lunes, noviembre 02, 2009

Un altar de piedras




Por Francisco J. Ruiz de Mendoza
 
En el Libro de Mormón se señalan tres ocasiones en que Lehi ofreció sacrificios como ofrenda a Dios. En otras dos ocasiones, Lehi o los que le acompañaban ofrecieron holocaustos (sacrificios en que se quemaba el animal sacrificado). El primer sacrifico tiene lugar a los tres días de haber escapado de Jerusalén, cuando Lehi y su familia acampan "en un valle situado a la orilla de un río" (1 Nefi 2: 6) que desembocaba en el Mar Rojo. Se trata de un sacrificio ligado a una acción de gracias. En una segunda ocasión, que se recoge en 1 Nefi 5: 9, se ofrecieron sacrificios (también ligados a la acción de gracias) acompañados de holocaustos. El contexto, en este caso, es el del regreso desde Jerusalén de los hijos de Lehi (Lamán, Lemuel, Nefi y Sam) tras haber conseguido hacerse con las planchas de bronce de Labán, acción que mantenía preocupada a la familia, en particular a Saríah, la esposa de Lehi, por los peligros del desierto (tengamos en cuenta que estaban a tres días de viaje de ida y otros tres de vuelta y que Nefi y sus hermanos no podían ir tan pertrechados y protegidos como toda la familia con sus tiendas y provisiones). Lamán y Lemuel, en su ira tras un fracaso inicial al intentar conseguir las planchas, golpearon con una vara a Nefi y Sam, y un ángel del Señor tuvo que protegerles (1 Nefi 3: 29). La tercera ocasión se encuentra en 1 Nefi 7: 22. Los hijos de Lehi regresaron otra vez a Jerusalén con el fin de convencer a Ismael y los de su casa de que se unieran al grupo de Lehi. Lo logran y, mientras viajaban hacia el campamento, Lamán, Lemuel, dos de las hijas de Ismael y los dos hijos de Ismael (más sus familias) se rebelaron contra Nefi, Sam, Ismael, su esposa y sus otras tres hijas. Su intención era volver a la tierra Jerusalén (el Libro de Mormón distingue entre la "tierra" de Jerusalén y la "ciudad" de Jerusalén, con mucho acierto, según podemos saber hoy a partir del uso de la expresión "la tierra de Jerusalén" en los Rollos del Mar Muerto; cf. Thomasson, 1999: 139-141. Tras una severa amonestación de Nefi, Lamán y Lemuel le atan con cuerdas con el fin de abandonarlo en el desierto a una muerte segura devorado por fieras salvajes. Nefi consigue liberarse milagrosamente y, después de otro episodio de enfrentamiento, los ánimos de sus hermanos se templan y, arrepentidos, regresan con todos al campamento. Al llegar, los hermanos de Nefi y toda la casa de Ismael dieron gracias al Señor y le ofrecieron sacrificios y holocaustos.
Podemos destacar algunos detalles singulares de estos episodios:


1) Como señala Brown (2002: 62-64, los sacrificios referidos más arriba se ajustan plenamente, de una manera que José Smith difícilmente podía saber, a los requisitos de la ley mosaica. Los holocaustos, a diferencia de los sacrificios, no se ofrecían para dar gracias sino a modo de expiación (Levítico 1: 2-4) por los pecados del pueblo. En el caso del episodio de 1 Nefi 7, Lamán y Lemuel habían pecado seriamente al buscar la muerte de su hermano y parte de la casa de Ismael había actuado de forma rebelde. En el de 1 Nefi 5, el holocausto estaba justificado por la mala conducta de Lamán y Lemuel al golpear a Nefi y Sam.


