domingo, junio 23, 2019

EDUCACIÓN, AUTONOMÍA Y PROSPERIDAD

Toda relación de dominación, de explotación, de opresión, ya es en sí violencia. No importa que se haga a través de medios drásticos o no. Es, a un tiempo, desamor y un impedimento para el amor. Obstáculo para el amor en la medida en que el dominador y dominado, deshumanizándose el primero por exceso y el segundo por falta de poder, se transforman en cosas. Y las cosas no aman.

(Paulo Freire)


EDUCACIÓN, AUTONOMÍA Y PROSPERIDAD


Por Juan Javier Reta Némiga

Para Lualcaro

I. EDUCACIÓN.

Paulo Freire, uno de los más connotados pedagogos del siglo XX, establecía que la educación es una práctica de la libertad y que cualquier proceso o mediación que llevara a educador y educando y a estos con la sociedad por un derrotero diferente no debería denominarse de tal forma.

De esta manera, se desdibujaba la línea que separaba a educando y educador, ya que nadie educa a a nadie, pero tampoco nadie se educa solo, sino que las personas se educan entre sí mediatizados por el mundo.1

Entonces, es la educación el primer motor de transformación de las condiciones materiales de existencia. Educándose, las personas adquieren una visión crítica, reflexiva y revolucionaria de la realidad. Y decir revolucionaria no implica violencia. Freire consideraba que la violencia que pudieran manifestar los oprimidos es un reflejo de la violencia misma de los opresores y que ambos podían liberarse de ella siendo radicales, es decir, siendo amorosos. Así el radical, no es de derechas, ni de izquierdas, sino un agente liberador. Porque toda relación de dominación es deshumanizante, alienante, cosificante. Educar es entonces volver a las personas de nuevo seres humanos.

La ruta contraria es la alienación. Cuando las relaciones entre educando y educador son asimétricas y los contenidos están dirigidos a reproducir la dominación y la masificación, a la inserción en el mundo obrero-patronal; estamos entonces ante un ejercicio de subyugación, de opresión.
La alienación es además peligrosa, porque tiene un carácter normalizador. Llegamos a pensar que es nuestro deber formarnos para ascender en la escala social, para aspirar ser parte de los dominadores, o bien, para conformarnos con convertirnos en una pieza del aparato productivo; que la pobreza o la riqueza son naturales y que estar en uno u otro lado de la balanza es nuestra responsabilidad individual.

Por ello, el apóstol Pablo advierte que el individualismo es una forma de apostasía:

Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin dominio propio, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los adeleites más que de Dios, teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella; a estos evita.2
Amadores de sí mismos”. Una formación individualista hace a las personas egoístas y por lo tanto ajenas a la compasión, ajenas al deseo de ser uno con sus semejantes. Y si no se desea ser uno con la comunidad, entonces se aspira a dominar a esa comunidad y su entorno. No importan más que los deseos propios. “¿Que el calentamiento global, la deforestación, la desaparición de especies representan un peligro para toda forma de vida? Sí, pero primero está mi industria, mi empresa, mis ganancias” afirman los amadores de sí mismos. Por eso, el individualismo conduce a la avaricia.

Avaros” . Hay quienes piensan que educar es formar para que la gente acapare dinero y bienes, para que acumule puntos y calificaciones. A ello le denominan competitividad. Poner a unos contra otros. Y ello también se convierte en una suerte de religiosidad. Algunos sostienen esta idea de competitividad en las declaraciones citando lo dicho a Abraham: “Y el Señor me dijo: Estos dos hechos existen: Hay dos espíritus, y uno es más inteligente que el otro; habrá otro más inteligente que ellos; yo soy el Señor tu Dios, soy más inteligente que todos ellos.”3 Pero aquí las escrituras nos hablan de la diferencia. Cada sujeto es único y por lo tanto sus experiencias, su conocimiento y su forma de allegarse a la voluntad a Dios varía; pero a todos se les dice que serán probados, no uno contra otro, sino todos con relación a hacer la voluntad del Señor, siendo uno con él.

