Entre las muchas sorpresas que nos depara el Libro de Mormón se encuentra sin duda el sueño de Lehi, que se recoge en el capítulo 8 de 1 Nefi. Para entender este sueño, por qué se produce y su simbolismo interno, es necesario revisar su contexto en relación con las vivencias de Lehi como padre, patriarca, guía y profeta de su familia y de la familia de Ismael en los primeros momentos de su éxodo por el desierto. El relato de los primeros capítulos de 1 Nefi tiene como protagonistas centrales a Lehi, Saríah, su esposa, y a sus cuatro hijos, Lamán, Lemuel, Nefi y Sam. La actitud de Lamán y Lemuel (los dos hermanos mayores) contrasta con la de Nefi y Sam, que, no teniendo ni el derecho ni las responsabilidades que acompañan a la primogenitura terrenal, sin embargo destacan en los asuntos espirituales, en especial Nefi, que gradualmente se gana el derecho a una primogenitura espiritual ante el Señor. En este sentido, son muy significativas las palabras del ángel, cuando protege a Nefi y Sam de la furia de Lamán y Lemuel, tras el primer fracaso, que casi les cuesta la vida, en su intento de conseguir las planchas de bronce de Labán. Curiosamente, aunque Sam también recibía golpes (por apoyar a Nefi), el ángel centra sus palabras en Nefi cuando increpa a Lamán y Lemuel:
"¿Por qué golpeáis a vuestro hermano con una vara? ¿No sabéis que el Señor lo ha escogido para que sea un dirigente sobre vosotros, y esto a causa de vuestras iniquidades? [...]".
Lehi era plenamente consciente de la animadversión de Lamán y Lemuel hacia Nefi, rechazo que no era más que una extensión del que sentían hacia él mismo (más adelante llegan a planear matarle a él y a Nefi; cf. 1 Nefi 16: 37). En este contexto, Lehi hace todo lo posible por lograr que sus hijos se arrepientan de su conducta. En 1 Nefi 2: 9-10, como ya se ha descrito en el artículo "El valle de Lemuel y el río Lamán" (http://www.teancum.org.es, sección de portada), intenta hacerles reflexionar y dejar una marca perdurable en sus conciencias poniendo el nombre de Lamán a un río y el de Lemuel a un valle. El río, que desemboca en la "fuente del mar Rojo" (probablemente el Golfo de Aqaba, que es el brazo nororiental de dicho mar), simbolizaba la capacidad de ir ("fluir") hacia "la fuente de toda justicia"; el valle, la capacidad de ser "firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor". Lamán era activo en la maldad e influía a su hermano Lemuel, que se dejaba llevar, en vez de ser firme y seguir sus propios dictados. En la forma de conceptualizar el mundo que tenían estos antiguos, el río era símbolo del devenir y el valle de lo inmutable. Esta asociación conceptual, si bien extraña para nosotros y para los coetáneos de José Smith, era bien familiar para Lamán y Lemuel y no podía ser menos apropiada: Lehi quería que Lamán fuera activo no en "ir" hacia la maldad sino hacia la justicia y su fuente (el Señor) y que Lemuel no se dejara influenciar, permaneciendo tan inmutable como el valle al que se ponía su nombre. Como también se señala en el artículo mencionado arriba, la asociación conceptual se sustentaba en un juego de palabras que la reforzaba (las palabras "río" y "fluyendo", por una parte, y "valle" e "inmutable" tienen la misma raíz en hebreo antiguo).
