Toda
relación de dominación, de explotación, de opresión, ya es en sí
violencia. No importa que se haga a través de medios drásticos o
no. Es, a un tiempo, desamor y un impedimento para el amor. Obstáculo
para el amor en la medida en que el dominador y dominado,
deshumanizándose el primero por exceso y el segundo por falta de
poder, se transforman en cosas. Y las cosas no aman.
(Paulo
Freire)
EDUCACIÓN,
AUTONOMÍA Y PROSPERIDAD
Por
Juan Javier Reta Némiga
Para
Lualcaro
I. EDUCACIÓN.
Paulo Freire, uno de los más
connotados pedagogos del siglo XX, establecía que la educación es
una práctica de la libertad y que cualquier proceso o mediación que
llevara a educador y educando y a estos con la sociedad por un
derrotero diferente no debería denominarse de tal forma.
De esta manera, se desdibujaba la
línea que separaba a educando y educador, ya que nadie educa a a
nadie, pero tampoco nadie se educa solo, sino que las personas se
educan entre sí mediatizados por el mundo.1
Entonces, es la educación el primer
motor de transformación de las condiciones materiales de existencia.
Educándose, las personas adquieren una visión crítica, reflexiva y
revolucionaria de la realidad. Y decir revolucionaria no implica
violencia. Freire consideraba que la violencia que pudieran
manifestar los oprimidos es un reflejo de la violencia misma de los
opresores y que ambos podían liberarse de ella siendo radicales, es
decir, siendo amorosos. Así el radical, no es de derechas,
ni de izquierdas,
sino un agente liberador. Porque toda relación de dominación es
deshumanizante, alienante, cosificante. Educar
es entonces volver a las
personas de nuevo seres humanos.
La
ruta contraria es la alienación. Cuando las relaciones entre
educando y educador son asimétricas y los contenidos están
dirigidos a reproducir la dominación y la masificación, a la
inserción en el mundo obrero-patronal; estamos entonces ante un
ejercicio de subyugación, de opresión.
La
alienación es además peligrosa, porque tiene un carácter
normalizador. Llegamos a pensar que es nuestro deber formarnos para
ascender en la escala social, para aspirar ser parte de los
dominadores, o bien, para conformarnos con convertirnos
en una pieza del aparato
productivo; que
la pobreza o la riqueza son naturales y
que estar en uno u otro lado de la balanza es nuestra responsabilidad
individual.
Por ello, el apóstol Pablo advierte
que el individualismo es una forma de apostasía:
“Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin dominio propio, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los adeleites más que de Dios, teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella; a estos evita.2
“Amadores de sí mismos”. Una formación individualista
hace a las personas egoístas y por lo tanto ajenas a la compasión,
ajenas al deseo de ser uno con sus semejantes. Y si no se desea ser
uno con la comunidad, entonces se aspira a dominar a esa comunidad y
su entorno. No importan más que los deseos propios. “¿Que el
calentamiento global, la deforestación, la desaparición de especies
representan un peligro para toda forma de vida? Sí, pero primero
está mi industria, mi empresa, mis ganancias” afirman los amadores
de sí mismos. Por eso, el individualismo conduce a la avaricia.
“Avaros” . Hay
quienes piensan que educar es
formar para que la gente
acapare dinero y bienes, para que acumule puntos
y calificaciones. A ello le denominan competitividad. Poner
a unos contra otros. Y ello
también se convierte en una suerte de religiosidad. Algunos
sostienen esta idea de competitividad en las declaraciones citando lo
dicho a Abraham: “Y el Señor me dijo: Estos dos hechos
existen: Hay dos espíritus, y uno es más inteligente que el otro;
habrá otro más inteligente que ellos; yo soy el Señor tu Dios, soy
más inteligente que todos ellos.”3
Pero aquí las escrituras nos
hablan de la diferencia. Cada sujeto es único y por lo tanto sus
experiencias, su conocimiento y su forma de allegarse a la voluntad a
Dios varía; pero a todos se les dice que serán probados, no uno
contra otro, sino todos con relación a hacer la voluntad del Señor,
siendo uno con él.
