que incluye todo o parte de los estados de Veracruz, Oaxaca, Puebla y Guerrero, (y posiblemente más).
· El río Sidón era el río Grijalva. La ciudad de Zarahemla estaba situada en la ribera occidental del río y podía, muy bien, haber sido el emplazamiento arqueológico de Santa Rosa (el cual se encuentra inundado por las aguas retenidas por la represa de Angostura).
· La tierra jaredita de Morón era probablemente el valle de Oaxaca.
· El campo de batalla final, donde los pueblos jaredita y nefita encontraron su fin, estaba alrededor de las montañas Tuxtla, en el sur de Veracruz central.
· La ciudad de Nefi estaba probablemente en el emplazamiento arqueológico de Kaminaljuyu, el cual actualmente forma parte de los suburbios de la ciudad de Guatemala; la ciudad de Nefi, en su sentido más amplio, estaba constituida por las tierras montañosas del sur de Guatemala.
La identificación de estos sitios no es el final del estudio, sino el principio. Una vez que sabemos donde situar los hechos y los pueblos, estamos en posición de preguntarnos acerca de lo que pasó y cuando. Nuestros emplazamientos para Nefi, Zarahemla o Abundancia serían una prueba de las migraciones de algunos de los pueblos cuya historia se esboza en el Libro de Mormón, y necesariamente la prueba debe tener una fecha adecuada o, si no, habríamos cometido un serio error. De todos modos, investiguemos lo que investiguemos, estos emplazamientos deben permanecer como una referencia fundamental. Volveremos una y otra vez para detallar y ampliar la imagen que hemos expuesto antes tan brevemente.
He dicho, con la suficiente frecuencia, que los resultados no son concluyentes. Sin embargo, de ahora en adelante planeo asumir que la cuestión geográfica ya está resuelta, en términos generales. Es sensato asumir esto para poder seguir progresando en otros asuntos. Personalmente estoy seguro de que tenemos una alta probabilidad de conocer el mapa nefita. Además, ningún mapa con otra correlación sirve; todos los otros que conozco contienen defectos fatales. Por el contrario, la imagen que se ofrece aquí es completamente plausible. Esto se volverá más evidente a medida que continuamos nuestro razonamiento. Así que examinaremos pruebas más detalladas de cómo encajan el libro y las fuentes externas.
José Smith, o alguien próximo a él, escribió en 1842 que “No será una mala idea comparar las ruinas de las ciudades del Sr. [John Lloyd] Stephens con las del Libro de Mormón.” Desde entonces, todos los intentos de llevar a cabo este proyecto han sido paralizados por la incapacidad de precisar los emplazamientos, las fechas y la naturaleza de los paisajes y lugares, para poder compararlos con los del Libro de Mormón. Los Santos de los Ultimos Días continúan diciendo que algún día, cuando sepamos mucho más, seremos capaces de hacerlo. Bueno, sabemos tanto que los Santos de los Ultimos Días que estén atentos no pueden posponer más la tarea.
[1] Franklin D. Richards y James A. Little, eds., Compendium (Salt Lake City: Deseret News Press, 1886), p. 289.
[2] Brigham H. Roberts, New Witnesses for God, vol. 3 The Book of Mormon, vol. 3 (Salt Lake City: Deseret News Press, 1926), pp. 501-3; John Widtsoe, “Is the Book of Mormon Geography Known?” en A Book of Mormon Treasury: Selections from the Pages of the Improvement Era (Salt Lake City: Bookcraft, 1959), pp. 128-29.
[3] Por ejemplo, la declaración de Oliverio Cowdery en Francis W. Kirkham, A New Witness for Christ in America: The Book of Mormon (Independence Missouri: Zion´s Printing and Publising Co., 1942), p. 93.
[4] Nancy C. Williams, Meet Dr. Frederick Granger Williams ... After One Hundred Years (Independence, Missouri: Zion´s Printing and Publishing Co., 1951), pp.101-3.
[5] Incidentes de viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán. (N. del T.)
[6] Millennial Star 10 (15 de Noviembre 1848): 347.
[7] Juvenile Instructor 25 (Enero de 1890): 18-19.
[8] The Instructor 73 (Abril de 1938): 160.
[9] Informe de la Conferencia de Abril de 1929 (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, 1929), pp. 15-66.
[10] Witdsoe, “Book of Mormon Geography,” pág. 130.
[11] Cyrus Gordon, Introduction to Old Testament Times (Ventor, New Jersey: Ventnor Publishers, 1953) pág. 107.
[12] R. E. W. Adams, “The Ceramic Chronology of the Southern Maya.” Segundo informe preliminar de la Fundación para las Ciencias Nacionales, Grant GS 610, Universidad de Minnesota, duplicado en Minneapolis, 1966, pág. 5.
[13] Ibid.