2) En el caso del primer sacrificio se produce, en apariencia, un problema, pues Lehi y su familia vivían bajo la Ley de Moisés y, de acuerdo con ella (cf. Deuteronimio 12, en particular los versículos 11 y 13), estaba estrictamente prohibido edificar altares y ofrecer sacrificios fuera del lugar que el Señor señalara, que, según se entendía comúnmente, era el templo de Jerusalén. Sin embargo, en el Israel bíblico (así como anteriormente en la época de los patriarcas) era común erigir altares y ofrecer sacrificios. Samuel ofreció sacrificios en Ramah (1 Samuel 9: 12-24) y Saúl los ofreció en Gilgal (1 Samuel 10: 8) y Aijalón (1 Samuel 14: 35). Existían, además, numerosos altares esparcidos por Israel y se han contabilizado hasta otros doce templos que estuvieron operativos a la vez que el de Jerusalén (Haran, 1978), si bien existía una cierta centralización de la adoración en este último, que se consolidó con Josías (640-609 a. C.), el rey justo al que llorara el profeta Jeremías (cf. a modo de contraste las profecías contra los reyes de Judá en Jeremías 22) , de acuerdo con lo señalado en Deuteronomio 12. En este contexto, Seely (2001) ofrece diversos argumentos, muy detallados, que explican por qué Lehi pudo ofrecer sacrificios fuera de Jerusalén sin violar lo establecido en la ley mosaica. En primer lugar, no está tan claro que la ley, tal como se refleja en Deuteronomio 12, pretendiera eliminar totalmente todo sacrificio fuera del designado, como lo atestigua el hecho de que existían otros templos y altares. La expresión "el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere" (v. 11) podría aplicarse, de forma amplia, no exclusivamente a un solo lugar sino a cualquier lugar que el Señor escogiera (piénsese, por cierto, cómo el Señor, en los tiempos actuales, permite la construcción de numerosos templos dedicados a su obra). También es posible que Lehi, que no pertenecía al linaje de Leví (los portadores del sacerdocio menor), oficiara por medio del sacerdocio mayor o de Melquisedec, al igual que los antiguos patriarcas y, como ellos, erigiera altares con la correspondiente aprobación divina. Ha de tenerse en cuenta que los nefitas poseían el sacerdocio mayor, como se refleja en Alma 13: 2-9, y que el profeta José Smith enseñó que todos los profetas, aun bajo la dispensación mosaica, fuero ordenados por Dios mismo al sacerdocio de Melquisedec (Enseñanzas del Profeta José Smith, Salt Lake City, Utah: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1975, 216). Una tercera posibilidad, que viene apoyada por los Rollos del Mar Muerto, es que lo señalado en Deuteronomio 12 se aplicara únicamente a la tierra de Israel (nótese la clara referencia a la misma en el versículo 1). En concreto, en el Rollo del Templo (columnas 52: 13-16), se especifica la prohibición de ofrecer sacrificios de cualquier tipo en cualquier lugar que estuviera a menos de tres días de distancia del templo de Jerusalén. Este rollo nos da una pista sobre cómo se interpretaba antiguamente el mandato sobre la centralización de la adoración: se limitaba a un área que correspondía aproximadamente a los límites de Israel, menos de tres días de viaje desde Jerusalén. También, curiosamente, nos hace entender por qué Nefi se tomó la molestia de especificar con toda claridad a cuánta distancia se encontraban de Jerusalén cuando acamparon por vez primera y Lehi decidió ofrecer un sacrificio de acción de gracias. Si tenemos en cuenta su imprecisión a la hora de referirse al tiempo de viaje de otras etapas de su éxodo por el desierto arábigo (expresiones como "viajamos por el espacio de muchos días", en 1 Nefi 16: 15, 17, 33 o simplemente "viajamos", sin ninguna especificación de tiempo, como en 1 Nefi 17: 1), no parece descabellado pensar que Nefi tenía en mente la forma de interpretar Deuteronomio 12 que aparece en el Rollo del Templo.


Lo que sí resulta descabellado, en cambio, es pensar que José Smith tuviera tanto conocimiento sobre la interpretación de la ley mosaica y los tipos de sacrificios, o que lo tuviera algún coetáneo en el primer tercio del siglo XIX. El relato de Nefi es consistente en detalles que difícilmente pudieron estar al alcance de las personas que intervinieron en la aparición del Libro de Mormón, lo que otorga una gran dosis de credibilidad a la tesis de que se trata de un documento antiguo y no un fraude decimonónico.





Brown, Kent S. 2002. "New light from Arabia on Lehi's trail", en Parry, Donald W., Daniel C. Peterson & John Welch (eds.) Echoes and Evidences of the Book of Mormon, Provo, Utah: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, Brigham Young University; 55-125.


Haran, Menachem. 1978. Temples and Temple Service in Ancient Israel. Oxford: Clarendon.


Seely, David R. 2001. “Lehi’s Altar and Sacrifice in the Wilderness.” Journal of Book of Mormon Studies 10: 1


Thomasson, Gordon C. 1999. "Revisiting the land of Jerusalem", en Welch, John W. & Melvin J. Thorne (eds.) Pressing Forward with the Book of Mormon. Provo, Utah: The Foundation for Ancient Research and Mormonm Studies; 139-141.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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