Efectivamente, el resto de adjetivos son consecuencias de estos dos primeros aspectos, así que quiero destacar la frase “teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella” ¿Hay algo más pernicioso que las limosnas, los donativos, las firmas en Chance.org, el me “entristece” a la foto de un niño hambriento en Haití o África? Cuando participamos de una colecta para Teletón, cuando pagamos una ofrenda de ayuno (incluso generosa), cuando suscribimos una publicación estamos dejando nuestra responsabilidad y deber social en manos de otros. Y lo peor, es que en la mayor de las ocasiones, estamos dejándolos en manos de quienes los oprimen y recrean las condiciones que reproducen la pobreza y la marginación, permitiendo incluso que lucren aun con la pobreza. Hay entre nosotros miembros de la Iglesia, propietarios de negociaciones y hasta de empresas de mediano éxito que suelen donar, como ellos mismos predican “hasta cinco veces más” lo de dos comidas abundantes para ayudar a los pobres y necesitados dentro de la Iglesia, pero mantienen en sus centros laborales jornadas de trabajo de doce horas diarias, con salarios precarios, sin seguridad social ni prestaciones básicas. Esto es apariencia de piedad. Como dijera el Salvador “Pues estas cosas os era necesario hacer, sin dejar de hacer las otras”4

Lo anterior entonces es consecuencia de una pedagogía individualista. Formar a las personas desde esa perspectiva convierte a sus adeptos en seguidores de la doctrina de los zoramitas. No educas para construir Sion, sino Rameúmptom.

Desde finales de la II Guerra Mundial, al interior de la Iglesia, se ha privilegiado la formación técnico-mercantil y en menor medida la científica por encima de las Humanidades y las Ciencias Sociales. El ideal del hombre de oficina con vocación espartana se ha reproducido hasta en nuestra identidad misional. Se ha educado para la guerra fría. Contra el comunismo y sus hijos. Contra los barbudos y descreídos. De esa forma, Sion se ha convertido en el modo de vida norteamericano y la prosperidad en acumulación de riquezas. Y esta re-significación de lo que es Sion imposibilita una reflexión crítica, porque hasta una pequeña acotación sobre el estilo de vida estadounidense es vista como un ataque a la Iglesia, cualquier propuesta de carácter social o lucha por los derechos civiles y humanos es vista como como comunista y hasta atea. No es de extrañar que esta pedagogía exista entre nosotros mientras la Iglesia tenga una simbiosis con una corporación.

Entonces, quizás la primera ruta para emprender el camino de vuelta a Sion sea el de recuperar una educación que sea una praxis libertaria, que antes de preparar para ser explotados o explotadores nos devuelva el carácter de hijos de Dios.

II. AUTONOMÍA.

Autosuficiencia es una fea palabra. Es la otra cara del individualismo. Los programas de Bienestar de la Iglesia han virado a esta ideología, convirtiéndose en el programa estrella para atender a los pobres y necesitados.

La autosuficiencia se define como “el estado en que el abastecimiento de bienes económicos únicamente depende de uno mismo; de modo que no se requiere ayuda, apoyo o interacción externa para la supervivencia”5 Esta enseñanza hace a las personas culpables de su pobreza y de su precariedad. “Si lo logras es porque has seguido los pasos de la escalera del éxito”. Si no lo logras “tus condiciones deficitarias son tu culpa” Y “Debes de renunciar a la ayuda, es humillante o poco deseable recibir ayuda ya sea del gobierno o de la iglesia, “búscate tus propios medios para prosperar”.

La cuestión se agrava cuando esta ideología se entrelaza con la teología y los deberes religiosos. Quizá el mayor ejemplo se encuentre en la asociación diezmo/seguridad temporal/riquezas. Si bien es cierto que lo que sembramos es lo que cosechamos, eso no significa que dar un diezmo sea una forma de abonar para que Dios nos de bienes materiales. De hecho, el resto del capítulo 3 de Malaquías nos advierte en contra de dicho pensamiento. El mensaje final de Malaquías es aprender a servir a Dios y formar parte de sus joyas, aún y cuando pasemos aflicciones.