Pues bien, en el sueño de Lehi, también encontramos asociaciones conceptuales que apoyan el significado de símbolos que eran ajenos a José Smith, pero que encuentran un marco adecuado en la cultura antigua de Oriente Medio. Por otra parte, el contexto del sueño es, de nuevo, la preocupación por el futuro eterno de sus hijos mayores (cf. 1 Nefi 8: 4). Lehi, en su sueño, ve un desierto oscuro y lúgubre y a un hombre vestido de ropas blancas que le pide que le siga. Tras horas de caminar por la oscuridad, Lehi no lo puede soportar más e implora al Señor que tenga compasión de él. Entonces se despliega ante él, en visión, un campo grande y espacioso "a semejanza del mundo" en el que había un árbol cuyo fruto era deseable. Lehi se acerca al árbol y come del fruto, lo que le llena de un inmenso gozo. Esto le hace desear el mismo gozo para su familia y al mirar a su alrededor ve un río en cuyo manantial, no muy lejos, se encontraban Saríah, Sam y Nefi, con aspecto de no saber a dónde ir. Lehi les hace señas para que se acerquen a él y coman del fruto, lo cual hacen. Luego divisa a Lamán y Lemuel, pero se niegan a acercarse a comer del fruto. Entonces ve una barra de hierro que se extiende por la orilla del río y que conduce al árbol, así como un sendero recto y angosto que discurre a un lado de la barra de hierro hasta el árbol. Continúa la visión con "innumerables concursos de gentes" que, cuando tomaban el sendero que llevaba al árbol, se veían rodeados de un "vapor de tinieblas" que les desviaba del camino. Sólo los que se sujetaban a la barra de hierro lograban avanzar a través de las tinieblas, llegar al árbol y tomar su fruto, tras lo cual se sentían avergonzados y se perdían por senderos prohibidos a causa de las burlas de gente lujosamente vestida que llenaba un edificio "grande y espacioso" que se erguía en el aire a gran altura de la tierra. Mientras que unas multitudes se asían a la barra de hierro y comía el fruto del árbol, sin hacer caso de las mofas, otras se dirigían a tientas hacia el edificio grande y espacioso. Muchas de éstas no llegaban al edificio, sino que se ahogaban en las profundidades de la fuente o se desviaban por senderos extraños.
Más adelante, Nefi interpreta el sueño de su padre para sus hermanos mayores y les explica el significado de ciertos elementos esenciales (1 Nefi: 15: 22-36): el árbol era el árbol de la vida; la barra de hierro era la palabra de Dios y transmitía la idea de que quienes escuchan la palabra de Dios y se "sujetan" a ella no perecen jamás, siendo protegidos de las tentaciones del adversario que los ciega hacia la destrucción; el río de agua representaba la inmundicia, que Lehi no vio por estar su mente "absorta" en otras cosas (quizá su deseo de que Lamán y Lemuel llegaran a tomar el fruto); había un "abismo horroroso que separaba a los inicuos del árbol de la vida" y que representaba el infierno. Como parte de una visión, distinta y más amplia, del propio Nefi, anterior a la interpretación que, a modo de amonestación, da a sus hermanos, se enseña el significado de otros elementos del sueño: el árbol de la vida (o "fuente de aguas vivas") simbolizan el amor de Dios (1 Nefi 11: 25); la fuente de aguas sucias, el río y sus profundidades representan las profundidades del infierno (1 Nefi 12: 16); los vapores de tinieblas son las tentaciones del diablo (1 Nefi 12: 17); el vasto y espacioso edificio significa "el mundo y su sabiduría" (1 Nefi 11: 35) y "las vanas ilusiones y el orgullo de los hijos de los hombres" (1 Nefi 12: 18).
Choca al lector moderno parte de esta imaginería, como la presencia de desiertos, abismos y aguas sucias, en contraste con el bello lugar donde se localizaba el árbol de la vida, con aguas limpias. Surge también un curioso contraste de la referencia a "innumerables concursos de gentes" en un lugar vacío y desolado. Sin embargo, nada de esto era extraño al entorno vivencial de Lehi tras su salida de Jerusalén hacia el desierto arábigo, en el que se alternaban grandes zonas desoladas, con profundos cañones (wadis) que se llenaban de barro y suciedad por las lluvias estacionales, con escasos lugares que tenían abundante agua y vegetación, a los que conducían senderos muy utilizados, frente a otros senderos peligrosos en los que los viajeros incautos se podían extraviar. Todos estos elementos simbólicos no eran extraños para Lehi y probablemente fueron escogidos por el Señor por el especial impacto que podían tener en él en su nuevo contexto tras su salida al desierto.