[14] Robert F. Heizer, “Physical Capabilities of the Capabilities of the California Indians,” Masterkey 45 (1971): 109-13.
[15] Bernardino de Sahagún, Historia de las cosas de Nueva España (México: Editorial Nueva España, 1946), pág. 281.
[16] Mariano Veytia, Historia antigua de México, vol 1 (México Leyendia, 1944), pág. 152; Fernando de Alva Ixtlilxochitl, Obras históricas, vol. 1 (México: Editora Nacional, 1952) pág. 24.
[17] Stan Larson, “Change in Early Texts of the Book of Mormon,” Ensign 7 (Septiembre de 1976), pp. 28-33. Estas palabras todavía no están en la traducción al castellano. (N. del T.)
[18] Abajo, al sur. (N. del T.)
[19] Para un análisis mucho más detallado de toda la información geográfica que se encuentra en el Libro de Mormón, ver mi libro The Geography of Book of Mormon Events: A Source Book. Edición revisada, F.A.R.M.S., 1992.
[20] Resumidos en The World of the Book of Mormon de Paul R. Cheesman (Salt Lake City: Deseret Book, 1978), pp. 28-33. Ver un completo tratamiento de la historia de docenas de interpretaciones del mapa en The Geography of Book of Mormon Events, parte una y dos.
[21] Robert M. Carmack Toltec Influence on the Postclassic Culture History of Highland Guatemala , MARI 26 (1968), pág. 65.
[22] Felix W. McBryde Cultural and Historical Geography of Southwest Guatemala , SISA 4 (1945), pág. 4.
[23] Un práctico y breve tratado de la geografía, geología y clima de Chiapas y especialmente de la depresión central se encuentra en Archaeological Exploration of the Upper Grijalva River, Chiapas, Mexico de Gareth W. Lowe, NWAF 2 (1959), pág. 4-7. Una excelente fuente, de más amplio alcance, es Middle America: Its Lands and Peoples de Robert C. West y John P. Angelli. Segunda edición (Englewoods Cliffs, New Jersey: Prentice Hall, 1976).
[24] Louis-Jacques Dorais “Some Notes on the Semantics of Eastern Eskimo Localizers” Anthropological Linguistics 13 (1971): 92.
[25] Phil De Vita, “A Partial Investigation of the Spatial Forms of Some Tuamotuan Dialects” Anthropological Linguistics 13 (1971):401-20.
[26] George L. y Florence H Trager “The Cardinal Directions at Taos and Picuris, Anthropological Linguistics 12 (1970):31-37.
[27] S. H. Weingarten, “Yam Suf-Yam Ha´adom,” Beth Mikra 48 (1971):100-104.
[28] P. Cornwall, “On the Location of Dilmun,” American Schools of Oriental Research, Boletín 103 (1946) pág. 8.
[29] Algunas personas han pensado que la Liahona de Lehi (1 Nefi 16:10) era un aparato magnético. Yo no encuentro ninguna evidencia convincente de semejante punto de vista. Una valiosa charla de Hugh Nibley sobre esto nos da una imagen alternativa de su funcionamiento: Since Cumorah (Salt Lake City: Deseret Book, 1967), pp. 283-96.
[30] J. E. S. Thompson, Maya Hieroglyphic Writing: An Introduction, rev. ed. (Norman: University of Oklahoma Press, 1960) pág. 249; idem, Maya History and Religion (Norman: University of Oklahoma Press, 1970), pág. 176; Cecelia F. Klein, “Post-Classic Mexican Death Imagery as a Sign of Cyclic Completion,” en Death and the Afterlife in Pre-Columbian America, ed. Elizabeth P. Benson (Washington, D.C.: Dumbarton Oaks, 1975), pp. 80-81.
[31] Charles E. Osgood, “The Cross-Cultural Generality of Visual-Verbal Synesthetic Tendencies,” Behavioral Science 5 (1960): 146-49; R. Hertz, Death and the Right Hand (Glencoe, Illinois: Free Press, 1960). Leer Mosiah 5:10-12.
[32] Munro S. Edmonson, The Book of Counsel: The Popul Vuh of the Quiche Maya of Guatemala, MARI 35 (1971), pág. 36. La gama de colores difiere algo en otras regiones mesoamericanas.
[33] Weingarten, “Yam Suf,” pág. 103.
[34] Adrian Recinos, Delia Goetz y Sylvanus G. Morley, traductores, Popol Vuh (Norman: University of Oklahoma Press,1950), pp. 68-69, 207.
[35] Evon Z. Vogt, Zinacantan: A Maya Community in the Highlands of Chiapas (Cambridge: Harvard University Press, 1969) pág. 602.