Efectivamente, el resto de
adjetivos son consecuencias de estos dos primeros aspectos, así que
quiero destacar la frase “teniendo apariencia de piedad,
pero negando la eficacia de ella” ¿Hay
algo más pernicioso que las limosnas, los donativos, las firmas en
Chance.org, el me “entristece” a la foto de un niño hambriento
en Haití o África? Cuando participamos de una colecta para Teletón,
cuando pagamos una ofrenda de ayuno (incluso generosa), cuando
suscribimos una publicación estamos dejando nuestra responsabilidad
y deber social en manos de otros. Y lo peor, es que en la mayor de
las ocasiones, estamos dejándolos en manos de quienes los oprimen y
recrean las condiciones que reproducen la pobreza y la marginación,
permitiendo incluso que lucren aun con la pobreza. Hay entre nosotros
miembros de la Iglesia,
propietarios de negociaciones y hasta de empresas de mediano éxito
que suelen donar, como ellos mismos predican “hasta cinco veces
más” lo de dos comidas abundantes para ayudar a los pobres y
necesitados dentro de la Iglesia, pero mantienen en sus centros
laborales jornadas de trabajo de doce horas diarias, con salarios
precarios, sin seguridad social ni prestaciones básicas. Esto es
apariencia de piedad. Como dijera el Salvador “Pues estas
cosas os era necesario hacer, sin dejar de hacer las otras”4
Lo anterior entonces es
consecuencia de una pedagogía individualista. Formar a las personas
desde esa perspectiva convierte
a sus adeptos en seguidores de la doctrina de los zoramitas. No
educas para construir Sion, sino Rameúmptom.
Desde finales de la II
Guerra Mundial, al interior
de la Iglesia, se ha
privilegiado la formación
técnico-mercantil y en menor medida la científica por encima de las
Humanidades y las Ciencias Sociales. El ideal del hombre de oficina
con vocación espartana se ha reproducido hasta en nuestra identidad
misional. Se ha educado para
la guerra fría. Contra el comunismo y sus hijos. Contra los barbudos
y descreídos. De esa forma, Sion se ha convertido en el modo de vida
norteamericano y la prosperidad en acumulación de riquezas. Y esta
re-significación de lo que es Sion imposibilita una reflexión
crítica, porque hasta una pequeña acotación sobre el
estilo de vida estadounidense es vista como un ataque a la Iglesia,
cualquier propuesta de carácter social o lucha por los derechos
civiles y humanos es vista
como como comunista y hasta
atea. No es de extrañar que esta pedagogía exista entre nosotros
mientras la Iglesia tenga una simbiosis con una corporación.
Entonces, quizás la primera ruta
para emprender el camino de vuelta a Sion sea el de recuperar una
educación que sea una praxis libertaria, que antes de preparar para
ser explotados o explotadores nos devuelva el carácter de hijos de
Dios.
II.
AUTONOMÍA.
Autosuficiencia
es una fea palabra. Es la otra cara del individualismo. Los programas
de Bienestar de la Iglesia han virado a esta ideología,
convirtiéndose en el programa estrella para atender a los pobres y
necesitados.
La
autosuficiencia se define como “el estado
en que el abastecimiento de bienes económicos únicamente depende de
uno mismo; de modo que no se requiere ayuda, apoyo o interacción
externa para la supervivencia”5
Esta enseñanza hace a las
personas culpables de su pobreza y de su precariedad. “Si lo logras
es porque has seguido los pasos de la escalera del éxito”. Si no
lo logras “tus condiciones deficitarias son tu culpa”
Y “Debes de renunciar a la ayuda, es humillante o poco deseable
recibir ayuda ya sea del gobierno o de la iglesia, “búscate
tus propios medios para prosperar”.
La
cuestión se agrava cuando esta ideología se entrelaza con la
teología y los deberes religiosos. Quizá el
mayor ejemplo se encuentre en la asociación diezmo/seguridad
temporal/riquezas. Si bien es cierto que lo que sembramos es lo que
cosechamos, eso no significa que dar un diezmo sea una forma de
abonar para que Dios nos de bienes materiales. De hecho, el resto del
capítulo 3 de Malaquías nos advierte en contra de dicho
pensamiento. El mensaje final
de Malaquías es aprender a servir a Dios y formar parte de sus
joyas, aún y cuando pasemos aflicciones.