Nos puede chocar también la mención a la barra de hierro. En un estudio reciente, Matthew L. Bowen señala que en la referencia a la barra de hierro como la palabra de Dios se puede estar usando un juego de palabras con el vocablo egipcio para "palabra" y "barra" (recuérdese que el lenguaje de los escritores nefitas combinaba ambas lenguas de alguna forma; 1 Nefi 1: 2; Mormón 9: 32-33). La palabra egipcia mdw no sólo significa 'vara' o 'barra' sino también 'hablar' o 'palabra'. El término derivado md.t o mt.t era común en el idioma egipcio de la época y se pronunciaba de forma muy similar a la de la palabra hebrea 'vara' o 'barra'. Que Nefi era consciente de esta asociación conceptual entre 'barra' y 'palabra' se deduce fácilmente de cuando exhorta a sus hermanos, en el contexto del significado de la "barra de hierro", hablándoles de que debían "asirse" a la palabra de Dios (1 Nefi 15: 24). Por otra parte, la similitud fonética entre la pronunciación de "palabra" en egipcio y "barra" en hebreo de la época podría explicar el empleo que efectúa Nefi de "palabra" en vez de "vara" al referirse a cómo Moisés utilizó una vara para partir las aguas del mar Rojo (Éxodo 14: 16) y también para golpear una roca y que de ella saliera agua (Éxodo 17: 6). En concreto, estas son las palabras de Nefi:
"Y vosotros sabéis [...] que por su palabra se dividieron las aguas del mar Rojo, [...], y también sabéis que Moisés, por su palabra, según el poder que había en él, hirió la roca, y salió agua [...]" (1 Nefi 17: 26, 29) [cursiva añadida]
Pero lo que sí tuvo que resultarle chocante a este profeta fue la referencia al grande y espacioso edificio. Sobre este tema, S. Kent Brown, llama la atención al hecho de que Lehi describió el edificio como "extraño" o "singular" (1 Nefi 8: 33), quizá porque "parecía erguirse en el aire, a gran altura de la tierra" (1 Nefi 8: 26). Es evidente que el tipo de construcción le resultaba poco familiar, pero ciertamente no era inexistente en su época, en particular en el sur de Arabia, donde las excavaciones francesas efectuadas en la década de 1970 indica que los cimientos hallados sostenían edificios altos de hasta seis pisos. Para una persona acostumbrada a casas bajas y a vivir en tiendas, la estructura de edificios altos como torres podría dar la apariencia de erguirse en el aire a gran altura. Quizá esta parte del sueño era premonitoria del tipo de construcciones que encontraría tiempo después al proseguir su viaje, además de proporcionarle un elemento de contraste simbólico en el contexto de su sueño visionario cuyos elementos le eran mayoritariamente familiares.
Como con cientos de detalles que los estudiosos del Libro de Mormón han ido encontrando a lo largo del mismo, nos podemos hacer de nuevo la misma pregunta: ¿podía José Smith o alguien de su época, haber sido conocedor de detalles como los aquí reseñados? Difícilmente, de hecho muy difícilmente. José Smith manifestó que el Libro de Mormón era un documento antiguo y tiene todos los visos de serlo. No pudo haber sacado todos estos datos de libros de la época, sencillamente porque o no daban este tipo de información o la que daban no casaba con lo que posteriormente se ha investigado, en muchos casos en años muy recientes.
Referencias
Bowen, Matthew L. 2005. "What meaneth the rod of iron?". Insights. A Window on the Ancient World. The Newsletter of the Foundation for Ancient Research & Mormon Studies at Brigham Young University. Vol. 25, no. 2, pp. 2-3.
Brown, S. Kent. 2002. "New light from Arabia on Lehi's trail", en Parry, Donald W., Daniel C. Peterson y John W. Welch (eds.) Echoes and Evidences of the Book of Mormon. Provo, Utah: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, Brigham Young University, 55-125.
Ruiz de Mendoza, Francisco. 2005. "El valle de Lemuel y el río Lamán" (http://www.teancum.org.es, sección de portada)