[36] Andrew J. McDonald, “The Origin and the Nature ofPlatform Complexes in Southern Chiapas, Mexico” (borrador de tesis doctoral, University of Texas), pág. 80 (copia en posesión de J. L. Sorenson). La imagen de Klein añade a la afirmación de McDonald: “Invariablemente . . . el norte era asociado con el este, el sur con el oeste. De hecho, el norte y el sur eran comparativamente poco importantes en el pensamiento mesoamericano y, frecuentemente, eran relacionados con las direcciones del mundo más importantes de este y oeste. De esa manera, el norte comparte con el este la connotación del cielo y lo que está por ‘encima’, mientras que el sur, al igual que el oeste representan la tierra y lo que esta ‘debajo’ (Death Imaginery,” pág. 81). Con la explicación de Klein, se aclara la afirmación de Recinos, Goetz y Morley sobre el “este” y el “norte”. Este modelo de unión de las direcciones puede estar reflejado en el Libro de Mormón, donde Jesús surge del cielo en Bountiful, cerca de la costa este, mientras que las dos ciudades destruidas durante su crucifixión, cuya posición se identifica claramente como “en el sur”, Moroni, convenientemente hundida en el mar, y Jerusalén, donde las aguas se levantaron para cubrirla. La asombrosa congruencia entre los “hechos objetivos” de la historia y el modelo estructural ha sido presentado por Y. T. Radday (Chiasm in Kings,” Linguistica Biblia 31 [1974]: 52-67), aunque él no puede explicar la concordancia. No es más fácil sugerir el cómo los hechos objetivos de la geografía pueden concordar con el modelo de espacio conocido por la gente
[37] J. E. S. Thompson, ed., Thomas Gage´s Travels in the New World (Norman: University Oklahoma Press, 1958), pp. 181, 193-95.
[38] Kenneth G. Hirth, “Transportation Architecture at Xochicalco, Morelos, Mexico,” Current Anthropology 23 (1982):322.
[39] En la traducción oficial del Libro de Mormón al castellano se han hecho cambios que alteran estas proporciones. (N. del T.)
[40] J. J. Williams, The Isthmus of Tehuantepec, Being the Results of a Survey for the Railroad to Connect the Atlantic and Pacific Oceans (New York, 1852) pp. 21-35.
[41] Ibid. Ver también Michael D. Coe, “Photogrammetry and the Ecology of Olmec Civilization” (ponencia dada en la conferencia de trabajo sobre fotografía áerea y antropología, Cambridge, Massachusetts, 10 y 11 de mayo de 1969), pp. 8-9. Sólo marzo, abril y comienzos de mayo tienen poca cantidad de lluvias. Los ríos comienzan a crecer rápidamente en junio y alcanzan su máximo caudal entre julio y septiembre, inundando toda la tierra que se encuentra por debajo del nivel de los 24 metros, en las proximidades de San Lorenzo, el emplazamiento olmeca.
[42] J. N. Washburn ha escrito un interesante obra especulativa describiendo como Moroni podría haber hecho semejante viaje: “The Son of Mormon”, no hay fecha ni lugar (disponible en la biblioteca de BYU). A propósito, el libro de J. A. y J. N. Washburn, An Approach to the Study of the Book of Mormon Geography (Provo, Utah: New Era Publishing, 1939), es valioso por su tratamiento del Libro de Mormón, basado sólo en el texto. Fue el primer estudio serio sobre el tema.
[43] “Man Alone,” Christian Science Monitor (1 de Junio de 1967), pág. 16
Este blog es un espacio para compartir traducciones y artículos sobre el mormonismo, sus creencias, doctrina e historia. La información que aquí encuentre, no representa la posición oficial de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Las traducciones son en estilo libre y responsabilidad del autor de este blog.
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3 comentarios:
Mi esposa es Estrella Lafont. Tenemos la traducción completa desde hace años. Teancum cerró su página antes de hacer la publicación de todo. Está a disposición de ustedes.
Un saludo,
Francisco Ruiz de Mendoza
La inciativa de llevar a cabo esta traducción es de Joseph Collet, de St George, UT. Él contactó con FARMS y compró los derechos de traducción en 1994. Encargó la traducción a Estrella Lafont, pero luego no pudo llegar a publicarla por falta de patrocinadores para una versión en papel. Estrella Lafont no sólo hizo la traducción sino que además maquetó el libro de la forma más parecida posible al original con un software de maquetación. Siempre pensé que era una pena que cientos de horas de trabajo no fueran a servir a nadie. Pero el mundo de Internet ha dado sentido a tanto esfuerzo y a la iniciativa de Joseph Collet.
He observado que se ha colgado el pdf en http://bibliotecasud.blogspot.com/
Creo que sería justo que se diera crédito en ese sitio a la traductora y al promotor original de la idea, al igual que se ha hecho tan amablemente en Mormon Translator. Una traducción no sale de la nada.
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