Así como la pobreza no es
evidencia de vivir en pecado, una situación de seguridad económica
tampoco significa obediencia a las leyes celestiales. Una persona
malvada puede llegar a experimentar dolores y sufrimientos, pero
experimentar tales cosas no significa que seas un malvado.
A
menudo los
predicadores de la autosuficiencia llegan a parecerse más a los
amigos de Job, culpando de sus desgracias y pobreza a sus hermanos en
aflicción en lugar de buscar crear las condiciones materiales de
existencia que eliminen la opresión. Porque consolar y ver por las
necesidades del otro va más allá de dar palmaditas en el hombro.
A pesar de que a veces se usan como
sinónimos, yo prefiero el uso de la palabra autonomía.
La autonomía es una conceptualización en colectivo. Significa estar
en el mundo, sin ser del mundo. Es una palabra con carácter social.
Se es libre de los pecados y modos de dominación del sistema
capitalista al mismo tiempo que se construye una
nueva realidad social,
una forma de organización incluyente. Es
la construcción de un mundo con dignidad, con trabajo y por supuesto
con un reparto justo de la riqueza y no de su acumulación.
Dentro
de su albedrío, la gente libre está habilitada para tomar
decisiones que le permitan despojarse de sus riquezas. Acumular
riquezas es robar, y robar es un pecado grave, de hecho el primer
pecado que se menciona después de la salida de Adán
y Eva de Edén. Mientras más se acumula, más maldecida se encuentra
la tierra. Si como dice Doctrina y Convenios: “Porque la
tierra está llena, y hay suficiente y de sobra”.6
¿Entonces por qué hay pobres
entre nosotros? ¿Por qué hay crisis? ¿Por qué hay hambrunas y
escasez de agua y recursos? Porque existe la apropiación, la
propiedad individualista de lo existente sobre la tierra. Y aún
entre nosotros hay quienes pasan por alto la condena del Señor al
respecto. “De manera que, si alguno toma de la abundancia
que he creado, y no reparte su porción a los pobres y a los
necesitados, conforme a la ley de mi evangelio, en el infierno alzará
los ojos con los malvados.7
Como Iglesia, creo que es
necesario recuperar el sentido de comunidad. Somos llamados a ser el
pueblo del Señor. Y un pueblo es un colectivo con un territorio.
Individuos dispersos y sin un lugar para establecer Sion cuya
solución a los problemas derivados de las condiciones materiales de
dominación y apropiación capitalista solo son paliativos y siendo
los cursos la forma más
exitosa de diluir la Iglesia. Las Estacas no son Sion. Hemos
confundido el soporte con la tienda. Se trata de levantar la tienda,
no de conformarnos con fijar las alcayatas.
Mucho de ello se debe a que la
iglesia tiene una fuerte dependencia corporativa y gerencial y
no pudiendo liberarse de sus compromisos financieros y políticos,
poco puede hacer para hacer que sus miembros puedan ser libres
también del sistema capitalista.
El modelo de autosuficiencia
prepara a los miembros para ser del mundo, para convertirlos en
obreros o empresarios eficientes dentro de los cánones y márgenes
capitalistas, sustituyendo la edificación de Sion por programas
crediticios, aceptación del sistema de dominación y realce de
la cultura estadounidense.
Un ejemplo de desarrollo autónomo
con bases cristianas es la experiencia zapatista en el sureste
mexicano. Pero como santos de los últimos días, creo que es
necesario una recuperación de nuestra propia experiencia: La Orden
Unida (Hoy traducida como Firma Unida, siendo firma un vocablo más
propio de las sociedades mercantiles). Se mandó a la Iglesia que
dicha orden tuviera el carácter de sempiterno tanto para la Iglesia
como para beneficio de todos los hombres. La
Orden Unida tiene muchas cosas en común con los caracoles
zapatistas: Un mandar obedeciendo, un consentimiento o voz unánime,
una designación de mayordomías y responsabilidades, una voluntad de
servicio y gobierno no remunerado, una prohibición de
enriquecimiento. Y si con todas sus imperfecciones y asegunes este
colectivo ha sacado adelante un proyecto social de tal envergadura ¿
Por qué no nosotros? Porque estamos más enfocados en convertirnos
en empresarios que en ser un pueblo peculiar.