Así como la pobreza no es evidencia de vivir en pecado, una situación de seguridad económica tampoco significa obediencia a las leyes celestiales. Una persona malvada puede llegar a experimentar dolores y sufrimientos, pero experimentar tales cosas no significa que seas un malvado.

A menudo los predicadores de la autosuficiencia llegan a parecerse más a los amigos de Job, culpando de sus desgracias y pobreza a sus hermanos en aflicción en lugar de buscar crear las condiciones materiales de existencia que eliminen la opresión. Porque consolar y ver por las necesidades del otro va más allá de dar palmaditas en el hombro.

A pesar de que a veces se usan como sinónimos, yo prefiero el uso de la palabra autonomía. La autonomía es una conceptualización en colectivo. Significa estar en el mundo, sin ser del mundo. Es una palabra con carácter social. Se es libre de los pecados y modos de dominación del sistema capitalista al mismo tiempo que se construye una nueva realidad social, una forma de organización incluyente. Es la construcción de un mundo con dignidad, con trabajo y por supuesto con un reparto justo de la riqueza y no de su acumulación.

Dentro de su albedrío, la gente libre está habilitada para tomar decisiones que le permitan despojarse de sus riquezas. Acumular riquezas es robar, y robar es un pecado grave, de hecho el primer pecado que se menciona después de la salida de Adán y Eva de Edén. Mientras más se acumula, más maldecida se encuentra la tierra. Si como dice Doctrina y Convenios: “Porque la tierra está llena, y hay suficiente y de sobra”.6 ¿Entonces por qué hay pobres entre nosotros? ¿Por qué hay crisis? ¿Por qué hay hambrunas y escasez de agua y recursos? Porque existe la apropiación, la propiedad individualista de lo existente sobre la tierra. Y aún entre nosotros hay quienes pasan por alto la condena del Señor al respecto. “De manera que, si alguno toma de la abundancia que he creado, y no reparte su porción a los pobres y a los necesitados, conforme a la ley de mi evangelio, en el infierno alzará los ojos con los malvados.7

Como Iglesia, creo que es necesario recuperar el sentido de comunidad. Somos llamados a ser el pueblo del Señor. Y un pueblo es un colectivo con un territorio. Individuos dispersos y sin un lugar para establecer Sion cuya solución a los problemas derivados de las condiciones materiales de dominación y apropiación capitalista solo son paliativos y siendo los cursos la forma más exitosa de diluir la Iglesia. Las Estacas no son Sion. Hemos confundido el soporte con la tienda. Se trata de levantar la tienda, no de conformarnos con fijar las alcayatas.

Mucho de ello se debe a que la iglesia tiene una fuerte dependencia corporativa y gerencial y no pudiendo liberarse de sus compromisos financieros y políticos, poco puede hacer para hacer que sus miembros puedan ser libres también del sistema capitalista.

El modelo de autosuficiencia prepara a los miembros para ser del mundo, para convertirlos en obreros o empresarios eficientes dentro de los cánones y márgenes capitalistas, sustituyendo la edificación de Sion por programas crediticios, aceptación del sistema de dominación y realce de la cultura estadounidense.

Un ejemplo de desarrollo autónomo con bases cristianas es la experiencia zapatista en el sureste mexicano. Pero como santos de los últimos días, creo que es necesario una recuperación de nuestra propia experiencia: La Orden Unida (Hoy traducida como Firma Unida, siendo firma un vocablo más propio de las sociedades mercantiles). Se mandó a la Iglesia que dicha orden tuviera el carácter de sempiterno tanto para la Iglesia como para beneficio de todos los hombres. La Orden Unida tiene muchas cosas en común con los caracoles zapatistas: Un mandar obedeciendo, un consentimiento o voz unánime, una designación de mayordomías y responsabilidades, una voluntad de servicio y gobierno no remunerado, una prohibición de enriquecimiento. Y si con todas sus imperfecciones y asegunes este colectivo ha sacado adelante un proyecto social de tal envergadura ¿ Por qué no nosotros? Porque estamos más enfocados en convertirnos en empresarios que en ser un pueblo peculiar.