“No obstante, en vuestras cosas temporales seréis iguales, y
esto no de mala gana; de lo contrario, se retendrá la abundancia de
las manifestaciones del Espíritu.”8
Quizá esta declaración sea la clave por la cual tanto como Iglesia
como personas tengamos menos experiencias carismáticas de lo que
esperaríamos.
III.
PROSPERIDAD.
A
menudo asociamos Teología
de la Prosperidad con
tele-predicadores y experiencias pentecostales. Pero dentro de
nuestros discursos y prácticas como santos de los últimos días
tenemos mucho de esta teología.9
A
Oral Roberts se le considera el padre de dicha teología. A
mediados del siglo pasado, tras leer 3 Juan 2, concluyó que Dios
quería que él prosperara materialmente. Luego de esta epifanía
escribió un libro llamado “God's
Formula for Success and Prosperity”
al que luego le seguiría en los setenta “Miracle
of Seed-Faith“.
Su
tesis era que si uno siembra en el reino de Dios, El Señor nos
retribuirá en abundancia. Y más tratándose de dinero. Recoger
al 100 por uno.
Esta
teología sigue una suerte de método: En primer lugar, se debe de
visualizar lo que se quiere y desearlo con toda fe y toda fuerza; en
segundo lugar debe de pedirlo a Dios, reclamar la bendición; y en
tercer lugar debe confesarlo, es decir proclamarlo como si ya fuera
una realidad. Con una seguridad tal que Dios, mirando nuestra fe no
tendrá mas
que extendernos lo que pedimos.
De
esta forma, la prosperidad financiera se convierte en un fin
cristiano.
¿Cómo
se expresa esta teología en nuestras prácticas y creencias?
Se
expresa cuando pensamos que la obediencia estricta a los principios
para obtener riqueza, salud y poder son principios del Evangelio. Nos
reímos de aquellas personas que tras oír al tele-predicador va y
hace su donativo y hasta pone las manos sobre el televisor
acompañando en la oración a lo que dice el ministro religioso, pero
no nos causa risa, sino que consideramos un acto de gran fe que una
persona pague un diezmo aunque se quede sin recursos para hacer
frente a sus compromisos y necesidades inmediatas. En el mejor de los
casos le diremos que después de que haga tal cosa acuda a su obispo
y él le dará alguna ayuda en despensa y gastos básicos y lo
mandará a algún curso de autosuficiencia, donde se le recalcará
que la culpa de su pobreza e ineficiencia es suya y
si no puede salir de su precariedad es por su falta de fe, porque
algún pecado oculto habrá de tener, o bien porque no ha seguido los
principios al pie de la letra. Nada se habla de las limitaciones
propias del capitalismo, nada se habla de las condiciones laborales,
ni mucho menos de los problemas estructurales. Nada de eso existe,
solo voluntarismo. Y esto es teología de la prosperidad.
Es
desde mi punto de vista un insulto a la Deidad pensar que Dios nos
bendecirá de cierto modo si eso es lo que queremos. Dios no es un
cajero automático. No se trata de poner obediencia y esperar dinero
a cambio. Guardamos los mandamientos porque esperamos ser uno con Él.
De
hecho, la principal bendición que se nos promete en Malaquías es la
de reprender al “devorador”, siendo la mayor plaga, Satanás
mismo.
Lo
mismo ocurre cuando pretendemos convencer a nuestros jóvenes de
servir una misión a cambio de recibir bendiciones de prosperidad:
“Te esperará una joven hermosa y virtuosa” “Tendrás éxito en
tus estudios” “Recuperarás tu nivel atlético y de rendimiento”
“Tendrás mejores oportunidades laborales y contarás con el Fondo
Perpetuo para la educación”· Nuestros primeros misioneros no
salieron a predicar pensando en estas u otras bendiciones, sino
porque era un deber imperante salvar a otros, incluso a costa de
poner en peligro sus vidas. Iban porque el Señor los mandaba, no
como una inversión para recibir bendiciones específicas y
monetizables en lo futuro.
Esto
no significa que Dios no nos bendiga. Pero Él da sus bendiciones a
su propio y debido tiempo, siendo la mayor de ellas la “vida
eterna”, subrayando que rico es aquel que la obtiene.
El
mayor daño que hace esta teología es que quebranta la fe de quienes
siguen por esa ruta. Pagan sus diezmos íntegramente, pero finalmente
se quedan sin trabajo o una crisis monetaria manda al cierre a su
empresa. Sirve fielmente una misión, pero no logra ingresar a la
Universidad, se hace dependiente de un crédito para estudiar una
carrera técnica que lo llevará a salarios precarios.
Entonces,
en medio de estos fracasos abandonan también la iglesia, con
sentimientos de desilusión y traición. Y además, en ese periplo se
dan cuenta que Dios también bendice a los que no son de su Iglesia.
Han creído tanto en el “plan de prosperidad” que se olvidan que
el plan de nuestro Padre Celestial se llama “plan de felicidad”.
Debemos
obedecer los mandamientos (y ello incluye el diezmo o el servicio
misional) porque amamos a Dios, no como una moneda de cambio. Si
bien, muchos mandamientos y ordenanzas contienen promesas para
nosotros, no
podemos circunscribirlas
solo
a
los aspectos materiales y
a las necesidades económicas. Y muchas de ellas solo son posibles en
su plenitud si establecemos Sion.
CONCLUSIÓN
Dios quiere que prosperemos, de hecho
prosperidad es una de las palabras recurrentes en el Libro de Mormón.
Pero el tiene otra ruta y otra definición. Siempre que se usa nos
encontramos con un pueblo estableciendo Sion:
“Sí, y hubo paz continua entre
ellos, y sumamente grande prosperidad en la iglesia a causa de su
atención y diligencia que daban a la palabra de Dios.”10
“Sí, recordaban cuán grandes
cosas había hecho el Señor por ellos: cómo los había librado de
la muerte, y del cautiverio, y de cárceles, y de todo género de
aflicciones, y los había rescatado de las manos de sus enemigos. Y
oraban al Señor su Dios continuamente, al grado de que él los
bendijo de acuerdo con su palabra, de modo que se hicieron fuertes y
prosperaron en la tierra.”11
Pero la prosperidad nunca debe ser un
fin. El fin último de la condición humana en esta tierra debe ser
el establecimiento de un pueblo compuesto por hijos e hijas de Cristo
y una tierra santa:
“Y ocurrió que no había
contenciones en la tierra, a causa del amor de Dios que moraba en el
corazón del pueblo. Y no había envidias, ni
contiendas, ni tumultos, ni fornicaciones, ni mentiras, ni
asesinatos, ni lascivias de ninguna especie; y ciertamente
no podía haber un pueblo más dichoso entre todos los que
habían sido creados por la mano de Dios. No había ladrones, ni
asesinos, ni lamanitas, ni ninguna especie de -itas, sino que eran
uno, hijos de Cristo y herederos del reino de Dios. ¡Y
cuán bendecidos fueron! Porque el Señor los bendijo en
todas sus obras; sí, fueron bendecidos y
prosperaron ...”
Estableciendo ese tipo de sociedad, podremos prepararnos entonces para una sociabilidad celestial. Empezamos con una educación centrada en la libertad y la caridad, enfocamos nuestros esfuerzos en el establecimiento de Sion y entonces Dios nos prosperará como comunidad de hijos e hijas de Cristo y entonces finalmente seremos ricos, al ser herederos de la vida eterna.
1Para
una exploración más detallada de esta conceptualización véase:
Freire, Paulo. La Educación como práctica de la Libertad, 1969
José Smith expresa una idea
similar en D y C 38:23-25
22
Timoteo 3: 2-5
3Abraham
3:19
4Lucas
11.42
6D
y C 104.7
7D
y C 107.8
8D
y C 70.14
9En
la Iglesia tuvo su mayor auge mediante la influencia de Ezra Taff
Benson y su intransigente anticomunismo y anti-derechos civiles.
Pero eso sería un aspecto a analizar en otra reflexión.
10Alma
49.30
11Alma
62:50-51
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