No obstante, en vuestras cosas temporales seréis iguales, y esto no de mala gana; de lo contrario, se retendrá la abundancia de las manifestaciones del Espíritu.”8
Quizá esta declaración sea la clave por la cual tanto como Iglesia como personas tengamos menos experiencias carismáticas de lo que esperaríamos.


III. PROSPERIDAD.

A menudo asociamos Teología de la Prosperidad con tele-predicadores y experiencias pentecostales. Pero dentro de nuestros discursos y prácticas como santos de los últimos días tenemos mucho de esta teología.9

A Oral Roberts se le considera el padre de dicha teología. A mediados del siglo pasado, tras leer 3 Juan 2, concluyó que Dios quería que él prosperara materialmente. Luego de esta epifanía escribió un libro llamado “God's Formula for Success and Prosperity” al que luego le seguiría en los setenta “Miracle of Seed-Faith“.

Su tesis era que si uno siembra en el reino de Dios, El Señor nos retribuirá en abundancia. Y más tratándose de dinero. Recoger al 100 por uno.

Esta teología sigue una suerte de método: En primer lugar, se debe de visualizar lo que se quiere y desearlo con toda fe y toda fuerza; en segundo lugar debe de pedirlo a Dios, reclamar la bendición; y en tercer lugar debe confesarlo, es decir proclamarlo como si ya fuera una realidad. Con una seguridad tal que Dios, mirando nuestra fe no tendrá mas que extendernos lo que pedimos.

De esta forma, la prosperidad financiera se convierte en un fin cristiano.

¿Cómo se expresa esta teología en nuestras prácticas y creencias?

Se expresa cuando pensamos que la obediencia estricta a los principios para obtener riqueza, salud y poder son principios del Evangelio. Nos reímos de aquellas personas que tras oír al tele-predicador va y hace su donativo y hasta pone las manos sobre el televisor acompañando en la oración a lo que dice el ministro religioso, pero no nos causa risa, sino que consideramos un acto de gran fe que una persona pague un diezmo aunque se quede sin recursos para hacer frente a sus compromisos y necesidades inmediatas. En el mejor de los casos le diremos que después de que haga tal cosa acuda a su obispo y él le dará alguna ayuda en despensa y gastos básicos y lo mandará a algún curso de autosuficiencia, donde se le recalcará que la culpa de su pobreza e ineficiencia es suya y si no puede salir de su precariedad es por su falta de fe, porque algún pecado oculto habrá de tener, o bien porque no ha seguido los principios al pie de la letra. Nada se habla de las limitaciones propias del capitalismo, nada se habla de las condiciones laborales, ni mucho menos de los problemas estructurales. Nada de eso existe, solo voluntarismo. Y esto es teología de la prosperidad.

Es desde mi punto de vista un insulto a la Deidad pensar que Dios nos bendecirá de cierto modo si eso es lo que queremos. Dios no es un cajero automático. No se trata de poner obediencia y esperar dinero a cambio. Guardamos los mandamientos porque esperamos ser uno con Él. De hecho, la principal bendición que se nos promete en Malaquías es la de reprender al “devorador”, siendo la mayor plaga, Satanás mismo.

Lo mismo ocurre cuando pretendemos convencer a nuestros jóvenes de servir una misión a cambio de recibir bendiciones de prosperidad: “Te esperará una joven hermosa y virtuosa” “Tendrás éxito en tus estudios” “Recuperarás tu nivel atlético y de rendimiento” “Tendrás mejores oportunidades laborales y contarás con el Fondo Perpetuo para la educación”· Nuestros primeros misioneros no salieron a predicar pensando en estas u otras bendiciones, sino porque era un deber imperante salvar a otros, incluso a costa de poner en peligro sus vidas. Iban porque el Señor los mandaba, no como una inversión para recibir bendiciones específicas y monetizables en lo futuro.

Esto no significa que Dios no nos bendiga. Pero Él da sus bendiciones a su propio y debido tiempo, siendo la mayor de ellas la “vida eterna”, subrayando que rico es aquel que la obtiene.

El mayor daño que hace esta teología es que quebranta la fe de quienes siguen por esa ruta. Pagan sus diezmos íntegramente, pero finalmente se quedan sin trabajo o una crisis monetaria manda al cierre a su empresa. Sirve fielmente una misión, pero no logra ingresar a la Universidad, se hace dependiente de un crédito para estudiar una carrera técnica que lo llevará a salarios precarios.

Entonces, en medio de estos fracasos abandonan también la iglesia, con sentimientos de desilusión y traición. Y además, en ese periplo se dan cuenta que Dios también bendice a los que no son de su Iglesia. Han creído tanto en el “plan de prosperidad” que se olvidan que el plan de nuestro Padre Celestial se llama “plan de felicidad”.

Debemos obedecer los mandamientos (y ello incluye el diezmo o el servicio misional) porque amamos a Dios, no como una moneda de cambio. Si bien, muchos mandamientos y ordenanzas contienen promesas para nosotros, no podemos circunscribirlas solo a los aspectos materiales y a las necesidades económicas. Y muchas de ellas solo son posibles en su plenitud si establecemos Sion.

CONCLUSIÓN

Dios quiere que prosperemos, de hecho prosperidad es una de las palabras recurrentes en el Libro de Mormón. Pero el tiene otra ruta y otra definición. Siempre que se usa nos encontramos con un pueblo estableciendo Sion:

Sí, y hubo paz continua entre ellos, y sumamente grande prosperidad en la iglesia a causa de su atención y diligencia que daban a la palabra de Dios.10

Sí, recordaban cuán grandes cosas había hecho el Señor por ellos: cómo los había librado de la muerte, y del cautiverio, y de cárceles, y de todo género de aflicciones, y los había rescatado de las manos de sus enemigos. Y oraban al Señor su Dios continuamente, al grado de que él los bendijo de acuerdo con su palabra, de modo que se hicieron fuertes y prosperaron en la tierra.”11

Pero la prosperidad nunca debe ser un fin. El fin último de la condición humana en esta tierra debe ser el establecimiento de un pueblo compuesto por hijos e hijas de Cristo y una tierra santa:

Y ocurrió que no había contenciones en la tierra, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo. Y no había envidias, ni contiendas, ni tumultos, ni fornicaciones, ni mentiras, ni asesinatos, ni lascivias de ninguna especie; y ciertamente no podía haber un pueblo más dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios. No había ladrones, ni asesinos, ni lamanitas, ni ninguna especie de -itas, sino que eran uno, hijos de Cristo y herederos del reino de Dios. ¡Y cuán bendecidos fueron! Porque el Señor los bendijo en todas sus obras; sí, fueron bendecidos y prosperaron ...”

Estableciendo ese tipo de sociedad, podremos prepararnos entonces para una sociabilidad celestial. Empezamos con una educación centrada en la libertad y la caridad, enfocamos nuestros esfuerzos en el establecimiento de Sion y entonces Dios nos prosperará como comunidad de hijos e hijas de Cristo y entonces finalmente seremos ricos, al ser herederos de la vida eterna.











1Para una exploración más detallada de esta conceptualización véase: Freire, Paulo. La Educación como práctica de la Libertad, 1969 José Smith expresa una idea similar en D y C 38:23-25
22 Timoteo 3: 2-5
3Abraham 3:19
4Lucas 11.42
6D y C 104.7
7D y C 107.8
8D y C 70.14
9En la Iglesia tuvo su mayor auge mediante la influencia de Ezra Taff Benson y su intransigente anticomunismo y anti-derechos civiles. Pero eso sería un aspecto a analizar en otra reflexión.
10Alma 49.30
11Alma 62:50-51

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